Tribuna abierta de opinión

Instituciones,Democracia y Libertad

domingo, 23 de marzo de 2014

La Opinión de Javier Pipó Jaldo


Y SE LLAMABA LIBERTAD
23 de Marzo 2014
A las cuatro horas de la muerte de Adolfo Suarez

Ya ocurrió y su paso a la Historia de este martirizado país llamado España, estuvo a la altura del personaje. Hace solo unas horas ha muerto Adolfo Suarez. El Adolfo Suarez de mi juventud, de mis inquietudes. El ejemplo de mis ansias, el modelo y molde de mi comportamiento.

A mí nadie me preguntará porque nadie fui y nadie soy, pero siempre compartí con Suarez sus anhelos de libertad. Nunca olvidaré los años ilusionados en el tránsito de una España aterida por el temor, al horizonte grandioso de la esperanza, donde la voz de Suarez era la única seguridad de un cambio posible y una llegada indudable.

Tuve la oportunidad de conocerlo hace cuarenta años, en el Aeropuerto de Almería acompañado de parte de su familia.

Tuve ocasión de compartir con él íntima comida y sobremesa de partido en la sede de UCD de la misma ciudad y escuchar de su presencia seductora confidencias sobre el Estado que encontró a su llegada a la Presidencia. No lo olvidaré.

Tuve ocasiones varias de seguir escuchando sus impulsivas y arrebatadoras palabras en la distancia corta junto a su inseparable Landelino Lavilla o en actos públicos vibrantes de sentido patriótico a lo largo y ancho de mi provincia de Jaén.

Suarez murió políticamente cuando UCD, su imposible creación se disolvió. Cuando la traición de los que encumbró le negó hasta el derecho a transmitir a las nuevas generaciones su grandiosa obra.

Suarez representa para España ser el más importante político desde la Restauración. Es el triunfo del hombre corriente, sencillo, humilde, ajeno a los oropeles del poder y la gloria pero imbuido por la responsabilidad de liderar el más importante salto en la Historia de su país. Sabía que la ambición patriótica, el entusiasmo, unas ideas firmes en las que creer, la comunicación al servicio de la verdad para exponerlas, la honestidad en el comportamiento, como ejemplo para la juventud ilusionada que lo seguía y para unos ciudadanos escépticos y atemorizados, terminaría por significar el gran cambio hacia el futuro.

El sabía que su compromiso con la Nación española tenía fecha de caducidad, que las resistencias serían infinitas, los ataques a su obra y su persona sin piedad. Pero los que comprometimos nuestro futuro, nuestro trabajo y nuestro fervor, teníamos disposición para seguirlo hasta el final. Sabíamos que era posible un período constitucional con horizontes que trascenderían nuestra generación, o que la libertad es un bien escaso y muy delicado de mantener pero maravilloso de cultivar y la convicción de que la democracia es el mejor modelo de convivencia.

Él nos lo inculcó y nos puso a trabajar y difundir el mensaje de una España renovada y mirando sin complejos a Europa de la que nunca debimos distanciarnos.

Y el modelo funcionó. A pesar de las zancadillas irresponsables de los que ahora tienen la desvergüenza de llorar su muerte o apuntarse a la publicidad que permite la trágica noticia.

La memoria de Suarez, ya en la Historia de los héroes y los próceres de la Nación española, no será fácil olvidar y siempre estará unida a la Constitución de 1978 y a la historia de la libertad.
Es mi humilde, improvisado pero sentido homenaje a un hombre grandioso, cuando tantos y tan importantes personajes opinan con más o menos legitimidad. La Historia le llamará libertad.
Que descanse en la Paz que tenía merecida.

viernes, 21 de marzo de 2014

Javier Pipó en el "Diario Córdoba"

Publicado en el "Diario Córdoba" el día 21 de marzo 2014

ORWEL  Y  LA  POLÍTICA DEL MIEDO
Javier Pipó Jaldo
 
Ahora hace treinta años de la fecha en la que Enric Arthur Blair, conocido como Georges Orwel, situó su profecía 1984. Un mundo totalitario conducido por el Gran Hermano, con individuos sometidos a constante lavado de cerebro creyendo estar en el paraíso. Es el neolenguaje, los alienantes Ministerios de la Verdad, la Paz, el Amor y la Abundancia o las tres consignas del Partido: la guerra es la paz; la libertad es la esclavitud y la ignorancia es la fuerza.

