La Azotea
EL
AUTO
30 de Junio 2015
Lo peor es que el
Auto del Juez Barreiro no ha causado alarma social. Pero nadie mínimamente
informado sobre estos más de tres decenios de socialismo andaluz puede
honestamente llamarse a engaño. Es que el sistema es así, pero no desde el año 2000,
funesto comienzo del festín judicial, sino desde su fundación. Por eso, los que
hemos conocido más o menos de cerca a tantos y tantos de sus responsables,
vemos como la manta ha quedado escasa, pero suficiente para poner de manifiesto
como la democracia puede, con o sin Platón, degenerar en oligarquía y penetrar
en un círculo infernal de ineficacia, corrupción, autojustificación,
bunquerización, estancamiento, pobreza y autoritarismo.
Es
que Chaves fijaba el escenario en cuatro golfos, pero llegará a cuatrocientos
sin contar los mil y un procesos en marcha. Y observen la dimensión porque el
vendaval arrastra a dos Presidentes de la Comunidad, representantes del Estado
en ella y encima, presidentes del partido que llevó a estos todavía presuntos
delincuentes, a la gloria histórica de un malgobierno fraudulento, maloliente y
maldito. Y con ellos, cuatro Consejeros – nunca perdió más tiempo el águila que
cuando escuchó los consejos del cuervo- y otros cincuenta altos cargos, tan
altos que se creyeron sin cargas.
La rigurosa
resolución judicial de Barreiro, es la crónica técnica de un régimen nefasto
para los intereses públicos de Andalucía y España, único objeto y justificación
de su entramado institucional que con alguna decencia y no ahora con solivianto,
debería haber defendido y propiciado. Es la crónica negra de una época que
desgraciadamente para la democracia, estuvo liderada por quien nada puede ni
debe reprochar a la franquista anterior a la que sucedió, sabiendo que la
dictadura partía de bases sociológicas y económicas de devastación. Como
tampoco nada puede reprochar al resto de la Nación que a través de exquisitos
mecanismos constitucionales de solidaridad, puso en sus manos ingentes
cantidades de recursos económicos y materiales, estúpidamente dilapidados para
finalmente dejar el territorio herido moralmente, deshecho políticamente y en
la cola de la Europa del progreso y el bienestar. Que nada puede reprochar –
como Grecia, tan cercana en tantas felonías individuales y colectivas- a la Europa
hermanada por métodos de convivencia civilizada que se ha volcado con más de
70.000 millones de euros en esta desorientada región y que sin embargo,
descubierto el pastel, se encuentra cada vez más alejada y desprestigiadas sus
instituciones. Pero la generosidad europea es para la convergencia y no para el
camelo de la paz social, engrasada con descaro y desvergüenza.
El Auto de Barreiro es pieza única, singular, digna de estudio
detenido por cuantos quieran acercarse al servicio público, para así poder
reconocer los principios, valores y reglas que nunca deben traspasarse en la
gobernación de una nación. El enjundioso texto delimita con precisión las
líneas rojas que jamás deberían ser rebasadas por el gobernante democrático,
porque en su preocupante relato resalta con nitidez aquella estructura que hace
diferenciar una sociedad atrasada que desprecia las normas jurídicas de
autolimitación en la convivencia, de aquélla otra lealmente respetuosa con ese
contrato social tantas veces referido, capaz de someterse al ordenamiento
jurídico, base de una sociedad avanzada para alcanzar y mantener el
respeto a los derechos individuales y colectivos, la libertad y el
progreso.
No se que diría ahora aquel penoso vocero del Gobierno
andaluz cuando hace un año acusaba al de España de iniciar una "Causa
General" contra Andalucia, a raíz de las primeras salidas a la luz pública
de otro gigantesco escándalo. Me refiero a los cursos de formación, que ya
verán cuando termine la instrucción judicial como dejará en juego de
aficionados a los ERE's. Porque el relato de hechos no parece circunscibirse a
zonas concretas de la Administración, sino que se alimenta con participación
asombrosa de ciudadanos, grupos y entidades al calor del desbarajuste de las
instituciones. Ya me dirán el valor ejemplarizador de un poder capaz de
extender hasta el último rincón del sistema, inimaginables dosis de
desvergüenza e inmoralidad, centrado mayormente una y otra generación en
ordenar cuidadosamente el legado putrefacto de la corrupción.
Produce bochorno infinito, no solo a quienes hemos dedicado
más de media vida al servicio público, el martilleo incesante en el relato de
actos presuntamente ilegales perpetrados en fase de gestión y ejecución del
presupuesto, con el “no consta”, “no figura”, “no se acredita” “no se
fiscaliza” o cuando dice “se generan importantes perjuicios al erario
público, debido a ejecución de actos indiciariamente fraudulentos” o cuando
expresa como hay desviación de dinero a beneficiarios ajenos o a entidades mediadoras
o escandalosos honorarios a bufetes de postín. Y además nos anuncia que los 854
millones es comenzar porque apoyado en la inútil Cámara de Cuentas, lleva el
drama hasta los 1.200 millones. Y hasta hay lugar para el rincón de lo chusco,
en una Administración de panchovilla, como el “error” a la Cía. APRA que se le
abonan 2.999.999 euros, cuando debió ser 2.999,99 euros, pero es igual juana
que su hermana, porque encima la aseguradora se niega a devolver lo cobrado
indebidamente, dice el Juez. Y es que, cuando los que mandan pierden la
vergüenza, los que obedecen pierden el respeto. Pues eso.