Tribuna abierta de opinión

Instituciones,Democracia y Libertad

viernes, 29 de diciembre de 2017

LA OPINIÓN DE Javier Pipó

LA AZOTEA

INOCENCIA
28 de Diciembre 2017

       
        Creo que en efecto, escribir este comentario – sin duda intencionado- el Día de los Santos Inocentes, calendario cristiano de las mejores tradiciones, no carece de sentido. Ya lo hice hace cinco años en aquel espacio de libertad provisional que me cedió Diario “Córdoba” y creo que desde entonces el número de inocentes sacrificados aumenta sin cesar, a manos de quienes con mejor derecho  creen poder disponer de la vida, patrimonio, libertad o dignidad de tantos en posición de debilidad o resistencia menor a la sobrevivencia de cada día. Y continúan las matanzas de menores, más crueles que las de Herodes en Judea; y las oleadas de refugiados inocentes huyendo de la crueldad y en busca de los oasis de bienestar o las de migrantes desorientados persiguiendo simplemente contemplar un nuevo amanecer. Y a nuestro alrededor, tantos inocentes sin trabajo y sin perspectiva; o los muchos sin hogar o sin calor del afecto y la cercanía. Y qué decir de tantos niños maltratados por la soberbia canalla y egoísta de sus progenitores o la ola siniestra de tantas mujeres conducidas ciegamente al sufrimiento insoportable del machismo miserable y la de ancianos abandonados, demasiados, como trastos inservibles en la soledad de su propio hogar, sin más liberación que el final que parece no llega.

        Pero hoy, en sociedad como la nuestra, mayormente paganizada, ayuna de valores, de humanidad y principios, que ya perdió el temor de Dios – o al derecho natural- avanzando a pasos agigantados en la pérdida del temor a las leyes de los hombres, va dejando también un ejército de inocentes que creyeron en una justicia independiente ajena al manoteo partidario o la presión pública o publicada. Y no digamos de los inocentes, tantos, que confiaron al Estado autonómico el progreso continuado y el bienestar común definitivo o creyeron permanente la indisoluble unidad de la Nación española como patria común o en la transacción y el diálogo como única ley de convivencia. Pero hoy como ayer quizá debamos insistir en que el Nuevo Año nos debe deparar poder seguir  manteniendo  la confianza en la dignidad del ser humano, radicalmente libre y protagonista de su vida y su futuro, a salvo de tantos depredadores, no tan inocentes, de la vida civilizada y en común o de los que se empeñan, como nos advertía Hayek – ya en 1944- en conducirnos con docilidad por “caminos de servidumbre”.

        Robert Kaplan, nos decía que la esencia del poder radica en influir en el comportamiento del adversario; pobre inocente. No conoció la naturaleza del nacionalismo catalán o vasco o el que se apropincua en Baleares o Valencia, Galicia o quién sabe si también Canarias. No solo no convencen a los que no son, sino que el poder del Estado se achica ante fuerza arrolladora tan irracional como totalitaria. Máxime ante la lechigada de políticos que nos gobiernan. Pobres inocentes, nosotros, que solo nos hacen ver en ellos las posverdad de los sentimientos, escondiendo ideas y pensamientos si es que los tienen. Por eso se ha diluido la diferencia entre estrategia y táctica. Aquí todo es táctica, astucia, sorpresa, apariencia, provisionalidad. Por eso ya el PP perdió su utilidad, la política, pero también la social. Y habrá de buscarse colectivamente la esperanza en nuevos ciudadanos, que reinicien un liderazgo renovado, destelleando frescura y argumentando principios y valores permanentes.

        Ya ven la inocentada del 155 que no solo fue incapaz de remediar ni parcialmente la situación sino que la tornó más dura y descarnada. La convocatoria de elecciones en Cataluña mes y medio después de su temerosa aplicación, ha constituido el mayor fracaso previsible del régimen del 78, tan repleto de éxitos clamorosos en el desarrollo y bienestar, y paz social, aunque pendiente la captura de la mitad de los asesinos etarras, hijastros del repugnante y burgués nacionalismo vasco. Los otros, los que esperan con cinismo y descaro desde una situación de privilegio, el desarrollo del secesionismo catalán para sacar tajada de este espectáculo penoso de una clase política inane, apátrida y desideologizada. Parece que estos valientes nacionalistas solo dan la cara no en periodos dictatoriales sino cuando parece que una mayoría inocente es capaz de alcanzar estadios de desarrollo y convivencia democrática, es decir, civilizada. Pero nunca como ahora, liderada por incapaces solo pendientes de la cuenta de resultados en la contabilidad nacional.

        Pues ya me dirán estos estadistas que nos gobiernan si no fuese posible formar Gobierno en la rebelde Cataluña, ¿volverán a convocar elecciones? Seguramente esperan que sin modificar las normas electorales sea posible alterar el juego de la mayoría parlamentaria. Pero y si se formara Gobierno por los mismos golpistas de hace dos meses ¿acaso respetarían el ordenamiento jurídico constitucional? entonces ¿volvería a resultar de aplicación el eficaz y contundente artículo 155? Seguramente confían en acordar una modificación constitucional de emergencia, la que tememos tantos inocentes desde hace tiempo. Los valientes y cursiles gudaris del PNV ya hablan sin tapujos de confederalismo, ¿habrán leído a Blanco Valdés? Y llegará en forma de retórica que es la lógica de la política de nuestro tiempo, aunque ya lo advirtiera Aristóteles. A la mayoría silenciosa solo nos queda transformar la inocencia en esperanza colectiva. Ojalá.  



jueves, 28 de diciembre de 2017

LA OPINIÓN DE JULIÁN DELGADO

Artículo que será publicado en el diario “Ultima Hora” de Mallorca el próximo día 30 de Diciembre

SALIR DE LAS CATACUMBAS
Julián Delgado. Escritor

        Que el secesionismo haya ganado la mayoría de escaños en las pasadas elecciones autonómicas en Cataluña significa que dos millones de catalanes (el 36% del censo electoral y el 47% de los votantes) han decidido que hay que seguir profundizando el desgarro social, la destrucción de la estructura económica, la falta de respeto a la Ley, el rechazo radical a todo lo español y permanecer en un estado narcisista de intensa exaltación emocional. En resumen, seguir flotando en el delirio. Prevalecen los peores valores del medio rural, donde han obtenido la mayoría de votos: una doctrina absolutista, reaccionaria y anacrónica, que frena el progreso y la vitalidad urbana; y el ombliguismo del horizonte intelectual, que empuja a la decadencia.
        Sin embargo, hay razones para la esperanza. La primera es que, por más que alardeen ahora de su intención de continuar con el procés, saben que no podrán: les frenarán los juicios pendientes y la espada de Damocles del 155 que pende sobre ellos. Otra razón para la esperanza sería que el PSOE aprendiera la lección: con el secesionismo ya no caben las medias tintas que solía emplear.
        Pero la razón más importante es que el partido más votado en estas elecciones ha sido Cs., lo que va a permitir que los excluidos, los sometidos, los silenciados salgan de las catacumbas donde se habían tenido que refugiar en legítima defensa. Sentirse también españoles les suponía la muerte civil. Ahora deberán rebelarse contra el abuso y acabar con el aislamiento que han intentado imponerles los nacionalistas que siempre han ostentado el poder. Porque su voz, que hasta ahora ha sido menospreciada, debe sonar con fuerza en boca de Arrimadas, y ser oída en toda Europa con la legitimidad que le dan el más de un millón de votos recibidos y ser la líder del primer partido de Cataluña.
        Por tanto, Cs tiene la obligación política y moral de intentar formar gobierno, porque aunque no tengan garantizados los votos necesarios para gobernar, la sesión de investidura puede servir para proponer una acción de gobierno para todos los catalanes, clarificar la posición del PSC y los comunes, y evidenciar que los secesionistas mienten cuando dicen hablar en nombre del pueblo catalán.








viernes, 15 de diciembre de 2017

LA OPINIÓN DE JAVIER PIPÓ

La Azotea 

DOS CARAS DE LA MONEDA

Financiando La  Corrupción

14 de Diciembre 2017



        Pues la vida nacional sigue paralizada con el golpe de Estado catalán. Bueno, no toda porque en el Congreso de los Diputados quedará aprobado por unanimidad que los animales no son objetos sino seres vivos. Pues menos mal porque eso seguramente resolverá el futuro de los esparcidos por los distintos territorios de la España autonómica; si antes permanecían desconocedores de su suerte en el supuesto de movimientos secesionistas, ahora obtienen certeza en carta de naturaleza inherente a los derechos similares a la ciudadanía. Eso queda resuelto, menos mal; pero seguimos entre otras minucias sin Presupuestos Generales, como si el dinero no fuera el nervio del Estado, como decía Bodino. O como si el Estado no dependiera del Fisco y el Presupuesto no fuera su esqueleto despojado de todas las ideologías, que sostenía Schumpeter.

