Tribuna abierta de opinión

Instituciones,Democracia y Libertad

sábado, 25 de enero de 2014

La Opinión de Javier Pipó @javierpipojaldo


ARCO: LA FERIA DEL IVA
25 de Enero 2014

Dentro de un mes se celebra en Madrid la muy importante Feria Internacional de Arte Contemporáneo. Tan importante que el Gobierno ha decidido celebrarla, obsequiándola y acogiéndola con una trascendente modificación de la Ley 37/1992 del IVA. Tan importante, que ese Gobierno, el Gobierno de España, ha determinado hacer la modificación mediante el procedimiento legislativo de Decreto Ley, procedimiento que el artículo 86 de la dudosamente vigente Constitución, reserva para los casos de extraordinaria y urgente necesidad.

¿Y en qué consiste? Pues sacar las entregas de objetos de arte desde el tipo general del 21% en el IVA, al tipo reducido del 10%.

Urgente sí parece, puesto que ya digo, la Feria se celebra en escasos treinta días y de otro modo sería imposible dejar efectuado este arreglo. Y la extraordinaria necesidad, pues resulta más que discutible, dado el momento de encogimiento nacional que atravesamos y cuyo fin desconocemos a ciencia cierta.

Y claro, cualquier crítico con la decisión gubernamental puede ser tachado de desear el fracaso económico del PP con tal de mantener la oposición a cualquier medida propuesta y en negar los avances significativos de recuperación económica, justamente lo buscado por esta medida.

La reforma desde luego asemeja una infeliz compostura para agradar a una parte del mundo de la cultura que tan dolido se encuentra desde la subida del mismo Impuesto para los espectáculos como el cine o el teatro y que ese sector de la vida nacional, dirigido tradicionalmente por la izquierda moderada y la radical, aprovechó para abrir más la herida del descontento social.

Bueno, rebaja nueve puntos de nada, con “objeto de recoger la reivindicación que un sector social venía reclamando de forma insistente y que sin duda servirá para su dinamización”.

Loable empeño, despreciado en otros supuestos de más trascendencia, sin duda muy bien acogido por vendedores y compradores de ARCO y desde luego aprovechado por el resto del mundo de la cultura para lograr su rebaja fiscal, ahora que estamos en feria. Y el Gobierno la llevará a cabo también, en este caso buscando cierta comprensión en esta corriente ideológica que naturalmente seguirá despreciando todo lo ajeno al catecismo progresista que monopolizan, desde que la Unión Soviética estúpidamente ayudó al mundo de la libertad a luchar contra el monstruo hitleriano.

Montoro nos sorprende cada día con sus ramalazos de zapaterismo, interiorizado a prisa y corriendo, sin pensar que era mucho mejor el modelo imitado. Bueno, Montoro y su Jefe de Gobierno, que ahora saca pecho de hojalata ante el carajal catalán, tras untar sin decoro la ruina de su Gobierno y a costa de endeudar mucho más al Estado. Como si el FLA tuviesen las CC.AA. intención de devolverlo, empezando por Cataluña.

La crítica podría y alguien debería hacerla, poniendo en relación los bienes y servicios incluidos recientemente en el tipo general del 21% y la influencia que ello está teniendo en el consumo para la inmensa mayoría de la población. O las recientes subidas de luz en carrera sin fin, convertida en artículo de lujo, a diferencia del resto de la Unión. O las posibles comparaciones con los insostenibles tipos en el IRPF que tanta influencia tiene en la capacidad adquisitiva de millones de ciudadanos. O el cálculo realizado por el Ministerio sobre el número de españoles de clase media que aprovecharán la oportunidad de rebaja fiscal para adquirir el cuadro o la escultura de sus sueños. Y en sentido contrario, cuantos de los poseedores de medios económicos para comprar arte en estas circunstancias, renunciarán a tan noble empeño por la no bajada del Impuesto. O en fin, la cascada de mensajes llevando a la población el convencimiento de que la sostenibilidad del Estado depende de su capacidad recaudatoria y no de la reforma de su poder territorial y estructura y reduciendo sus gastos imposibles.  

Es pura incoherencia e inoportunidad. Es meter la política en la resolución de problemas nacionales muy serios que requieren gobiernos serios y con garantía de solvencia.

¿Qué prestigio dan al Estado quienes tras formar una Comisión de expertos para la reforma tributaria, que a punto de acabar sus trabajos, adelantan el retoque de Impuestos de forma acelerada, anteponiendo de forma aislada y sorprendente sus cortos intereses partidarios a los de la Nación?

Cada día resulta más dudosa la capacidad del sistema político para su regeneración. Parece que los ejemplos argentino y venezolano no influyen en su egoísmo suicida. Y en el nuestro.   

 

 

jueves, 23 de enero de 2014

La Opinión de Javier Pipó @javierpipojaldo

Publicado en el "Diario Córdoba" en la Columna LA AZOTEA
23 de Enero 2014


EL  INTOCABLE  PODER   PROVINCIAL


Desde que en 1833 la brillante cabeza de Javier de Burgos realizara la más útil y duradera distribución territorial del poder centralizado del Estado, apenas ha sido modificado, salvo naturalmente las decisivas y poco afortunadas incursiones soberanistas de la Constitución de 1978.
En efecto, salvando los antecedentes y los avatares constitucionales de 150 años de historia, la gran reforma nacida a mediados del siglo XIX será continuada, asumida y apenas modificada con las Constituciones de 1869, 1876, 1931 o el Franquismo.

