Tribuna abierta de opinión

Instituciones,Democracia y Libertad

lunes, 26 de mayo de 2014

La Opinión de Javier Pipó


LA AZOTEA

HOY, EUROPA
26 Mayo 2014




Desde hace tiempo opino de forma bastante pesimista sobre el Viejo Continente y su imparable declive.Hoy, un día después de las elecciones nada me resulta más preocupante que reafirmar mi criterio y hacerlo coincidir con el de aquéllos pensadores que definen una crisis, quizá la cuarta desde Westfalia capaz de tocar fondo tras esta prolongada caída suave, lenta, pero implacable.

Y claro, un gran sector de población ignora que pueda caer si nunca apreció el  esplendor de su altura, sino solo el reflejado en la generosidad de la ayuda al desarrollo de una cartelería refulgente que anunciaba inversiones sin fin en la Europa del Sur. Otros, optimistas de cuota, no verán heridas graves en el cuerpo europeo. Si acaso, las producidas por las dificultades de la briega. Pero Europa se debate en retirada a contemplar su ombligo otrora rutilante, capaz de ser raptado por un mundo naciente, necesitado de luz y grandeza para despertar a la historia por escribir.

Precisamente, el drama que parece vivir Europa es el cansancio en seguir escribiendo su propia historia. Y está muriendo de éxito. Embriagada en la belleza y hermosura de su pensamiento, de una cultura sin fin, de un arte que perdura una época tras otra. Es la confianza en quien genera ciencia y es capaz de divulgarla larga y generosamente para soportar el desarrollo. De quien desde Grecia, aporta al debate de Occidente las ideas políticas más brillantes para hacer posible la convivencia en dignidad. Y también tras Hegel, las más perversas, capaces de arrebatar al ser humano su alma y ofrecerla al Dios Estado, devorador y satánico. Porque Europa es todo y más.

Pero ahora debate su ser y su identidad en un mundo globalizado y trepidante y no se encuentra. Busca Instituciones que le den forma y sentido y encuentra escepticismo, relativismo, nihilismo o quizá indeferencia, porque vive la sedación de la opulencia. Hoy, un día después de las elecciones, quizá sea demasiado pronto para analizar sus resultados. Porque no me importan en exceso los números, cambiantes e inestables por naturaleza, sino el sentido y la dirección de las ideas y la percepción que de las mismas puedan tener los ciudadanos. Y Europa, un día después aparece fracturada en despreciables extremismos a su derecha y a su izquierda y con las orejas del lobo totalitario en el horizonte.

Ya me dirán que Europa de los grandes puede quedar, si el Reino - todavía Unido - continúa sin querer entender el Continente. Si Francia, cuna de libertad, quiere seguir inmovilizada en la Europa de las Patrias. Si Alemania que tantas glorias, gozos y lágrimas ha derramado sobre Europa, se debate sin solución entre instalarse en el liberalismo o seguir amarrada a una socialdemocracia cada vez más radicalizada e inútil. Si la España capaz de unir bajo una sola corona la Europa de la diversidad lingüística, religiosa y cultural ya se muestra incapaz hasta de encontrar un proyecto común a diecisiete territorios estúpidamente escindidos y perdidos en la bruma del incierto futuro a causa de una casta política indolente, inculta y egoísta. El Estado español se convirtió en lastre para el despegue de Europa. Una hermosa Constitución degeneró en Estado lujoso y en consecuencia enfermo como consideraba Platón. Por ahora, Europa ha comenzado a ser el problema. Lo mismo es España la solución.

sábado, 24 de mayo de 2014

La Opinión de Javier Pipó


LA AZOTEA


MAÑANA, EUROPA


24 de Mayo 2014


A pocas horas de la cita con las urnas europeas y antes de conocer el resultado, quizá interesaría hacer alguna reflexión, en esta hora esencial para la Nación española. Desde luego la campaña no ha podido ser más significativa. Los problemas europeos brillaron por su ausencia para centrarse en los pretendidos de España. Seguramente ello no sería tiempo perdido, siempre que se hubiese puesto de manifiesto ante la opinión pública que nuestras dificultades se insertan en las del espacio supranacional y de soberanía compartida al que se pertenece y en consecuencia, nuestros problemas son también de nuestros socios. Pero no ha sido así, porque la pretensión está tan lejana como dotada de puro deseo utópico.

