Tribuna abierta de opinión

Instituciones,Democracia y Libertad

viernes, 29 de julio de 2016

La Opinión de Javier Pipó.


La Azotea

 
EL 99
30 de Julio de 2016



   Hay que tomar nota del galimatías en que se ha convertido la elección de nuevo Presidente. Seguramente no habrá antecedentes de un candidato que habiendo ganado las elecciones llegue a la ceremonia de investidura más desgastado que Rajoy a la suya. Y todo ello durante el proceso de nombramiento, aunque es verdad que proceso tan largo como este resulta casi inédito, salvando esa inexistente nación llamada Bélgica. Ya ven, hasta los listillos de Podemos, a los que la elección parlamentaria de Presidente les resulta tan inútil como a Kim Il-sung, dicen que Rajoy pretende una “investidura en diferido”. Pues seguramente, pero estos demócratas no habrán reparado en que la Constitución de 1978 realmente lo que considera votación de investidura es como una “moción de confianza previa”. De manera que chanzas pueden hacerse desde todos los ángulos, pero la situación de España no admite chascarrillos con lo único que puede mantener en pie el edificio achacoso pero hermoso de la Nación.

   Miren, la vía ordinaria o normal para la designación del Presidente es la establecida en el artículo 99 de la CE. Vía bastante prolija y desde luego compleja que involucra tanto al Rey como al titular de la Presidencia del Congreso de los Diputados. Y ahí están las consecuencias, porque ni siquiera la valiosa Pastor puede no salir indemne del trance de investidura. Es verdad que la forma de designación resulta novedosa en la historia de nuestro constitucionalismo, constituyendo la forma actual algo así como la culminación de un largo proceso iniciado incluso antes, con Felipe V- quien hubiera dicho que parece naufragar con Felipe VI - o por mejor decir con los decretos de 1823 de Fernando VII. De manera que el proceso ha recorrido el largo camino que lleva a residenciar en el Parlamento y constituirlo, en órgano controlador integral del Poder Ejecutivo, de todo el Ejecutivo desde su nacimiento, desde el nombramiento de Presidente del Gobierno. Ni siquiera en la Constitución de 1931- que por cierto ignoraba la votación de investidura- dando papel protagonista y decisorio al Presidente de la República.

   Pero ya ven. En un país con más de cien mil leyes en vigor, no hubo tiempo ni valor para realizar el desarrollo legislativo del artículo 99 de la Constitución, como otras muchas y esenciales partes del Texto supremo. Pero ni siquiera en la ley del Gobierno de 1997, modificada en 2003. Nada prevé, salvo remitir al texto constitucional, que ya es previsión. Y claro, carecemos también de doctrina del Tribunal Constitucional al respecto, salvo esa Sentencia de 1985 indicando que la regulación constitucional es “expresión de una exigencia racionalizadora en la forma de gobierno” que ya es fantasía. Pero hay dos cuestiones enlazadas con lo referido. En primer lugar, la existencia de artículo 113 que abre el camino directo al nombramiento, vía moción de censura, al exigir un candidato alternativo y el nombramiento real automático. Vía excepcional e indirecta que se abre de forma alambicada, tanto como la propia Constitución del 78. Y la segunda, la siempre presente elección de personaje prestigioso, ajeno al Parlamento, que forme Gobierno de urgencia, emergencia o salvación, para salir del fenomenal embrollo constitucional en que nos encontramos.

   Pero el Rey ya hizo su encargo a Rajoy y éste aceptado, y en consecuencia debe presentarse ante el Congreso con la casi seguridad de que no ganará la votación y en caso de resultar investido, el Gobierno a formar será incapaz de hacer frente al desafío total de Cataluña – alguien tendrá que recordarles el contenido aún vigente del artículo 8,1 de la CE- y el que vendrá del País Vasco; a la crisis económica que no cesa aunque mejore; a la situación europea, desbordada; a la insostenibilidad del sistema de pensiones o de la financiación de las Comunidades Autónomas, en ruinas respectivas. Y un largo etcétera que encuentre soluciones a la debilidad de un Estado que yace en coma. Mientras, desde la izquierda moderada e indefinida de Ciudadanos; la izquierda desnortada, de rompe y rasga de Zapa y la radical de comunismo populista de Podemos, preparan el gran festín de la caída de Rajoy y el liberalismo, que por otra parte jamás representó ni defendió. Y todo, con el aplauso del rabioso nacionalismo independentista. Pues que bien.   


jueves, 28 de julio de 2016

La Opinión de Julián Delgado.

