Tribuna abierta de opinión

Instituciones,Democracia y Libertad

jueves, 31 de diciembre de 2015

La Opinión de Julián Delgado


Artículo que será publicado el día 2 de Enero en el Diario "Ultima Hora" de Mallorca

Julián Delgado

LA ENCRUCIJADA

  España atraviesa un momento histórico crítico. La sociedad, que está sufriendo las consecuencias de una crisis económica que ha dejado a su paso paro, empobrecimiento, desigualdad y una generación de jóvenes sin proyecto vital, y que ha percibido el grave deterioro de las instituciones y la descomposición moral de la clase política, dominada por el hartazgo y la indignación, ha votado exigiendo la regeneración del sistema. Pero como en el río revuelto de la política no ganan los pescadores, sino los populistas, ha emergido con fuerza un partido totalitario de extrema izquierda marxista-leninista que, disfrazado para la ocasión de cordero socialdemócrata, ha seducido a muchos de los descontentos, abducido a  los viejos comunistas de IU y a buena parte del PSOE y, con un apetito voraz, amenaza ahora con devorar lo que queda del socialismo. Esta misma fuerza, para implantarse en las Comunidades donde existen movimientos secesionistas, ha incorporado a éstos a sus filas, abriendo el camino para convertir España en un conglomerado de taifas marxista.

  A la derecha del espectro político, aparece un acomplejado PP, que se ha dejado marginar moral e ideológicamente por la izquierda, incapaz de defender sus ideales, maquillándolos para disimularlos, cuando en la Unión Europea sus equivalentes se presentan orgullosos como fuerzas de libertad, garantes de los  principios y valores humanistas de nuestra civilización. Y en el centro derecha ha surgido Cs, un partido que con más voluntad que fuerza pretende la regeneración del sistema. 

  En este trance, la amenaza soberanista en Cataluña está a punto de estallar con el apoyo de un confuso grupo antisistema, antieuropeo y anticapitalista. Mientras, las instituciones económicas mundiales nos alertan de que todo lo conseguido en cuanto a recuperación económica se puede ir al traste si no se forma un gobierno estable y cohesionado. Hace falta un gobierno que detenga el proyecto chavista y consolide los avances en materia económica, un gobierno que frene con inteligencia y firmeza el reto soberanista. 

  En esta encrucijada que atravesamos, no se entendería que los partidos constitucionalistas no fueran capaces de afrontar unidos este trascendental brete.    

 

