La Azotea
LOS COMICIOS ( y II )
29 de Septiembre 2016
Sin
duda, el resultado de las elecciones del pasado día 25 nos proporcionaría
extensas reflexiones y enseñanzas sobre el atranque político de la Nación;
atasco que por supuesto dejará huella en la economía y en el pálpito de los
anhelos colectivos de una sociedad que hace tiempo perdió el rumbo de su
destino.
De
manera que unos resultados, coherentes con la moderación en los modos de la
gobernación, de dos territorios posicionados de forma desigual frente a
nacionalismos que persiguen objetivos iguales, son insuficientes para
desatrancar la situación general ya de por sí deteriorada. Y es que esta
hermosa Constitución, resulta inútil para permitir el arranque del tiempo
político que ahora correspondería. Pero es Código que durante cuarenta años ha
permitido progreso y libertad; y circular a sus anchas a los muchos enemigos de
ambos elementos esenciales en toda sociedad civilizada y de la Constitución
misma. Ojalá, una nueva o la reforma de la vigente, permita al menos
veinticinco años de felicidad colectiva, basada en el bienestar y la
convivencia.
Pero
seamos realistas porque lo no previsto en la Constitución ha ocurrido por
degradación de su contenido. Desde un sistema de partidos que constituye base
esencial del pluralismo político y en consecuencia objetivo de los poderes
públicos, en cuanto a protección de su existencia y funciones, se ha llegado al
oligopolio partidista; a la más inútil y perjudicial partitocracia. Estamos
ante el secuestro de la democracia por parte de unos partidos, sectarios en su
concepción de los intereses generales y parasitarios de un Estado
elefantiásico, ingobernable e insostenible pero que en simbiosis despreciable
extraen de él los medios para financiar unas élites en demasiadas ocasiones
ignorantes, cuando no holgazanas y vividoras del sistema. Esta partitocracia
expansiva ocupa hasta el último rincón de la vida nacional y allá donde se
aposenta impide florezca la vida social, protagonizando hasta su crónica. Y ya ven, los actos de un
partido político no son actos de un poder público, dice el TC, sino de
organizaciones sociales con relevancia constitucional. Claro porque conforme al
artículo 6 de la CE, los partidos políticos “concurren a la formación y manifestación
de la voluntad popular” no que la monopolicen; siendo “instrumento fundamental
para la participación política” pero no instrumento único. De manera que es
cuestión escapada de control social y de la lógica política y ahí tienen como
ejemplo el drama del PSOE, convertido en drama nacional o las desventuras
corruptas del PP que no debieron pasar de proceso judicial o la desorientación
de C´s que no debió salir del Parlamento catalán y que sin duda contribuye con
su mochila de votos a enmarañar la solución. Solo queda la luz cegadora por
totalitaria de Podemos con su vocación de partido único al servicio de una
sociedad de pensamiento débil, siempre predispuesta a que le roben hasta la
dignidad.
Aquí,
los mal llamados partidos constitucionalistas – todos deberían serlo o estar
ilegalizados – vienen disputando el mismo espacio ideológico y por eso luchan a
cara de perro en defensa de idéntico terreno. Los populares, se desprenden de
estúpidos complejos históricos, desplazando sus artes de gobierno hacia el
centro izquierda que corresponde a la socialdemocracia. Ahí tienen su
inventario de Leyes, muchas de las cuales hubieran sido presentadas con pudor y
temor por el PSOE, irritando a su pacífico electorado y traicionando en tantos
casos el propio programa electoral. Y luego, con irrepetible mayoría absoluta, dejan
casi intacto el ordenamiento jurídico del negro zapaterismo. Y qué decir del
comportamiento de tantos y tantos de sus dirigentes con el desparpajo propio de
los autodenominados progresistas; como Montoro y su errática política fiscal
que hasta en funciones da el hachazo a las grandes y medianas empresas y deja
sin preparar un ambicioso programa de reducción de gastos que necesariamente
pasa por la reforma quirúrgica del Estado. Y los socialistas, ya vapuleados y
sacudidos hasta la médula por un zapaterismo zascandil y tóxico, olvida la
reconducción inteligente y trabajosa del Suresnes de Felipe González hacia la
moderación del socialismo democrático y sumerge a la militancia en una
corriente radical, anterior al abandono del marxismo. Un socialismo sin cabeza
que rebota de elección en elección hasta el hundimiento, liderado por quien
desde los tiempos en que enredaba con Pepito Blanco no sobresalió más que en
estatura. Zapasanchez es protagonista del pánico a perder sus privilegios
empujado hacia la izquierda no solo por las bobadas de Estado que le son
connaturales, sino por los populares que le dejan sin terreno propio. Ya me
dirán, si encontraron entre sus farragosos poemas del NO, una ocasión en que
propusiera solución distinta a la popular. Imposible. Su provinciano
providencialismo le hizo elucubrar sobre como un corrimiento hacia la izquierda
radical le haría con la llave del liderazgo de una izquierda total. Las elecciones
gallegas y vascas han encendido la mecha de una explosión, seguramente
controlada, pero irreversible en sus consecuencias que pagaremos todos.
Quizá
en la puerta de Ferraz y tratando de poner orden en el espectáculo penoso de
los diecisiete desahuciados de su sede, faltaba el voluntarioso Rivera,
maletilla en busca de un lugar al sol, sin saber al fin si su posición está en
la derecha, en la izquierda de la plaza o en ningún sitio. Tras los comicios, los bandos
están cada vez más definidos, entre una izquierda rabiosa e inquieta que
capitanea Iglesias y un tímido centro izquierda con Rajoy a la cabeza y Albert
de correveidile de Estado, aunque sea en funciones.