Tribuna abierta de opinión

Instituciones,Democracia y Libertad

jueves, 30 de noviembre de 2017

LA OPINIÓN DE JULIÁN DELGADO

ARTÍCULO QUE SERÁ PUBLICADO POR EL DIARIO”ULTIMA HORA DE MALLORCA” EL DÍA 2 DE DICIEMBRE 2017

¿APACIGUAMIENTO?
Julián Delgado. Escritor

         De haberse producido en cualquier otro país democrático una insurrección semejante a la que se ha dado en Cataluña, los principales implicados estarían encarcelados sin posibilidad de presentarse a nuevas elecciones y la autonomía estaría suspendida. Una vez sofocado el golpe de Estado, se estarían preparando las leyes y otras medidas que impidieran la repetición de tamaña fechoría.
        No es este nuestro caso. Y no es que la Constitución se haya quedado vieja, que en algunas cuestiones puede que sí, sino que las diferentes generaciones de políticos le han ido produciendo descosidos para poder introducir sus intereses partidistas por esas rendijas, a veces boquetes, que la han dejado en esta situación.
       El Estado ha sido vampirizado por unas Autonomías insaciables, y en ocasiones desleales, que, junto con la irresponsabilidad de los sucesivos gobiernos, lo han dejado en los mismos huesos.  Así, en Cataluña, el Estado lleva lustros dejándose girones físicos y jurídicos, de tal manera que, cuando se produjo el atentado yihadista en las Ramblas barcelonesas, nos dimos cuenta de que allí no existía. La policía, la comunicación, la autoridad y la supremacía representativa residían en la Generalitat y, frente a ese aparato, el Gobierno de la Nación estaba representado por un gris delegado de perfil mínimo. Rajoy, dentro de esa exhibición de poder,  figuraba como personaje invitado.
        Parece que lo lógico sería modificar la Constitución en lo que sea justo y necesario y, además, corregir ese grave déficit de Estado, que es lo que demandan la mayoría de españoles: impedir que la educación siga instigando el secesionismo y el odio a España; que la seguridad no quede en manos de quien podría volver sus armas contra el Estado; que TV3 y otros medios públicos dejen de estar en manos del talibanismo soberanista.
       Pero la actuación de los partidos, que con frecuencia han cambiado la persecución del interés general por los propios de cada uno de ellos, hace temer que el derrotero que tome esa modificación constitucional sea el contrario al que demandan los ciudadanos: la política de apaciguamiento, ceder lo que sea para que el tinglado dure unos años más, buscar la aquiescencia de los rebeldes. El abismo.



viernes, 24 de noviembre de 2017

La OPINIÓN de Javier Pipó

LA AZOTEA

EL TRIÁNGULO (y II )
23 de Noviembre


       
        Recién cumplidos cuarenta y dos años de la muerte del General Franco, cubriendo con su poder autoritario otros treinta y seis de la Historia española, volvemos al inicio del proceso con su nombre y memoria inútilmente innombrables. Y sin embargo, nuevamente en agobios descorazonadores al mantener sin resolver ni la estructura del Estado y la distribución de su poder, ni la propia esencia de la Nación y su futuro. Volvemos a los mismos sentimientos encontrados de hace un siglo. Es la rueda permanente de volver a empezar cuando parece se acerca el llegar.

        A pesar del gozo colectivo, la ilusión esperanzada que supuso la Constitución del 78, sabemos llevaba en su seno la semilla de la discordia para ocupar, seguramente, este primer cuarto de siglo XXI. Ya advirtió el Profesor Cruz Villalón que se había operado una “desconstitucionalización”de la estructura del Estado, al permitir sin modificación formal, lo mismo un Estado unitario que unitario pero descentralizado, que sustancialmente federal que incluso ir más allá, para instalarse en fórmulas confederales. Es decir, un modelo tan abierto e inacabado que podría devenir en casi diecisiete Estados en continua insatisfacción; en estado de ebullición permanente ya sea por el proceso acelerado de descentralización, que desdibuja hasta límites intolerables el Estado Nación y su soberanía, que confundiendo, duplicando o triplicando las competencias de poderes territoriales superpuestos, que reclamando financiación debida o indebida y exigiendo hasta el aburrimiento alucinadas deudas históricas o inacabados agravios comparativos. Y además, el nacionalismo. Ese virus destructivo, letal y arrasador en dos ocasiones de la Europa de las patrias y que permanece vivo, realimentado tras treinta y nueve años de constitucionalismo de destino común. La existencia de nacionalismos interiores, tal como tiene estudiado el Profesor Blanco Valdés, es la nota diferenciadora del federalismo de facto español respecto de otros federalismos, salvo el belga; de ahí seguramente la comprensión mostrada para el pobre desenlace del proceso catalán.    