sábado, 26 de diciembre de 2015

La Opinión de Javier Pipó


La Azotea de Javier Pipó

DESDE PALACIO
   Este país, caminando siempre por el filo de la navaja, acoge en algunos rincones del reaccionarismo sectario sorpresa maliciosa por diez minutos de rigor, sentido común y respeto al juego limpio de la tradición y la Historia. Y lo digo, tras escuchar algunos disparatados comentarios sobre el mensaje de Felipe VI, desde el espectacular Salón del Trono del Palacio Real de Madrid. Y eso en una Nación de tradición monárquica, al considerar que en trescientos años, desde la llegada de los Borbones o doscientos, desde el comienzo del constitucionalismo, solo quedó interrumpida por poco menos de siete de republicanismo y 36 de franquismo. Pero ya ven, en la Ley de Sucesión de 1946 se declara "Estado constituido en Reino", es decir Reino sin Rey, con similitud al actual momento en el que parece existir un Rey sin Reino. Es duro y constante el empeño ideológico por desprestigiar y acabar con la monarquía, con independencia de su presencia en ejemplares países europeos de prosperidad y democracia acreditadas. El Estado de Derecho se asienta en los principios de legalidad, constitucionalidad, división de poderes y prevalencia de los derechos fundamentales. Por ello, la forma monárquica es pura adjetivación, porque el interés radica en que sea parlamentaria y constitucional. Es igual porque la tabarra republicana continuará mayormente asociada a la agitación revolucionaria.
  El exquisito e importante mensaje del Rey es práctica habitual en los Jefes de Estado, aunque no sea función expresamente incluida en la Constitución, pero sí derivada de las funciones que tiene atribuidas por los artículos 56, 62 y 63. Y entre ellas destaca la de moderar el funcionamiento regular de las instituciones. Es pues, como expresa Jorge de Esteban, poder moderador y en consecuencia neutral. En el Título II se habla de Corona y no de Rey, porque desde 1978 es simplemente uno de los órganos del Estado, cuyo titular es el Rey que desempeña la Jefatura del Estado. De manera que siendo órgano institucionalizado está dotado de funciones propias, como la moderadora, en el ejercicio de su auctoritas - es decir, capacidad para influir - pero no de potestas.
  Y eso es que lo que hizo en su mensaje de moderación. Advertir y estimular para influir, una vez ejercitado su derecho a ser consultado. Y en momento especialmente delicado tanto en el exterior, en Europa, como en el interior. Aquí preocupa, desde la paralización institucional ante la extrema dificultad para proponer un candidato a Presidente del Gobierno- donde su función arbitral juega con cierto margen de discrecionalidad constitucionalizada- hasta el reto gravísimo de la rebelión catalana, pasando por el difícil trago del enjuiciamiento de la Infanta Cristina en próximos días.
  Pero ha sabido retener las emociones, mostrando al mundo de la política la singularidad del profesional concienzudamente preparado tras un aprendizaje largo y fructífero a lo largo de años intensos que ahora, le permiten contemplar la realidad con el distanciamiento de la sabiduría acumulada. De ahí el rigor y el vigor del mensaje colocado ante los españoles, advirtiendo de los riesgos de la falta de respeto al orden constitucional y de la decadencia, el empobrecimiento y el aislamiento ante el rompimiento de la unidad nacional. Es lo normal, pero nunca visto, en quien posee el título de Rey de España, definida en la Constitución como entidad superior, muy superior a las nacionalidades y regiones que la integran.
  Ya digo, ahora, muy pronto, ejercitará su función arbitral para intentar sacar del atolladero político en que se encuentra la Nación, aún anestesiada por los festejos opulentos que estos días ocupan corazón y vientre de millones de españoles. Descalabrado el bipartidismo, despreciado por la extrema izquierda y la ingenuidad inmadura de C´s, y derrumbada con más pena que gloria la mayoría absoluta de Rajoy, el Rey jugará un papel trascendente hasta conseguir proponer un candidato a Presidente de Gobierno estable o convocar unas peligrosas y desestabilizadoras elecciones generales. Menudo marrón le corresponde para quien solo contaba diez años cuando entró en vigor la Constitución que ahora parece discutida y discutible y solo lleva uno y medio de Jefe del Estado, es decir con Santi Romano, "presidente de los órganos constitucionales del Estado". Aunque en cualquier caso, parece tiempo suficiente para estar a la altura de la dignidad de la Institución y de la Historia y no de Podemos, como reclaman con descaro. Para bien de todos
 

miércoles, 23 de diciembre de 2015

La Opinión de Javier Pipó. La Azotea


La Azotea de Javier Pipó

LA ENTREVISTA

  De manera que los dos políticos al frente de los grandes Partidos, soporte del achacoso constitucionalismo que sufrimos o gozamos según versión más o menos optimista, se reúnen para constatar que tienen diferencias insalvables para rescatar España del abismo en que yace. Una satisfacción en visión ilusionada, o de depresión profunda y melancólica. Y claro que los hay de las dos contemplaciones, según posición que ocupen en el observatorio.

  Pues miren, para constatar el desprecio personal con el que se obsequian y nos castigan, no necesitaban reunión alguna. Bastaba que cualquiera de los numerosos edecanes de los que se rodean, pagados generosamente con el Presupuesto, se transmitieran mutuamente las percepciones e intentaran al menos, llegar a un acuerdo para mandar mensajes de socorro a Merkel, Hollande u Obama o un margallo en busca de solución al caos que han originado. Y estar callados ya que no parecen avergonzados.

  Y no pretendo para nada igualar las posiciones de uno y otro y sus correspondientes responsabilidades en el desaguisado. El uno, es político serio y solvente, pero profundamente equivocado, que ha dilapidado un tiempo precioso para impulsar a la Nación española, al menos hasta mediados de siglo. Un político creyente profundo en la teoría marxista del motor económico de la Historia, como único elemento digno de la atención de un gobernante del siglo veintiuno, en la mayor de las crisis desde el triunfo sobre el nazifascismo y el derrumbe del muro infame levantado con sangre por el comunismo. Y claro, abandonó la política. La política de las cosas cotidianas, de la moral social, del derecho a una sociedad inmersa en la ética del comportamiento, de los valores y principios que hicieron posible y grandioso el constitucionalismo europeo. Y mientras sus valiosos esfuerzos se centraban en los libros de contabilidad, que logró milagrosamente ponerlos a salvo de la debacle, un círculo de canallas politicastros, pusieron la inteligencia al servicio de la ambición y el  enriquecimiento. Un desastre, porque una vez más la Nación quedó pendiente de una regeneración profunda, de la vuelta a los valores de la civilización cristiana, de la regeneración de valores eternos de honradez, austeridad y limpieza en la vida democrática, mientras se acrecienta el amor a la libertad.

