La Azotea
ALGO ES ALGO
31 de octubre de 2016. Víspera de
Santos
Apenas me interesa el espectáculo – por otra parte lamentable
y a veces miserable – de los dos días de investidura del presidente Rajoy.
Bastante está siendo analizado por medios y comentaristas, no siempre
inocentes. Para mí el atractivo
fascinante está en lo que circula tras las palabras casi siempre cínicas cuando
no engañosas o incultas de los muchos cantamañanas sentados en los nobles
escaños del Congreso de los Diputados. Ciertamente es juicio severo cuando, en
primer lugar ya se resolvió la obstrucción del legislativo del Estado y en
consecuencia la del Ejecutivo. Y por otro, habría que distinguir entre algunos
de los portavoces, auténticos enemigos del parlamentarismo, la Constitución, la
democracia y la Nación, y los demás. No hay tiempo, ni entusiasmo.
En comentarios pasados, trataba de transmitir la idea de
agonía lenta del sistema político- no desde luego el epílogo que le gustaría al
agitador comunista Iglesias – a causa del agotamiento de las instituciones
previstas en la Constitución de 1978, mutadas hasta convertir el Estado en
elefantiásico, insostenible e ingobernable. Pero a pesar de ello ha sido capaz
de sobrevivir, con duración que no debemos calificar de escasa, superando
incluso un golpe militar. Se improvisó con temeridad la construcción de un
Estado de las Autonomías inédito en el Derecho Constitucional comparado, porque
el artículo 137 de la CE dice que “el
Estado se organiza territorialmente en municipios, provincias y las Comunidades
Autónomas que se constituyan”
Claro, era de temer, se constituyeron diecisiete y dos Comunidades/Ciudad que
es igual, pero peor. El resultado ha sido ir funcionando a base de tirones del
TC, resolviendo en inacabada continuidad conflictos incesantes con los notables
regionales que transformaron el Estado hasta hacerlo irreconocible. Y desde
luego, cesiones sin fin de Gobiernos débiles que jamás supieron administrar la complejidad de la
situación. Pero también, la rebelión de los nacionalismos periféricos nada
moderados o claramente independentistas, como el caso catalán; la insolvencia y
escasa moralidad de las élites políticas; la crisis económica enroscada en
vicios estructurales ocultos y letales del sistema productivo, ya cronificados
y desde luego, las exigencias de nuestros socios europeos. Pero no crean, tras
37 años es agonizar de éxito y ojalá la reforma inevitable del texto
constitucional, permita al menos otros veinte o veinticinco años de paz,
prosperidad y bienestar.
La farsa con final feliz de la
investidura presidencial, ha escenificado el panorama penoso de nuestro
parlamentarismo y en consecuencia debe ser calificado de insulto a la Nación y
la mayor parte de sus ciudadanos, la presencia de agitadores tan peligrosos
como vacíos, liderando un movimiento revolucionario como Podemos, mezcla
explosiva de marxismo leninismo, estalinismo y castrismo bolivariano casposo y
hortera. Llamar simplemente populista a quien mitinea con desparpajo insolente
cada vez que accede a la Tribuna, resulta escaso en la capacidad descriptiva y
totalizadora del concepto, al dejar al exterior gran parte de su ideología
disolvente y autoritaria. Ya ven como integraron IU hasta su anulación y ahora
caminan hacia la absorción del PSOE, de la mano de otro bobo de Estado como el
tal Zapasanchez que desde mi Azotea, ya en su espeso comienzo y a lo largo de
dos penosos años, califiqué de inútil, aventurero y amenaza tanto para el
socialismo democrático como para la Nación y su sistema. Pero aún es cadáver
político insepulto y logrará crear la división de su Partido y retrasar la
necesaria regeneración. Tantos y tantos demócratas socialistas habrán quedado
asombrados al conocer que hasta su Secretario General no pasaba de vulgar y
torpe agente de Iglesias, de troyano podemita, como lo han calificado algunos y
con razón.
Y que les voy a contar del bajonazo en el nivel intelectual y
personal que los representantes de la izquierda republicana presentan en el
hemiciclo parlamentario. Qué lejos queda la altura de hombres como Tarradellas
o Heribert Barrera, de ideología no compartida pero de solvencia acreditada y
tan respetados como respetuosos con las instituciones democráticas. Tardá y
Rufián representan lo peor de la clase política; el declive del catalanismo
regenerador y de la burguesía que lo sostuvo; del sentido de Estado a cargo de
guardianes más pendientes de sí mismos que de los intereses colectivos y en
consecuencia nacionales; de un modelo de distribución territorial del poder
haciendo aguas por todas sus costuras, sin alternativa que plante cara a tanto
desafuero insultante, provocador y tabernario. Es lo que ocurrirá con el
nacionalismo vasco antes que después; ahí tienen la presencia intolerable del
representante del Bildu y su discurso retador, olvidando un pasado de sangre y
padecimientos que no parece tener fin. ¿Espera la burguesía del peneuve la
aniquilación de su historia por parte de hombres de paz como Otegui? ¿O quizá,
la convocatoria en La Habana o Caracas de otra vergonzosa firma de una Ley de
Punto Final para ETA, cuando aún quedan la mitad de los asesinatos por
esclarecer? Ahí tienen al triste representante del PNV haciendo un discurso tan
vacío como inútil, tan cercano al suicidio político.
Este penoso espectáculo, ya digo, no es más que la
consecuencia de un corrimiento hacia la izquierda de casi todo el espectro
parlamentario, sobre todo los grandes y tradicionales partidos del sistema. Por
eso, los socialistas buscan su espacio en la extrema izquierda, ciegamente
guiados, ante el acoso ideológico del PP que ocupa parte de su territorio y su
discurso, olvidando la crisis del socialismo democrático europeo; el
autodenominado centro político escudriñando una rendija aunque sea estrecha,
por donde sacar la bandera imposible de Suarez que les legitime su deshubicado
discurso que ignoran, si liberal o de izquierda moderada. Y los populares,
abandonando el liberalismo conservador que debió ser guía en estos años de
zozobra; pero que sin Congreso que evite la definición, han logrado en estos
años negros convertirse en la única salvación posible ante el ataque sin piedad
y el asalto al cielo que prepara el comunismo populista de Podemos.
El Gobierno en ciernes no podrá gobernar, y creo no resulta
fácil errar. Intentará aprobar los Presupuestos, iniciar los contactos del
pacto de Toledo y cumplir, aunque sea chapuceramente, con los compromisos
europeos. Poco más. En siete meses, disolución y en ocho, convocatoria de
nuevas elecciones. Algo es algo.