        Miren, finalizada esta primera parte de la parodia catalana - conducida por ilustres tuercebotas solo podía concluir en comedia bufa - viene la fase trascendente de reparar al menos temporalmente, los enormes agujeros ruinosos de una vieja Nación a punto de derrumbe. Y eso es tarea titánica, a primera vista, imposible. El fracasado golpe de Estado está excesivamente cercano y sus consecuencias aún desdibujadas porque la aplicación del artículo 155 ha quedado rebasada tras la aparatosidad inicial, salvo la acertada destitución fulminante del gobierno golpista. Las elecciones fueron convocadas tan inútil como atropelladamente y los resultados se adivinan cada vez más inciertos; una nueva victoria del totalitarismo nacionalista llevará la situación, seguramente, a un callejón sin salida. Y poco se debe esperar de los socios europeos que se debaten entre la invasión migratoria agobiante y la presencia incontestable de una extrema derecha que como aquí la extrema izquierda comunista exigen más Estado y menos libertad. De manera que no queda sino esperar de la sensatez patriótica de nuestra clase política por si lograran reconducir la situación y chapucearla otros veinte o treinta años – la solución definitiva no existe, ni teóricamente- encajándola en una Europa a salvo del nuevo rapto que padece.

        Pero claro dicho así resulta visión optimista, casi ingenua o angelical. El progresismo, en cualquiera de sus versiones, siempre se encuentra empeñado en desconocer lo conocido y fomentar lo desconocido; como visión utópica es la mano que mueve la rueda continua de la historia. El socialismo marxista, que no la socialdemocracia, y no digamos el comunismo, es ideológicamente dogmático, tácticamente relativista y políticamente estatista. Por su parte, el nacionalismo cree encontrar siempre en la Historia su legitimidad política y para ello no duda en falsificarla hasta fusionarla en sus ensoñaciones. La presunta derecha liberal que nos gobierna, busca el poder y la inspiración en la contabilidad nacional, careciendo de los valores y principios definidores del moderno liberalismo. Al final, la codicia la arrastrará fuera del poder y con las cuentas sin cuadrar. Su posible falta de protagonismo en la vida nacional, dejará el futuro pendiente del azar. Una tragedia.

        Ya ven la desvergüenza y desenvoltura con que el Ministro de Hacienda ha defendido en el Parlamento de la Nación el nuevo retoque al Concierto Vasco y la consecuencia derivada de un nuevo Cupo tramposo, injusto, privilegiado e insolidario hasta el enunciado. Y dejan solo a Rivera que ha tratado demostrar que estando basado en la CE – no parece sea modificación prevista- el cálculo traiciona su espíritu, el del Estatuto y el de la propia Ley del Concierto, sistemáticamente burlada en perjuicio del Estado. De manera que cada vez resulta más dominante ese triángulo de nacionalismo- todos los nacionalismos- socialismo democrático o no y esta derecha desnortada y ambiciosa, en busca de una reforma constitucional que llevará a la Nación al borde del abismo y la recesión económica. Tras las inútiles elecciones catalanas – cuatro en cinco años- y puede que cercanas generales, quedarán ensanchados los vértices del triángulo. Es la erótica del poder. Seguramente quedará fuera C´s, es la esperanza. Pues ojalá.             




jueves, 16 de noviembre de 2017

LA OPINIÓN DE JULIAN DELGADO

Artículo que será publicado por el Diario de Mallorca “Última Hora” el próximo día 18 de Noviembre

