Tribuna abierta de opinión

Instituciones,Democracia y Libertad

lunes, 28 de marzo de 2016

La Opinión de Javier Pipó.

La Azotea 



ENTRE ENEMIGOS
28 de marzo 2016



   Esta pasada Semana Santa no creo hayan tenido ocasión de reflexionar sobre si sus celebraciones, ritos y expresiones colectivas o individuales, han resultado o no hirientes de la sensibilidad y el respeto debido a nuestros  hermanos musulmanes, en expresión diabólica de alguno de los muchos descerebrados al servicio del totalitarismo podemita. Por el contrario y a título de ejemplo, muchos habrán experimentado el inmenso placer de sumergirse de nuevo en cualquiera de los oratorios celestiales del divino Bach, en expresión de Nietzsche, lo que proporciona meditación segura sobre la diferencia de civilizaciones. De la civilización cristiana que con sus zonas históricas oscuras, las divergencias en su estructura ritual, organizativa y principios teológicos, ha sabido evolucionar al compás de la historia y servir de soporte – como nos enseñó Max Webwer – a la más grandiosa obra de avance social, progreso, libertad y finalmente democracia de la historia humana. Frente a ella, el Islam quedó anclado en el medievo, en sistemas organizativos de teocracia totalitaria, con pretensiones en sus ramas violentas y criminales, de extender sobre la humanidad una terrible ola de muerte y destrucción, declarando la yihad en territorios ya ganados – ojalá que definitivamente - para la civilización y el progreso.

    Ahora no estamos, ni podemos estar, en la Alianza de civilizaciones de tontos contemporáneos como ZP o Sampaio, ni siquiera en el Choque de civilizaciones de Huntington, sino en guerra declarada de civilizaciones. Entre la culta civilización cristiana, atascada de relativismo, minada del paganismo propio de las sociedades opulentas y la brutal civilización islámica, del islamismo yihadista que a sangre y fuego pretende arrasar las estructuras débiles, delicadas, de la decadente Europa. Que además no crean reacciona más de quince días seguidos ante las mordidas sanguinarias de quienes van a diluir en el retroceso medieval sus libertades y sistemas de gobierno. Fíjense que para evitar la crítica de la opinión pública, atiborrada de basura televisiva de los bandidos “berlusconis” que la manejan, subcontrata a precio de oro su seguridad, con promesa de hermanamiento, con el hermano turco. Como si no fuera el turco quien ha sacudido las fronteras de Europa durante siglos o el Imperio otomano no hubiera estado vivo hasta hace exactamente cien años. Como si ya se hubiera olvidado la sangre del estrecho de Dardanelos y la batalla de Galípoli. Como si no hubiera ya dentro de las vaporosas fronteras europeas cuarenta millones de musulmanes - ¿cuántos durmientes?- reclamando poder impartir justicia por sus cadíes, dentro de la ortodoxia de la sharía. Es decir, un Estado dentro del muestrario europeo.  Pues el hermano turco niega toda identidad que no sea la racial turca y musulmana suní, porque para él, no hay mejor amigo que otro turco.

   Miren, este es nuestro enemigo a batir como se combatió al nazismo. Porque este enemigo exterior de España a la que sin duda sumirá en el terror, es el nazismo renacido, del que le separan solo el territorio y la estructura permanente de un Estado con su máquina de guerra dispuesta al arrasamiento de las palmiras europeas. 

   Pero en esta hora de zozobra nuestra Nación cuenta con otros enemigos, en este caso internos. Es el comunismo totalitario de la nueva revolución de terciopelo que propone Iglesias y que fascina a Zapasanchez, a quien para nuestra desgracia la dedicación a la política es el remate de la felicidad humana, como enseñó Cicerón. Y más si se puede tocar el poder desde la Presidencia, a cualquier precio, bajo cualquier circunstancia aparente, aunque sea un gran engaño o una estafa histórica.
   
      Pues ya ven como los extremos se tocan porque están hechos del mismo diabólico material. Tanto para los comunistas, como para los nuevos nazifascistas yihadistas, está presente la convicción secular de que el Estado es supremo sobre todas las instituciones humanas. De manera que su implantación resulta esencial en su vocación revolucionaria y el nuestro o se suplanta, como quieren aquellos o se arrasa como pretenden estos. No hay alternativa, ni diálogo, ni comprensión posibles. Las zonas grises terminaron o terminarán por oscurecerse.