Artículo que se publicará el próximo día 30 de Julio en el Diario “Última Hora” de Mallorca

RIVERA EN ALMAGRO
Julián Delgado. Escritor

   En las dos últimas elecciones, Ciudadanos fue visto como la cara aseada del PP, aunque sus líderes se esforzaran en exhibir diferencias ideológicas respecto a éste, pretendieran estar en el centro y presumieran de contar con lo mejor de la izquierda y lo mejor de la derecha. La realidad es que entre Cs y el PP no existe ninguna diferencia ideológica, ni siquiera estratégica, sólo táctica. Así pues, el partido de Rivera no ha venido a llenar ningún espacio político; más bien, ha servido de aldabonazo en la puerta de Génova para que aprendan la lección. Su menguante éxito en las dos pasadas elecciones generales estuvo propiciado por el desplazamiento de voto de antiguos votantes del PP, que veían en esos jóvenes lo que hubieran querido que fuera su partido: honesto, liberal, reformista y con clara determinación de defender la unidad de España.
   Pero el centro sólo existe en geometría; en política, quien pretende situarse en él, es fácil que caiga en el ridículo. Es lo que le ha ocurrido a Rivera, que ha llevado un devenir errático y anda enfangado en sus contradicciones: hoy soy socialdemócrata y pacto con el PSOE, mañana defiendo la libertad individual sobre la colectiva y apoyo al PP. Se ha movido en una irrelevancia doctrinal y una inmadurez política notables. Nos ha dado muestras de su descontrol emocional al coger rabietas por la ley electoral o por los diez votos fantasmas de los nacionalistas, que también a él beneficiaron. Rivera es inconsistente, voluble: ayer vetaba a Rajoy, hoy se abstiene; ¿le votará mañana? Aun sabiendo que tiene votos prestados del PP, se muestra favorable al PSOE, le gusta sentirse progresista y entra en pánico cuando le confunden con los juveniles del PP. Su último patinazo ha sido el intento de utilizar al Rey como su correveidile, en una mezcla de osadía, desatino y bisoñez.
   Rivera está abocado a la inmolación: si le da el sí a Rajoy, le hará más fuerte y le dará oportunidades de corregir sus pasados errores; si no se lo da, quedará como Cagancho en Almagro, torero que, en dicha localidad, salió de la plaza conducido por la Guardia Civil para evitar su linchamiento. A poco que el PP se enmiende, por la Guardia Civil para evitar su linchamiento. A poco que el PP se enmiende, Cs desaparecerá por el sumidero de la irrelevancia.


viernes, 22 de julio de 2016

La Opinión de Javier Pipó.

La Azotea


ESPERANDO A GODOT
22 de Julio 2016



   No me negarán el tercer grado al que la oposición, toda, está sometiendo a ese hombre tranquilo, gallego para más señas, del que depende a cara de perro el futuro de una gran Nación que hace no tanto soñaba con un puesto de salida de los mejores, en la conquista del mundo globalizado. Pero ya ven, primero le maltratan y castigan sin hablarle a pesar de la buena disposición del pontevedrés a mantener intacto el ordenamiento jurídico zapateril. Luego le critican hasta la forma de andar, en una feroz campaña de medios – más bien fines – de comunicación, hasta destruir su prestigio de hombre de Estado, ante una opinión pública dividida a partes iguales, a la que solo excita platos fuertes de desventuras siempre que sean televisados. Así llegan unas elecciones inútiles en su resultado, que naturalmente se vuelven contra Rajoy por encontrarse aislado entre ocho millones de votantes entusiastas- un tercio- que jalean la corrupción y se muestran intolerantes ante los mensajes de libertad, paz, unidad y prosperidad del resto de los que no alcanzaron los 137 escaños del Registrador. Pues esto no hizo más que empezar.

