LA AZOTEA
AUDACIA
28 de Agosto 2019
Pues
para audaz, la misión encomendada por el Gobierno de España en funciones de
sanchismo, al buque AUDAZ de la Armada. Es que esta banda no se corta un pelo
en el uso del Estado para los fines de su continua felonía. Lo mismo utilizan
el Ejército para apagar fuegos – desde luego lo único sensato que hizo Zapa en
su nefasto mandato – que para recoger migrantes de donde el efectismo populista
lo haga menester; pero aquí se han pasado en osadía. Pues garganta profunda me
relata que los ánimos de los militares no están para audacias.
Es
verdad que este sistema degradado ha sido absorbido por la partitocracia, en
gran parte corrupta, desbordando el papel constitucionalmente asignado. Tal
como ha puesto de manifiesto el Tribunal Constitucional, los partidos políticos
no pasan de instrumentos para la participación política. Que no es poco, pero
tampoco para el protagonismo casi único de la vida política y social que han
adquirido. De manera que saliendo de constituir una “forma particular de
asociación”, es decir gozar de naturaleza asociativa, con “funciones de
evidente relevancia constitucional”, parecen querer constituirse en órganos
del Estado o en titulares de poder público. Y esto es precisamente lo que
reiteradamente les niega el TC.
Pero
el sanchismo es más que un partido político, por eso, sus dirigentes contemplan
esta cuestión desde una perspectiva diferente. El sanchismo, tiene visión hegemónica y
totalizadora de la vida nacional, creyéndose suficiente para representar a toda
la izquierda, también a la socialdemocrática. Pretende convertirse en un
movimiento regenerador que abarque las generaciones que no conocieron el papel
de los defensores de la Constitución del 78 y su papel histórico en la
conciliación, perdón y el progreso en libertad, como valores esenciales de su
vigencia. Y su vigencia duró lo justo, hasta el advenimiento del zapaterismo
antecedente negro del sanchismo. De manera que, a diferencia de las
generaciones grandiosas del 89, 14, del 27 y del 78, para las que España y su
regeneración era la preocupación, para el sanchismo es la misma España el
problema por resolver, dada la concepción discutida y discutible de nación. Por
eso contribuye, incansablemente, con su poder arrasador, en intentar convertir
España en nación de naciones. Si para aquéllos la acción política era un
movimiento defensivo de la inteligencia, y el socialismo naturalmente
democrático, tenía una pura función educativa, para estos, la inteligencia es
adorno burgués adquirido en la educación elitista, máquina de fascistas
irreductibles. De manera que la inteligencia se cambia por el dirigismo de una
vanguardia capaz de presumir de una ignorancia atrevida, durante el ejercicio
de una acción política tan inane como perjudicial para los intereses de la
mayoría. En fin, si para aquellos los intelectuales, convertidos en término
sustantivo y no adjetivo, tenían un papel decisivo en la educación cívica, para
estos no pasa de la Memoria Histórica y la educación para la ciudadanía, valga
la redundancia. Y el muestrario de intelectuales, no pasa de los hermanos Bardem
con su madre, Lucía Etxevarria o Lluis Pascual, entre los cientos de
cantamañanas fusionados al Presupuesto y a punto de tachar de fascista a
Sabater, alabando sin tregua el progresismo ejemplar y total de personajes como
Otegui, Iglesias o Rufián.
Pues
tiempo de audacia en la vida política no falta ni faltará, en ninguno de los
campos donde es posible la intervención del ciudadano. Miren, el sanchismo
ocupa el poder por la fuerza de los votos que como dice la ilustre Calvo,
convierten a Podemos en socio preferente e indiscutible “porque así lo quiere
la ciudadanía”. Es decir, el contrato entre el sanchismo y el comunismo
zarrapastroso, totalitario, estalinista, bolivariano y populista de Iglesias es
un hecho; o elecciones. Pues elecciones, sin duda. Tengan los ciudadanos nueva
oportunidad de equivocarse o rectificar el rumbo hacia el abismo que dibuja con
audacia el sanchismo demoledor y sus socios, no solo el comunismo de
resonancias soviéticas, sino el resto de los virus políticos antisistema que
crecieron como hongos al olor de un Estado en retirada cobarde y poco audaz.