El COLAPSO
Julián Delgado. Escritor


        Ese delirio exacerbado, esa patraña urdida para destruir el Estado desde el mismo Estado y con recursos del propio Estado, ha tropezado con el muro de la realidad y ha saltado hecho añicos. El procés, una aventura irreal dirigida por un líder menor, por un talibán con el independentismo como única base ideológica, guerrillero simbólico con ribetes infantiles de esa creencia, con alcaldes tribales bailando a su alrededor con las varas a modo de lanzas en la selva de la fantasía soberanista, ha colapsado.

        Encuadraron a sus legiones con embaucadores profesionales, fanáticos,  oportunistas subvencionados, caraduras corruptos, extremistas nihilistas y las han despeñado por  el abismo. Una tropa de creyentes de buena fe, ilusionada, comprometida, unida en un anhelo romántico que consideraban legítimo, a la que se había incendiado las entrañas, sus más profundos sentimientos. Huestes devotas de una religión tan falsa como la del  Palmar de Troya, a la que previamente sometieron a la más implacable y grosera propaganda a cargo de los tóxicos medios de la Generalitat convertidos en máquinas obscenas de sectarismo, en los que la mentira y el cinismo se daban la mano, a la que han utilizado para hacer bulto en los actos rituales dignos de las más excelsas ceremonias del totalitarismo; para que sacaran a sus hijos a la fiesta envueltos en banderas y consignas; para componer cadenas sin saber, ellos, que lo que les estaban encadenando era la razón.
 
        La independencia unilateral era un objetivo imposible. Carecía de base social suficiente, era un proyecto excluyente y regresivo que se quería imponer a una sociedad plural y democrática. Se hacía contra la voluntad del Estado, que estaba obligado a utilizar todo los recursos del poder para evitar su propia destrucción. Y contra la Unión Europea, que nunca entendió como a esta altura de la historia se ponía en marcha tal movimiento desestabilizador, reaccionario, cargado de mitos y anacronismos.    


        Volverán a ganar las elecciones. Es lo más probable. Pero no cabrán  ya las mismas mentiras. Nadie, salvo los más fanáticos, volvería creérselas. La DUI no se podrá volver a prometer como objetivo. No habrá otra senda transitable que la constitucional.

domingo, 12 de noviembre de 2017

La Opinión de Javier Pipó

La Azotea


EL TRIÁNGULO

12 de Noviembre 2017


        Decía Joaquin Costa, con verdad, que el que tiene la llave del estómago tiene la llave de la conciencia. Y algo de ello debieron pensar estos histriónicos patriotas del 3% cuando llegado el momento de rendir cuentas de alguna de sus fechorías prefieren aguardar mejor momento - al fin el nacionalismo no pasa de estado de ánimo – para encontrar una ruta que conduzca desde la nación sin Estado al Estado nación: un territorio, un pueblo, un caudillo; aunque el pobre Puigdemont, perdido hasta el caudillaje se exilie de cantamañanas en Bruselas.

        Pero el mundo nunca será seguro para la democracia, tal como advertía Chesterton y menos en Europa, a pesar de estos más de setenta años de paz y libertad donde el consenso socialdemócrata logró sustituir el obrerismo por el hedonismo en sociedades de la abundancia, el descreimiento, el nihilismo y el relativismo, con renuncia hasta de sus raices cristianas. Así, lograron los mercaderes derrotar a los filósofos, pero pronto aquellos se debatirán nuevamente entre fascistas y comunistas; mismos collares para distintos perros con el mismo amo: el Estado. Ya veremos si unos y otros y los de más allá, no sucumben ante la invasión silenciosa del dogmatismo teocrático islamista. Es el desolador panorama europeo que ya perdió hasta el paraguas yanqui para pasar a objeto de deseo ruso y asiático.