Si se comprueba la división territorial de 1833 estableciendo la existencia de 15 regiones, 49 provincias y 8.000 municipios, con divisiones como la de los Cuatro Reinos andaluces de Jaén, Córdoba, Sevilla y Granada que darán lugar a las ocho provincias conocidas, se comprobará la cercana identidad. División llevada a cabo con criterios históricos, de coherencia geográfica y de extensión, que perdura con apenas retoques de racionalidad funcional y actualización jurídica adaptada a la legalidad de cada momento.

¿Y que ha ocurrido en estos últimos 35 años? Pues que la Constitución de 1978 mantiene la vieja distribución del poder territorial y en consecuencia, las diputaciones provinciales como órganos de gobierno de las provincias. Así, el artículo 137 de su manifiestamente mejorable o prescindible Título VIII, establece que el Estado se organiza territorialmente en municipios, en provincias y en las Comunidades Autónomas "que se constituyan", que ya es precisar. Y más adelante, en el artículo 141 define la provincia como entidad local con personalidad jurídica propia, determinada como división territorial "para el cumplimiento de las actividades del Estado", encomendando el gobierno y la administración a diputaciones "u otras corporaciones de carácter representativo". Nueva opción nada definida, como se deduce de tan expresivos y definitivos mandatos.

Quizá tal como se elaboró el texto constitucional, producto espléndido de una transición necesaria pero que se ha mostrado provisional y abocada a empezar de nuevo, no se planteó la continuidad de estas instituciones de gobierno provincial, al desconocerse cuantas serían las comunidades autónomas, cuáles sus competencias y hasta dónde llegaría su poder. Pero el transcurso de un tiempo definido como acelerado en la creación de un Estado no sostenible o de sostenimiento reducido, monstruoso en su capacidad de intervención, voraz en la necesidad de allegar recursos, ha demostrado la innecesariedad de tales instituciones.

Las diputaciones que tantos y tan sólidos servicios prestaron a los ayuntamientos y al equilibrio territorial del Estado, se muestran inútiles, caras, de competencias solapadas con las del Estado, las comunidades autónomas o eventualmente los propios ayuntamientos. Su declinante papel, que históricamente no merecen, las convierte en máquinas de gasto ineficiente o en cementerio de elefantes políticos. Será difícil delimitar técnicamente una sola competencia de las diputaciones de régimen común que no pueda ser asumida por el Estado o cualquiera de las administraciones territoriales.

Generan un gasto total, en gran parte improductivo, aproximado a los 22.000 millones de euros de los que cerca del 10% corresponde a las ocho diputaciones andaluzas, porcentaje superior si deducimos de aquel montante el presupuesto conjunto de las diputaciones forales.
Además los más de 3.200 organismos autónomos, entidades públicas empresariales y sociedades mercantiles participadas o íntegramente de capital público que circulan en la Administración Local, suponen un entramado nada transparente, ineficaz y obstaculizador del desarrollo económico.

Hace pocos días, un importantísimo diputado del PP censuraba a quienes solicitan una inmediata y gradual desaparición de las diputaciones con el infeliz argumento de que los críticos "no han pensado qué hacer con los funcionarios". Pobre y falaz argumento. Como si los magníficos y sólidos cuerpos técnicos de estas instituciones no fueran integrables en su totalidad en las administraciones autonómicas, enriqueciéndolas y prestando idénticos servicios. Como si no existiera experiencia en la absorción por éstas de los funcionarios transferidos desde el Estado.

Lo que no parece querer abordarse es la reforma constitucional que permita un Estado más ágil y operativo. El crecimiento de la riqueza solo será posible reduciendo gastos, no subiendo impuestos y ampliando el endeudamiento. Mantener el Leviatán actual, mostrará la provisionalidad de cualquier mejora económica.

Quizá sea intentando lo posible como se realiza lo imposible.

miércoles, 22 de enero de 2014

La Opinión de Javier Pipó @javierpipojaldo


LA ENTREVISTA
22 de Enero 2014
 

Ha tenido gran repercusión en la opinión política, menos en la opinión pública, la entrevista en televisión que Rajoy mantuvo con la impertinente periodista Lomana, perteneciente a la saga de periodistas impertinentes que encabeza la inefable Pastor.

En la opinión pública no pudo tener gran difusión porque los ciudadanos que curiosearon la Cadena elegida, quedaron defraudados con los silencios de su Presidente y su negativa a “adelantar acontecimientos” como reiteradamente insistió.

Quizá podría haber concedido la entrevista en la Cadena estatal, en la Primera, que para cuestiones de interés nacional está, pero necesitaba permiso de Rubalcaba que es quien define sus perfiles ideológicos y carecen de relaciones adecuadas para intercambiar favores. Pero en horario estrella y con cualquiera de los buenos periodistas existentes, el producto resultante hubiera resultado mejor entendido y más difundido.

En cualquier caso resulta preocupante que un hombre sólido como Rajoy, se muestre incapaz de transmitir a los ciudadanos algo tan elemental como la descripción de la situación nacional, su diagnóstico y su pronóstico, siendo como es, un magnífico parlamentario, tal como una vez más ha podido apreciarse en la última sesión plenaria del Congreso de los Diputados. 

En cuanto a los líderes políticos de la oposición, no es posible esperar nada positivo o constructivo en esta hora decisiva para la Nación. Aquí lo posible a esperar dependerá de la posición en la realidad ideológica. Desde las simplezas de Cayo Lara, maestro en democracia y progreso, a los nacionalistas y su monserga secesionista, pasando por los aspirantes a Presidentes que muestran un vacío sin fondo y una agresividad tan  preocupante como innecesaria.

