La Azotea de Javier Pipó
LA SESIÓN
Menudo debate en las enmiendas a la
totalidad de los presupuestos de Montoro y del Estado para 2016, en ese salón
de plenos pero menos, del Congreso de los Diputados. Yo desde luego disfruté
como contribuyente y sufrido espectador.
Quizá resulte llamativa la frialdad en el
apoyo de la reducida bancada popular a un Ministro teóricamente tecnócrata
haciendo el papel y muy bien, de ideólogo de la situación. Los socialistas,
sufriendo la pesadez inane de Zapasanchez, en el papel insignificante, dañino y
deslucido de Zapasanchez. El resto de la izquierda, la extrema, haciendo
esfuerzos titánicos para que apenas pudiera percibirse el salto ideológico y
valiente a la segunda mitad de siglo veinte, naturalmente. Los que quedan, mezcla
incolora de todas las salsas, intentando buscar algún resquicio por donde meter
el dedo de la notoriedad intrascendente. De manera que la sesión resultó
entretenida e ilustrativa de la rueda continua de nuestra historia en
movimiento permanente, en vuelta cansina hacia lo mismo.
Desde luego, la figura destacada e
indiscutible desde principio a fin, Montoro y su defensa del modelo constitucional
de 1978. Modelo federal o no, pero de democracia parlamentaria y
representativa, hasta el momento sin alternativa. Es desde luego tratar en un
día lo que debió argumentarse y defender con la misma viveza durante los
últimos tres años. Pero quizá no le dejaron antes, los buitres insaciables que
en su Partido están taponando una salida histórica hacia la consolidación
definitiva de España como vanguardia de libertad y progreso. Sus enormes conocimientos
de historia, economía y sociología política, descollaban en un hemiciclo más
dado a la camorra que a la reflexión; más proclive al discurso vacío y
reaccionario que a la construcción de una teoría científica capaz de dar
solidez a un modelo económico dinámico y eficaz, que es capaz de crear riqueza
y repartirla con proporción al esfuerzo, la inteligencia y en su caso a la
necesidad. Por eso citaba con soltura a Hayek, a Schumpeter o Keynes, aunque
igual pudo hacerlo con Berlin, Aron o Habermas. Importante, trascendente y
delicioso.
Frente a la nada, Montoro estuvo comedido y
soportó sin inmutarse la intervención de un presunto líder de la oposición que
no se enteró nunca de casi nada. Que va y viene de ciudad en ciudad como
autómata; hablando sin decir algo trascendente y lo mucho que dice o no se le
entiende o carece de importancia o está equivocado al resultar extemporáneo y
estúpido, como ese empeño en hacer de exhumador de los cadáveres de Franco y
José Antonio, ahora que crece el PIB. Una joya.
Al líder de la oposición deberían enseñarle
en tres tardes o treinta, que el PSOE es algo más importante que su
insignificante liderazgo. Que recibir el legado de Zapatero y no hacerlo a
título de inventario es un riesgo letal que despeñará al abismo del retroceso
histórico los esfuerzos de personajes de Estado como González que entendió que
la biblia de la socialdemocracia está en el Programa de Bag Godesberg de 1959,
identificando democracia y socialismo y la “ruptura democrática” de Suresnes,
ahora hace 41 años. Zapasanchez aún analiza la escisión entre comunistas y
socialistas del período entreguerras, pero buscando el camino intermedio entre
reformismo y revolucionarismo voluntarista y dictatorial del comunismo. De ahí
su fascinación por Pablete Iglesias. Con Zapatero, busca la revolución
compatible con la democracia, perteneciendo los pobres diablos a eso que
alguien definió como la Segunda Inernacional y Media. No se enteran lo que
Norberto Bobbio sentenció hace años, que la tercera vía no existe.
Estos peligrosos aficionados serán
incapaces de aportar algo a los tres retos que a mi juicio se le presenta a la
socialdemocracia y al socialismo democrático, también llamado radical. De una
parte, la erisipela ideológica y mental que les produce la extensión e
influencia de los movimientos sociales alternativos. En segundo lugar, las
contradicciones e ineficiencias del megaindustrialismo galopante y globalizado
y sus secuelas de productivismo y consumismo irrefrenable y por último, la
insostenibilidad de las relaciones entre países pobres y ricos.
Por eso, resultaba insólita una sesión
entre el sabio ministro que una y otra vez venía a decir que el Estado
capitalista no tiene más que dos formas de superación, o la reforma o la
revolución. No lo entendieron porque unos, quieren destruir el Estado, y
otros no saben lo que es, pero lo desprecian.
Y mientras, en sus fronteras, un fantasma
recorre Europa, la famélica legión de los alienados por el azote biblico del
islamismo medieval que terminará por arrasar la civilización cristiana,
bienpensante, grasienta y occidental.