Orwel, simpatizante de Trotski, socialista utópico en espera permanente de la revolución, en realidad no pasaba de conciencia crítica de la izquierda y 1984 es incisiva forma de expresar hostilidad al estalinismo sin dejar de creer en el papel del poder como instrumento de emancipación. Pero denunciando el totalitarismo de no pensar y no leer lo que no sea literatura oficial, usado por la odiosa Policía del Pensamiento para disfrazar el sometimiento, impedir la insumisión y abolir definitivamente la disidencia. Para Orwel, la dictadura era garantía de la desigualdad, ahora, dice en Oceanía, la desigualdad garantiza la dictadura.

En 1945, cuatro años antes, utiliza la fábula sobre la revolución que devora a sus hijos en su conocida Rebelión en la Granja, donde los animales se sublevan contra el brutal granjero, pero terminan bajo la dictadura del cerdo.

Sin necesidad de personificar animales para que el pueblo obtenga enseñanza útil o moral, la actualidad de Orwel resulta inquietante. Ya no es tiempo de utopías, pero sí de fábulas que pasan a manos de políticos y la enseñanza se obtiene de los números, de la estadística, de la macroeconomía y si fuese necesario, de ese pasado atragantado que nos impide el movimiento en la Historia: religión, bandera, educación, territorio y franquismo. Siempre mirando atrás, siempre con el siglo cambiado.

Por ejemplo, la fábula histriónica sobre la Mezquita-Catedral que deberá volver al pueblo, al que se arrebató hace ochocientos años y ahora de forma espontánea comienza a reclamar. Espontaneidad que da el alinearse tras la vanguardia política e intelectual, conocedora de cuando es el momento. Es el momento.

Lejos queda aquel brillante debate entre Alcalde y Obispo de Córdoba, sobre los planos en que deben moverse ambas autoridades y la respuesta que escandalizó a la comunidad católica: le recuerdo que soy su Alcalde pero su Ilustrísima no es mi Obispo. Es la posición del intelectual inquieto y valioso, esgrimiendo la división de la lealtad, de la fidelidad compartida, de los deberes espirituales y seculares, de la ciudad de Cecrops y la Ciudad de Dios que apasionó a Séneca y los Padres de la Iglesia.

De eso hace 33 años porque ahora las simplezas rayanas en la estupidez demagógica o en la ignorancia es la fuerza, reducen el debate a que “la inscripción pudo ser legal pero es una irregularidad, propia de una felonía” o “la ciudadanía no se acostumbre a este hurto legal”.

O el alarmante ejemplo que narra el Preámbulo y articulado del anteproyecto de Ley para la Recuperación de la Memoria Democrática de Andalucía, propio de un Ministerio de la Verdad. Fábula en negro del miedo y el crujir de dientes. Con párrafos perversos, provocadores, ahistóricos, alejados de los principios que impregnan los principios de un Estado de Derecho, socio de la Unión europea. Panfleto sectario, ajeno a texto legal con pretensión de innovar el ordenamiento jurídico. Un neolenguaje desubicado en el tiempo e inapropiado para la consecución del fin, más del tácito que parece pretender, que del expreso que relata. Pretende ir más allá de la Ley de Amnistía de 1977 y de la estatal Ley 52/2007 que amplia derechos y toma medidas en favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la guerra civil y la dictadura, tachándolas de “instaurar un modelo de impunidad”.

Tras 75 años se desentierran rencores para condenar el franquismo y perseguir opiniones contrarias a los crímenes ciertos que se le atribuyen, dictando una Ley radical, tipificando el negacionismo e ignorando de paso la STC 235/2007.

Es reconstruir dos bandos en crisis total y corrupción generalizada, con millones de parados, la desesperanza hundida en galopante pobreza y el azote del separatismo nacionalista. 

Es la esperanza estúpida de que desenterrando cadáveres se puedan acomodar los hechos históricos a la cultura izquierdista de revancha extemporánea, como si el siglo XX no tuviera huellas suficientes de totalitarismo y crueldad de las ideologías nazi o comunista, del genocidio maoísta o del sanguinario psicópata Pol Pot.

Ya está bien.

lunes, 10 de marzo de 2014

Javier Pipó en el "DIARIO CÓRDOBA"

Publicado en el Diario Córdoba el día 10 de marzo 2014

Versión del editado bajo el mismo título, en este mismo BLOG el
pasado día 24 de Febrero 


MÁS ALLÁ DE LA ECONOMÍA

En el breve Prólogo de “La Contribución a la crítica de la Economía Política” de 1859, Marx dejó escrito el siguiente principio ideológico: el modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual en general.

Es decir que la economía condiciona la política. Pero frente al rigor del axioma marxista se opone otro de más alto contenido moral, donde el ser social no debe determinar la conciencia sino que esta debe quedar determinada por principios y valores del humanismo cristiano, donde la ética debe condicionar la economía. 