A mí la entrevista me dejó indiferente, salvo la cierta fuerza que puso en asegurar la unidad de la España constitucional, siempre de agradecer, pero tardía. Además quiso no adelantar los acontecimientos en orden a una ofensiva que neutralice la expansión del independentismo.

No obstante parece salir algún confidencial asegurando que dicha acción consistiría en recorrer Cataluña llevando la buena nueva de España y advirtiendo las consecuencias de una separación. Ofensiva que estaría a cargo de Ministros y altos cargo del Gobierno. Menuda pérdida de tiempo. No imagino a Ana Mato por Gerona en plan apostolado o a Soraya y su discurso estructurado como un tema de oposiciones a Abogados del Estado o a Fernández a pesar de su fluido catalán o a Soria y sus explicaciones del recibo.

Miren, el catalanismo y sus ansias de independentismo, se encuentra muy elaborado y preparado para desplegar sus letales efectos sobre la Nación entera. Lleva decenios de fabricación cuidadosa en las escuelas, en las iglesias y monasterios, en los círculos de poder económico y financiero y desde las entrañas del Estado mismo. Ya resulta imparable porque las condiciones no son similares a las existentes hace cincuenta, cien o ciento cincuenta años. Ahora estamos en otro momento histórico mucho más complejo y tupido que ramifica sus tentáculos por Europa. Y será Europa quien acoja y ampare la desmembración, aunque los burócratas de las instituciones transnacionales actuales, se comporten como figurantes de una representación con varios actos y variados actores. Las elecciones europeas pueden hacer cambiar muchas cosas y desde luego el discurso de políticos ambiciosos que avergonzarían a Monnet, a Schuman o al propio Adenauer.
De manera que mandar Ministros no será en absoluto solución. Solo aumentaría la irritación y el desprestigio.

El drama de la disolución nacional, ahora con Cataluña y enseguida País Vasco y después Baleares, Canarias o Valencia, solo puede tener arreglo cambiando las reglas de juego, modificándolas profundamente. Hay que cambiar la estructura del Estado y para ello resulta absolutamente necesario un acuerdo PP/PSOE.

En cuanto a la defensa de la Infanta de España resulta lo menos que puede esperarse de un Presidente del Gobierno del Reino. Pero se excedió en las palabras y se equivocó en lo que quiso dar a entender. Lo que pudo y seguramente quiso ser, un apoyo desde la cúspide, se puede transformar en un elemento de erosión que aumente el desprestigio de la Corona. Hay que respetar las instituciones y dejar que la fiscalía y los tribunales actúen con libertad y sin intromisiones. Hay que respetar el Estado y evitar espectáculos tan poco edificantes como los errores del Presidente.

El resto de la entrevista carece del mínimo interés. Defendió mal su política económica, incluso ahora que comienza a dar algún resultado y no dijo nada sobre la segunda espada que pende sobre la cabeza de los españoles: la regeneración democrática.

Regeneración para reducir a lo inevitable el terrible mal de la corrupción que invade todas las instituciones y que impedirá el despegue económico.

Regeneración nacional y reforma del Estado, las dos grandes temas de nuestro tiempo, eludidos por Rajoy en su perdida entrevista con Lomana.

Cuando Charlotte Chandler entrevistó al final de su vida a Groucho Marx, le preguntó que era lo que más le irritaba. Marx, le contestó: esta entrevista. Pues eso.         

sábado, 18 de enero de 2014

La Opinión de Javier Pipó @javierpipojaldo


LA  ENCRUCIJADA  ESPAÑOLA
18 de Enero 2014
Solo dos semanas de 2014 permiten asomarnos al balcón de la especulación sobre la ruta que parece puede seguir el avatar de nuestra Nación.

A mí siguen sin gustarme los datos de la realidad, aún con riesgo de ser calificado de agorero. Es verdad que existe una estadística que convenientemente presentada anima los aletargados sentimientos de una población cansada de malas noticias. Y no niego la unanimidad de expertos, informes internacionales, felicitaciones de jerarcas extranjeros y socios de la Unión, que alaban el buen hacer de un Gobierno voluntarioso. Algún resultado debe dar tan importantes y prolongados sacrificios.

Gobierno que debe contar por patriotismo, con el apoyo de ciudadanos que fueron inducidos a un festival de gasto, despreocupación, alegría de vivir y confianza en la solidez del modelo y que ahora comprueban la artificialidad de un sistema que quedó colgado en cuanto comenzaron los primeros datos negativos en la economía norteamericana y de los países más desarrollados de Europa. Las risas se transformaron en lágrimas y la alegría en preocupación por el incierto futuro.

Es verdad que el Gobierno Rajoy heredó una situación entre lo cómico y lo dramático, producto de una etapa donde la irresponsabilidad se hizo carne en un bufón de la política, en un esperpento investido de poderes inmensos ritualizado por la legalidad democrática. Usurpó el poder mediante métodos de legalidad constitucional y lo transformó en un inmenso fraude de pacífica servidumbre a la ridiculez y el escarnio, entre la complacencia cómplice de ciudadanos que se mostraron comprensivos e indulgentes en su primera Legislatura. Cuando medió la segunda, el pánico comenzó a recorrer el territorio y la opinión de los que son capaces de crearla y hasta de las cancillerías de los países amigos.

Pero ya era tarde, porque la semilla de la división nacional comenzaba a dar sus frutos. El relativismo político era moneda aceptada; la razón de Estado primaba sobre el Estado mismo, cuya debilidad mostraba su voraz descomposición, aprovechada para destruirlo o como poco, adaptarlo a los intereses del nacionalismo reaccionario.