        Pero miren, aquí se sigue discutiendo neciamente si antes de la Constitución debe ser reformado el sistema de financiación de las Autonomías o viceversa. Y uno ingenuamente se pregunta si a estas alturas, alguien es capaz de desconocer de qué forma la financiación condiciona la actuación de los poderes del Estado. Y más, si es posible la autonomía política sin la existencia de autonomía financiera. O al menos qué tipo de autonomía política permite el sistema de financiación de la autonomía, cómo se recauda y por quién y cómo se distribuye lo recaudado.

        No crean, ni es juego de palabras ni por ahora tiene solución alguna. Nadie se atreve a poner al descubierto el gran fracaso del Estado autonómico porque desde el inicio fracasó el modelo de financiación o las diversas modalidades de este. Al menos, con los cambios realizados desde la mutua comprensión, ha servido durante treinta y nueve años - no son pocos- hasta la llegada del caos y ahora del colapso explosivo. Y el tema catalán es, como el andaluz, junto a otros varios factores y diferencias, ejemplo claro de lo expresado. Y ya ven como los nacionalismos, iguales en su sustancia y hermanados en sus objetivos letales, proponen que Cataluña adquiera los privilegios forales vascos y cómo estos, van más allá y proponen que su modelo insolidario, injusto y antiguo – constitucional quizá sí – se expanda como solución ejemplar y definitiva.

        Pues nosotros a lo nuestro, aunque no sepamos con certeza en qué pueda consistir. Pero miren, acaba de comenzar en Sevilla el gran juicio contra el Estado de corrupción, contra la Andalucia subsidiada, contra el socialperonismo que gobierna con soberbia esta bendita tierra hace tantos años como de franquismo hubo. De manera que uno sucede a otro en continuidad maldita de dependencia paralizante, libertad vigilada e impunidad creativa. Pero no crean, los ERE seguramente no pasaran de titulares vistosos, como ha ocurrido con la desvergüenza de la “formación” de mucho mayor calado; porque la corrupción ha inundado los alveolos de la sociedad, ya acostumbrada a un intervencionismo abrumador, queriendo desconocer que es este el que siempre instala en la política y en la sociedad la corrupción misma.

        De forma que la corrupción andaluza, que no comienza con los ERE sino en la primera década de autonomía- ni tampoco ha terminado- es la otra cara, como el golpismo catalán, de la misma moneda falsa de un autonomismo adulterado por una clase política ambiciosa y trincona, amparada por un ordenamiento jurídico de tres al cuarto que ni siquiera se cumple en la parte que podría servir de muro a tanto desmadre.               Observen cómo es posible que Andalucía, la más poblada de las Autonomías, seguida de Cataluña; con el mayor PIB de España, seguida de Cataluña; con mayor Presupuesto público, también seguida de Cataluña, haya desmontado o inutilizado sus sistemas jurídicos e institucionales de control, como Cataluña, que incumple hasta las Sentencias de los Tribunales ante la indiferencia cuando no huida, de un Estado en letargo suicida permanente. 


       Pero financiación, a costa de la sociedad, que no falte. Ahí tienen como en los últimos diez años, mientras el PIB en España crece un 3% en Andalucía permanece estancado; y mientras, en el mismo periodo, su PIB percápita disminuye un 4% en términos reales. Pero ya ven, los Presupuestos Generales del Estado disminuyen en dicho intervalo un 2%; pero en Andalucía crecen un 14%, hasta alcanzar para el próximo año la friolera de casi 36.000 millones. Y si falta algo ahí está  el FLA, como en Cataluña. La corrupción generalizada o la sedición corrupta del tres por ciento, necesitan más financiación. Pues eso.      

jueves, 14 de diciembre de 2017

La Opinión de Julian Delgado

Este artículo será publicado por el diario “Ultima Hora” de Mallorca, el próximo sábado día 16 de Diciembre

INELEGIBLES

 Julián Delgado. Escritor
       
         Las fuerzas separatistas están sacando a relucir lo mejor de su repertorio en esta campaña electoral. Desde llamar mala puta a Arrimadas hasta la referencia a la distensión de esfínteres de Iceta, pasando por tildar a Rajoy de fascista, a la democracia española de franquista y a la Justicia de genuflexa ante el poder.
        
        Y eso, pese a que el sistema democrático español es el más garantista de Europa y la Justicia vendida al poder es la que mete en prisión acusados de corrupción a unas docenas de responsables del partido del Gobierno y, por si fuera poco, sienta en el banquillo al mismo Partido.
        
        Las apariciones de Puigdemont en el plasma recuerdan por su desequilibrio emocional, la irracionalidad de su discurso, su histrionismo y su obsesión con un perverso enemigo a algunos políticos del franquismo cuando, llenos de fervor  patriótico, descalificaban la democracia y echaban la culpa de todos los males al comunismo y la masonería. 
        
        Por otra parte, desde los tres partidos separatistas se anuncia sin rebozo que si ganan las elecciones, van a recuperar la casilla de salida para volver a dar un golpe de estado. Dice el ex president que no le valen cambios en el  Estatut ni en la Constitución.
 
        La pregunta que debemos hacernos es si responde al sentido común y al derecho comparado que se puedan presentar como candidatos estos  políticos imputados, presos o huidos de la justicia, acusados de golpistas y malversadores, y de conculcar leyes y derechos, situando a Cataluña en un trance dramático y a todo el país en estado de emergencia; que insultan a España y a su gobierno, mientras continúan urdiendo planes secesionistas.

        Es un insulto a la razón que se amparen en la presunción de inocencia los acusados por rebelión, para poderse presentar a las elecciones, cuando son ellos mismos los que nos dicen a las claras que van a repetir su propósito. Es decir, los partidos aceptan que un cargo público imputado por corrupción debe dimitir, pero uno imputado por el delito de rebelión, entre otros, no, hay que esperar a que se les condene dentro de cuatro o cinco años.


         ¿Hasta cuando soportaremos la ignominia de ver a estos presuntos delincuentes jurar la Constitución como norma fundamental del Estado? 

miércoles, 6 de diciembre de 2017

La Opinión de Javier Pipó

La Azotea

FELIZ ANIVERSARIO, ESPAÑA
6 de Diciembre 2017


       
        He querido subir a mi Azotea al siguiente día del comienzo de la campaña electoral en Cataluña, coincidente con los treinta nueve años desde que el pueblo español ratificó en referéndum la Constitución aprobada por las Cortes, en las sesiones celebradas el treinta y uno de Octubre del mismo año de 1978. Coincidencia macabra entre un monumento ejemplar de civilización y convivencia y unas elecciones convocadas en emergencia, tratando de sumergir en la impunidad un golpe de Estado fallido, conducido por ganapanes profesionales, manada de desecho que saben aprovechar la debilidad de un Estado conducido por pusilánimes patriotas de pitiminí. Pero el ruido de la calle resulta tan atronador, en pleno gran puente previo a las Fiestas navideñas, que dificulta reflexión serena de estas décadas prodigiosas de paz, libertad y progreso. La abandono satisfecho de creer vivir en país europeo moderno, democrático e imaginativo pero con el temor latente del riesgo que supone el desenvolvimiento de una nación, entre anclar la razón de su destino marcado hace siglos o dejarse llevar por esos imperceptibles demonios de la historia que una y otra vez le ponen al filo del abismo de su propio asolamiento.