El socialismo radical y rancio instalado en las instituciones, incluidas las económicas, más ensoberbecido que nunca, ha marcado el ritmo y fijado el temario. Parece haber encontrado el momento de españolear Europa, pero desde su doctrina de socialismo cavernícola, de arqueología; de trinchera y movilización; de mensajes cortos, rectilíneos y vacíos. Pretende, a partir de estas elecciones, conectar con movimientos similares para liderar una nueva Europa, borrando de sus instituciones cuanto huela a liberalismo de base cristiana. Y les estorba también la socialdemocracia luterana o calvinista; austera y rigurosa, que hizo avanzar el pensamiento y la reflexión junto al liberalismo, proporcionando a Europa decenios de progreso y libertad. Ahora añoran el socialismo anterior a Bad Godesberg, el marxista del internacionalismo proletario. Fíjense en el desnortamiento que sufren, aunque ganen. Porque para nuestros socialistas, Europa merece la pena si sabe administrar lo considerado gran cuestión de nuestro tiempo: el feminismo. Adornado eso sí, con las suficientes referencias de agiprop al igualitarismo. No existe otro programa ni otro horizonte.

Ellos, de egoísmos infinitos, agentes de corrupción desoladora, vienen a predicar igualitarismo en territorio de igualdad acelerada, visible no solo en el ordenamiento jurídico, sino en el comportamiento colectivo que modifica conductas con el simple paso de una generación, acrecentada en la siguiente. Ellos que, confundidos por la historia y en la sociedad de la abundancia, no saben sustituir el obrerismo mas que con el hedonismo y desconocen o quieren ignorar que la igualdad no es simplemente igualdad, sino igualdad en la libertad, que decía Tocqueville. Pero ni siquiera les interesa una igualdad de todos en las oportunidades de desarrollo personal y de igualdad ante la ley, solo pretenden igualdad mediante la ley. Siempre resultará oportuno recordar a Montesquieu, cuando advertía los extremos de los que preservar la democracia. De la desigualdad que conduzca a la aristocracia y del espíritu de igualdad extremo que conduce al despotismo.

Y ya me dirán la llamativa campaña hosca y desmesurada a favor del feminismo militante, como factor ideológico en la lucha de clases y en el enfrentamiento social. Hacen punta de lanza de un tema importante pero en modo alguno prioritario, precisamente en el oasis mundial del respeto a la igualdad de sexos y oportunidades, por el mero hecho de ser ciudadanos, mujeres o no. Parece de una simpleza espectacular, aunque ciertamente esta sobreactuación tiene perfiles electorales claros, tratando de ganar un porcentaje nada desdeñable del electorado, con típicos mensajes simplistas, casi infantiles y demagógicos que nada aportan a la lucha por la dignidad humana y mucho al pensamiento débil. Si los socialistas hacen vértice de su política el feminismo, facilitan el olvido del caos en que dejaron el Estado, el despilfarro de sus instituciones, la corrupción generalizada, la desesperación de la juventud, el drama de los parados sin perspectiva. No pueden pretender resultar ajenos a las horas dramáticas de la Nación, que se debate en su propia permanencia como tal.