Estado donde la corrupción afloraba porque incluso podía justificarse y se justificaba impunemente; donde el TC jugaría a favor de intereses partidarios camuflados en falsas teoría del mal menor; donde la Jefatura del Estado campaba a sus anchas sin un Gobierno exigente con sus obligaciones constitucionales de ser símbolo de unidad y permanencia, de árbitro y moderador del funcionamiento regular de las instituciones, asistiendo seguramente con alegría al desmoronamiento de la Corona. Con un Poder judicial trufado por el partidismo y al servicio de sí mismo, desesperanzando a tantos jueces honestos amantes de la Justicia. Y en fin, una Nación repartida en 17 territorios, en manos de tantos y tantos políticos con más ambición que luces, con más deseo de enriquecimiento que de servicio público e inmersos en un vendaval estúpido, innecesario y letal de nuevos Estatutos repletos de preceptos inconstitucionales que vendrían a diluir lo que quedaba en pie del edificio nacional.       

Claro, el agujero económico comenzaba a manifestar su agrandamiento y a quedar sin fondo, con daño irreversible a la Contabilidad Nacional, donde ya nada cuadraba, ni el déficit, ni la deuda, ni las quiebras de miles de empresas, ni el paro de millones de personas, ni la morosidad de empresas y familias, ni la honorabilidad en el trato comercial, ni la confianza en el sistema, ni la decencia colectiva. Y todo comenzaba a derrumbarse. Pero nadie quería creerlo y desde el poder se descalificaba a los críticos.

El edificio pues, cayó en bloque sobre el Partido Popular que había conseguido concitar la esperanza de más de once millones de ciudadanos que compartiendo o no sus ideas apoyaban una regeneración nacional rápida y decidida, para poder seguir creyendo en la Nación; para recuperar el nivel de vida perdido, continuar el esfuerzo colectivo realizado por las generaciones posteriores a la Guerra civil y poder legar a las siguientes un país ordenado y con futuro.

Pero el Partido Popular no parece haber entendido el mandato en los dos años transcurridos. Y desgraciadamente ha confundido o no ha sabido combinar la moderación necesaria con la debilidad peligrosa y suicida. Y ha creído que el mal nacional se limita a lo económico, como si los problemas técnicos no se subsanaran con soluciones técnicas, con políticas sensatas. Como si los sistemas económicos no se sustentaran en sistemas políticos inclusivos y ordenados y ahí están los ejemplos académicos de Argentina, Venezuela o el Méjico que viene.

Aquí la herencia recibida no es solo la economía derrumbada sino la moral social inexistente, destruida. Y los códigos de conducta son más importantes que los mercantiles y más dañinos cuando pervierten el sistema y más persistentes cuando se soslayan y más irreparables cuando se desprecia la regeneración.

De manera que lo que parece una recuperación económica no es sino un respiro en una crisis estructural que impide la sostenible en el tiempo. Y nuestro gran problema es el nacionalismo secesionista, ahora catalán y mañana vasco, gallego, balear o canario, aunque Sánchez Gordillo – amparado por jueces asustados –ya pide la nación andaluza.

Y digo el nacionalismo secesionista catalán porque representa la síntesis de la crisis moral de la Nación con la del Estado en que se sustenta.

Mucho se habla de los perjuicios económicos y de ubicación jurídica internacional que la secesión comporta para Cataluña, pero poco de los pavorosos que comporta para España, aumentados hasta el límite de continuar la rueda secesionista.

Cataluña será la espita que ayude a una espiral de movimientos independentistas en la vieja y declinante Europa, comenzando por Gran Bretaña y continuando con Bélgica, Italia, Dinamarca o la propia Alemania. De manera que todo es cuestión de tiempo porque ya se pide la modificación de los Tratados de la Unión.

Y no se oyen voces pidiendo el entendimiento inmediato entre PP/PSOE para reformar la Constitución y resolver durante al menos cincuenta años el problema. Que desde luego, no tendrá solución ni con diálogo ni con la fuerza. Que error, que horror.

Quizá sea intentando lo posible como se realiza lo imposible en esta encrucijada.

sábado, 11 de enero de 2014

La Opinión de Javier Pipó @javierpipojaldo


LA DEFENSA DE ESPAÑA
11 de Enero 2014
 

Fíjense que incluso hablar de la defensa de España resulta políticamente incorrecto.
Quizá la defensa del país o del Estado resulte mejor para evitar ser tachado de ultra – parece sustituir a facha – en los mentideros donde se cuece y digiere, mejor que dirige, la política nacional.

Pero claro, si la Constitución está vigente solo en los pasajes considerados menos incisivos o más útiles en el nuevo orden ideológico y sentimental, sería casi de exilio el pretender sacar a colación las primeras veinte palabras de su artículo 2º o las nueve primeras de su artículo 3º y su párrafo 2º, o el artículo 4º completo y no digamos el primer párrafo del artículo 8, sobre el papel constitucional de la Fuerzas Armadas. De manera que aquí, lo procedente es ver, oir y callar y fantasear con los días de vino y rosas que nos esperan en el renacer económico. Para qué quemarse la sangre escuchando mensajes negativos, agoreros, de correveidiles guiados por intereses espurios y ajenos al sentimiento de la mayoría.

Bueno sí, UPyD hace la defensa más tajante de la unidad nacional y de España como Nación, pero no conozco nada más de su ideología, de sus valores, de sus principios y me permito hasta poner en duda si es marca blanca de algo o de alguien.