        Miren, a mí la situación catalana me produce un enorme desasosiego. Y no por cómo viene desarrollándose el contragolpe al estúpido movimiento secesionista de los restos más pestilentes de la otrora brillante y próspera burguesía, ahora aliada suicida del más reaccionario y totalitario comunismo populista de corte castrochavista. No, porque cada uno, incluso las generaciones o los grupos sociales, se autodestruye por el virus malicioso de la ambición y resulta incapaz de encontrar el antídoto eficaz antes de la desaparición. Es la rueda de la Historia. A mí me preocupa y mucho, cómo en la coyuntura que se atraviesa, vienen a coincidir elementos exógenos y endógenos que aceleran la putrefacción de un sistema que nadie parece interesado en poner a salvo; como si fuera inevitable o mandato tétrico e inexorable de un destino marcado. En consecuencia, me preocupa el desenlace; lo que viene tras las elecciones.

        Europa, debe insistirse una y otra vez, se debate entre su nacionalismo diverso y estructural; el abandono innecesario e injusto de Gran Bretaña que no quiere perder su vinculación a USA; la pérdida seguramente permanente del paraguas yanqui ahora plegado al otro lado del Atlántico y agitado en sus raíces por una mano inquietante de proteccionismo nacionalista y populismo internacionalista y desde luego, la invasión silenciosa de musulmanes y africanos, unos en reconquista y otros huyendo de la miseria. De manera que la gran Europa soñada por los Padres de la Unión, cuna del pensamiento y la creación del liberalismo democrático y representativo, observa con preocupación cómo los totalitarismos comunista y fascista alejan nuevamente la libertad y el progreso. Aparte declaraciones más o menos diplomáticas de sus dirigentes políticos de poco serviría un apoyo coyuntural mirando al electorado propio y al agobio que se cierne sobre un proyecto muerto de éxito antes de alcanzar alguna de sus grandes utopías.

        Y aquí seguimos con un país paralizado, pendiente de alguna solución para Cataluña, aunque no llegará por la vía de las elecciones, pero presente con su golpismo pegajoso, autoritario y tercermundista; los Presupuestos GE sin aprobar; la Seguridad Social en déficit permanente y a punto de estallar; y una Constitución que hace aguas en la parte inútil porque no se cumple y por la útil porque no se aplica. De manera que el panorama nacional produce erisipela, vagando en el desconcierto que produce una clase política desnortada, trincona y alejada del sentir colectivo. Pero ahí tienen a ese fenómeno político llamado Sancheiglesias, experto en gamberrismo de Estado, planteando la necesidad de sacar a Franco del Valle de los Caidos o su compadre Iceta, tan simpático como gaseoso, pidiendo una quita de la deuda acumulada por el tripartito que él defiende y la creación de una Agencia tributaria al servicio de una Cataluña confederada. Claro, si los votan a ellos ¿por qué no votar a Colau, Puigdemont o Junqueras? Es lo mismo, si no peor.

        Seguramente la Constitución habrá de modificarse, pero no derribarla, construyendo sobre sus valores y principios un modelo de convivencia adaptado a una sociedad muy diferente a la década de los ochenta y noventa. Además el secesionismo catalán es síntoma inequívoco de la crisis del sistema. Parece nadie quiere recordar el Plan secesionista de Ibarretxe aun teniendo a su sucesor Urkullu pontificando sobre la conveniencia de exportar su modelo de privilegio y chanchullo al resto de los territorios. Otra vez el plumero al aire del nacionalismo sedicioso. Por ello, pensar en la posibilidad de consenso entre partidos constitucionalistas en inútil, salvo que triunfe el aparente triángulo de izquierda socialista y sus confluencias respectivas, el nacionalismo vascocatalán y la derecha indefinida que nos gobierna.


        De manera que la Constitución deberá ser reformada en base a técnicas de federalismo, pero más bien aprovechando soluciones instrumentales ya ensayadas en ejemplares federalismos europeos. Y tanto el modelo de financiación de las regiones como el régimen electoral general, deberían integrarse en el texto constitucional reformado. Y por supuesto, encajar de forma definitiva los Estatutos de Autonomía en el ordenamiento jurídico constitucional, estableciendo un modelo racional de competencias que debe quedar constitucionalizado. E intentar otros cuarenta años de democracia y de Nación que crea en su propio destino.             

jueves, 30 de noviembre de 2017

LA OPINIÓN DE JULIÁN DELGADO

ARTÍCULO QUE SERÁ PUBLICADO POR EL DIARIO”ULTIMA HORA DE MALLORCA” EL DÍA 2 DE DICIEMBRE 2017

¿APACIGUAMIENTO?
Julián Delgado. Escritor

         De haberse producido en cualquier otro país democrático una insurrección semejante a la que se ha dado en Cataluña, los principales implicados estarían encarcelados sin posibilidad de presentarse a nuevas elecciones y la autonomía estaría suspendida. Una vez sofocado el golpe de Estado, se estarían preparando las leyes y otras medidas que impidieran la repetición de tamaña fechoría.
        No es este nuestro caso. Y no es que la Constitución se haya quedado vieja, que en algunas cuestiones puede que sí, sino que las diferentes generaciones de políticos le han ido produciendo descosidos para poder introducir sus intereses partidistas por esas rendijas, a veces boquetes, que la han dejado en esta situación.
       El Estado ha sido vampirizado por unas Autonomías insaciables, y en ocasiones desleales, que, junto con la irresponsabilidad de los sucesivos gobiernos, lo han dejado en los mismos huesos.  Así, en Cataluña, el Estado lleva lustros dejándose girones físicos y jurídicos, de tal manera que, cuando se produjo el atentado yihadista en las Ramblas barcelonesas, nos dimos cuenta de que allí no existía. La policía, la comunicación, la autoridad y la supremacía representativa residían en la Generalitat y, frente a ese aparato, el Gobierno de la Nación estaba representado por un gris delegado de perfil mínimo. Rajoy, dentro de esa exhibición de poder,  figuraba como personaje invitado.
        Parece que lo lógico sería modificar la Constitución en lo que sea justo y necesario y, además, corregir ese grave déficit de Estado, que es lo que demandan la mayoría de españoles: impedir que la educación siga instigando el secesionismo y el odio a España; que la seguridad no quede en manos de quien podría volver sus armas contra el Estado; que TV3 y otros medios públicos dejen de estar en manos del talibanismo soberanista.
       Pero la actuación de los partidos, que con frecuencia han cambiado la persecución del interés general por los propios de cada uno de ellos, hace temer que el derrotero que tome esa modificación constitucional sea el contrario al que demandan los ciudadanos: la política de apaciguamiento, ceder lo que sea para que el tinglado dure unos años más, buscar la aquiescencia de los rebeldes. El abismo.



viernes, 24 de noviembre de 2017

La OPINIÓN de Javier Pipó

LA AZOTEA

EL TRIÁNGULO (y II )
23 de Noviembre


       
        Recién cumplidos cuarenta y dos años de la muerte del General Franco, cubriendo con su poder autoritario otros treinta y seis de la Historia española, volvemos al inicio del proceso con su nombre y memoria inútilmente innombrables. Y sin embargo, nuevamente en agobios descorazonadores al mantener sin resolver ni la estructura del Estado y la distribución de su poder, ni la propia esencia de la Nación y su futuro. Volvemos a los mismos sentimientos encontrados de hace un siglo. Es la rueda permanente de volver a empezar cuando parece se acerca el llegar.