    Y para la lucha sin cuartel que nos espera contra el enemigo interno – capaz ya incluso de superar la estúpida excrescencia del nacionalismo independentista, esa es otra – y la externa del neonazismo yihadista, necesitamos estadistas sólidos, creíbles y patriotas. Pero ya ven con lo que contamos. Y lo que se adivina.    


     

viernes, 25 de marzo de 2016

La Opinión de Julián Delgado

Artículo que será publicado el día 26 de marzo en el Diario “Última Hora” de Mallorca.
LA PROPAGANDA IDEOLÓGICA (I)
Julián Delgado. Escritor
  Cuando uno se asoma a la hecatombe que representó la segunda Guerra Mundial, con más de cincuenta millones de muertos, como me ha pasado a mí al escribir una novela histórica sobre ese escenario, lo primero que sorprende es lo fácil que le resultó al nazismo embaucar al pueblo alemán. Una sociedad que contaba con los más insignes pensadores, los más excelsos músicos, amante de las artes y las letras, culta y madura, en más o menos dos años, quedó convertida en un rebaño de seres banales. ¿Cómo ese pueblo pudo llegar a creer que los judíos eran una degeneración racial y el origen de todos sus males?
  La explicación la encontramos en que el totalitarismo, al detentar todo el poder, utilizó la propaganda ideológica de forma apabullante, con la mentira como arma esencial, ensalzando el sentimiento de orgullo y promoviendo odios. Su objetivo era adoctrinar para evitar que el ciudadano pensara por sí mismo y, así, ejercer el poder de forma abusiva. El poder del estado se entrometió en toda actividad. No sólo impuso comportamientos, también formas de sentir y pensar; con qué había que emocionarse, qué se debía odiar, a quién había que amar. Al negar el pensamiento político, resulta fácil justificar las peores maldades en nombre de lo que aparentemente parecen ideales superiores.
  Si Goebels, con un aparato de propaganda tosco y limitado pudo arrastrar a su pueblo a la gran tragedia, quienes hoy ejercen el poder, aunque de forma más sutil, con los canales televisivos, las nuevas tecnologías de la información, las grandes empresas y expertos publicitarios, las técnicas psicológicas de seducción subliminal, los procesos de influencia inconscientes y la tendencia a concentrar los tres poderes, pueden también actuar sobre sus ciudadanos de forma abusiva.
  La acción conjunta y masiva de la manipulación educativa y una propaganda ideológica aplastante puede llegar a disparar el número de los afines. Los afectados pierden capacidad crítica, quedan en manos de la acción del poder, se olvidan de la realidad de su propia experiencia, rechazan como falso lo que oyen y lo que ven, sólo reconocen como real el conjunto de falsedades que giran alrededor de una ficción central: Espanya ens roba.


martes, 15 de marzo de 2016

La Opinión de Javier Pipó.

