LA AZOTEA
INOCENCIA
28 de Diciembre 2017
Creo que en efecto, escribir este comentario – sin duda
intencionado- el Día de los Santos Inocentes, calendario cristiano de las mejores
tradiciones, no carece de sentido. Ya lo hice hace cinco años en aquel espacio
de libertad provisional que me cedió Diario “Córdoba” y creo que desde entonces
el número de inocentes sacrificados aumenta sin cesar, a manos de quienes con
mejor derecho creen poder disponer de la vida, patrimonio, libertad o dignidad
de tantos en posición de debilidad o resistencia menor a la sobrevivencia de
cada día. Y continúan las matanzas de menores, más crueles que las de Herodes
en Judea; y las oleadas de refugiados inocentes huyendo de la crueldad y en
busca de los oasis de bienestar o las de migrantes desorientados persiguiendo
simplemente contemplar un nuevo amanecer. Y a nuestro alrededor, tantos
inocentes sin trabajo y sin perspectiva; o los muchos sin hogar o sin calor del
afecto y la cercanía. Y qué decir de tantos niños maltratados por la soberbia
canalla y egoísta de sus progenitores o la ola siniestra de tantas mujeres
conducidas ciegamente al sufrimiento insoportable del machismo miserable y la de
ancianos abandonados, demasiados, como trastos inservibles en la soledad de su
propio hogar, sin más liberación que el final que parece no llega.
Pero hoy, en sociedad como la nuestra, mayormente paganizada,
ayuna de valores, de humanidad y principios, que ya perdió el temor de Dios – o
al derecho natural- avanzando a pasos agigantados en la pérdida del temor a las
leyes de los hombres, va dejando también un ejército de inocentes que creyeron
en una justicia independiente ajena al manoteo partidario o la presión pública
o publicada. Y no digamos de los inocentes, tantos, que confiaron al Estado
autonómico el progreso continuado y el bienestar común definitivo o creyeron
permanente la indisoluble unidad de la Nación española como patria común o en
la transacción y el diálogo como única ley de convivencia. Pero hoy como ayer quizá
debamos insistir en que el Nuevo Año nos debe deparar poder seguir manteniendo
la confianza en la dignidad del ser humano, radicalmente libre y
protagonista de su vida y su futuro, a salvo de tantos depredadores, no tan
inocentes, de la vida civilizada y en común o de los que se empeñan, como nos
advertía Hayek – ya en 1944- en conducirnos con docilidad por “caminos de
servidumbre”.
Robert Kaplan, nos decía que la esencia del poder radica en
influir en el comportamiento del adversario; pobre inocente. No conoció la naturaleza
del nacionalismo catalán o vasco o el que se apropincua en Baleares o Valencia,
Galicia o quién sabe si también Canarias. No solo no convencen a los que no son,
sino que el poder del Estado se achica ante fuerza arrolladora tan irracional
como totalitaria. Máxime ante la lechigada de políticos que nos gobiernan.
Pobres inocentes, nosotros, que solo nos hacen ver en ellos las posverdad de
los sentimientos, escondiendo ideas y pensamientos si es que los tienen. Por
eso se ha diluido la diferencia entre estrategia y táctica. Aquí todo es
táctica, astucia, sorpresa, apariencia, provisionalidad. Por eso ya el PP
perdió su utilidad, la política, pero también la social. Y habrá de buscarse
colectivamente la esperanza en nuevos ciudadanos, que reinicien un liderazgo
renovado, destelleando frescura y argumentando principios y valores
permanentes.
Ya ven la inocentada del 155 que no solo fue incapaz de
remediar ni parcialmente la situación sino que la tornó más dura y descarnada.
La convocatoria de elecciones en Cataluña mes y medio después de su temerosa aplicación,
ha constituido el mayor fracaso previsible del régimen del 78, tan repleto de
éxitos clamorosos en el desarrollo y bienestar, y paz social, aunque pendiente
la captura de la mitad de los asesinos etarras, hijastros del repugnante y
burgués nacionalismo vasco. Los otros, los que esperan con cinismo y descaro
desde una situación de privilegio, el desarrollo del secesionismo catalán para
sacar tajada de este espectáculo penoso de una clase política inane, apátrida y
desideologizada. Parece que estos valientes nacionalistas solo dan la cara no en
periodos dictatoriales sino cuando parece que una mayoría inocente es capaz de
alcanzar estadios de desarrollo y convivencia democrática, es decir,
civilizada. Pero nunca como ahora, liderada por incapaces solo pendientes de la
cuenta de resultados en la contabilidad nacional.
Pues ya me dirán estos estadistas que nos gobiernan si no
fuese posible formar Gobierno en la rebelde Cataluña, ¿volverán a convocar
elecciones? Seguramente esperan que sin modificar las normas electorales sea
posible alterar el juego de la mayoría parlamentaria. Pero y si se formara
Gobierno por los mismos golpistas de hace dos meses ¿acaso respetarían el ordenamiento
jurídico constitucional? entonces ¿volvería a resultar de aplicación el eficaz
y contundente artículo 155? Seguramente confían en acordar una modificación
constitucional de emergencia, la que tememos tantos inocentes desde hace
tiempo. Los valientes y cursiles gudaris del PNV ya hablan sin tapujos de
confederalismo, ¿habrán leído a Blanco Valdés? Y llegará en forma de retórica
que es la lógica de la política de nuestro tiempo, aunque ya lo advirtiera
Aristóteles. A la mayoría silenciosa solo nos queda transformar la inocencia en
esperanza colectiva. Ojalá.