        A pesar del gozo colectivo, la ilusión esperanzada que supuso la Constitución del 78, sabemos llevaba en su seno la semilla de la discordia para ocupar, seguramente, este primer cuarto de siglo XXI. Ya advirtió el Profesor Cruz Villalón que se había operado una “desconstitucionalización”de la estructura del Estado, al permitir sin modificación formal, lo mismo un Estado unitario que unitario pero descentralizado, que sustancialmente federal que incluso ir más allá, para instalarse en fórmulas confederales. Es decir, un modelo tan abierto e inacabado que podría devenir en casi diecisiete Estados en continua insatisfacción; en estado de ebullición permanente ya sea por el proceso acelerado de descentralización, que desdibuja hasta límites intolerables el Estado Nación y su soberanía, que confundiendo, duplicando o triplicando las competencias de poderes territoriales superpuestos, que reclamando financiación debida o indebida y exigiendo hasta el aburrimiento alucinadas deudas históricas o inacabados agravios comparativos. Y además, el nacionalismo. Ese virus destructivo, letal y arrasador en dos ocasiones de la Europa de las patrias y que permanece vivo, realimentado tras treinta y nueve años de constitucionalismo de destino común. La existencia de nacionalismos interiores, tal como tiene estudiado el Profesor Blanco Valdés, es la nota diferenciadora del federalismo de facto español respecto de otros federalismos, salvo el belga; de ahí seguramente la comprensión mostrada para el pobre desenlace del proceso catalán.    

        Miren, finalizada esta primera parte de la parodia catalana - conducida por ilustres tuercebotas solo podía concluir en comedia bufa - viene la fase trascendente de reparar al menos temporalmente, los enormes agujeros ruinosos de una vieja Nación a punto de derrumbe. Y eso es tarea titánica, a primera vista, imposible. El fracasado golpe de Estado está excesivamente cercano y sus consecuencias aún desdibujadas porque la aplicación del artículo 155 ha quedado rebasada tras la aparatosidad inicial, salvo la acertada destitución fulminante del gobierno golpista. Las elecciones fueron convocadas tan inútil como atropelladamente y los resultados se adivinan cada vez más inciertos; una nueva victoria del totalitarismo nacionalista llevará la situación, seguramente, a un callejón sin salida. Y poco se debe esperar de los socios europeos que se debaten entre la invasión migratoria agobiante y la presencia incontestable de una extrema derecha que como aquí la extrema izquierda comunista exigen más Estado y menos libertad. De manera que no queda sino esperar de la sensatez patriótica de nuestra clase política por si lograran reconducir la situación y chapucearla otros veinte o treinta años – la solución definitiva no existe, ni teóricamente- encajándola en una Europa a salvo del nuevo rapto que padece.

        Pero claro dicho así resulta visión optimista, casi ingenua o angelical. El progresismo, en cualquiera de sus versiones, siempre se encuentra empeñado en desconocer lo conocido y fomentar lo desconocido; como visión utópica es la mano que mueve la rueda continua de la historia. El socialismo marxista, que no la socialdemocracia, y no digamos el comunismo, es ideológicamente dogmático, tácticamente relativista y políticamente estatista. Por su parte, el nacionalismo cree encontrar siempre en la Historia su legitimidad política y para ello no duda en falsificarla hasta fusionarla en sus ensoñaciones. La presunta derecha liberal que nos gobierna, busca el poder y la inspiración en la contabilidad nacional, careciendo de los valores y principios definidores del moderno liberalismo. Al final, la codicia la arrastrará fuera del poder y con las cuentas sin cuadrar. Su posible falta de protagonismo en la vida nacional, dejará el futuro pendiente del azar. Una tragedia.

        Ya ven la desvergüenza y desenvoltura con que el Ministro de Hacienda ha defendido en el Parlamento de la Nación el nuevo retoque al Concierto Vasco y la consecuencia derivada de un nuevo Cupo tramposo, injusto, privilegiado e insolidario hasta el enunciado. Y dejan solo a Rivera que ha tratado demostrar que estando basado en la CE – no parece sea modificación prevista- el cálculo traiciona su espíritu, el del Estatuto y el de la propia Ley del Concierto, sistemáticamente burlada en perjuicio del Estado. De manera que cada vez resulta más dominante ese triángulo de nacionalismo- todos los nacionalismos- socialismo democrático o no y esta derecha desnortada y ambiciosa, en busca de una reforma constitucional que llevará a la Nación al borde del abismo y la recesión económica. Tras las inútiles elecciones catalanas – cuatro en cinco años- y puede que cercanas generales, quedarán ensanchados los vértices del triángulo. Es la erótica del poder. Seguramente quedará fuera C´s, es la esperanza. Pues ojalá.             




jueves, 16 de noviembre de 2017

LA OPINIÓN DE JULIAN DELGADO

Artículo que será publicado por el Diario de Mallorca “Última Hora” el próximo día 18 de Noviembre

El COLAPSO
Julián Delgado. Escritor


        Ese delirio exacerbado, esa patraña urdida para destruir el Estado desde el mismo Estado y con recursos del propio Estado, ha tropezado con el muro de la realidad y ha saltado hecho añicos. El procés, una aventura irreal dirigida por un líder menor, por un talibán con el independentismo como única base ideológica, guerrillero simbólico con ribetes infantiles de esa creencia, con alcaldes tribales bailando a su alrededor con las varas a modo de lanzas en la selva de la fantasía soberanista, ha colapsado.

        Encuadraron a sus legiones con embaucadores profesionales, fanáticos,  oportunistas subvencionados, caraduras corruptos, extremistas nihilistas y las han despeñado por  el abismo. Una tropa de creyentes de buena fe, ilusionada, comprometida, unida en un anhelo romántico que consideraban legítimo, a la que se había incendiado las entrañas, sus más profundos sentimientos. Huestes devotas de una religión tan falsa como la del  Palmar de Troya, a la que previamente sometieron a la más implacable y grosera propaganda a cargo de los tóxicos medios de la Generalitat convertidos en máquinas obscenas de sectarismo, en los que la mentira y el cinismo se daban la mano, a la que han utilizado para hacer bulto en los actos rituales dignos de las más excelsas ceremonias del totalitarismo; para que sacaran a sus hijos a la fiesta envueltos en banderas y consignas; para componer cadenas sin saber, ellos, que lo que les estaban encadenando era la razón.
 
        La independencia unilateral era un objetivo imposible. Carecía de base social suficiente, era un proyecto excluyente y regresivo que se quería imponer a una sociedad plural y democrática. Se hacía contra la voluntad del Estado, que estaba obligado a utilizar todo los recursos del poder para evitar su propia destrucción. Y contra la Unión Europea, que nunca entendió como a esta altura de la historia se ponía en marcha tal movimiento desestabilizador, reaccionario, cargado de mitos y anacronismos.    


        Volverán a ganar las elecciones. Es lo más probable. Pero no cabrán  ya las mismas mentiras. Nadie, salvo los más fanáticos, volvería creérselas. La DUI no se podrá volver a prometer como objetivo. No habrá otra senda transitable que la constitucional.

domingo, 12 de noviembre de 2017

La Opinión de Javier Pipó

La Azotea


EL TRIÁNGULO

12 de Noviembre 2017


        Decía Joaquin Costa, con verdad, que el que tiene la llave del estómago tiene la llave de la conciencia. Y algo de ello debieron pensar estos histriónicos patriotas del 3% cuando llegado el momento de rendir cuentas de alguna de sus fechorías prefieren aguardar mejor momento - al fin el nacionalismo no pasa de estado de ánimo – para encontrar una ruta que conduzca desde la nación sin Estado al Estado nación: un territorio, un pueblo, un caudillo; aunque el pobre Puigdemont, perdido hasta el caudillaje se exilie de cantamañanas en Bruselas.