La Azotea 



A PROPÓSITO DE LAS DIPUTACIONES



  Este tiempo muerto para el Estado en funciones también tiene su vertiente positiva y es conocer más de cerca a los que quieren gobernarlo. Por ejemplo, empezamos a conocer mejor a quienes con la etiqueta de “ciudadanos” resultaban de difícil calificación ideológica, aunque nos satisfacía su españolismo demostrado sobrada y brillantemente en la selva catalana. Ahora ya podemos ubicarlos en la socialdemocracia, moderada eso sí, pero socialdemocracia. También sabemos y tememos el giro espectacular desde la posición templada del socialismo democrático anterior al arrasamiento zapateril, al socialismo cavernario y radical de Zapasanchez, por mucho que le reprochen sus mayores, que callarán cobardemente antes que perder posiciones en el reparto del botín. Eso sí, estos con aquellos no están unidos por las doscientas mini propuestas - en el caso andaluz también el servilismo - sino la obsesión por echar a Rajoy y derogar lo vigente, bueno o regular. Un error histórico más del reaccionarismo hispano, que pagaremos los de siempre. Y por el otro lado, pues igual. Aburridos, divisando al previsible e impasible Rajoy. Y espantados, al saber suficiente del comunismo populista, totalitario y letal de los podemitas. Es una erisipela viral y epidémica.
  Son pues muchos y aguerridos los volcados en la conquista del Estado. Empeño que practican con denodado ímpetu, a veces sin respeto y en demasiadas ocasiones con la altura del enano y los conocimientos justos del analfabeto. Y eso que el Estado no pasa de constituir una mera ficción jurídica, eso sí dotado de soberanía internacionalmente reconocida y dicen los manuales que con tres elementos definitorios como el territorio, la población y las instituciones. Pero aquí ya ven. Se discute la soberanía; al territorio se le incluye dentro de la geometría variable y la población, en modo alguno se admite constituya nación, sino más bien una resultante plurinacionalidad. Y para que hablar de las instituciones que las poseemos de toda clase y condición, unas útiles y otras completamente inútiles o perfectamente prescindibles, pero eso sí todas carísimas, mayormente insostenibles y actuando unas sobre otras, hasta la ruina del Estado y de los cada vez menos denominados así mismos como españoles. Es decir, un Estado follón, para ir tirando mientras dure.
  Ahí tienen la tupida red de Diputaciones, por ejemplo, tan útiles en su brillante pasado como inútiles en su derroche presente. Instituciones sacadas nuevamente al debate público en momento en que la destrucción del Estado tiene más morbo que su reforma; en circunstancias tales que cualquier recoveco de aquél es bueno para el saqueo o cuando menos obtener beneficio de la rapiña. Pero no esperen debate girando alrededor del coste/beneficio de las instituciones o de su encaje en el propio ordenamiento constitucional. Que va. Sacan ahora a relucir en alarde prodigioso de cinismo, los beneficios que aquellas representan para la dispersa población rural, terminando en síntesis, con el canto de la simpleza inconmovible, “si no existieran, habría que inventarlas”.
  Pues miren, están inventadas hace tiempo, con gestación lenta pero admirable en su consolidación. Desde la división del territorio nacional en 1812 hasta el Estatuto provincial de 1925. Desde la Ley para el Gobierno de las Provincias en 1823 durante el Trienio Liberal a la Ley Municipal y Provincial de 1870. Desde la división efectiva de Javier de Burgos en 1833 a las Leyes de 1935 o 1955. Es decir, que hasta llegar a la Constitución de 1978 existe verdadera proliferación legislativa con algo en común: el fortalecimiento de la Provincia siempre se llevó a cabo a costa del Estado o del Municipio. Y entra en vigor la Constitución y continua la marea legislativa en un bosque donde ya resulta complicado encontrar respuesta a dos preguntas esenciales. Qué puedan ser esos órganos centenarios de gobierno de las provincias, llamados Diputaciones y para qué sirven o cuales sus funciones imprescindibles para que entre todas gasten más de veinte mil millones de euros. Imposible contestar en comentario a vuela pluma, con espacio reducido y de más modestas pretensiones.
    
  La Constitución entra en vigor desconociendo cuando ni cuantas Comunidades se constituirán. Tal como expresa el artículo 137, “el Estado se organiza territorialmente en municipios, en provincias y en las Comunidades  Autónomas que se constituyan”. En consecuencia, la Provincia forma parte del denominado Poder Autonómico, inicialmente indefinido, junto a las CC.AA. y los Municipios, entretejiendo una red de cuatro niveles no jerarquizados de poderes públicos siempre superpuestos sobre el territorio, con competencias a veces difusas cuando no confusas, que gozan además de autonomía para gestionar sus intereses, que son los colectivos. Consolidado el ruinoso Estado Autonómico carece de sentido alguno la existencia de estos entes, no así de la Provincia que en la literalidad  del artículo 141, viene “determinada como división territorial para el cumplimiento de las actividades del Estado”. Pero Estado es también la Comunidad Autónoma y el órgano de gobierno de aquella es la Diputación, pero puede ser otra Corporación de carácter corporativo. O ninguna, reformado como debió hacerse años atrás, el nefasto Título VIII de la Constitución.