   Ahora le someten al desgaste de unas negociaciones largas, penosas, repetitivas e inútiles para España, donde nadie es quien dice ni nada es lo que parece. Ahí tienen al pobre Rivera que no da la talla de recluta para la política; por muy voluntarioso que se nos ponga y por mucho que nos recuerde sus días de gloria en la tocata y fuga catalana. Nunca debió salir de la sede de Joan Fiveller y continuar allí como parlamentario en la defensa hermosa y necesaria de España, recordando sin cesar que la soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado, incluída la Generalidad. Y en denuncia continua de la putrefacta butifarra del reaccionario y populista independentismo catalán. Otro gallo le cantaría y nos cantaría. Ahora se debate tratando de ilusionar al gran Patrón de la barba blanca, con un caramelazo como Pastor, esa Dama serena de la Política, que si hubiera ocasión llevaría al Parlamento al sueño inalcanzable de los mejores parlamentarismos democráticos, como Gran Bretaña o USA. Pero la golosina lleva dentro el veneno letal de los independentismos catalán y vasco que harán de Rajoy un político a merced de la corriente cada vez más fuerte del sumidero.

   Y ¿Zapasanchez? Pues ahora hace dos años, salió elegido por sus compañeros y compañeras, y no tan afectuosamente le dedicaba mi columna de Diario “Córdoba” que titulaba EL GANADOR. Me temía lo peor y curiosamente quien le apoyó abrumadora y falsamente era su contrincante natural, también conocida como Susanaperon; atreviéndome a decir “que los poderes del sistema le han recibido con un resoplo de alivio porque dicen, podría haber sido peor. De manera que las opciones eran lo malo o lo peor. Y claro, salió lo malo y por esta vez nos libramos de lo peor”. Ojalá ahora la suerte nos librara de lo peor y nos dejara probar con lo único malo posible en circunstancias penosas como la presente: el populismo alegre y trianero del susanismo. Alguna vez acertaremos en este juego de corazón partío, y compartío entre Rivera con Zapasanchez y de este con Pablete.

   Pues esto no tiene ni siquiera apariencia de solución y la que podría adivinarse produce escalofríos. No estoy seguro que España necesite una investidura falsa de la que salga un Gobierno pitiminí que nos lleve a ninguna parte. No estoy seguro que pueda ser bueno para la Nación un Gobierno provisional en una Legislatura provisional, defendiendo principios y valores que ni siquiera supo defender en la más que holgada mayoría absoluta. ¿Qué hacemos, renunciamos a los pocos que quedan? ¿Se abordará en la provisionalidad la reforma de la Constitución; de la financiación autonómica; del sistema de pensiones; de los independentismos en ciernes; del regeneracionismo cívico; de la educación; de la reindustrialización; del papel de España en una Europa en declive, con la amenaza yihadista o un desbordamiento de las fronteras?


   Miren, aquí el único que conoce su posición en la “guerra de posiciones” es Iglesias, ganando incesantemente terreno en la cultura, como elemento esencial de la lucha política, sin perjuicio como él dice, de instrumentos coercitivos en su momento, por ejemplo, en las relaciones económicas o en control educativo, de la religión, de los medios de comunicación o de internet. Si se carece de fusiles, el terreno gransciano es el único posible. Los otros, esperando a Godot. Y como en la tragicomedia de Beckett, viviendo el segundo acto, tan tedioso, repetitivo y carente de significado como el primero. Aquí tampoco sabemos quién es Godot, ni lo saben Didi Rajoy, ni Gogo Rivera, ni qué asunto tratar con él. Solo saben que hoy no viene “pero mañana seguro que sí”. ¿Será Zapasanchez Godot? Por si acaso, acabaremos como ellos ¡Qué! ¿nos vamos? Sí, vámonos. Nada ocurre, nadie viene, nadie va.

viernes, 15 de julio de 2016

La Opinión de Javier Pipó.

La Azotea


GUERRA DE POSICIONES
15 de Julio de 2016



   Para Aristóteles las formas políticas buenas – puras - son aquellas en las cuales los gobernantes ejercen el poder teniendo presente el interés general. En las malas- impuras- los gobernantes ejercen el poder de acuerdo con el interés individual. Y con riesgo de simplificar por razones obvias, advertía que la democracia puede ser forma que degenere en demagogia. Es decir, la idea política de nuestros días mediante la cual los políticos hacen concesiones y halagos, removiendo sentimientos elementales para alcanzar o conservar el poder. Seguramente el populismo que nos azota y que probablemente laminará las formas políticas ahora vigentes en Occidente ya se analizaba en los albores del pensamiento político. Pero eso poco puede servir para calmar nuestra ansiedad si aquí y ahora, el vendaval del populismo radical y totalitario asoma al horizonte de la sociedad política, casi a los treinta y nueve años de la Constitución democrática de 1978.