  Y del otro, pues poco que decir cuando la escasez política que de él conozco no vale nada que merezca la pena. Es corto de ideas y largo de palabras inútiles, cuando no hirientes, inapropiadas e inoportunas. Una calamidad política que seguramente pasará como segundo ZP pero en peor, más dañino para los intereses generales y concretos de la socialdemocracia. Tampoco goza de equipo valioso para la gran política. Observen como resulta imposible saber la posición de Zapasanchez en una Europa sin Gran Bretaña o asaltada por millones de inmigrantes o arrugada por el terrorismo yihadista. Y que decir ante el desafío del nacionalismo independentista catalán y el que asoma la oreja en Vascongadas. Y ya me dirán si en efecto comienza una nueva recesión sin haber consolidado la que aún nos sacude, cuando su demagogia de vulgar agitador se apropia hasta del Estado del bienestar. 

  De manera que tras el fracaso rotundo de ambos políticos al frente de sus respectivos Partidos y de sus responsabilidades de Estado, deberían abandonar inmediatamente uno, la Jefatura de Gobierno y otro, la Jefatura del Partido y sus aspiraciones a suceder a Rajoy. Sánchez no sirve para la política de altos vuelos. Su revolucionarismo infantiloide, en su caso, debería ensayarlo en concejalía a su altura.

  Además, si el uno reprochó al otro la indecencia de su comportamiento, que ya es valor cuando quien pretende sucederle - y Dios no lo quiera- gerencia la mayor olla de corrupción de la historia contemporánea de España y el otro lo sitúa y con razón en la indignidad ¿para qué y por qué se reúnen? 

  Miren, ambos deben dimitir y ceder el puesto a personajes mejor dotados que con generosidad patriótica vislumbren una solución de constitucionalistas, defediendo la unidad de la Nación española frente a los retos gigantescos que se avecinan. Quizá la dirección apunta hacia un tripartito temporal con C´s, antes que unas inciertas y peligrosas elecciones con el riesgo cierto de un avance aterrador del comunismo liberticida y revolucionario de Podemos. 

  Feliz Navidad y que 2016 sea mejor de lo que parece presentarse.

 

lunes, 21 de diciembre de 2015

La Opinión de Javier Pipó. La Azotea


La Opinión de Javier Pipó. La Azotea

NIVELADORES Y CAVADORES

   No puedo pretender profundizar más acerca de los nefastos resultados de la jornada electoral. En los últimos tres años he reiterado una y otra vez el camino equivocado del presunto liberalismo conservador del PP, instalado en una mayoría total que no supo para nada administrar y que ha dilapidado en perjuicio de una multiplicidad sensata y razonable. Y después, por estar resultando masivos los comentarios y comentaristas al caso, aunque ya desearía el análisis desapasionado sobre causas sociopolíticas próximas y remotas. Y desde luego, las consecuencias a medio y quizá largo plazo para la Nación, si es ello lo que interesa y no la vida y el desarrollo de unos cuantos partidos políticos trufados de politicastros ambiciosos y corruptos, cuando no jaleados por profesionales de la agitación.

   Escuchar la noche del desastre nacional a los responsables de los partidos en liza, todo un espectáculo. Los populares felicitándose desde el balcón del pasado de “haber ganado las elecciones” aunque parezca una ficción algo macabra. Los socialistas alabando su ventura de no vivir un desastre peor, cuando “continúan siendo referencia de la izquierda”. Menudo papelón de capa caída van jugando en la democracia, en proporción a la solvencia decreciente de sus líderes. Los “ciudadanos” por su parte, reiterando un vacío mensaje de “nueva era” “nueva política” y mamarrachadas similares, sin siquiera acercarse al análisis del origen de un exagerado volumen de votos, procedentes de la reacción casi masiva de populares, como de los moderados y asustados socialdemócratas, ante la deriva gratuita de ambos partidos. La posición precipitada e ingenua de ciudadanos, les lleva a pensar que la partida política comenzará a jugarse desde su desarbolado centrismo, cuando realmente ocupan un espacio que ojalá hubiera jugado con experimentada solvencia un PSOE moderno y europeo. Pues menuda desorientación.