  Ya ven, las Diputaciones no deben seguir la senda del endeudamiento, de la dependencia del Estado y de los Fondos Europeos. Son máquinas de gasto y de poder territorial tan costosas como inútiles ya que sus competencias todas, pueden ser asumidas por muchas de las más de trece mil entidades locales inscritas o por las Comunidades Autónomas. Y sus valiosos Cuerpos de funcionarios transferidos a Municipios o Comunidades Autónomas. Y todo podría hacerse de forma gradual. Todo menos seguir constituyendo centro de colocación partidaria y demasiadas veces tapadera de apestada corrupción.


jueves, 10 de marzo de 2016

La Opinión de Julián Delgado

Artículo que publicará el Diario “Última Hora” de Mallorca el sábado día 12 de Marzo
Por un beso de la Flaca, daría lo que fuera
Julián Delgado. Escritor
  ¿Le va a cantar esta canción Pedro a Pablo, reclamando un beso que selle el pacto de progreso? Resulta patético ver al secretario general de un partido centenario, que ha contribuido de manera notable a construir la España democrática, que nos incorporó a Europa, que supo ocupar el espacio de la socialdemocracia europea y sacar al país de las tinieblas de la dictadura, verle, digo, traicionando aquellos principios y pasando por alto la grave ofensa a Felipe González, artífice de ese legado. Este personaje insolvente, de insoportable levedad intelectual, es capaz de callar ante la más deshonrosa humillación con tal de no molestar al único que le puede sentar en el sillón de la Moncloa. Es lamentable advertir como la actual dirección del PSOE mantiene una línea política que le acerca peligrosamente a Podemos y le aleja cada vez más del liberalismo. Y es triste ver al otrora partido de centro izquierda reclamando las atenciones del partido instalado en el Ministerio del Tiempo estalinista, que utiliza los métodos más toscos de la agitprop, la amenaza, el insulto, el odio y la mentira; el que quiere sacarnos de Europa, abandonar el euro y la OTAN; el que tiene como primer objetivo reventar el sistema desde dentro e instalar el modelo bolivariano en el sur de Europa.
  Es cierto que Sánchez va de la mano de Rivera porque su partido no le deja que salga solo cuando va de pactos, pero es evidente que su intención es ponerle los cuernos con la Flaca. Mientras tanto, la pareja está empeñada en quitarse de en medio a Rajoy, que sin ser un líder ideal, si se les compara con los otros tres, es Churchil. Parece que si la ejecutiva socialista no lo remedia, veremos a Pedro morrearse con Pablo y con un referéndum bajo el brazo.
  Así pues, no hay ningún acuerdo posible para formar un gobierno capaz de afrontar con solvencia los retos que tiene España por delante, pero no hay por qué considerar unas nuevas elecciones como una catástrofe. Lo peor que podría ocurrir es que todo quedara igual, pero también sería posible que sirviera de segunda vuelta de las celebradas en diciembre y facilitara la formación de un Gobierno solvente. La catástrofe, de verdad, sería que gobernara el populismo de izquierdas.


miércoles, 9 de marzo de 2016

la Opinión de Javier Pipó.

La Azotea 


REFLEXIONES EN EL ESTANQUE



  Vocación la mía, que una vez más vuelvo a situarme en la orilla contraria del estanque nacional para contemplar el espectáculo lamentable de aficionados a la razón de Estado. Mientras, languidece marcha atrás una estructura carcomida por el resentimiento y la estupidez colectiva.

  Ahí tienen a las que llaman fuerzas emergentes, capitaneadas por el comunismo populista, jamás sumergido sino siempre atento y preparado para el asalto a la yugular del Estado, esté o no en funciones. Ahora aparece rodeado de lo que han dado en llamar “sus confluencias” compuestas por un coro de mariachi desarrapados, a cual menos dotado de sublime necedad e ignorancia, cumpliendo un papel subordinado de teloneros, incapaces de hacer peligrar o velar el resplandor de la soberbia grandilocuente de Pablete. Pablo Manuel, dicen con solemnidad los de Zapasanchez para no dejar nublada la memoria del Otro. Y claro, mientras el aprendiz de Maquiavelo, sin renancentismo alguno ni en sus cachas ni en su grasienta coleta, se dedica a las grandes cuestiones de Estado, los pobres confluyentes van haciendo o proclamando mamarrachadas profesionales en Madrid, Cádiz, Valencia o Barcelona. Como la analfabeta Colau, provocando gratuita y toscamente al Ejército, aprovechando que hace años dejó de estar en vigor la Constitución en Cataluña. Como esos bobos maliciosos de la falda en los semáforos, ahora que las mujeres dejaron casi de utilizarla, sin concretar como quieren iconografiar a gays, lesbianas, transexuales o peritos mercantiles, que tienen tanto derecho como aquellas. O la urgente pretensión de cambiar el rótulo del noble y sagrado frontispicio del Congreso de los Diputados, aunque por ahora no exijan llamarlo Asamblea del Pueblo o de la Gente, más querida para ellos. Pero al tiempo, pues si para el arrogante y altanero Iglesias sus confluencias son más bien una simpática rémora, no así los nuevos marxistas leninistas de IU que unidos en formación única en las elecciones con las que parecen amenazar, pueden verse agraciados con el encargo del ciudadano Felipe de formar Gobierno y no precisamente de tecnócratas.