Y nadie debe esperar del PSOE un gesto de generosidad o patriotismo porque se encuentra inmerso en la busca de su propia identidad, incluso ideológica. Ahí lo ven, enredado en la defensa del aborto creyendo encontrar en ello la síntesis de la dialéctica progresista. Solo se mueve con soltura como errante contumaz del error. Pretende hasta ignorar que en democracia deben prevalecer las instituciones sobre los liderazgos, pero hasta en su hallazgo se equivoca. 

¿Y el PP? Pues ya lo dije alguna vez. Como la naturaleza humana, física y moral a la vez. En el PP, su naturaleza física equivale a lo que es y su naturaleza moral, a lo que debe ser. Pues eso, algo así. Pero ¿como definir o narrar lo evanescente? Pues muy difícil, porque lleva dos años buscando tanto lo que desea que ha perdido el deseo de lo que busca, viniendo a confirmar lo que decía Napoleón: nada tan difícil como decidirse.

Pero debe hacerlo porque España debe ser algo más que un mercado, que una prima de riesgo que un espacio para el intercambio económico.

Claro que lo es. Una Nación con siglos de historia común, con códigos de conducta heredados del pasado, con un riquísimo patrimonio cultural, tecnológico y económico. Con modelos sociales o moral social que maravillosamente describió para el siglo XIX Aranguren y que desgraciadamente no puede describir para el XXI, pero suponen la íntima tensión hacia adelante de una patria hermosa y llena de posibilidades.

La Patria que hizo posible el Siglo de Oro o el esplendor del Barroco o la ampliación de los horizontes americanos y la grandiosidad universal de los Austrias y el sentido del Estado de los Borbones. Que vió nacer y crear genios como Calderón o Quevedo o Lope  o Gracián. O místicos como Teresa de Ávila o Juan de la Cruz o definidores de cristianismo ecuménico como Ignacio de Loyola. O ilustrados como Jovellanos o Campoamor y el krausismo de Giner y la Generación del 14 con Ortega o el gran Zubiri.

Y esa Nación no puede tener más pasado que futuro por mucho que su modelo de Estado medio diseñado en la Constitución, esté inmerso en una crisis de solvencia casi irreversible de raíz estructural.

La Nación española está ahí, para quien quiera reconocerla, amarla y defenderla.    

 

 

jueves, 9 de enero de 2014

La Opinión de Javier Pipó @javierpipojaldo

Publicado en "Diario Córdoba" el día 9 de Enero 2014

Y  LLEGÓ  2014
Javier Pipó Jaldo
9 de Enero 2014

Hace un año desde esta columna saludaba 2013 con el deseo de una triple regeneración. La del Estado, viejo, en situación crítica, alojado en edificio ruinoso e insostenible. La de su Jefatura, coronada por Rey maltrecho, del que es exigible vigor y autoridad en el ejercicio de su representación y despliegue de capacidades de moderación y arbitraje. Y la de un Gobierno, nacido débil, pertinaz en sus errores e indecisiones, olvidadizo de principios y de su volátil programa, zarandeado y desbordado por una oposición implacable y destructiva, inmersos ambos en corrupción asfixiante. Terminaba enero preguntando para cuando la regeneración.

Un año después, 2013 solo puede ser calificado como maldito y de penosas conclusiones. Pero desde "La azotea", a la intemperie de viento opuesto, se continúa arriesgadamente con el compromiso de la opinión.

Debería recordar a estos liberales de pitiminí, el Ensayo sobre el Gobierno Civil de Locke, para sostener firmemente, ahora más que nunca, que el Estado ni crea, ni concede la libertad y por qué la esencia del Estado de Derecho consiste en que promulgada la Ley, queda aquél sometido a ella. Seguro que el pensador inglés, en su fresca antigüedad, ofrecería algún referente a una sociedad desorientada, embarcada en una transición que dura ya más de treinta años y aún desconoce donde la conducen, pero que debe permanecer atenta, sin olvidar el consejo de Hayek de que nada se debe dar por supuesto, ni la libertad ni la democracia.

No creo en la función moral del Estado, pero sí en el valor ejemplarizador de su conducta, desde la cúspide a los alveolos del sistema; en su poder para el mantenimiento del orden constitucional, jurídico y social; en el respeto a la seguridad jurídica; en lograr y proteger una Administración de justicia, independiente y no sometida a la disciplina de los intereses partidarios; en facilitar que los jueces honestos, que los hay, puedan ejercitar libremente su función jurisdiccional; en que la austeridad sea ley de obligado cumplimiento en la vida pública; en la potenciación de sistemas y órganos de control interno y externo, temidos y respetados. Es decir, un nuevo regeneracionismo desde arriba, antes que la revuelta comience desde abajo.

Y no se debe suponer inherente al sistema la existencia de corrupción instalada, aunque pueda ser cierto, como dice Raúl del Pozo, que siempre estuvimos gobernados por zoquetes y bribones, Ya ven, hasta Carlos I fue V de Alemania porque los príncipes electores estaban convenientemente engrasados por el solícito banquero Fugger.

Pero en 2014 debe iniciarse una lucha implacable contra la podredumbre vergonzosa que anega la nación y sus instituciones o será imposible el crecimiento económico y la confianza internacional, haciendo peligrar la democracia y en consecuencia la libertad.

No soy optimista en que el nuevo año sea el definitivo en la lucha contra la corrupción. Como tampoco en la neutralización del independentismo. Este se hizo irreversible hace treinta años y ahora, cuanto antes, requiere plantear una reforma del Estado buscando su unidad y viabilidad.