        Y España? Pues tras cuarenta años de prosperidad y democracia también como Europa, y tan perdida como ella en principios y valores, de nuevo replanteándose su propia esencia como Nación en una carrera alocada de vaciamiento inconsciente del Estado, armazón indispensable de aquella. Viviendo una cesión constante de soberanía en aras, por una parte, del supranacionalismo europeo y de otra, del encogimiento ante los ataques continuados y sin fin de los nacionalismos periféricos y reaccionarios que van consiguiendo sucesivos y profundos procesos descentralizadores que ponen en solfa el Estado-Nación para pederse en desdibujadas e imprecisas formas multinacionales – como pretende Sancheiglesias- poliétnicas o posnacionales. Un desastre cuyos efectos comenzarán a sentirse incluso con anterioridad a la consolidación del disparate.

        Es verdad que el modelo de Estado difícil y a duras penas diseñado en la Constitución, está inmerso en crisis de solvencia de carácter irreversible porque su raíz es estructural. Pero el régimen del 78 que trajo a esta atormentada Nación los mejores, más productivos y densos años, de los últimos quinientos, donde el progreso, la libertad y la democracia han florecido quizá como en ningún rincón de occidente, no puede quedar al albur de una clase política carente de los atributos de virtud, necesidad y fortuna que Maquiavelo exigía de los gobernantes; dirigentes prescindibles, ambiciosos y sin escrúpulos donde abundan los tuertos y el ciego resulta revolucionario. Sin embargo parece que el proceso está en marcha. Y también imparable porque la operación es de envergadura, ya digo y reitero, quizá a tres bandas, donde la Constitución es el obstáculo a derribar o cuando menos a desfigurar de tal manera que resulte irreconocible, incluso para quienes juramos cumplirla y defenderla y nos cupo el honor inmenso de transmitir su espíritu y contenido a nuevas generaciones de servidores públicos.

      Ya digo, el alambicado pero protector y prudente procedimiento de reforma constitucional, previsto en el Titulo X, no será barrera para su modificación. Ya se está diseñando un procedimiento que aligere a tope tanto impedimento de quienes pusieron la Constitución al servicio del neoliberalismo capitalista, opresor y franquista. Y claro, aún no siendo la Corona titular de un Poder del Estado, salvo que se entienda por este – como dice Jorge de Esteban- un Poder Moderador, descrito en el artículo 56, “arbitrando y moderando el funcionamiento de las instituciones”, se intentará desaparezca de la definición de forma política del Estado que dice el artículo 1,3. Intentarán pues convencer a la mayoría que lo representado por la Monarquía no pasa de imposición de la dictadura y los poderes económicos. Con razón decía Augusto Comte que la monarquía constitucional y parlamentaria es forma precaria, como solución provisional previa a la república. Un cambio más de los muchos que se esperan para tratar de subsanar los errores de la distribución territorial del poder. Y aunque mal, lo expresa esa calamidad con forma de Ministro de Exteriores de España, cuando habla de  la necesidad de cambiar la CE para acomodar las aspiraciones de parte de los catalanes. Preciosismo diplomático. Pero es mucho más que el quiste catalán porque otros territorios esperan sumarse a uno de los vértices del triángulo, incluso los que confían en  un cambio de sistema.

        Pero no crean, la parodia del process ha terminado en chascarrillo, tras burlarse del Estado, sus instituciones y poderes. Y el papel del Gobierno con su aplicación flipante del 155, pues adecuada para no irritar a los socios que se adivinan. Ya lo dice otro estadista como Zoido: “no es el día para caer en provocaciones”. De manera que para la historia queda cómo la impunidad de los golpistas no puede incitar a que la fuerza del Estado en defensa del orden constitucional, se use como respuesta a tan insignificante provocación. Debería deducirse que la urgencia en convocar elecciones – para nada previstas en el citado artículo- cuyo resultado resulta previsible, es la excusa perfecta para intentar un cambio de Constitución y si se puede, de sistema, también urgente. Los tuercebotas en prisión o huidos, un mero instrumento; siempre nos queda la amnistía. Sigo a Tocqueville en que nada es más duro que el aprendizaje de la libertad.        