  Y los del bloque socialista, pues llorando por las cuatro esquinas de mi España, buscando comprensión para la necesidad antropomórfica de que el hermoso Zpsanchez sea Presidente. Y para tan noble empeño es casi igual Juana que su hermana. En este caso él quería a Juana pero como los conmilitones se pusieron farrucos, escogió con ascos a quien se ofreció al menos, como hermanastra. Lo importante es el fin que con algo de suerte de su parte y torpeza de la contraria, será cosa de coser y canturrear. El retroprograma está trazado, aunque desconozcamos si la marcha atrás se llevará a cabo en orden inverso a como se tejió en la anterior Legislatura. Un prestigio. Una suerte. Un futuro.

  Y el joven Rivera, picoteando aquí y allá por si encuentra un espacio donde posar su ligero equipaje. Bagaje de construcción intelectual efímera que lo mismo invoca en vano el respetado y noble legado de Suárez que parece desear zambullirse en las aguas profundas de Popper o aparcar por si acaso, en la orilla moderada de una difusa socialdemocracia. Pero tan insondable como elocuente, tan liviano y suave como advenedizo. De manera que tanto triunfo brillante en el desvarío catalán en busca de decencia, legalidad y democracia para terminar firmando un duro contrato de adhesión con quien es capaz hasta de arrebatarle el liderazgo de sus cuarenta diputados. Cuando Zpsanchez logre firmar su ruina – si lo logra- con el cavernícola Iglesias, lo dejará tirado como colilla chupada, porque ya no será necesario en el proyecto hegemónico de la ultraizquierda rabiosa y antigua que construye. No se si será entonces cuando el desubicado pero ambicioso Albert creerá encontrar el espacio moderado de una socialdemocracia que aquél no debió abandonar. Mientras, como su compadre Marin en Andalucía, a chupar rueda del desplante y la desconsideración; la comprensión de una corrupción gigantesca, cuando no tapando y tratando de olvidar. Y por supuesto a compartir el odio hacia Rajoy, colaborando en el desvarío de la memoria histórica o del revisionismo de su Legislatura. Un programa de tan poca atracción como futuro. De tan poca consistencia como contenido regeneracionista que tanto se pregonaba. Un  desastre.

  A Rajoy, entre los tres, lo están haciendo estadista de altos vuelos. Es verdad que su breve recorrido transcurrió entre libros de contabilidad nacional, dejando en el deseo el armazón intelectual y moral de una sociedad carente de los principios sostenedores de una Nación con perspectivas de futuro. Ahora navegamos hacia el declive en una Europa ya declinante y sin más proyecto que la cuenta de resultados. Pero al menos es gobernante previsible, honesto, equilibrado, discreto, moderado y con experiencia. Pero a nosotros nos interesa salvar el sistema, con o sin Rajoy. De manera que de resultar necesario deberá abandonar el estanque. Pues eso.



              
                                                                                                                     
    


jueves, 3 de marzo de 2016

La Opinión de Javier Pipó.


La Azotea 



EL RELOJ DE LA DEMOCRACIA



  Entre la mucha palabrería escuchada en la clarificadora sesión de investidura para un nuevo Presidente del Gobierno de España, hay algo especialmente llamativo salido del rico e inane repertorio del pretendiente, un tal Sánchez. Es cuando dice aquello de que él pone en marcha ese día “el reloj de la democracia”. La insoportable levedad de su figura queda sublimada en tan digna mamarrachada, propia de la escudería averiada, inútil y reaccionaria del zapaterismo, que tantas glorias dejó a la crónica del chascarrillo nacional y que desde entonces hace peligrar hasta el ser y el futuro de la Nación española.

