La Azotea de Javier Pipó
TIEMPO DE TRIBULACIÒN
Fue Felipe
III en su lecho de muerte, cuando reflexionando con cuantos le rodeaban
sobre la frivolidad inútil de su real vida, tuvo la ocurrencia de dejar para la
posteridad aquello de ¡Ay si Dios me diera vida cuan diferentemente
gobernara!
Hombre, es verdad que Rajoy quizá esté en los estertores de su vida política pero,
salvando las distancias de tiempo, lugar y circunstancia, de nada le serviría
esa reflexión ni el cínico pensamiento de Carrillo
cuando exclamaba que en política, el arrepentimiento no existe, uno se equivoca
o acierta, pero no cabe el arrepentimiento. Quizá porque tampoco tendrá tiempo
para esa noble acción de contrito reflexivo a pesar de los últimos esfuerzos,
ante la cercanía agobiante de unas elecciones que pueden condicionar la vida de
una generación. Difícilmente cabrá solución de continuidad, seguramente algún
paso torcido o ciego, si acaso alguna otra chapuza histórica. No más.
Miren Argentina, ha tardado setenta años en
desprenderse del peronismo- al menos por ahora - esa pesadilla pegajosa, cutre
y corrupta que transportó a una rica Nación desde la vanguardia del mundo
occidental a la quiebra, la pobreza y la desesperanza. Y aquí en Andalucía,
tenemos ejemplo muy cercano de socioperonismo populista que solo lleva la mitad
de tiempo que su modelo americano, pero careciendo de la inmensa opulencia de
las hermosas tierras argentinas. Pero ya ven las cifras de divergencia del
resto de la Nación y no digamos de la convergencia con las demás regiones
europeas. Y lo que es peor, el régimen andaluz está en vía de
regeneración de la continuidad, tras la huída del poder judicial y el apoyo
ciego de quien como C´s podría
representar una salida al estancamiento de casi cuatro décadas de este
socialismo viejo, caciquil y reaccionario, que alejado de la socialdemocracia
europea hace perder la esperanza.
Con ello pretendo resaltar mi duda sobre la
ayuda de Andalucía a encontrar una salida razonable al estancamiento nacional
sino más bien, a reforzar con su enorme fuerza numérica al desnortado Zapasanchez y si fracasa, a sustituirlo
por el populismo trianero de Susana.
Otro momento histórico sería. Y omito mentar lo que el comunicador Herrera denomina “pasión de catalanes”
porque se aborrece de tanto sobarlo. Pero miren, la cuestión no está encaminada
a la solución sino solo al aplazamiento. Es verdad que los convergentes, o como
quieran ahora llamarse cambiando la piel de lobo por cordero, están
excesivamente señalados por los años de trinque sin cuartel, aunque no quede
formación alguna - democrática se entiende - que no esté pringada por los años
negros del tripartito. Pero el independentismo es cuestión de tiempo y dinero
financiable a no tan cómodos plazos. Y después vendrán los otros nacionalistas,
tan malos como estos, pero parece que pastoreados ahora con más inteligencia y
sabiendo esperar el momento propicio, nacional y europeo.
De manera que el riesgo nación está
precisamente en su mantenimiento como tal, porque tres son las amenazas mensurables
que acechan en enero, tras los festejos de final de año: El campo minado por el virus cáustico del nacionalismo; la amenaza
que se hará cada vez más insoportable de la
barbarie del yihadismo, tan implacable como devastadora. Y, las
dificultades crecientes para el
mantenimiento del bienestar alcanzado, seguramente sin correspondencia con
la capacidad para producir riqueza y su justa distribución, pero insertado en
el catálogo irrenunciable de derechos, cuya pérdida hará insostenible y muy
vulnerable el sistema. Pocos apuestan por compaginar Estado del bienestar y
caos autonómico, tras treinta y siete años de utopía imposible.
Y vuelvo a reiterar que hacer frente a
situación como ésta, requiere de liderazgos a la altura del Estado que se les
confía, de equipos muy experimentados, honestos, capaces y patriotas. Y unas
Instituciones que resistan el empuje de aventureros dispuestos a griparlas con
doctrinas disparatadas, cuando no corrosivas.
Y ya ven, parece que el cercano enero
requiere rebajas, también para el nivel de exigencia a quienes pueden hundir la
Nación o cuando menos, mantenerla a flote. Qué opinar sobre el joven Sánchez, presumiendo de socialdemócrata
pero cada vez más alejado de la socialdemocracia y más cercano a la agitación
oportunista o al populismo ramplón; de inexperiencia temeraria; casi siempre
superficial cuando no desesperadamente simple. Sus continuas rectificaciones y
contradicciones le hacen caer en la red de su propia demagogia y lo mismo
pretende derogar el artículo 135 de la CE que reconocer al llamado Estado
Palestino, cerrar el Ministerio de Defensa que blindar en la Constitución parte
de su insignificante programa. No despertará ni la curiosidad de las
cancillerías occidentales. Rivera
por el contrario, aunque tan inexperto como su rival, sí aparenta sensatez y
moderación. Le presumo ubicación entre el liberalismo político y la
socialdemocracia económica, aunque incomprensiblemente huidizo a dar testimonio
de su ideología, confuso ante los aparentes agujeros negros en su deslavazado
programa y algo nervioso hasta poner a prueba la sensatez estimada. Un
Ministerio político y la portavocía del Gobierno, le haría ganar madurez y
preparación para el futuro. Goza de juventud envidiable para recorrerla con
prisa, pero con pausa.
Y nos queda Rajoy, ahora que parece haber despertado de una siesta tonta de
cuatro años. Experiencia sí tiene, aunque la guarde para antes de irse. Su gran
vocación quizá hubiese sido la DG de Registros y Notariado, pero las
circunstancias lo colocaron en puesto de vanguardia y nos deja sin saber si no
llegó o ya se ha ido. En cualquier caso es lo que mejor tenemos. Prudente,
inspira confianza a los socios europeos y al poder USA y desde luego sería el
único para abordar los tres retos: consolidar la recuperación económica;
lealtad a las naciones de la UE para contener el yihadismo e intentar
desarbolar el naciente Estado catalán, abordando en su caso una reforma
constitucional. El gran Pacto consistiría en ceder la Presidencia a Rivera a mitad de Legislatura. Es
menester recordar el consejo ignaciano: en tiempo de tribulación, no hacer
mudanza. Pues eso.
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