Tribuna abierta de opinión

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lunes, 30 de noviembre de 2015

La Azotea. La Opinión de Javier Pipó


La Azotea de Javier Pipó

LOS ZAPATOS DE BERGOGLIO

 Sinceramente me sorprendió el acto simbólico realizado en nombre del Papa Francisco colocando con delicadeza en el suelo de la Plaza de la República de Paris sus gastados zapatos negros, las viejas sandalias del pescador. Allí estaban, junto a los de otros muchos miles de anónimos ciudadanos del mundo, como apoyo al grito a favor de una naturaleza sostenida para futuras generaciones y como protesta por la limitación del sagrado derecho del republicanismo francés a la libertad de manifestación en tiempos de tribulación. Gesto insólito, impropio de la medida diplomacia vaticana, eficaz como ninguna en la acción de influencia tras los focos de la imagen pasajera, fugaz de la apremiante actualidad.

Pero con igual sinceridad manifiesto lo pasajero de la sorpresa para quien a lo largo de estos casi cuatro años de comentarista espontáneo, ha dedicado otros tantos artículos a los jesuitas. Dedicación casi estrafalaria por no decir impertinente o fuera de actualidad, para una sociedad paganizada como la nuestra, agraciadamente inserta en la europea pero de la que no puede perderse la perspectiva como ejemplo de nihilismo, egoísmo estructural, descreimiento total y ciego relativismo para todo aquello que no sea contante y sonante. Pero los jesuitas que desde San Ignacio son creadores de pensamiento, formadores de valores y principios, me mantienen atento y alerta en la medida que su presencia permanente creo, reside en una arrolladora fuerza espiritual que aún sostiene un mundo material como el de occidente.

El jesuita Bergoglio, el Papa sostén de la cristiandad toda, está adquiriendo dimensión indiscutible de líder moral y ético de la humanidad. Y no es tarea fácil en el mundo globalizado de la tecnología y la imagen, la codicia y el epicureismo sin límite, donde ya el pensamiento de Kant no se sabe si es de filósofo o jurista, para la crítica o para la ética y donde la lucha sin cuartel es por el control de los medios para así controlar la cultura, como instrumento de poder y dominación.

Pero miren, este humilde Papa que no actúa ni escenifica, que no es insolente ni peligroso, está llamado a escandalizar por el giro espiritual que pretende imprimir a la Iglesia, si su ciclo vital se lo permite porque en diciembre cumplirá 80 años. El hecho de que un jesuita suceda al sabio Benedicto XVI no es casual y reitero que precisamente su acceso al pontificado constituye la llamativa y primera revolución. Ahora, intenta encajar la sabiduría heredada y la acción, para encontrar la esperanza. Y esa esperanza, sin jugar con las palabras, es poner en acción la anquilosada doctrina social de la Iglesia. 

Y la sabiduría transmitida se contiene en ese prodigio de espiritualidad de la Encíclica Lumen Fidei, firmada a los cuatro meses de acceder al Pontificado, donde se aprecia el legado viviente de su antecesor, la vuelta al diálogo entre fe y razón, asombrando con el principio de que la fe es revolucionaria y compatible con la libertad. El mundo actual parece aceptar solo la verdad tecnológica y la válida para uno mismo, con temor a la verdad común, instalados como estamos en la “autenticidad subjetiva” que genera  relativismo.

Su acción incisiva se contiene así mismo en la Encíclica verde, firmada hace seis meses, la Laudeato Si sobre el cuidado de la casa común, sobre el universo creación de Dios que la sociedad planetaria en comportamiento suicida durante los últimos dos siglos, parece pretender expoliar. Es la carta de un líder mundial que quiere destacar no tanto el carácter religioso como su compromiso social y ambiental. Y enlaza lo que denomina la crisis “socioambiental” con la crisis humana, de ética y de degradación del medio natural. Es el principal desafío ahora para la humanidad. Y el G7 reunido un mes después promete eliminar los combustibles sólidos antes de fin de siglo. Magnífico principio para ayudar al buen fin de la Conferencia de Paris, ahora en celebración. El cambio está en el ánimo aunque no en los objetivos a corto.

Y también el Jesuita-Papa Bergoglio en incansable movimiento, ha reclamado en nombre de los marginados de la Tierra y ante la Asamblea General de la ONU,  techo, trabajo, tierra y libertad. Todo un programa que está poniendo a prueba la doctrina social de una Iglesia milenaria en proceso acelerado de su más importante revolución y al contenido de tantas ideologías que con músicas similares carecen del texto inigualable que proporciona la dimensión trascendente. Desde luego no tiene cabida junto a doctrinas totalitarias que precisamente es la libertad el primer germen de dignidad a eliminar.

El Papa- Jesuita Bergoglio camina rápido en su apostolado y va lejos en el gesto, en el comportamiento y en la doctrina. Pero quiero seguir interpretando que no existe una Iglesia de los pobres, sino con los pobres, basada en su Doctrina social, que sea contravalor al islamismo y al relativismo y desde luego, mantenga encendida la llama de la libertad.

 

 

 

   

 

 

 

 

 

 

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