LA AZOTEA
REFLEXIONES INQUIETAS
4 de Mayo 2019
Tifón
apasionante y apasionado las elecciones generales, dejando a su paso estela de
desolación en muchos de aquéllos esperanzados en alcanzar nueva oportunidad de
progreso que haga posible el sueño de la libertad como forma de vida permanente,
en gobernación de una democracia confiada a gestores honestos, deseosos de
consolidar un sistema estable, transparente y al servicio de intereses
generales. De estas elecciones son extraíbles muchas lecciones colectivas,
inservibles, como no sirvieron las muchas acumuladas a lo largo de estos
cuarenta años del régimen constitucional de 1978. Pero este opinador no se cree
en posición de solvencia para enumerar muchas de ellas porque a lo largo de los
días transcurridos desde el 28 de abril, seguro han tenido ocasión hasta de
saturarse de análisis, algunos de profundidad inigualable.
Pero
no puedo dejar sin referir la debacle de la derecha que Rajoy dejó en manos de
un valioso, aunque inexperto Casado, carente de perspectiva histórica y del
temple necesario para liderar una opción tan necesaria y esencial; tanto como
la socialdemocracia, ausente desde la desaparición política de F. González. De
manera, que la derecha más o menos conservadora, más o menos liberal, más o
menos progresista, se encuentra estancada y en riesgo incluso de
insignificancia en el tablero ideológico del sistema. Además de troceada en
tres bandos irreconciliables, enemigos entre sí, esperando oportunidades
individualizadas que difícilmente encontraran.
Rivera,
rodeado de gente valiosa como su oponente Casado, en búsqueda continua del
viento que cree puede favorecerle. Primero atisbando la socialdemocracia como
pista de aterrizaje; pero creyéndola ocupada vira hacia el liberalismo como
espacio colindante. En ninguno de ellos parece encontrar cobijo, salvo en la
defensa de una Nación única y unida, aun sabiendo que, en ello, su segunda Arrimadas
le saca algo más que la cabeza. Aun así, parece no cesar en la espera de una
oportunidad para tocar poder, aunque sea de la mano de un sanchismo que a él
gustaría sin adherencias nacionalcomunistas, pero que habrá de convencerle su
hechura imposible. Pero veremos más de una oportunidad para lucir un
patriotismo de salón, votando junto al populismo duro y extremado, aliado del
nacionalismo cuyo protagonismo ahora liderarán los bilduetarras. O
absteniéndose, frente al riesgo cierto de ese iliberalismo que recorre Europa
entre la extrema derecha y la extrema izquierda.
Casado,
ya digo, voluntarioso, brillante, empático, pero desorientado y abrumado por el
legado recibido que tampoco sabe donde ubicar. No se atreve ni a reclamar el
liberalismo de la mejor tradición española, ni a mojarse en un conservadurismo
duro, por las connotaciones que en la izquierda y medios afines – que son la
casi totalidad- definen maliciosamente como fascismo. De manera que recurre a
ese espacio no identificado, ni identificable, llamado centrismo que lo mismo sirve para un roto que para un descosido
político. Las consecuencias, a la vista están. La pérdida abrumadora de escaños
que por la fuga hacia los dos extremos y hacia la abstención de muchos
seguidores, le coloca al borde de la desintegración ucedea o la insignificancia.
Ahora, tras la segunda vuelta de locales, autonómicas y europeas, tendrá que
decidir con mesura y determinación los intereses que defiende y los aliados que
prefiere, en la definición de un pensamiento político decisivo para mantener la
democracia, el legado constitucional del 78 y la unidad nacional.
Desde
luego
Abascal no es fascista, ni se encuentra cercano a dicha aberración ideológica,
salvo arribistas de rio revuelto, a veces demasiado cercanos. Se mueve con
cierta torpeza, pero en firme terreno constitucional. Sabe que, en efecto, hace
ofertas tocando directamente demandas de ciudadanos hartos de una democracia tocada
por el virus de la descomposición, consecuencia de la idiocia de sus
gobernantes, la mala fe de los antisistema, la corrupción de las elites y la
debilidad del Estado para preservar su unidad y la soberanía del territorio,
infiltrado por cientos de miles de desarrapados que huyen de la miseria, y del islamismo
que no cesa en su invasión constante y letal. Su éxito ha sido extraordinario,
aunque quiera ser minusvalorado por la opinión dominante. Si modera sus
propuestas, algunas disparatadas, defiende la Constitución con más contundencia
y el sistema de autonomías, reconducidas hacia la eficiencia de un Estado
moderno y prestador de bienestar, tendrá futuro, máxime de continuar la
descomposición interna de los populares. De manera que, desde la ribera derecha,
Rajoy terminará por ser recordado como estadista de nivel, porque al decir con
acierto de Sostres no era ni menos liberal que Rivera, ni menos conservador que
Casado, ni menos español que Abascal.
Quién
si resulta comunista confeso, revolucionario violento con modales de cinismo sobrado,
es el desarrapado Iglesias, convertido en el gorrilla de Sánchez, en su ascenso
parece que imparable hacia el Gobierno de España. Y no por su acceso a las
Instituciones democráticas, sino por el origen criminal y vergonzoso de su
ideología, azote de la humanidad, agujero negro de la Historia del siglo XX y
XXI. Resulta contrario a la inteligencia mínimamente ilustrada que tras los
episodios de sangre, delación y violencia sufridos en tantas sociedades
arrasadas por la miseria humana y material, como Venezuela, aún pueda ser
Partido tenido por progresista, respetado y respetable y candidato deseable del
indeseable sanchismo.
Unidos/as
al peligroso zapasanchismo, desde el nacionalismo independentista catalán,
racista y con ramalazos claramente nazifascistas, al también nacionalismo vasco
de predominio bilduetarra, pueden constituir el más grave peligro vivido por el
constitucionalismo español desde 1812. Pretenden derribar los elementos
esenciales de la CE de 1978, empezando por la Monarquía, cuyo titular y Jefe
del Estado, se encuentra prácticamente secuestrado o anulado en Zarzuela. Y ojo
con el artículo 168 de la Constitución, no protegido así mismo como se pretende
del Título Preliminar, de la Sección Primera, del Capítulo II del Título I y
del Título II. Todo puede ser artículo 167 y están cerca de los 210 escaños
necesarios para un magno fraude constitucional. Pero poco puede esperarse de
estos trileros políticos, de estos farsantes de la Historia. Pues eso.