  

jueves, 2 de noviembre de 2017

La Opinión de Javier Pipó

 La Azotea

EL EPISODIO CATALÁN
2 de noviembre 2017



        Resulta descorazonador comprobar que un sistema tan democrático como capaz en su defensa de llegar, por métodos extravagantes, hasta la autodestrucción; con instituciones inclusivas y razonablemente transparentes y con una estructura de representación que aún con sus imperfecciones viene a cubrir la inmensa mayoría del arco ideológico, pueda llegar a degradación tal de su vida política como para contemplar un episodio dramáticamente chusco como está resultando el proceso de la independencia catalana. Golpe de estado a cámara lenta inédito en la historia europea.

        Es verdad que la representación resulta asimétrica en todos los Parlamentos autonómicos; es decir, presencia de la izquierda y derecha democráticas, socialdemócrata o liberal, casi desdibujando sus perfiles hasta la confusión en el fondo y en las formas, en circunstancias no excepcionales. Y luego un exceso de peligrosos enemigos del sistema representativo y democrático, a cargo de una oleada incontenible de extrema izquierda populista y comunista/castrochavista, en el más variado e insoportable pelaje del látigo exterminador de la libertad. Esquema no correspondido en el extremo opuesto de la extrema derecha, nazifascista o simplemente autoritaria, pero tan amante como aquellos del Estado totalitario, en paraísos de democracia orgánica o popular.

        Y esa desigualdad se ve incrementada en el CD por la presencia excesiva de nacionalistas de uno u otro territorio siempre atentos al privilegio o a la presión del soberanismo, invitados de lujo, durante cuarenta años, a la conformación de unos u otros Gobiernos nacionales. Y casi innecesario referir parlamentos como el catalán, otrora liderado por una burguesía culta, europea y amante del progreso que luego se revolvió avariciosa y trincona hasta entregarse de cuerpo entero, a salvo el botín del saqueo, a los restos degradados de la clase dirigente, siendo Puigdemont el último eslabón del envilecimiento. O a la turba de republicanos también de izquierda, y otros enemigos del sistema etiquetados de comunistas de nuevas y curiosas adscripciones independendistas. Mezcla explosiva de soberanismo sedicioso imposible de prosperar, de no mediar un Estado extremadamente débil en su capacidad de liderazgo, en su ordenamiento jurídico y en sus instituciones, dirigido por una clase política meliflua, melosa, ajena al más elemental patriotismo y cercana al contenido envenenado de los predicadores del diálogo exterminador de intereses nacionales y del pasteleo en despachos propicios a la traición y el intercambio.

        ¿Podemos pues sacar conclusiones del chusco episodio catalán? Seguramente es pronto para un acontecimiento que traspasando los límites de la actualidad, sin duda ocupará alguna página no precisamente gloriosa del régimen del 78. Pero miren, alguna si podríamos relatar, por ejemplo, la forma de abordar el Gobierno de la Nación la sedición planteada. Siempre considerando que aquel es el primer guardián del Estado, a quien la Constitución tiene confiada la defensa del ordenamiento constitucional completo; capaz de ejercer la razón y la fuerza democráticas para abortar de raíz cualquier atentado al orden jurídico que haga perder la confianza de los ciudadanos y las instituciones sociales tanto en el Estado como en la Constitución, al poner en riesgo la paz social. Por eso, la aplicación del artículo 155 CE ha resultado el mínimo exigible, aunque en absoluto suficiente – efectista, eso sí - máxime en su versión descafeinada.

        En consecuencia, si hubiese de juzgar la actuación del Gobierno Rajoy haría referencia al éxito en las medidas iniciales adoptadas como la disolución del sedicioso Parlamento y el cese de los miembros golpistas del Gobierno, con el traidor y cobarde Puigdemont a la cabeza o el cierre de las embajadas pitiminí. Pero desde luego, lamentable la decisión del Ministerio fiscal de impedir la imputación de los diputados juramentados en la sedición o permitir la continuación de radiotelevisión pública catalana, injuriosa y propagadora de odio antiespañol. Y cómo no, enormemente discutible la convocatoria de elecciones para el mes próximo de Diciembre. Una jugada de riesgo casi total porque todo apunta a que el victimismo de los valientes golpistas puede mantener idéntica la composición del rebelde Parlamento. Y claro, no se sabe si de esa jugada, seguramente a tres bandas, se deriva la satisfacción del Gobierno de la Nación a que el delincuente golpista Puigdemont concurra como candidato, según su pobre y feliz Ministro Portavoz.