   ¿Está por llegar el populismo a España y en consecuencia quizá podamos evitarlo o ya estamos instalados en él? La contestación no es nada fácil porque analizando la realidad, encontraremos argumentos suficientes para lo uno y lo otro. De entrada, desde luego, soy de los que piensan que el populismo como ideología – si ya podemos usar este término- resulta mugrienta y pura reacción, pero eso sí, sugestiva en su forma de presentación. Es una gran mentira instalada sin pudor, en afán único de alcanzar o mantener el poder. Y unas cuantas notas lo identifican con cierta claridad a derecha o izquierda, extremas, del arco ideológico. Conforme más cerca de la centralidad resulta de más difícil descripción.

   El populismo tiene mentalidad liberticida, empezando por la libertad individual. Quien sí goza de libertad es el Estado idolatrado hasta el paroxismo, al que asigna un papel de protagonismo absoluto en la vida política y social. Este estatismo circula por un eje de exigencia obsesiva por el igualitarismo y la redistribución radical; una excusa para incrementar el poder del Estado. Se posicionan en plano de extrema y absoluta oposición, a cara de perro, contra el liberalismo – neoliberalismo, le llaman- y la libertad de mercado. Como decía Chávez “el neoliberalismo es el camino al infierno”, ya ven. Desprecian la democracia representativa, salvo sus mecanismos electorales que le lleven al poder, aunque apelen machaconamente a su fe democrática, calando así en capas cada vez más amplias de la sociedad. A la vez que avanzan en la conquista de espacios institucionales de la democracia no cesan en apelaciones a la legitimidad que progresivamente necesitan. Siempre se considerarán victimas del sistema, del interior o del exterior, de manera que siempre resultará fácil encontrar culpables fuera de sus filas. Y así podríamos continuar reseñando porque ya estamos envueltos en su aroma irresistible y tentador.

   Y no crean, lo digo porque la derecha presuntamente liberal, aún gobernando en mayoría absoluta mantiene casi intacta la legislación basura de ZP, que ahora enreda en Venezuela, y encima pierde el poder a empujones de los mal llamados constitucionalistas. Es decir, gobierna o ha gobernado sobre los principios y valores del nefasto introductor del populismo zapateril y ahora no sabe cómo afrontar el empuje fanfarrón y jactancioso de su hijo político Zapasanchez. Pero tampoco afronta el tratamiento hacia ese pequeño político llamado Rivera, siempre a la espera de conocer su marca ideológica y su ruta hacia un populismo rentable.  

   Aún así, creo firmemente que Pablo Iglesias y su Movimiento populista Podemos, es junto con los independentismos populistas impulsados por la reaccionaria burguesía vasca y catalana, el mayor riesgo de la democracia española. De ellos – ante el amorcillamiento de las formaciones constitucionalistas, si el PSOE continúa siéndolo- dependerá la pervivencia de la libertad y el bienestar en España la próxima década. No debe olvidarse que si el socialismo revolucionario era violento por definición para derrocar el orden burgués establecido, el socialismo del siglo XXI – del que Iglesias es el responsable europeo – aprovecha los mecanismos electorales para destruir la democracia. Como ferviente admirador de Gramsci, Iglesias sabe que el orden socialista no se construye por vía revolucionaria y violenta sino transformando gradual y persistentemente las instituciones, las ideas, los valores que predominan en la sociedad. Porque el mundo se rige no por la fuerza sino por ideas, busca incesantemente intelectuales – como dice Hayek, el socialismo nunca fue producto de la clase obrera- para contruir la “hegemonía”, es decir, el liderazgo intelectual, cultural, ideológico y político. Está en la “guerra de posiciones” ya tiene General y todo, ganando terreno gradualmente en la hegemonía cultural porque sabe es el camino de la victoria final. Gracias Rajoy por su gratuita colaboración. Gracias Rivera y Sánchez por sus ensoñaciones de geniales estadistas. Estaremos en la próxima posición.   