        Pero el mundo nunca será seguro para la democracia, tal como advertía Chesterton y menos en Europa, a pesar de estos más de setenta años de paz y libertad donde el consenso socialdemócrata logró sustituir el obrerismo por el hedonismo en sociedades de la abundancia, el descreimiento, el nihilismo y el relativismo, con renuncia hasta de sus raices cristianas. Así, lograron los mercaderes derrotar a los filósofos, pero pronto aquellos se debatirán nuevamente entre fascistas y comunistas; mismos collares para distintos perros con el mismo amo: el Estado. Ya veremos si unos y otros y los de más allá, no sucumben ante la invasión silenciosa del dogmatismo teocrático islamista. Es el desolador panorama europeo que ya perdió hasta el paraguas yanqui para pasar a objeto de deseo ruso y asiático.

        Y España? Pues tras cuarenta años de prosperidad y democracia también como Europa, y tan perdida como ella en principios y valores, de nuevo replanteándose su propia esencia como Nación en una carrera alocada de vaciamiento inconsciente del Estado, armazón indispensable de aquella. Viviendo una cesión constante de soberanía en aras, por una parte, del supranacionalismo europeo y de otra, del encogimiento ante los ataques continuados y sin fin de los nacionalismos periféricos y reaccionarios que van consiguiendo sucesivos y profundos procesos descentralizadores que ponen en solfa el Estado-Nación para pederse en desdibujadas e imprecisas formas multinacionales – como pretende Sancheiglesias- poliétnicas o posnacionales. Un desastre cuyos efectos comenzarán a sentirse incluso con anterioridad a la consolidación del disparate.

        Es verdad que el modelo de Estado difícil y a duras penas diseñado en la Constitución, está inmerso en crisis de solvencia de carácter irreversible porque su raíz es estructural. Pero el régimen del 78 que trajo a esta atormentada Nación los mejores, más productivos y densos años, de los últimos quinientos, donde el progreso, la libertad y la democracia han florecido quizá como en ningún rincón de occidente, no puede quedar al albur de una clase política carente de los atributos de virtud, necesidad y fortuna que Maquiavelo exigía de los gobernantes; dirigentes prescindibles, ambiciosos y sin escrúpulos donde abundan los tuertos y el ciego resulta revolucionario. Sin embargo parece que el proceso está en marcha. Y también imparable porque la operación es de envergadura, ya digo y reitero, quizá a tres bandas, donde la Constitución es el obstáculo a derribar o cuando menos a desfigurar de tal manera que resulte irreconocible, incluso para quienes juramos cumplirla y defenderla y nos cupo el honor inmenso de transmitir su espíritu y contenido a nuevas generaciones de servidores públicos.

      Ya digo, el alambicado pero protector y prudente procedimiento de reforma constitucional, previsto en el Titulo X, no será barrera para su modificación. Ya se está diseñando un procedimiento que aligere a tope tanto impedimento de quienes pusieron la Constitución al servicio del neoliberalismo capitalista, opresor y franquista. Y claro, aún no siendo la Corona titular de un Poder del Estado, salvo que se entienda por este – como dice Jorge de Esteban- un Poder Moderador, descrito en el artículo 56, “arbitrando y moderando el funcionamiento de las instituciones”, se intentará desaparezca de la definición de forma política del Estado que dice el artículo 1,3. Intentarán pues convencer a la mayoría que lo representado por la Monarquía no pasa de imposición de la dictadura y los poderes económicos. Con razón decía Augusto Comte que la monarquía constitucional y parlamentaria es forma precaria, como solución provisional previa a la república. Un cambio más de los muchos que se esperan para tratar de subsanar los errores de la distribución territorial del poder. Y aunque mal, lo expresa esa calamidad con forma de Ministro de Exteriores de España, cuando habla de  la necesidad de cambiar la CE para acomodar las aspiraciones de parte de los catalanes. Preciosismo diplomático. Pero es mucho más que el quiste catalán porque otros territorios esperan sumarse a uno de los vértices del triángulo, incluso los que confían en  un cambio de sistema.

        Pero no crean, la parodia del process ha terminado en chascarrillo, tras burlarse del Estado, sus instituciones y poderes. Y el papel del Gobierno con su aplicación flipante del 155, pues adecuada para no irritar a los socios que se adivinan. Ya lo dice otro estadista como Zoido: “no es el día para caer en provocaciones”. De manera que para la historia queda cómo la impunidad de los golpistas no puede incitar a que la fuerza del Estado en defensa del orden constitucional, se use como respuesta a tan insignificante provocación. Debería deducirse que la urgencia en convocar elecciones – para nada previstas en el citado artículo- cuyo resultado resulta previsible, es la excusa perfecta para intentar un cambio de Constitución y si se puede, de sistema, también urgente. Los tuercebotas en prisión o huidos, un mero instrumento; siempre nos queda la amnistía. Sigo a Tocqueville en que nada es más duro que el aprendizaje de la libertad.        

  

jueves, 2 de noviembre de 2017

La Opinión de Javier Pipó

 La Azotea

EL EPISODIO CATALÁN
2 de noviembre 2017



        Resulta descorazonador comprobar que un sistema tan democrático como capaz en su defensa de llegar, por métodos extravagantes, hasta la autodestrucción; con instituciones inclusivas y razonablemente transparentes y con una estructura de representación que aún con sus imperfecciones viene a cubrir la inmensa mayoría del arco ideológico, pueda llegar a degradación tal de su vida política como para contemplar un episodio dramáticamente chusco como está resultando el proceso de la independencia catalana. Golpe de estado a cámara lenta inédito en la historia europea.

        Es verdad que la representación resulta asimétrica en todos los Parlamentos autonómicos; es decir, presencia de la izquierda y derecha democráticas, socialdemócrata o liberal, casi desdibujando sus perfiles hasta la confusión en el fondo y en las formas, en circunstancias no excepcionales. Y luego un exceso de peligrosos enemigos del sistema representativo y democrático, a cargo de una oleada incontenible de extrema izquierda populista y comunista/castrochavista, en el más variado e insoportable pelaje del látigo exterminador de la libertad. Esquema no correspondido en el extremo opuesto de la extrema derecha, nazifascista o simplemente autoritaria, pero tan amante como aquellos del Estado totalitario, en paraísos de democracia orgánica o popular.

        Y esa desigualdad se ve incrementada en el CD por la presencia excesiva de nacionalistas de uno u otro territorio siempre atentos al privilegio o a la presión del soberanismo, invitados de lujo, durante cuarenta años, a la conformación de unos u otros Gobiernos nacionales. Y casi innecesario referir parlamentos como el catalán, otrora liderado por una burguesía culta, europea y amante del progreso que luego se revolvió avariciosa y trincona hasta entregarse de cuerpo entero, a salvo el botín del saqueo, a los restos degradados de la clase dirigente, siendo Puigdemont el último eslabón del envilecimiento. O a la turba de republicanos también de izquierda, y otros enemigos del sistema etiquetados de comunistas de nuevas y curiosas adscripciones independendistas. Mezcla explosiva de soberanismo sedicioso imposible de prosperar, de no mediar un Estado extremadamente débil en su capacidad de liderazgo, en su ordenamiento jurídico y en sus instituciones, dirigido por una clase política meliflua, melosa, ajena al más elemental patriotismo y cercana al contenido envenenado de los predicadores del diálogo exterminador de intereses nacionales y del pasteleo en despachos propicios a la traición y el intercambio.

        ¿Podemos pues sacar conclusiones del chusco episodio catalán? Seguramente es pronto para un acontecimiento que traspasando los límites de la actualidad, sin duda ocupará alguna página no precisamente gloriosa del régimen del 78. Pero miren, alguna si podríamos relatar, por ejemplo, la forma de abordar el Gobierno de la Nación la sedición planteada. Siempre considerando que aquel es el primer guardián del Estado, a quien la Constitución tiene confiada la defensa del ordenamiento constitucional completo; capaz de ejercer la razón y la fuerza democráticas para abortar de raíz cualquier atentado al orden jurídico que haga perder la confianza de los ciudadanos y las instituciones sociales tanto en el Estado como en la Constitución, al poner en riesgo la paz social. Por eso, la aplicación del artículo 155 CE ha resultado el mínimo exigible, aunque en absoluto suficiente – efectista, eso sí - máxime en su versión descafeinada.