        Así pues, del previsible statu quo parlamentario debería derivarse la inmediata dimisión de Rajoy y la convocatoria de Elecciones Generales. Pero a nadie se oculta la situación de inestabilidad añadida a un escenario que representaría el fracaso total del Estado de las Autonomias, su sistema de financiación, el régimen electoral general y la actuación de un Gobierno incapaz incluso de restituir al ordenamiento penal los delitos contemplados en los artículos 505bis, 521bis y 576 bis establecidos en la reforma Aznar de 2003 y penosamente derogados durante la nefasta Presidencia de Zapatero en 2005. De manera que Rajoy habrá de ser juzgado por los resultados del proceso aunque encuentre el apoyo total de la opinión pública en las medidas adoptadas a regañadientes en la aplicación descafeinada del artículo 155. Tras las elecciones del 21D comenzará una nueva fase donde es posible casi de todo; desde una nueva Constitución conteniendo una España como nación de naciones a una reforma en profundidad que desnaturalice su contenido, su espíritu, sus valores y hasta el procedimiento para su reforma. Y los Presupuestos 2018 sin aprobar y el prestigio internacional tan difícilmente ganado, en retroceso. Son consecuencias temibles del penoso episodio catalán. Por eso, reivindico con Ortega el derecho a la continuidad y temo al progresismo de los incapaces que llevan decenios profundizando entre la semántica y la verdad.      

             

La Opinión de Julián Delgado

Artículo que será publicado en el Diario “Ultima Hora” de Mallorca el próximo día 4 de Noviembre


¿Qué hacemos con el odio?
Julián Delgado. Escritor

        En un programa de TVE, el pasado domingo, se preguntaba a los televidentes cuál era el factor que más les preocupaba de la situación actual de Cataluña. El primero fue el odio, que triplicó de sobra al segundo. Es el cultivo sistemático del odio a todo lo español, considerado el causante de todos sus infortunios. Esa fuerza legendaria, esa pasión incontrolada perturbadora del alma, atroz, excitante, adictiva, la venganza del cobarde, la única pasión que sobrevive a la esperanza, ha servido como sustancia básica al núcleo duro del procés, que ha vivido envuelto en una inconsciente espiral de odio que hace perder toda posible objetividad sobre lo odiado. Tiene su origen en el etnocentrismo y el narcisismo colectivo, tendencias que llevan a los grupos sociales a interpretar la realidad a partir de sus propios parámetros culturales y a considerar la propia identidad como superior. Esta característica supremacista del movimiento separatista catalán exige un antagonista amenazante y lleva a la xenofobia. Es difícil de arrancar del corazón, a veces se transmite y es contagiosa.
        Sabemos que la acción del odio consiste en una serie de frecuencias que van desde el deseo de destrucción del odiado a su destrucción efectiva. Ese odio es una forma bárbara, arcaica de alivio y de consuelo, llega a ser incluso placentera, por eso hay personas que lo siguen alimentando, se hacen dependientes y lo convierten en base de su identidad. Mientras esté entre nosotros será causa de una permanente aflicción.
        Pero ¿por qué odian los separatistas? Las diferencias que el procés ha construido a base de mentiras, ficciones, mitologías y delirios engendran odio. Con ellas han conseguido que una buena parte de la sociedad considere que España es una amenaza para la integridad de una parte decisiva de su identidad. El odio en este caso tiene carácter de ataque, un ataque de una batalla que no se puede ganar y por tanto no se puede iniciar más que cuando el sujeto odiante pierde del todo el sentido de la realidad de lo que no debe ni puede hacer.

        La forma de enfriar el odio es con más democracia, más progreso, más libertad, más solidaridad. No hay nada que corrompa más a un pueblo como la costumbre de odiar (Manzoni).