LA AZOTEA
LA DECISIÓN
27 de Junio 2013
En varias ocasiones he referido a Griñán como personaje dotado de cierto nivel cultural, desde luego muy por encima de la media y de la que pretende su sucesora. Lo creo político de formas suaves y educadas así como moderado en la expresión de su pensamiento. Y lo sigo manteniendo porque debo diferenciar la persona, del político. A la primera, respeto profundo incluso por dedicar su vida al servicio público. Pero la vertiente del político es pública y es la opinión social quien debe juzgar cada día las decisiones del gobernante, criticando sus actos, sus palabras, sus silencios y sus carencias, pero sobre todo, sus errores. Los errores del gobernante se proyectan sobre la sociedad y la condiciona. En consecuencia la crítica activa y pública es la mejor arma de sociedades democráticas avanzadas.
Y la vertiente política de Griñán es poco atractiva, lo fue siempre, porque ha sido un político gris, sin capacidad de
innovar, siempre dependiente, siempre pendiente de eslóganes partidarios, de intrigas
internas, de miradas externas. Ha sido un funcionario de la política, un empleado del Partido. Cuando hace poco más de un mes alababa al pueblo andaluz por la inteligencia
de llevar como cruz treinta años de izquierdismo gobernante, se comportó con insolencia impropia de un
hombre de Estado. El sabe que el recurso al pueblo como un todo orgánico, es un discurso ahistórico, tenebroso. Es la mentira
del poderoso ante quien se considera preparado para recibir mensajes con la
pretensión
del silencio agradecido o la reverencia de la ignorancia. Es el discurso del
político
mediocre, sin recursos, sin ideas propias.
Para Andalucía, la autonomía solo ha supuesto salir de la miseria para entrar en la
pobreza contenida. Autonomía imaginaria y dependiente de la ayuda del Estado o de la
UE, contra la que ahora se revuelve preguntando su legitimidad para opinar las salidas
de tono de su política.
Menuda insensatez. A pesar de su indudable inteligencia, Griñán nunca entendió que los ejemplos tienen más fuerza que los preceptos y
los de la clase política andaluza sobrepasan lo tolerable. Y lo desbordaron.
Andalucía velozmente se distancia de España y la UE, presentando índices de retraso, paro, nivel
educativo y corrupción que provocan el asombro de la Nación. La degradación de la autonomía ha corrido correlativamente pareja al nivel político de sus Presidentes. Desde
la brillantez y visión de Escuredo al pastel de Griñán, pasando por Borbolla y
Chaves. Ahí
es nada. Y es que Griñán ha sido víctima alegre y feliz de un modelo de Estado, no diseñado en la Constitución, pero inmerso en una crisis
de solvencia irreversible, de raíz estructural.
Vargas Llosa en “La Verdad de las Mentiras” decía que, organizar la memoria
colectiva, trocar la historia en instrumento de gobierno encargado de legitimar
a quienes mandan y proporcionar coartadas para sus fechorías es una tentación congénita de todo poder. Pues en el caso andaluz, es doctrina ininterrumpida durante
más de treinta años y Griñán, uno de sus predicadores o
quizá
de sus tapaderas. A lo peor esa fue la razón de su
decisión. Pero ni siquiera le aceptan tomarla con tanto tiempo. Un golpe al
estratega.