        En consecuencia, si hubiese de juzgar la actuación del Gobierno Rajoy haría referencia al éxito en las medidas iniciales adoptadas como la disolución del sedicioso Parlamento y el cese de los miembros golpistas del Gobierno, con el traidor y cobarde Puigdemont a la cabeza o el cierre de las embajadas pitiminí. Pero desde luego, lamentable la decisión del Ministerio fiscal de impedir la imputación de los diputados juramentados en la sedición o permitir la continuación de radiotelevisión pública catalana, injuriosa y propagadora de odio antiespañol. Y cómo no, enormemente discutible la convocatoria de elecciones para el mes próximo de Diciembre. Una jugada de riesgo casi total porque todo apunta a que el victimismo de los valientes golpistas puede mantener idéntica la composición del rebelde Parlamento. Y claro, no se sabe si de esa jugada, seguramente a tres bandas, se deriva la satisfacción del Gobierno de la Nación a que el delincuente golpista Puigdemont concurra como candidato, según su pobre y feliz Ministro Portavoz.

        Así pues, del previsible statu quo parlamentario debería derivarse la inmediata dimisión de Rajoy y la convocatoria de Elecciones Generales. Pero a nadie se oculta la situación de inestabilidad añadida a un escenario que representaría el fracaso total del Estado de las Autonomias, su sistema de financiación, el régimen electoral general y la actuación de un Gobierno incapaz incluso de restituir al ordenamiento penal los delitos contemplados en los artículos 505bis, 521bis y 576 bis establecidos en la reforma Aznar de 2003 y penosamente derogados durante la nefasta Presidencia de Zapatero en 2005. De manera que Rajoy habrá de ser juzgado por los resultados del proceso aunque encuentre el apoyo total de la opinión pública en las medidas adoptadas a regañadientes en la aplicación descafeinada del artículo 155. Tras las elecciones del 21D comenzará una nueva fase donde es posible casi de todo; desde una nueva Constitución conteniendo una España como nación de naciones a una reforma en profundidad que desnaturalice su contenido, su espíritu, sus valores y hasta el procedimiento para su reforma. Y los Presupuestos 2018 sin aprobar y el prestigio internacional tan difícilmente ganado, en retroceso. Son consecuencias temibles del penoso episodio catalán. Por eso, reivindico con Ortega el derecho a la continuidad y temo al progresismo de los incapaces que llevan decenios profundizando entre la semántica y la verdad.      

             

La Opinión de Julián Delgado

Artículo que será publicado en el Diario “Ultima Hora” de Mallorca el próximo día 4 de Noviembre


¿Qué hacemos con el odio?
Julián Delgado. Escritor

        En un programa de TVE, el pasado domingo, se preguntaba a los televidentes cuál era el factor que más les preocupaba de la situación actual de Cataluña. El primero fue el odio, que triplicó de sobra al segundo. Es el cultivo sistemático del odio a todo lo español, considerado el causante de todos sus infortunios. Esa fuerza legendaria, esa pasión incontrolada perturbadora del alma, atroz, excitante, adictiva, la venganza del cobarde, la única pasión que sobrevive a la esperanza, ha servido como sustancia básica al núcleo duro del procés, que ha vivido envuelto en una inconsciente espiral de odio que hace perder toda posible objetividad sobre lo odiado. Tiene su origen en el etnocentrismo y el narcisismo colectivo, tendencias que llevan a los grupos sociales a interpretar la realidad a partir de sus propios parámetros culturales y a considerar la propia identidad como superior. Esta característica supremacista del movimiento separatista catalán exige un antagonista amenazante y lleva a la xenofobia. Es difícil de arrancar del corazón, a veces se transmite y es contagiosa.
        Sabemos que la acción del odio consiste en una serie de frecuencias que van desde el deseo de destrucción del odiado a su destrucción efectiva. Ese odio es una forma bárbara, arcaica de alivio y de consuelo, llega a ser incluso placentera, por eso hay personas que lo siguen alimentando, se hacen dependientes y lo convierten en base de su identidad. Mientras esté entre nosotros será causa de una permanente aflicción.
        Pero ¿por qué odian los separatistas? Las diferencias que el procés ha construido a base de mentiras, ficciones, mitologías y delirios engendran odio. Con ellas han conseguido que una buena parte de la sociedad considere que España es una amenaza para la integridad de una parte decisiva de su identidad. El odio en este caso tiene carácter de ataque, un ataque de una batalla que no se puede ganar y por tanto no se puede iniciar más que cuando el sujeto odiante pierde del todo el sentido de la realidad de lo que no debe ni puede hacer.

        La forma de enfriar el odio es con más democracia, más progreso, más libertad, más solidaridad. No hay nada que corrompa más a un pueblo como la costumbre de odiar (Manzoni).

jueves, 26 de octubre de 2017

La Opinión de Javier Pipó

La Azotea

DESPUÉS DEL JUEVES
26 de octubre 2017

       
        Pues ya digo, el sainete catalán entre cómico y dramático, es en efecto un intermedio desde la representación constitucional del 78 - que entre trancas y barrancas hizo del paisaje español un paraíso de progreso y prosperidad equiparable a los más avanzados del mundo- al bodrio infame que nos preparan para salir del atolladero en que ellos mismos nos metieron por cobardía, traición y huida de la decencia pública.

        De manera que el Gobierno de España necesita la bendición de un cantamañanas de la política, gamberro institucional como Sancheiglesias; de la venida en tromba de gerifaltes europeos; del llamamiento del Rey al filo de los deberes de su Corona en riesgo o de la salida masiva de ciudadanos a las calles de las ciudades en busca del arca perdida y de los valientes empresarios a otras ciudades de España cuando ven peligrar la subvención al acercarse la subversión, para que terminen la reunión y decidan, dando un grito desgarrador de, ahí va el artículo 155 de la Constitución. Y el grito se contiene en los 19 folios del Acuerdo del Consejo de Ministros del día 21 de Octubre. Y todos respiramos tranquilos porque al fin nuestro Gobierno que mayormente juró defender, cumplir y hacer cumplir la Constitución, sería fiel a su juramento y a los españoles; los que lo votaron y los que no.

        Pero Don Mariano ya nos pareció el día anterior como ido, desplazado en aquél escenario del Campoamor, poeta del realismo literario español, isabelino y conservador como él, creo. Porque ante el alarde verbal del Rey o los contenidos exultantes y europeístas, democráticos y alentadores de los líderes europeos, el ánimo del Presidente parecía bascular entre el subidón por lo que firmaría al día siguiente y la esperanza en que su segunda, Doña Soraya, Abogada de Estado a ratos, le diera oportunidad de aflojar los cinco grupos de medidas por aprobar. Ojalá – quizá meditaba- pudiera encontrar la fórmula de aplicar un 155 light que fuese capaz de contentar a los propios separatistas, como a nacionalistas cercanos a la rebelión, llámense vascos, gallegos, valencianos o los otrora moderados catalanes, y desde luego al socialismo de ida y vuelta que un tal Sánchez pasea por los medios en función del día.

        ¿Y lo han conseguido unos y otros? Pues miren, el Gobierno ponernos contentos un rato pensando que al menos teníamos un equipo de valientes, capaz de salir de los pliegues de las puñetas judiciales. Los separatistas de aquí y de allí plenamente, porque han puesto patas arriba el Estado, con insultos y desprestigio internacional, sabiéndose fuertes con el apoyo de los comunistas de dentro y de fuera, incluidos algún robaperas de la ONU y aledaños. Los socialistas largocaballeristas, catalanes o no, capitaneados por un tonto útil de postín como Sánchez, dando tumbos de zascandiles sin saber qué decir, ni cuándo, pero muy contentos con sus sucesivas aportaciones a eso de la nación de naciones. Y claro, queda la parte no encanallada de la sociedad, sin más recurso que salir del estruendoso silencio a mostrar su presencia con contundencia, reivindicando quedar liberada del peso insoportable de la idiocia en que se convirtió la vida política nacional.