Además, se debe reclamar y exigir en las instituciones europeas una política contundente y nada comprensiva hacia la violencia contra las mujeres, pero contra las mujeres musulmanas, cuyo clamor indigno en su existencia nos salpica a diario y la complicidad por el silencia comienza a ser clamoroso. Porque en Europa hay millones de mujeres musulmanas que malviven en barrios aislados de las grandes urbes, sin que quieran integrarse y jamás se integrarán, sometidas, esclavizadas por el hombre, solo obedientes al imán de su comunidad y a la sharía. No atenderán más código de conducta que la ley islámica y aceptarán como merecidos cuantos castigos físicos o morales puedan recibir de quien las somete hasta la humillación. ¿No son mujeres europeas que consumen mucha sanidad, alguna educación y a veces pagan impuestos? No interesan en su existencia miserable porque pueden ser aliadas en la lucha contra el liberalismo y los códigos de conducta de origen cristiano en que se fundamenta y asienta nuestra cultura y nuestra civilización. ¿O no se atreven?

Sin embargo, ante el envejecimiento progresivo de Europa ¿acaso no interesan a los socialistas los problemas de marginación de los mayores? ¿Conocen sus enormes dificultades de integración familiar? O como se propaga el aprovechamiento y saqueo de sus rentas para complementar las carencias de un Estado del bienestar que se cae a pedazos. ¿Les interesan acaso los maltratos en el seno familiar de tantos viejos, impotentes y desamparados ante las exigencias de un entorno agresivo, egoísta y deshumanizado que les humilla y amarga los últimos años de su existencia? ¿Interesa a estos socialistas antiguos y reaccionarios los problemas acuciantes de tantos miles de niños desamparados que viven sus primeros años, endurecidos y maltratados por una cruel sociedad que los considera objetos molestos para su vivir su libertad o dar suelta a sus resentimientos?

Lo que solo pretende ser reflexión se convertiría en ensayo si junto a los citados, se añaden los problemas que viviremos pronto como el resurgir de un nacionalismo fragmentador que hará una Europa más débil y complicada en su gobernación. O los no resueltos de naturaleza económica que harán de la zona una potencia muy disminuida por su insostenible política social y su falta de competitividad ante la pujanza de economías emergentes. Y la falta de una política exterior única y de una política de defensa común. Aún desconocemos si la Europa a la que pertenecemos es la de las patrias, de los territorios o de las naciones. Por ahora, de los financieros y si acaso, de las instituciones. Para los socialistas españoles, la Europa de las mujeres, ya ven.

       

jueves, 22 de mayo de 2014

Javier Pipó en el "Diario Córdoba"

Artículo publicado en el "Diario Córdoba" el día 22 de Mayo de 2014

CIEN AÑOS

Javier Pipó Jaldo

Guizot, en su Historia de la civilización europea aseguraba que los principios que la sustentan son la justicia, la legalidad, la publicidad y la libertad.

Quizá podríamos contrastarlos, combinados con los valores y principios figurados en los artículos 1.1 y 9.3 de la Constitución que constituyen su armazón esencial, guía para el legislador y referente en el ejercicio del poder jurisdiccional.

Desde hace pues 36 años el ordenamiento jurídico, aunque renqueante, es homologable y similar al vigente en el ámbito de la Unión Europea. Y ello requiere alguna reflexión, ahora que nuevamente es momento de ejercer el derecho al sufragio universal como celebración necesaria aunque no suficiente, para poder definir rigurosamente las instituciones como democráticas, incluso las europeas.

Y como reflexión, quizá nada más instructivo que repasar la historia española cien años atrás, cuando un brillante grupo de intelectuales fue capaz de estructurar el primer tercio del siglo XX, dejando huella de tres generaciones, la del 14 y en sus límites temporales la del 98 y la del 27. Y lo refiero intencionadamente porque las tres ponen énfasis en la europeización y en el afán de definir "el problema de España", que Laín describió con certeza, como aquella dramática inhabilidad de los españoles para hacer de su patria un país mínimamente satisfecho de su constitución política y social.