jueves, 14 de julio de 2016

La Opinión de Julián Delgado

Artículo que será publicado por el Diario “Última Hora” de Mallorca, pasado mañana sábado día 16 de Julio
El socialismo menguante
Julián Delgado. Escritor
    
    Los valores y fundamentos de la socialdemocracia se han asentado en las sociedades modernas como su razón de ser; pero, por su propio éxito, han dejado de ser la opción política de un solo partido. Hoy en día, el estado del bienestar y la justicia social, su esencia, los defienden todos los partidos democráticos; los han hecho suyos al asumir límites a la intervención estatal en la economía. Ha sido el resultado de la síntesis de las ideologías dominantes: el socialismo y el liberalismo; la libertad y la igualdad. Unos pueden llamarlo liberalismo de izquierdas; otros, socialismo de derechas. En España, el estado del bienestar lo inició Franco, lo consolidó González, Aznar lo mejoró, ZP lo hundió y Rajoy lo mantiene a costa de endeudarnos.
   Ante esta situación de pérdida de identidad, los partidos  socialdemócratas europeos se intentaron reubicar; de ahí surgió la Tercera Vía de Tony Blair y Gerhard Schröder, que consistía en desplazarse hacia el centro con la pretensión de renovar la socialdemocracia y superar el neoliberalismo ante los profundos cambios sociales y económicos que se estaban produciendo. No funcionó. En algunos países, como en Grecia, la socialdemocracia ha desaparecido, y, en otros, padece una grave crisis.
    Zapatero se apuntó a esta Tercera Vía al tiempo que buscaba las nuevas señas de identidad del PSOE en el izquierdismo más rancio y radical. Quiso corregir la historia poniendo en marcha la ruptura que la Transición desechó, exhibió las raíces socialistas de la guerra civil, el revanchismo, el laicismo militante, el antiamericanismo rampante. Al fracasar su política económica, dejó en herencia al PSOE el desconcierto y un movimiento social de rechazo que, convertido en partido, no sólo le disputa el espacio político de la izquierda radical, sino que, por vacío, también el centro izquierda. Sánchez, además, ha legitimado esos movimientos populistas pactando con ellos en CCAA y ayuntamientos e intentando ser  presidente con su apoyo.
   Así pues, tienen razón los dirigentes socialistas que han optado por no investir a Rajoy porque el PP es nuestro antagonista. Y tanto. Pero el día que recuperen el espacio de centroizquierda se darán cuenta de lo mucho que se parecen.


viernes, 8 de julio de 2016

La Opinión de Javier Pipó.

La Azotea


EN EL ESTANQUE

8 de Julio 2016



   Estoy entre los españoles que en la madrugada del 27 de junio sintió como un escalofrío  de satisfacción y esperanza al comprobar, de una parte, como la reflexión y el temor legítimo de casi once millones de ciudadanos – cercanos a los ocho por el PP y algo más de tres por C´s- validaban una España encaminada seguramente y de nuevo, en ruta razonable de recuperación y regeneración. De otra, pánico al comprobar como más de cuatro millones –suficientes inicialmente- se adhería a la bota podemita y similares, en compromiso tan dramático como irreversible; sin remilgos a la hora de pretender colocar a la Nación en la boca pestilente del totalitarismo y en consecuencia la miseria moral, social y económica. Y de los otros casi cinco millones y medio de votantes pues desconsuelo, al ver como caminan errantes, zarandeados por un insignificante liderazgo que bascula peligrosamente entre el socialismo de puerto hurraco y una socialdemocracia necesaria, culta, europea y útil.

   Y entonces ¿qué está pasando? ¿Por qué volvemos al estanque dorado en busca de relaciones perdidas y añoranzas imposibles? ¿Qué clase de extraña nación es ésta? Pues una tan extraña como hermosa Nación, que tras más de quinientos años de protagonismo en la Historia del occidente cristiano prefiere permanecer en el recuerdo del pasado, antes que imaginar su escaso futuro. Ya digo, extraña y hermosa Nación inserta en Estado inabarcable desde el punto de vista constitucional, insostenible desde el punto de vista económico e ingobernable desde el punto de vista político. Es Nación que parece querer liquidarse mediante la gestión de un Estado en situación gaseosa cronificada.