        Pero enseguida descubrió el Gobierno que la solución para no hacer nada era conseguir que el M.H. President convocara elecciones. Y eso se convirtió en principio a expandir. Ahí tienen a la Portavoz socialista en el CD- magistrada ella- diciendo que de convocarse elecciones carecería de sentido la aplicación excepcional del artículo 155 de la CE; como si la excepcionalidad no estuviera en el asalto al orden constitucional y no en la aplicación ordinaria del Texto Constitucional. Pero como aún no se sabe si Cataluña es independiente por “declaración” no declarada o por “proclamación” no proclamada o por manifiesto de los abajofirmantes o porque lo diga o no lo diga su Presidente, pues resulta temerario adoptar medidas tajantes que luego se pueden mostrar indebidas. Un lío, un follón. Entonces inventan invitarlo al Senado por si tiene algo que decir, o que reprochar o para permitirle dar un mitin histórico insoportable o incluso alguna alegación de arrepentimiento; porque puede rectificar, ya ven. Y a estas alturas les rechaza ir por aquello de ir para nada; y los deja reunidos a los pobres. Y claro, inocentemente cualquiera se pregunta si las elecciones en Cataluña pueden hacer avanzar el desaguisado en alguna dirección. Y no lo parece ni lo cree nadie porque el resultado puede ser el mismo de las anteriores o peor para los intereses nacionales, porque no siempre la mayoría lleva razón.

        Pues nada a perseverar en este espectáculo tragicómico con dos salidas convergentes. Si se proclama la independencia o así, pues a preparar la cartera nacional para aplastarla en dinero y privilegios. Y si casi no se declara, pues a preparar la misma cartera para inundarla de afectuosos privilegios, en este caso negociados. Y las demás Comunidades a verlas venir en tensión insoportable, reclamando eso de la solidaridad interterritorial y la igualdad de los españoles en el territorio nacional; o la independencia modelo catalán, para las aspirantes que no son pocas. Otro lío, otro follón. Y como la Constitución apenas está vigente y mucho menos en Cataluña de donde el Estado desapareció hace años, pues se cambia la Constitución. Al fin es una Constitución franquista al servicio de la oligarquía neoliberal y contraria a los intereses de la clase trabajadora. Y para ello no hará falta el alambicado procedimiento previsto en el artículo 166 y siguientes de la vieja Constitución del 78. Con el resultado favorable de unas muy próximas Elecciones Generales, se podrá chapucear la reforma siguiendo la puerta abierta por la reforma del artículo 135, ahora hizo seis años. Un primor de constitucionalismo el que nos espera. Al final, quizá lo único cierto es que tras el jueves llegó el viernes. O sea.         


jueves, 19 de octubre de 2017

La Opinión de Julián Delgado

Artículo que será publicado por el Diario “Última Hora” de Mallorca el próximo sábado día 21 de Octubre


EL PODER DE LA MENTIRA
Julián Delgado. Escritor



        La mentira es algo consustancial al nacionalismo para su propaganda política, su arma de guerra, la gran herramienta, que, exaltando los sentimientos colectivos, se utiliza para manipular las emociones de las personas y las convierte en masa sin capacidad para razonar y discernir. Su  poder y eficacia, como dice O. Brox, acaba convirtiendo la verdad en algo metafísico, inalcanzable, más bien inexistente. La producción constante de mentiras hipertrofiadas que halagan las pasiones se utiliza, también, para justificar todos los desmanes, hasta el crimen político más grave: la rebelión.

          Años de patrañas y adoctrinamiento impartidos por los apóstoles del credo nacionalista, junto con el control y la mezquindad mediática, hacen que las mentiras más burdas y desvergonzadas sean creídas y seguidas. Los totalitarismos descubrieron hace años que para que la mentira tenga éxito tiene que dirigirse a la dimensión emocional o instintiva y no a la intelectual, para que ésta no pueda contradecirla. Por ejemplo, la divulgación de la fotografía de la mujer que denunció falsamente que el 1-O la policía le había roto los dedos, va directamente al centro emocional, es procesada como brutalidad y dolor e inspira compasión y condena. Pero la mentira no se sostiene por sí sola, se la debe adornar para hacerla creíble  y, a la vez, distorsionar la verdad objetiva y debilitarla. En este caso, se aderezó con el detalle cruel de que los dedos se los partieron uno a uno, de lo que se infiere el sadismo de la policía y el despotismo del Gobierno español. De esta manera, la espectacular mentira abre los telediarios y ocupa las primeras páginas de los periódicos. La verdad, si es que aparece, suele hacerlo tarde y queda sumergida en el pantano de la duda; cualquier intento posterior de evidenciarla es ignorado o despreciado.

          La mentira exige vincularse a una verdad manipulada; los hechos influyen menos sobre la opinión pública que las emociones o las creencias, de tal forma, que la verdad se convierte finalmente en un factor irrelevante. Los embaucadores, víctimas de sí mismos, acaban creyéndose sus propias falacias.

  
         El fruto ácido del gran poder de la mentira es la amarga crisis que estamos sufriendo. 

lunes, 16 de octubre de 2017

LA Opinión de Javier Pipó

La Azotea

HASTA EL JUEVES
16 de Octubre 2017

       
        Es verdad son días de una información/desinformación abrumadora y como resultado, la mayoría no encanallada de esta Nación está saturada de mensajes contradictorios, análisis interesados y sesudas teorías sobre lo que ahora parece viene a chapucear una situación tan indescriptible como insostenible. Por eso poco puede aportar este opinador aficionado que desde hace algunos años viene predicando en el desierto de la insignificancia, sobre la descomposición de un modelo tan artificial como vulnerable que ahora hace aguas por casi todo su perímetro, entre los lloros de plañideras falsas, inoportunas y desubicadas.

        Miren, el pròcess está resultando previsible para cualquier observador incluso no experto; ridículo pero eficaz en su resonancia nacional e internacional y demencial en las consecuencias que comenzarán su afloramiento incluso en el corto plazo. Claro, está conducido por bandidos, actuando en la más completa impunidad, sin detener, sin juzgar por las fechorías anteriores, de años, y revestidos por elección directa de un pueblo que debidamente adoctrinado se comporta en sus decisiones de forma aborregada y suicida. Es el declive de una democracia de la que ya no queda ni el sistema de representación – necesario pero en absoluto suficiente en las democracias liberales occidentales- capaz de llevar al poder a personajes como Hitler para luego lamentar la instauración de un totalitarismo arrasador. Ya ven la parodia del referéndum cuyo resultado triunfante era conocido incluso antes de su convocatoria o su innecesariedad, también sabida por quienes lo montaron para proclamar la secesión; como tampoco se necesita el Parlament, ni los Diputados reunidos en Asamblea. Es decir, es la rebelión contra el Estado desde el Estado mismo con su representante al frente, en una alocada carrera por llegar a constituirse en poder constituyente, derribando, ridiculizando y mofándose del poder constituido. Y además, exigiendo la financiación dialogada del proceso hasta la culminación, con uso descarado de sus Instituciones y su formalismo jurídico. Una vergüenza nacional; un desafuero a estudiar detenidamente por politólogos, expertos en sociología política y servir para la investigación de la ciencia política y de tesis en las doctorales futuras de amantes de la Historia de España.