No quiero sumarme pues a cuantos piensan que la política de Rajoy está haciendo inconscientemente realidad el principio marxista. Ni la macroeconomía es lo único valioso por perentorio, ni todo debe quedar subordinado a la crisis económica. Porque surgen implacables corrientes utilitaristas y nuevos movimientos sociales, exigiendo un cambio de modelo.

La complejidad del tiempo que vivimos, demanda estadistas que compatibilicen el modelo social con soluciones a una realidad dramática, donde millones de parados ingresan en el depósito del resentimiento, con riesgo de la paz social y el desarrollo. 

Desgraciadamente la descreída y descristianizada sociedad española acaricia valores vaporosos y principios de moral social disminuidos, producto de escasa educación integral. Sus líderes buscan fama, influencia y el triunfo a cualquier precio, alardeando en la superficialidad de las ideas y la frivolidad del comportamiento. Con facilidad se transmite a la otrora sólida estructura social, un desmesurado amor al consumo, desprecio por la austeridad, el placer de la transgresión o la creencia irrenunciable en derechos ilimitados. Se consolida una casta política superficial, de escaso sentido de Estado, de ligera preparación y corrompida, que lleva a la Nación a naufragio previsible.

No veo claramente que la macroeconomía esté resultando la salvación en el corto o medio plazo, aunque lo digan los augures “del vamos bien”. Acecha el nuevo peligro de deflación por endeudamiento, 0,2% interanual, ante un Gobierno ajeno a la dirección de la política monetaria y cambiaria, competencia de instituciones europeas. Pocos parecen aceptar una recuperación débil, despaciosa y asimilar una deuda que crece velozmente, la mayor en cien años, llegando pronto al 120% del PIB y al 400% la total. O un millón menos de ocupados, un millón más de pobres y 1,1 millones menos de cotizantes a la S.S. Y ni austeridad, imposible políticamente, ni reforma del gigantesco leviatán estatal, como reveló el penoso debate del Estado de la Nación.

Sabemos que esta poliédrica situación quedó instalada globalmente a partir de los años negros del zapaterismo cuyas consecuencias sufriremos varias generaciones, pero ahora se requiere un impulso decidido y decisivo para salir de la situación, conviviendo con cierto declive europeo, una pavorosa crisis económica de pobreza y desesperanza, la podredumbre de la corrupción empapando instituciones y conciencias y la amenaza  palpable del secesionismo reaccionario.

Despega cierta corriente de radicalismo purificador y revolucionario, encabezada por líderes de valía intelectual, autoconsiderados herederos de la Ilustración, con fuerza para desenterrar a Robespierre, que sembró terror y desolación durante el año en que extremó la Revolución. Utilizan un verbo incendiario, sus ideas son descentradas y claman por rebasar el sistema, imponiendo un proceso constituyente que alcance la democracia real. Buscan la emoción de la gente, el desbordamiento, la pasión, la movilización, la audacia, esencial en situación de crisis porque la prudencia puede ser contraproducente y para ganar no hay que tener miedo, solo interesa el resultado. Y lo pregonan con éxito y admiración, incluso en los medios de la derecha liberal. Pero la masa que los sigue, sin formación ideológica alguna, con poco que perder y alentada por iluminados, puede hacer retroceder nuestro modelo de sociedad  a los tiempos del Comité de Salvación Pública. 

Se trata de salvar la democracia ante el avance de un porcentaje amplio de población que aborrece el sistema constituido, no de opiniones más o menos optimistas. Como decía Burdeau, aquella es una religión, una forma de vivir, una filosofía y casi accesoriamente, forma de gobierno.

Estoy con el regeneracionismo y la Constitución, aunque haya que cambiarla urgentemente.

 

 

sábado, 8 de marzo de 2014

La Opinión de Javier Pipó


LA POLÍTICA FABULADA
7 de Marzo 2014
 
Seguramente la política española entra en fase de fábula continuada, con narradores vistiendo las galas intelectuales que pueden, para llevar a cabo una ficción alegórica que sirva al menos para deleitar, para entretener, ya que no para enseñar.

Ya ni siquiera se pone de relieve el vicio o los defectos de alguien para escarmiento de la colectividad, en eso consistía la sátira literaria. Ahora por el contrario, se caricaturiza y censuran los defectos, incluso los extravíos colectivos, para escarmiento de los individuos, es decir, se fabula. Desde luego no en manos de literatos tan ilustres como  Rosseau y su Pigmalión, La Fontaine, Samaniego o Tomás de Iriarte, recreando a Esopo en “la zorra y las uvas”, “la cigarra y la hormiga” o “el gallo y el zorro”. Ni mucho menos.