   Y claro, la clase política nacional, regional o local, necesita ser la peor de su historia para mostrarse capaz de liderar este estúpido suicidio colectivo. Y no es el sistema, pues capaz ha sido de dar el gran salto adelante, proporcionando bienestar donde antes florecía pobreza, desigualdad y desesperanza, vividas en forma de angustia e incertidumbre. Y no es tampoco la democracia, holgada en dar la palabra a ciudadanos, donde antes abrumaba el silencio de súbditos; transformando la resignación en dignidad, la que corresponde al ser humano en busca incesante de convivencia creativa en paz y libertad.

   Entonces si el sistema ha funcionado ¿Por qué se ha encanallado la sociedad? ¿Por qué ahora rebrota el odio, el resentimiento, la codicia, la envidia? Pues porque esta es democracia sin demócratas; campo abonado para la abundancia de políticos sin escrúpulos; espacio adecuado para la impunidad de cantamañanas, cazapanes y tuercebotas; sociedad paganizada hasta sus raíces donde la imagen fugaz es más valiosa que el trabajo constante y honrado, donde el hedonismo prevalece sobre el sacrificio, la vanalidad sobre la inteligencia y el pelotazo sobre la recompensa justa al cumplimiento del deber estricto. Y a pesar de todo ello, a pesar de un sistema educativo ideologizado y estéril para formar ciudadanos íntegros, fuertes moralmente, éticamente ejemplares y aptos para un mundo de economía competitiva y globalizada; a pesar de contar con ordenamiento jurídico inmenso en extensión y complejidad que hace difícil la exigencia del cumplimiento, abriendo espacios dramáticos de impunidad; a pesar de ser Nación troceada, siempre a punto de estallido de su unidad, cada vez más difícil y provisional, España ha avanzado de manera espectacular en sus índices de riqueza y bienestar, desde el punto de vista cultural, científico y tecnológico, hasta colocarse entre los países punteros del mundo occidental.  

    Pero ahora y mucho más tras las elecciones, se cierne un temor justificado al estancamiento empobrecedor porque parece que nuestro destino se une al populismo radical de izquierdas que recorre el sur de Europa, cuando era precisamente este espacio nuestra esperanza de futuro estable y próspero. El Brexit, visible desde hace más de un año; la presión inmigratoria sobre la UE que hace resurja un vendaval de extremismo radical de extrema derecha que enfrenta sus distintos populismos a los del sur; el que parece imposible Tratado de libre comercio con USA y los cada vez más evidentes desequilibrios fiscales, hacen del territorio europeo un lugar inestable y de futuro imprevisible. A eso se une la situación interior de datos económicos contradictorios pero provisionales, con el nubarrón terrible de un Sistema de Seguridad Social insostenible, unas Comunidades Autónomas de imposible financiación, un radicalismo faltón que saldrá a la calle a pedir revancha de clase, haciendo huir capitales e inteligencia.

   Y una clase política en el cénit de su estulticia que difícilmente alcanzará un mínimo acuerdo entre constitucionalistas. Nadie es capaz de predecir el futuro inmediato porque cualquier cosa es posible y no deseable. Como tampoco un Gobierno hipotecado, débil y de vida efímera y estresante. Unas terceras elecciones de fecha aproximada al 20N -menuda fecha- harán revolverse en su tumba al dictador Franco cuya obsesión era la partitocracia estéril que solo trabaja a favor de sus políticos profesionales. Pues eso.       



viernes, 1 de julio de 2016

La Opinión de Javier Pipó.

La Azotea


TRAS EL 26 J
1 de Julio 2016



   Pues ya se dijeron muchas cosas e interpretaron otras muchas, algunas maliciosas sobre el resultado de las reiteradas y pasadas elecciones, para poner en marcha al fin esta XI legislatura. O por mejor decir, la XII propiamente dicha; aunque llamar Legislatura a la que va y viene de enero a mayo de este año, ha sido en su caso, la actividad legislativa más penosa e inútil o así, desde 1978.