A la generación del 14 correspondió ahora hace cien años, vertebrar y dar consistencia a la Edad de Plata que va desde 1876 a 1936. Desde la Restauración y la crisis de 1898, hasta la esperanza en la República y su estruendoso fracaso. Sesenta años descollantes de cultura española, brillante en su resplandor intelectual, cultural y doctrinal, con apellidos que van desde el regeneracionismo de Costa, Unamuno o Maeztu, a la estrella luminosa de Ortega, pasando por intelectuales como Pérez de Ayala, Américo Castro, Azaña o Marañón.

Pero la Generación del 14 tiene como referente las posiciones de la anterior, es decir, la desmoralización económica y política y por eso piden modernizar España. Piden educación y justicia, como pedía Costa. Y piden revisar el liberalismo y rearmarlo moralmente hasta las lindes del socialismo democrático. Incluso se interesan, como describía el maestro Vicens Vives, por buscar un acomodo del catalanismo en España, resaltando la bipolaridad representada por Machado, Ganivet o Baroja y los d'Ors, Prat de la Riba o Pompeu Fabra y su novecentismo. O la castellanización de la cultura de Menéndez Pidal y el catalanismo en defensa del pluralismo español, de Joan Maragall.

Y cien años después, seguimos en las mismas. Nada nuevo, todo casi inamovible. Porque esta Nación circula a través de generaciones, sin resolver sus ancestrales problemas que atañen una y otra vez a la religión, la educación, la bandera, la organización del territorio o la estructura del Estado.

Y la integración plena en la UE, sueño de generaciones de intelectuales, es realidad gozosa. Pero resulta dramático escuchar el canto reaccionario de algunos peligrosos e iletrados políticos pidiendo dar la espalda a Europa, incumplir los compromisos firmados, trabajar de una manera u otra por la Europa del pensamiento único. Y se hiela de nuevo el corazón.

Ciertamente Europa atraviesa una gran crisis de principios, de valores. Vive instalada en el miedo a perder la opulencia, a compartirla, a tomar decisiones incluso para preservarla. Por eso ha caído en manos del relativismo y de mercaderes de la libertad. Ahora la sociedad europea vive inmersa en una socialdemocracia total, sustituta del cristianismo pero con peso excesivo del capitalismo financiero, última generación del capitalismo económico. Quizá porque tras la II GM existía como un pacto equilibrado entre socialdemocracia y liberalismo y tras la caída del Muro desaparece ese contrapeso ideológico frente al capitalismo y se habla de un poder económico prevalente sobre el político.
Pero Europa es una civilización y su historia no la escribe cada uno de los Estados que la forman sino Europa misma, como conjunto de pueblos unidos por su cultura y su pasado.

También España vive una tremebunda crisis económica y moral. Y de valores y principios. Bache histórico solo superable de converger, siquiera temporalmente, liberalismo y socialdemocracia, como aportación a una Europa que no puede ceder al empuje de un socialismo del Sur, de rompe y rasga, empeñado en borrar el equilibrio de una civilización brillante.

El regeneracionismo más que utopía es necesidad. En cien años Europa estará sepultada por la pujanza de civilizaciones expandidas sin freno.

jueves, 1 de mayo de 2014

Javier Pipó en el "Diario Córdoba"

Edito el artículo publicado finalmente por el "Diario Córdoba" el día 8 de mayo
Redactado el día 20 del pasado abril, ha sido retocado ligeramente para evitar cierta pérdida de actualidad en cuanto a parte de su contenido.

LA CAUSA GENERAL
Javier Pipó Jaldo

Fíjense la descarada habilidad que tiene el poder constituido en Andalucía para sacudirse en un santiamén la desvergüenza pasada y vivida por sus más altas instancias, tras los decretos famosos de la Presidenta o el inventario incesante de corrupción pegajosa y ahogadiza.

De manera que la ya empequeñecida señora Díaz realizó una figuración, un aparente acto de dignidad institucional, alegando la necesidad de respetar el ordenamiento jurídico y aleccionando sobre lo que debe hacer y hace un Gobierno sensible y democrático. Y el ataque de dignidad, de respeto al derecho y buen gobierno, le dura escasas veinticuatro horas, las justas del tratamiento aplicado por el servicio de urgencias de los socios comunistas.