Ahora no es necesario personificar animales para que el pueblo obtenga enseñanza útil o moral. La fábula está en manos de políticos y la enseñanza se obtiene de los números, de la estadística, de la macroeconomía y si fuese necesario, de ese pasado atragantado que nos impide el movimiento en la Historia. Es decir, la educación, la bandera, el territorio o la religión. Siempre mirando atrás, siempre con el siglo cambiado. Y no resulta necesario narrar ejemplos de fábulas y poner nombre a fabuladores porque sería tanto como satirizar sobre la vida política española y señalar, seguro que pedagógicamente, lo que todos conocen.

Fíjense, por ejemplo, la fábula histriónica sobre la colosal y universal Mezquita-Catedral de Córdoba, que deberá volver al pueblo, al que se arrebató hace ochocientos años y ahora de forma espontánea comienza a reclamar. Bueno, esa espontaneidad que da el alinearse tras la elite, la vanguardia intelectual y política, conocedora de cómo y cuando es el momento. Este es. Pero ya me dirán la honda preocupación que dicen manifestar intelectuales tan íntegros e incorruptibles como el que fuera excelente y transformador alcalde de Córdoba, apelando a los “cordobitas” para impedir su pase a “manos privadas”.

Pues resulta difícil asimilar en personaje fabuloso como Anguita, republicano federalista, agnóstico, alérgico a la corrupción, de sólida formación teórica, referente de la izquierda española, aunque de ideología con escasa gloria colectiva, alejada de las democracias representativas y parlamentarias europeas, pero esencial.

Él, que ha circulado con éxito por la vida política, muy por encima de camaradas como Gerardo Iglesias, Frutos, Llamazares, Lara o el propio Carrillo, se posiciona ayuno de argumentos en tema de trascendencia en el mundo de las creencias, en la convivencia social y en el debate político y jurídico. Eso me llevaría a incidir una vez más en la profunda y total crisis que soportamos.   

Recuerdo que ahora hizo 33 años, cuando Anguita, siendo alcalde, mantuvo una polémica de mucho interés, recriminando al Obispo Infantes Florido su crítica a la cesión a la comunidad musulmana por parte del Ayuntamiento de dos inmuebles, antiguas mezquitas, que calificó como “error histórico” ya que iba más allá de las competencias que la gestión pública puede realizar para el bien de una colectividad. El Alcalde, en brillante respuesta que escandalizó a la comunidad católica, contestó: Le recuerdo que soy su Alcalde pero su Ilustrísima no es mi Obispo. Añadiendo que el clérigo confunde los planos en que deben moverse ambas autoridades.

Es la respuesta de un intelectual inquieto y valioso, porque le trae a colación nada menos que la teoría de los dos deberes, espirituales y seculares y dos organizaciones institucionales que no podían ser irreconciliables. Le esgrime, la antigua tesis de la división de la lealtad, de la fidelidad compartida, sin abismo imposible entre la “querida ciudad de Cecrops” y la “querida ciudad de Dios” que tanto apasionó a Séneca y los Padres de la Iglesia.

Que lejanía intelectual de la teoría ahora mantenida, en polémica parecida aunque más trascendente, representada mediante el subgénero del melólogo, con acompañamiento de un penoso coro de intelectuales en declive. Que pobreza argumental cuando el ilustre jubilado dice que la inscripción registral, como es sabido sin carácter constitutivo, “pudo ser legal pero es una irregularidad, propia de una felonía” y al frente de su “Frente Cívico” se preocupará de que “la ciudadanía no se acostumbre a este hurto legal”. No se pueden decir más simplezas, rayanas en la demagógica estupidez, con menos palabras.

Pues nada, que esta profunda necesidad de una Andalucía inmersa en la pobreza, la dependencia de la solidaridad nacional y europea y la distancia cada vez mayor, respecto a los países desarrollados de la UE, se lleve a los foros internacionales y de camino se reivindique en el Parlamento de Estrasburgo cuantos “hurtos legales” recuerden. Por ejemplo, la catedral de Sevilla, la catedral de Notre Dame y de camino se revoque la autocoronación allí celebrada de Napoleón, o la Basílica de San Pedro. Por cierto, siempre en Italia encontrarán camaradas que muestren su acuerdo con derogar los Pactos de Letrán de 1929, reconociendo a la Santa Sede la plena propiedad y la exclusiva y absoluta potestad y jurisdicción soberana sobre el Vaticano. Al fin y a la postre en nombre del Rey Victorio Emanuel III, firmó su Primer Ministro y Jefe de Gobierno, un tal Benito Mussolini.

Queda pues mucho hurto legal que devolver, muchas felonías que reparar, muchas irregularidades que subsanar. La “ciudadanía” europea no se puede acostumbrar a vivir sin fábulas que escuchar.