   Aquí lo que a cualquiera que se acerque a este comentario interesa, es conocer la opinión de quien tiene el valor de prestarse a calibrar dónde nos encontramos colectivamente como sociedad política y lo que de ello se pueda colegir como sociedad sin más, como Nación, como ámbito de intercambio, como economía mantenedora del bienestar, del desarrollo en el porvenir más inmediato. Pues menudo marrón, ahora que lo digo. Yo desde luego no lo tengo nada claro. Ni aunque me pagaran por opinar, como a muchos, lo tendría.

   Miren, una cosa me parece cristalina. El populismo avanza a pasos agigantados en España, pero también en Europa. Ahí tienen el resonante triunfo del populista Cameron que ahora recapacita con su pueblo sobre cual podría haber sido el sentido del voto. De manera que para solucionar el problema de la agobiante inmigración – cuestión que tiene sobre ascuas a media Europa no progresista, la que aborrece el progreso regresivo - rebañan de un tajo el sueño continental con un insignificante puñado de votos, en un referéndum impropio de la más antigua y consolidada democracia representativa europea. Y ahora ya veremos cómo resolver el desaguisado, si esperando que se olvide, no vinculando el resultado, alargando la salida o simplemente chapuceando sobre los restos de una Europa debilitada, moralmente herida y dividida casi en dos mitades, conducidas hasta quizá el enfrentamiento por los totalitarios de izquierdas y derechas.

   Alguien me reprochará si para mí el populismo es un chicle político que lo mismo sirve para un roto que para un descosido. Para un Cameron que para un Revilla que ya es emparejar; para un Sánchez que un Mas que ya es desvariar; para una Susana o una Le Pen, que ya es gana de fastidiar. Y quizá no debería dar a entender eso, porque no es lo pretendido ni ocupa espacio alguno en mi pensamiento político. Sin perjuicio de la necesidad de analizar detenidamente y en su momento el fenómeno, ahora me conformo con decir se trata de algo no desconocido para la ciencia política pero sí de difícil delimitación por su vaguedad y heterogeneidad. Porque el populismo lo mismo se presenta en el ámbito rural que en el urbano, lo mismo contagia el comunismo que el fascismo, la verborrea manipuladora que el movimiento de masas. Se inocula en una sociedad en forma de alianza interclasista, cuando las clases medias aparecen como incapaces de asumir el liderazgo de una permanente revolución burguesa que genere valores propios y estímulos al desarrollo económico. Es cuando se ensalza el pueblo como mito, el líder como categoría y el liberalismo como enemigo común. Es cuando el populismo aparece como la forma más representativa y quizá única de hacer política.

   Y claro, una parte de la burguesía se asusta – legítimamente, dice mi amigo Julián Delgado- y corre a votar a Rajoy, aún teniendo kilos de reproches infinitos para hacer. Que si el aborto, que si el Joder Judicial, que si las autonomías, que si los impuestos, que si la blandura como ideología, que si el temor como táctica o el miedo real de volver a empezar. El hecho que sin esperarlo ni creerlo, ni él ni los suyos, va y saca 137 sillones – que diría el inane Rivera- quedando a 52 de Zapasanchez, 66 de los revolucionarios del siglo pasado y 105 del joven promesa permanente.

   Y ahora? Pues ahora a sobrevivir, porque el único con talla de estadista es el ganador y eso no lo sabe más que él. Los demás es que no tienen ni talla, porque nunca ni tan siquiera les midieron. Bueno, el comunista rabiosamente bolivariano y encendidamente populista sí, pero claro estadista estalinista y ya me dirán para lo que sirve el Estado cheka.

   Y entonces? Pues que Rajoy, en gesto de inteligencia política lo que quiere es volver como sea al bipartidismo y eso solo se logra en entendimiento con los socialdemócratas. He dicho bien porque Zapa, ese descerebrado político que desgraciadamente los pastorea, tiene el corazón podemita y en consecuencia hay que echarlo de Ferraz. Lo que es la vida. Y Rivera? Pues como Rosa Diez, pero en elegante. Si no desaparece toda esta carga inútil para la democracia no habrá Gobierno y eso no le gusta ni a Obama, a punto de llegar, ni a Merkel, a punto de irse. Y si no hay Gobierno habrá involución económica, nuevas elecciones y Rajoy asegurará los 176 escaños. Es la España de las trincheras.