        Pero no crean que terminó. La obra dramática en varios y variados actos que viene desarrollándose durante los últimos años en Cataluña y España, puede terminar en sainete y no precisamente jocoso. Y será como siempre a nuestro cargo, a cargo de la mayoría silenciosa, hace tiempo silenciada, por una clase política voraz y corrupta, ambiciosa, torpe e ignorante hasta la náusea. ¿O acaso alguien sesudo puede entender el galimatías en que ha convertido el Gobierno de la Nación el exigible reproche – desde luego penal- a cuantos han participado en el golpe sedicioso contra el orden constitucional? Pues ahí tienen a la Abogada del Estado en funciones de Vicepresidenta diciendo que si en 72 horas no se vuelve a la normalidad se verán obligados a aplicar la Constitución. Es como si aplicar la Constitución fuera el castigo necesario contra los golpistas. Y eso tras preguntarles, en escenas que quizá Gila habría bordado con mayor preciosismo, si ya dieron el golpe; y nada de perífrasis: sí o no. Estos del Gobierno lo quieren muy clarito porque si no se lían y no aciertan en lo que realmente interesa a los españoles. Y claro, Puigdemont se puso perifrástico y tuvieron que ampliarle el plazo. Y los Pujol y Mas en la calle y Trapero que le dice a la Audiencia Nacional que puede declarar – si quiere- con pistola o sin ella, aunque eso sí, le retiran el pasaporte. Y el ridículo se internacionalizó. Y la prima de riesgo aumentó; y el PIB disminuyó. Y esperando hasta el jueves, aunque no sepamos de qué semana.

        A uno asiste el derecho a preguntarse si los golpistas catalanes no estuvieran dirigidos por comunistas, los más harapientos y miserables de Occidente, sino por la pujante extrema derecha de corte fascista que comienza a enseñorear Europa, se habría tenido la consideración de exquisitez democrática para taponar la brecha. Si habría gozado de la equidistancia milimétrica con los planteamientos de los sediciosos; si habrían surgido tanto cantamañanas internacional y nacional en defensa del diálogo sin palabras que se exige del Gobierno de la Nación. Si se habría evitado la presencia constitucional del Ejército o se habría mantenido acantonada la varias veces milenaria Fuerza de Orden Público. Por supuesto que no. Porque se acepta que el modelo de dictadura comunista es moralmente superior al de la dictadura fascista; como si al que la sufre no le resultara indiferente; como si los asesinados por unos y otros tuvieran comparación numérica o el tiempo de permanencia de ambos sistemas, dañando el progreso y la libertad fueran equiparables. Es igual porque a partir de ahora, sin esperar al jueves, la puerta de la rebelión se abre para el Pais Vasco, Galicia o el resto de los países catalanes. Es cuestión de tiempo y desgobierno.                      

        Y dejaremos para después del jueves el comentario sobre el diálogo negociado a punto de comenzar, sobre la reforma constitucional que se pretende, con Iglesias como artista invitado y su ayudante de dirección Sancheiglesias como aspirante a estadista posmoderno. Recuerden el Titulo X de la Constitución vigente y queden preparados para asistir a su actualización, permitiendo una constituyente mejor adaptada a los felices años veinte, del siglo XXI. Ya está bien de Constitución del 78. Después del jueves.



viernes, 6 de octubre de 2017

La Opinión de Javier Pipó

LA AZOTEA


LA VÍSPERA (y II)
6 de Octubre 2017


      En la fecha de mi última Azotea también nos encontrábamos a la espera, en víspera de lo que luego resultó una brillante revuelta o levantamiento popular. Y ahora igual, en la víspera de la consumación del más pintoresco, chusco y estúpido golpe de Estado que jamás presenció Europa, ejecutado por la pandilla de robaperas más descarada e impresentable de nuestra agitada Historia, esperando una vez más. Con preocupación y miedo, como Roig, que terminará llevándose mercadona a Suiza. Y el verano de sanmiguel o de quien sea, apretando, y la pertinaz sequía tan contumaz como siempre. De manera que parece una situación asemejada al prodigioso destino de esta Nación, vivir permanentemente la víspera de un futuro que nunca llega.

          Lo que a mí sí me llega y me avergüenza, es la chapuza de unas fuerzas de seguridad estatales humilladas, acosadas y perseguidas por las calles oscuras de la Cataluña del odio. Sin una sola detención que contar; acusadas con ignominia de masacrar a los valientes demócratas de la independencia que circulaban a sus anchas, protegidos por la traidora guardia mora de la cuadra de Puigdemont. Menudo éxito el despliegue de no sé cuántos miles de nacionales; primero hacinados en barcos y luego desplegados ridículamente para ser insultados y pisoteados por la turba maloliente del pròces. Pues no lo olvidaran y nosotros tampoco.

      Y también me avergüenza, porque a la vista está, cómo aún no fueron detenidos y encarcelados los autores materiales del golpe; el Gobierno catalán completo, con su President a la cabeza; y la del Parlamento con su Mesa y los activistas de Òmniun Cultural o la ANC o Trapero y sus ayudantes en la delincuencia, a punto de ser condecorados por los patriotas del Ministerio del Interior. Y como siempre, el Consejo General del Poder Judicial, callado ante tanto desafuero. Y los fiscales, que fueron apartados en un gesto más de soberbia judicial que de eficacia en la investigación e inmediato enjuiciamiento, ¿dónde están?

     ¿Y el Gobierno de España? Pues reunido y no se les puede molestar hasta que concluyan. Y tiene que salir el Rey – defendiendo su Corona que es la nuestra, en riego, que es el nuestro- a lanzar un mensaje quitamiedos y patriótico hablando de la imposible rebelión; porque la libertad se aposenta en instituciones que sostienen la democracia. Y no hay democracia sin imperio de la Ley y sin separación de Poderes que deben ejercer la fuerza de su razón o las razones de su fuerza. Pero en esta hora de vergüenza extendida nuestra clase política permanece agazapada tras los códigos de la legalidad, releyendo los sesudos dictámenes del Consejo de Estado o de la Abogacía del Estado. Y ni siquiera les avergüenza que sea el Rey, símbolo de la unidad quebrada del Estado y de su permanencia ahora en riesgo, quien gozando solamente de un poder moderador y arbitral, deba instarles a ejercer sus funciones y poderes. Y sale a responderle con soberbia e impunidad el capo de la rebelión, en papel de jefe facineroso, persistiendo en la rebelión constituyente, haciéndole la concesión de una mediación europea. La vergüenza densa a tope el ambiente viciado que se respira.

       Y claro, aparecen múltiples mediadores de tres al cuarto aburridos cada cual con su causa. Ahí tienen a Iglesias, el iluminado poeta del totalitarismo comunista o castrochavista, qué más da, ofreciéndose como mediador de la internacional, sin mencionar y sin sentir vergüenza de coincidir con la otra internacional del totalitarismo fascista o neonazi, como se ha visto en el Parlamento europeo. Pero le da igual, solo le interesa demoler el constitucionalismo del 78 para iniciar otro proceso constituyente más cercano al socialismo real, con Sancheiglesias a la cabeza, provisionalmente. O para mediación desubicada, la pretendida de la Conferencia Episcopal, tras su vergonzoso comunicado – modelo pitiminí – de hace pocas fechas. ¿No tienen otra cosa que mediar estos monseñores? Pues les señalo el cisma de la Iglesia catalana o el todavía no resuelto de la Iglesia vasca que en breve dará que hablar o la extensión por media España del relativismo reinante o el nihilismo avasallador que nos invade o el paganismo triunfante que nos azota. ¿Tan aburridos están o es que no se enteran?


        Pero también me avergüenza el panorama de los partidos políticos que serán quienes presenten una solución cuando finalice este vendaval de idiocia colectiva. Pues para asustarse porque la Constitución puede terminar destrozada al tirar cada cual para para su miserable choza. Y eso ocurrirá inevitablemente cuando el valiente y decidido Gobierno Rajoy termine su reunión y aplique la Constitución todavía vigente, en sus artículos 155 o 55 y 116, o el 8, o la Ley de Seguridad Nacional o todo. O nada. Nosotros a la espera, la víspera, con calor asfixiante. Claro, es el verano de San Miguel. Pues entonces.