  Llevamos más de dos meses en el estanque dorado de la espera. Mientras, la opinión publica medianamente formada e informada asiste incrédula al despiece territorial del Estado, al inicio del desprestigio internacional, al comienzo del hundimiento del entramado institucional ante la devastadora inseguridad jurídica que se instala progresivamente, con los guardianes paralizados salvo para cobrar, cuando llega Zapasanchez y pone en marcha el reloj de la democracia. Pues menos mal que nos salva de estos casi cuarenta años de navegación constitucional por el vacío. Lo que ya no parece ocultar es la clase de democracia que desea y propone, que no es poco ni otra que la democracia popular, extendida en España por el ratón Pablete con descaro agresivo, como agente europeo de los chavismos fascicomunistas bolivarianos y de la teocracia iraní; como instrumento de un nuevo vendaval totalitario, ahora en versión populista. La joya arremangada de la corona, el del puño en alto en la tribuna sagrada del Congreso, como representación cavernícola que no osaron comunistas tan sólidos como Pasionaria, Carrillo o Gallego. Ese, el del arrebatador beso soviético de muerte y sufrimiento, parece ser el deseado por el desnortado Sánchez.

  Pues la sesión no serviría para la elección de un nuevo Presidente, ni falta que hace en esas condiciones, pero sí para dejar visualizada la posición de cada cual en este escenario de farsa y desvarío. Zapasanchez vemos como vira aún más hacia la radicalidad del abismo, deseando le estampen el beso de la alianza de ida sin retorno. No le importa se cisquen en la memoria de sus antepasados políticos a los que ya quisiera igualar en sentido común y de Estado. No le importa lo humillen hasta lo insoportable, ridiculizando sus posiciones en el inútil documento firmado con C´s. Solo desea la unción de la Presidencia, el oropel del poderío. Y para eso necesita echar al liberalismo conservador del Gobierno como sea, por las buenas o por las malas, porque de eso algo sabe el radicalismo totalitario. O con la ayuda del ángel de guardia de un centrismo ya en la historia y que se invoca con reiteración fantasiosa.

  Rivera, de oratoria fácil y cercana pero extemporánea, se ha declarado demócrata liberal en la tribuna, casi balbuciente, como evitando se notara. Pero no veo el repunte ideológico que asoma con timidez desde el centrismo suarista que repite una y otra vez. Más bien lo hallo en el espacio de la socialdemocracia moderada que nunca debió abandonar el soberbio Sánchez. Esa parece su ubicación natural, máxime cuando el histórico socialismo está empeñado en ser devorado por las fauces insaciables de los liberticidas. Pero no debería ocultar su identidad ideológica como si temiera algún reproche. Ya me dirán si no, la razón última de aliarse con Zapasanchez, cuando hay actos que delatan con facilidad su debilidad. Un liberal, en este caso, buscaría apoyar al cercano conservador, con 123 escaños de minoría mayoritaria, para colocarse con sus 40, a 33 de la mayoría absoluta y así juntos, buscar si no el apoyo sí la abstención de los socialistas, perdedores por partida doble pero dotados de una importante élite constitucionalista y en consecuencia demócrata. Lo contrario, carece de lógica  porque les falta 46 para poder formar Gobierno y encima corren el riesgo de perderse en un bosque poblado de insaciables depredadores, cuando menos de revisionistas de la libertad. Con independencia de resultar de difícil  explicación estampar la firma en documento común, reformista para ellos y progresista para la otra parte, como marca de garantía, cuando los párrafos que puedan ser de alguna utilidad exhalan inconfundible aroma a socialismo puro y duro.

  Rivera conoce de sobra el papel lastimoso que su Partido está jugando en el lodazal andaluz, sirviendo de bastón mamporrero en la ocultación ante la Justicia de los desmanes de un sistema donde el horror de cientos de millones y de imputados, queda en broma macabra si pudiese ser investigado y no digo nada, enjuiciado, la rapiña arrasadora de fondos públicos nacionales y europeos cuyo fin era la formación. Pondría sin dudarlo en riesgo la democracia española y al descubierto la fragilidad de un sistema. Entonces ¿realmente desprecia al PP por la corrupción que le corroe? Cuando menos resulta pintoresco y trágico.

  El reloj de la democracia está renqueante pero por falta de demócratas, de patriotas dotados de energía que solo proporciona la creencia en valores universales de ética colectiva y respeto a la convivencia en libertad. Mañana es un gran día si sale el sol para todos. Mañana es otra oportunidad para la libertad.