Y no será posible sin un Gobierno de "salvación nacional" entre PP/PSOE para sanear la vida pública, modificar hasta lo necesario la Constitución y actuar conforme a su artículo 168.
Ya ven que lejos de ello caminará la vida política en 2014, tiempo preelectoral, con un Gobierno que piensa que el problema de España solo es económico y a su pesar tampoco lo aborda. Porque pierde el pudor en la subida de Impuestos y en la reforma del sistema tributario que prepara, ve crecer el paro insostenible, aumenta el déficit y la deuda deja a la nación apalancada para varias generaciones, provocando además escarnios con su displicencia ante los nacionalismos secesionistas.

Y en la otra orilla solo interesa derribar el Gobierno como sea para alcanzar el poder, con olvido desvergonzado de un pasado reciente, mejor enterrado que mostrado. Partido liderado por quien participó en un Gobierno disolvente del espíritu constitucional, que situó la economía al borde del abismo y sumergió la nación en un estúpido vendaval estatuyente.

Populares y socialistas, difícilmente ganarían unas elecciones convocadas. Y en su caso, el resultado de las mismas sería nefasto para los intereses nacionales en términos de subdesarrollo y desprestigio internacional. O un Parlamento italianizado, de Gobierno por año, o peor, un proceso de frentepopulismo devastador con retroceso de treinta.

Deseo para todos año nuevo con paz y bienestar.

miércoles, 8 de enero de 2014

OTRAS OPINIONES

Traigo hoy el artículo publicado en el Diario EL MUNDO por el prestigioso constitucionalista Jorge de Esteban, de manera gozosa puesto que la coincidencia que pueden apreciar los que vengan siguiendo mis columnas, verán que es absoluta. Falta naturalmente la maestría del ilustre Profesor y su espléndida exposición.
Les invito a la lectura de mi artículo titulado Y LLEGÓ 2014 que mañana día 9 de enero será publicado por el "Diario Córdoba" que complementa a mi juicio el artículo de Esteban. En mi tesis la conclusión del Profesor no es posible sin un Gobierno de coalición o salvación nacional, que propongo, como podrán leer en el artículo que anuncio.
Alguien podrá pensar que todas estas teorías no pasan de ser especulaciones teóricas no coincidentes con los optimistas datos que la realidad económico-financiera presenta estos días. Los datos son magníficos y levantan optimismo necesario tras tanto sufrimiento, pero desgraciadamente a mi juicio no son sostenibles, si no se procede con urgencia a una reforma del Estado. Ojalá me equivoque y necesite pedir perdón por el error. Lo haré encantado.
Javier Pipó

Jorge de Esteban es catedrático de Derecho Constitucional
EL MUNDO.
Miércoles 8 de Enero 2014

Reformar la Constitución para acabarla

NO HAY peor ciego que el que no quiere ver, ni peor sordo que el que no quiere oír. Iniciamos el año 2014 en España, cuando todavía no se sabe con certeza si la recuperación económica y el desempleo mejorarán sus actuales cifras aterradoras. Pero, en cambio, lo que sí sabemos con claridad es que en este año, si los ciegos voluntarios no quieren ver y los sordos pertinaces no quieren oír, asistiremos al comienzo de una dinámica que nos conduciría a la yugoslavización de nuestro país.

En efecto, si no se encuentra una forma adecuada para embridar los deseos separatistas de nacionalistas catalanes y vascos podría iniciarse el proceso de desintegración de España.

Volvamos la vista atrás. Cuando, tras las elecciones de 1977, se formaron las nuevas Cortes democráticas, era evidente que se acabarían convirtiendo en Cortes Constituyentes. Pues bien, entre todos los problemas que tendrían que abordar los nuevos parlamentarios, había uno que brillaba por encima de todos los demás: solucionar de una vez por todas las aspiraciones de autogobierno de vascos, catalanes y, en menor medida, gallegos. Detrás quedaba un siglo y medio de conflictos regionales que habían superado el mero ámbito político hasta adentrarse en el bélico. Era necesario, pues, conseguir una fórmula que integrase a estas regiones en un proyecto común de país en el que todos los españoles se sintiesen copartícipes del mismo. De este modo, era fundamental encontrar una forma de ordenación territorial del poder, que acabase para siempre con tales disonancias históricas.

En tal sentido, los constituyentes disponían de tres modelos y de un antimodelo para modelar su reflexión. Dicho de otro modo, existían tres ejemplos posibles en Europa que podían elegir, según fuese el alcance de sus intenciones descentralizadoras.

El primero, el modelo portugués, que consistía en reconocer a dos regiones una cierta autonomía, Madeira y las Azores, mientras que el resto de regiones tendrían simplemente un régimen común o cierta descentralización administrativa. En el supuesto español, serían solo Cataluña, el País Vasco y, si acaso, Galicia, las regiones que accediesen a la autonomía. Es más, se podía incluso haber simplificado el problema, si hubiesen decidido reponer los Estatutos vasco y catalán aprobados antes de la Guerra Civil. Este primer modelo se justificaba por contener un pacto implícito por el que los nacionalistas renunciarían a la independencia de sus regiones, a cambio de la posibilidad de autogobernarse.

Un segundo modelo, que podríamos denominar italiano, consistía en conceder la autonomía a todas las regiones, pero algunas tendrían mayor autonomía que las demás. Se trataría entonces, en nuestro caso, de conceder la autonomía a todas las regiones españolas, pero el País Vasco, Cataluña y, acaso, Galicia, gozarían de un mayor grado de autogobierno.