Sorprendente la terapia aplicada, pues unas horas de debate más o menos intenso y la presidenta cambia radicalmente de postura. Tanto que el decreto en primer lugar publicado, dada su escasa capacidad de resistir la prueba del algodón jurídico, deja de tener vigencia al día siguiente, barrido por la fuerza del politiqueo entre socios, más indecente que digno. Y para suprimirlo se utiliza otro decreto, con frivolidad inaudita sin antecedentes en nuestra renqueante democracia. Un instrumento de legalidad formal, puesto a disposición del poder público como fuente del derecho y para fines de interés general, se utiliza arteramente en lucha partidaria. La mancha vergonzante del primer decreto no borra la mancha vergonzosa del segundo y permanecerá en la memoria de los agravios colectivos, adherida a la historia indigna e indignante de quien hace más de treinta años comenzó una larga marcha hacia ningún lugar.

Habrá que recordarle a la Presidenta que lo importante es transformar la pasión en carácter, como decía Kafka. Pero en ella lo que parecía pasión no pasó de ambición, y el aparente carácter, en ataque de soberbia, miedo a ignorar las consecuencias de posibles revelaciones iluminadas por la venganza. Seguro que el tiempo aclarará casi todo, dejándonos helados ante fatuos actos de andalucismo patriótico y progreso civilizador.

Curiosa coincidencia el que pocas horas después saliera a la luz un nuevo episodio de corrupción generalizada que pasará a los anales como fraude a la formación y seguramente empequeñecerá a los eres. Ejemplo de lo que no debe ser, pero sigue siendo, como maldición de una tierra rica y hermosa, aunque penosamente administrada.

El relato de hechos no parece circunscibirse a zonas concretas de la Administración, sino que se alimenta con participación asombrosa de ciudadanos, grupos y entidades al calor del desbarajuste de las instituciones. Es el valor ejemplarizador del poder, capaz de extender a los alvéolos del sistema inimaginables dosis de desvergüenza e inmoralidad. Un poder desbocado, centrado generación tras otra, en ordenar cuidadosamente el legado intocable de la corrupción.

Ya me dirán el papelón de aquel vocero gesticulante del poder de vacía locuacidad, sin más mérito para consejero de la cosa que fiel funcionario de partido, acusando al Gobierno de la nación de iniciar una causa general contra Andalucía, refiriendo seguramente el decreto franquista de ahora hace 74 años sobre el relato justificativo de los vencedores. Ahí queda eso. Constructiva y regeneradora aportación al sentido común. Quizá carecía de mala fe o fuese la ignorancia madre del miedo, seguramente a perder el privilegio de mandar. Prefiero pues, recordar la máxima de Rousseau, de a los hombres los endereza la educación, como a las plantas el cultivo.

Porque los datos superan cualquier causa general y la población instruida no dependiente del poder, exige regeneración del sistema que ponga fin a este carrusel de corrupción infinita y descarada gobernación. Que la causa general sea causa judicial, con fiscales manos limpias y jueces honestos, dispuestos a bajar a las cloacas del poder en busca de golfos y cleptómanos.

El desprestigio ante la UE es aterrador, porque junto al millón largo de parados, multiplicados por tres en diez años, hay otro tanto de pensionistas de jubilación e invalidez permanente, frente a poco más de dos millones y medio de trabajadores afiliados o ocupados. Pero ojo, solo de ayudas europeas se recibieron en 25 años, cinco veces el importe del Plan Marshall para reconstrucción de Europa tras la II GM. Si durante aquellos años los países beneficiarios crecían un 4% anual, parece difícil explicar el retroceso de Andalucía respecto del resto de España, con menos de la mitad del PIB/per capita que el País Vasco o constituir la Región con más paro de Europa.

Es esta la verdadera causa general de Andalucía.