La Azotea de Javier Pipó
LOS ZAPATOS DE BERGOGLIO
Sinceramente me sorprendió el
acto simbólico realizado en nombre del Papa Francisco colocando con delicadeza
en el suelo de la Plaza de la República de Paris sus gastados zapatos negros, las
viejas sandalias del pescador. Allí estaban, junto a los de otros muchos miles
de anónimos ciudadanos del mundo, como apoyo al grito a favor de una naturaleza
sostenida para futuras generaciones y como protesta por la limitación del
sagrado derecho del republicanismo francés a la libertad de manifestación en
tiempos de tribulación. Gesto insólito, impropio de la medida diplomacia
vaticana, eficaz como ninguna en la acción de influencia tras los focos de la
imagen pasajera, fugaz de la apremiante actualidad.
Pero con igual sinceridad
manifiesto lo pasajero de la sorpresa para quien a lo largo de estos casi
cuatro años de comentarista espontáneo, ha dedicado otros tantos artículos a
los jesuitas. Dedicación casi estrafalaria por no decir impertinente o fuera de
actualidad, para una sociedad paganizada como la nuestra, agraciadamente
inserta en la europea pero de la que no puede perderse la perspectiva como
ejemplo de nihilismo, egoísmo estructural, descreimiento total y ciego
relativismo para todo aquello que no sea contante y sonante. Pero los jesuitas
que desde San Ignacio son creadores de pensamiento, formadores de valores y
principios, me mantienen atento y alerta en la medida que su presencia
permanente creo, reside en una arrolladora fuerza espiritual que aún sostiene
un mundo material como el de occidente.
El jesuita Bergoglio, el Papa
sostén de la cristiandad toda, está adquiriendo dimensión indiscutible de líder
moral y ético de la humanidad. Y no es tarea fácil en el mundo globalizado de
la tecnología y la imagen, la codicia y el epicureismo sin límite, donde ya el
pensamiento de Kant no se sabe si es de filósofo o jurista, para la crítica o
para la ética y donde la lucha sin cuartel es por el control de los medios para
así controlar la cultura, como instrumento de poder y dominación.
Pero miren, este humilde Papa
que no actúa ni escenifica, que no es insolente ni peligroso, está llamado a
escandalizar por el giro espiritual que pretende imprimir a la Iglesia, si su
ciclo vital se lo permite porque en diciembre cumplirá 80 años. El hecho de que
un jesuita suceda al sabio Benedicto XVI no es casual y reitero que
precisamente su acceso al pontificado constituye la llamativa y primera
revolución. Ahora, intenta encajar la sabiduría heredada y la acción, para
encontrar la esperanza. Y esa esperanza, sin jugar con las palabras, es poner
en acción la anquilosada doctrina social de la Iglesia.
Y la sabiduría transmitida se
contiene en ese prodigio de espiritualidad de la Encíclica Lumen Fidei, firmada a los cuatro meses de acceder al Pontificado,
donde se aprecia el legado viviente de su antecesor, la vuelta al diálogo entre
fe y razón, asombrando con el principio de que la fe es revolucionaria y
compatible con la libertad. El mundo actual parece aceptar solo la verdad tecnológica
y la válida para uno mismo, con temor a la verdad común, instalados como
estamos en la “autenticidad subjetiva” que genera relativismo.
Su acción incisiva se
contiene así mismo en la Encíclica verde, firmada hace seis meses, la Laudeato Si sobre el cuidado de la casa
común, sobre el universo creación de Dios que la sociedad planetaria en
comportamiento suicida durante los últimos dos siglos, parece pretender
expoliar. Es la carta de un líder mundial que quiere destacar no tanto el
carácter religioso como su compromiso social y ambiental. Y enlaza lo que
denomina la crisis “socioambiental” con la crisis humana, de ética y de
degradación del medio natural. Es el principal desafío ahora para la humanidad. Y el G7 reunido un mes después
promete eliminar los combustibles sólidos antes de fin de siglo. Magnífico
principio para ayudar al buen fin de la Conferencia de Paris, ahora en
celebración. El cambio está en el ánimo aunque no en los objetivos a corto.
Y también el Jesuita-Papa
Bergoglio en incansable movimiento, ha reclamado en nombre de los marginados de
la Tierra y ante la Asamblea General de la ONU,
techo, trabajo, tierra y libertad. Todo un programa que está poniendo a
prueba la doctrina social de una Iglesia milenaria en proceso acelerado de su
más importante revolución y al contenido de tantas ideologías que con músicas
similares carecen del texto inigualable que proporciona la dimensión
trascendente. Desde luego no tiene cabida junto a doctrinas totalitarias que
precisamente es la libertad el primer germen de dignidad a eliminar.
El Papa- Jesuita Bergoglio
camina rápido en su apostolado y va lejos en el gesto, en el comportamiento y
en la doctrina. Pero quiero seguir interpretando que no existe una Iglesia de
los pobres, sino con los pobres, basada en su Doctrina social, que sea
contravalor al islamismo y al relativismo y desde luego, mantenga encendida la
llama de la libertad.
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