Por último, se podría haber adoptado igualmente el sistema alemán, basado en un Estado Federal, que concede a todas las regiones una autonomía semejante, es decir, en nuestro caso, Cataluña y el País Vasco, tendrían la misma autonomía que el resto de las regiones, según el modelo clásico de todo Estado Federal, aunque, por supuesto, ello no significaría una uniformidad general en todo.

Por lo demás, conviene subrayar que el reconocimiento de cualquiera de los tres casos señalados vendría explicitado en la Constitución federal o nacional, así como en los Estatutos o Constituciones de las regiones que hubiesen accedido a la autonomía. Por de pronto, la Constitución federal o nacional, dejaría bien delimitado el mapa de las regiones, así como las competencias de cada una y las propias del Estado central. Sin embargo, los constituyentes españoles no se pronunciaron por alguno de los tres modelos señalados, sino que, por el contrario, escogieron el antimodelo copiado de la Constitución de la II República.

En efecto, el texto de 1931 se caracteriza, en lo que respecta a la cuestión territorial, porque no se sabía que Regiones Autónomas serían las que se acabasen reconociendo, puesto que dependía del llamado principio «dispositivo», según el cual la autonomía se obtenía por voluntad de cada región. Ahora bien, ese antimodelo se complicó aún más en 1978, porque el reparto de competencias entre el Estado y las regiones es mucho más confuso de lo que exponía la Constitución republicana, ya que una Comunidad Autónoma puede llegar a adquirir gran parte de las competencias exclusivas del Estado. Así las cosas, la Constitución de 1931 era también más precisa respecto a la aprobación de un Estatuto, puesto que según su artículo 15, eran necesarios los dos tercios de votos de los electores inscritos en el censo de la región.

Con semejante orientación, el Estatuto catalán de 2006 no hubiera sido aprobado, puesto que solo participó en el referéndum el 49,50 de los electores del censo de Cataluña. Sea como fuere, cabe afirmar, que, en mi opinión, la principal causa de lo que está sucediendo en España en estos días, se debe a que la Constitución fue inacabada, dejando un tema tan importante como es la organización territorial del poder para que las Cortes desarrollasen las autonomías, según lo que señalara el llamado principio «dispositivo» en cada caso.

Esto es, dejando al albur de los partidos nacionalistas mayoritarios en las Comunidades Autónomas vasca y catalana, la reivindicación de ir aumentando sin límite su autogobierno, lo que era a la larga un auténtico suicidio. Es más: tanto la imprecisión de la Constitución, como la carencia de un mínimo sentido político de nuestros gobernantes, ha causado que el Tribunal Constitucional se haya erigido en una especie de Tercera Cámara, con el resultado de que en lugar de vigilar por el respeto de la Constitución, el Tribunal se haya convertido en un legislador supletorio de las materias autonómicas.

En definitiva, lo que en un principio se concibió sólo para resolver los problemas del País Vasco y Cataluña, se acabó generalizando para todas las regiones. De esta forma, del postulado del pacto implícito, según el cual las nacionalidades históricas renunciaban a la independencia a cambio de ver reconocido su autogobierno, se pasó a la idea de que la democracia es más auténtica si se acercan los centros de decisión a todos los ciudadanos. Se generalizó así la autonomía y se disolvió el «identarismo» de vascos y catalanes.

En suma, se había pasado del posible modelo portugués, al modelo alemán de todos iguales, aunque con muchas diferencias. Pero si en 2004 se hubiese cerrado este proceso, completando de forma definitiva la Constitución, probablemente se hubiera logrado la estabilidad del Estado y el frenazo a los nacionalismos. Sin embargo, como no se cerró el proceso autonómico, los vascos y catalanes volvieron a reivindicar su «diferentísmo» para pedir más autogobierno y así surgió primero el Plan Ibarretxe que fracasó y, más tarde, el nuevo Estatuto catalán de 2006, que se aprobó ampliamente en el Parlamento catalán y de forma más restringida en las Cortes. Como no había límites fijados en la Constitución, el Estatuto catalán osó traspasar los bordes indispensables de la convivencia legal para convertirse más bien en una Constitución.

Todo se pudo realizar gracias a la irresponsabilidad de tres gobernantes socialistas que, con sus confusas ideas constitucionales, pretendían convertir un automóvil en un avión. Lo lógico, por consiguiente, es que el engendro se estrellase con la  Sentencia del Tribunal Constitucional del año 2010, pues tras cuatros años de indecisión, éste no tuvo más remedio que declarar inconstitucionales muchos artículos, así como la propia sustantividad de la norma. Lo que sucedió después ya es conocido. Por una parte, los nacionalistas catalanes, tras 30 años de lavado de cerebro en las escuelas y con la complicidad de todos los medios catalanes de comunicación de masas, iniciaron su «rebelión» contra el Estado, reivindicando un referéndum de autodeterminación.

Si los nacionalistas vascos y catalanes aceptaron que se adoptase el citado antimodelo en el Título VIII de la Constitución, fue porque sabían lo que hacían y es ahora cuando comienzan a recoger los frutos.

Por otra parte, para agravar la situación, otras comunidades autónomas han querido emular y hasta superar el Estatuto catalán, demostrando así que la «estupidez envidiosa »se halla muy extendida en España.

Ante la amenaza de este preocupante panorama, recibimos también la visita de la vieja dama de la crisis económica, con su compañera la corrupción. Los nacionalistas vascos y catalanes, por un lado, y el despilfarro y la falta de previsión para el futuro, por otro, han llevado al Estado español a un impasse constitucional de difícil solución.

Hay que decirlo claro y alto: el Estado desvencijado que tenemos es inviable, porque han surgido con fuerza los separatismos, porque es imposible gobernar con una Constitución confusa que ya no rige en toda España y porque no podemos permitirnos una estructura tan cara con sus duplicidades de leyes, de órganos, de administraciones, lo que supone un gasto improductivo imposible de mantener.

El Estado de las Autonomías, que pudo tener sus ventajas hace años, es incompatible hoy con el Estado de Bienestar. Los gobernantes actuales, sin embargo, parecen optar por el primero, mientras que los ciudadanos lo que desean en su mayoría es el segundo. No es fácil, por tanto, encontrar un camino para lograr la convivencia entre los españoles. Pero si existe alguna vía no es otra que la de acabar de una vez nuestra Constitución inconclusa, a fin de que defina de una vez el modelo de Estado definitivo.

Resulta una paradoja que España, el Estado más antiguo de Europa, sea incapaz de seguir siéndolo en el futuro. Por tanto, acabar la Constitución, significa sobre todo la reforma profunda del Título VIII, tratando de neutralizar así a los independentistas. Para ello hay que volver al proceso constituyente inacabado de 1978 y concluirlo de una vez.

En efecto, hay que comenzar diciendo cuáles son las Comunidades Autónomas posibles  en España, suprimiendo tal vez las uniprovinciales. Hay que señalar los órganos mínimos para el funcionamiento de las Comunidades Autónomas que se reconozcan. Hay que decir cuáles son las competencias propias de las mismas y las que sean exclusivas del Estado. Y hay que buscar algún tipo de reconocimiento para que el País Vasco y Cataluña posean un status diferenciado de las otras, buscando para ello el consenso de los partidos nacionales si es que son responsables, antes de que las aguas desborden los embalses.

En verdad, todo intento parcialmente reformador del Gobierno es inútil, pues cuando la casa amenaza ruina no es posible evitar su hundimiento, sustituyendo uno a uno los azulejos del cuarto de baño, en lugar de reformar toda la estructura básica del edificio. Pero para lograrlo el presidente del Gobierno tiene que explicarlo ya, porque no hay peor mudo que el que no quiere hablar.

 

 

jueves, 2 de enero de 2014

La Opinión de Javier Pipó @javierpipojaldo


CUENTOS DE LA ALHAMBRA
2 de Enero 2014



Y llegó la noche mágica, maravillosa, en la que una Princesa auténtica del pueblo conectaría con su pueblo, que atento, respetuoso y esperanzado, esperaba su mensaje liberador.

Y sus edecanes le habilitaron un escenario idílico, inolvidable, cargado de misterio y encanto. En un juego de luces y color, donde solamente se escucharía la caída de agua clara, manando entre los labios blancos de leones pétreos que sumisos y acostumbrados al silencio de la noche, querían contribuir al esplendor del primer mensaje de su nueva Señora.

Susana, como si el Patio de los Leones hubiese sido su hogar desde hace siglos, desgranaba sus palabras con el gracejo y la soltura de quien conoce a quien la escucha, como si de su propia familia se tratara.

Y no dijo nada, porque desde ese marco que ya hubiese querido el Jefe del Estado o sus colegas de Comunidades Autónomas o el de Francia o la Reina de Inglaterra o los Pachá de la Berbería, es imposible conciliar fantasía con realidad.

Y sus palabras recordaban la conversación entre W. Irving y el moro tetuaní con tienda en el Zacatín, que relata en su capítulo del Patio de los Leones de sus hermosos “Cuentos de la Alhambra”. Relato lleno de nostalgia de aquéllos moros amantes del amor, la música y la poesía y no sus contemporáneos ricos, que prefieren el sonido del oro al del poema. O cualesquiera otros de estos encantadores, embriagadores relatos, como el de la “Alhambra a la luz de la luna”. O los dedicados a Boabdil/Griñán, que tanto lloró cuando abandonó los bellísimos patios y jardines por la traición de no saberlos defender de los ataques cristianos, fruto de luchas internas. Pero eso ya lo advirtió también en Granada hace pocos meses, ahora en manos peperas, cuando tomó el pendón del avance y el progreso, de las manchadas y ambiciosas de los incapaces.

En una noche así no se debe interponer la inclemencia de mensajes negativos, propios de profetas de la catástrofe o portavoces del pesimismo. Como  los charlatanes del paro, que en los jóvenes de generación fallida sobrepasa el 60% o la tragedia del sistema educativo, regresivo pero adecuado a sus fines o la corrupción espesa que impide el progreso y el bienestar o cómo desciende el PIB, distanciándose de la media española y europea, en alejamiento  irremediable.

Aquí la fantasía está en sus mensajes y en el Boletín Oficial, con leyes bolivarianas o con Presupuestos imposibles, como el ya en vigor de casi 30.000 millones de euros.

Y mientras, ya se piensa en Susana como mediadora en la tragedia catalana. Claro, sus colegas Maragall, el inefable Montilla o el traidor Zapatero fueron los incendiarios, pero a ella debe corresponder el papel de bombera, porque son otros tiempos que requieren otras caras. Y si sale bien pues a mediar entre judios y palestinos. Miren Bibiana, andaluza universal, asesoró a Bachelet y salió Presidenta de Chile.

Así en Andalucía la bella, tierra hermosa y privilegiada de la naturaleza ya se puede volver a soñar, a reir, a esperar. El nuevo año que comienza es el año de Susana y del orfidal de todos y para todos. Y todas, eso sí.