   Miren, aquí los únicos orientados son los comunistas de Podemos. Tras merendarse a sus camaradas posibilistas de IU, parecen abandonar la careta desvergonzada de socialdemócratas y sacan su rostro duro de marxismoleninismo modernizado por el populismo hortera y los dólares del bolivarismo. Ahí está Pablete levantando el puño y la coleta, estableciendo lo “necesario e imprescindible” y en perorata de antisistema  desenvuelto, exigiendo blindajes difusos y confusos de presuntos derechos, reformando o no la Constitución. Que más da si a la postre es mera referencia.

  Hace mucho tiempo defendí como necesario para el momento de crisis moral y económica de la Nación española y en resguardo de su unidad, una coalición temporal del liberalismo con el socialismo democrático, que abandoné ante la prepotencia irreductible de Zapasanchez. Luego creí posible que la coalición rodara hacia pacto, incluso de turno en la Presidencia, con la incógnita C´s, derrumbada por el fracaso de ambos, más acusado en estos improvisados e inmaduros políticos. Hoy, tras la jornada maldita, víspera de inestabilidad, desasosiego, desprestigio ante la Europa culta y libre y de retroceso a la oscuridad económica, no creo siquiera posible que unas nuevas elecciones fuesen solución, sino empeoramiento. Y pensar en nuevo enjuague con los nacionalistas, produce erisipela.

  Quizá el joven y encoletado profesor interino de Ciencia Política trate de recordar el movimiento de comunismo utópico llamado de los cavadores, aparecido en la Inglaterra de mediados del siglo XVII, que trazaban enconadamente líneas divisorias con los niveladores, ejemplo anticipado de democracia radical de clase media que tanta influencia tuvo en la Europa de siglos posteriores. En la biblia de los cavadores “Ley de libertad”, se puede encontrar enormes similitudes con el pensamiento elemental y arqueológico de Podemos en su afán de definir y ocupar toda la izquierda revolucionaria o no, arrinconando el socialismo que consideran anticuado del PSOE, de los niveladores. Pues por ahí parece caminar la tragedia. El optimismo representa un supremo acto de estupidez.
     

viernes, 18 de diciembre de 2015

Otras Opiniones. Julián Delgado

Artículo que se publicará mañana sábado en el Diario "Última Hora" de Mallorca
La Opinión de Julián Delgado
No hay margarita que deshojar
Ciudadanos se ha declarado partido de Centro, ese acogedor puerto de convergencia ideológica de diversas visiones políticas y zona que ha gozado de gran favor electoral en nuestra democracia. El que se sustenta en el liberalismo social que se abrió paso después de la Segunda Guerra Mundial, que forma su núcleo doctrinal y que huye de los dogmatismos de los credos seculares de la izquierda y la derecha. El Centro está contorneado por fronteras porosas con el liberalismo progresista y el socialismo democrático.
El PP, desde su XIV Congreso y la elección de Aznar como presidente de la Internacional Demócrata de Centro, se conformó como un partido  de centro-derecha, reformista, que responde al prototipo: rigor en los principios, flexibilidad en las estrategias y eficacia en la gestión. Este perfil centrista ha tomado ribetes más evidentes en esta última legislatura, motivo por el cual se ha producido una importante escisión en su seno: los ultraliberales, antiabortistas, víctimas del terrorismo, Iglesia y otros que se sienten por ello damnificados son hoy los más acérrimos enemigos de Rajoy.  
Por otra parte, el PSOE, hasta la llegada de Zapatero, procuró enterrar los viejos radicalismos, se alejó del marxismo y amplió el sustrato liberal y democrático del partido, colocando una pata en los terrenos del Centro. Pero desde que aquél tomó su dirección recuperó la peor tradición izquierdista, lo que supone en el fondo un rechazo de las ideas ilustradas, condenó a muerte a una de sus dos almas, se entregó al discurso de las fuerzas radicales, cultivó la retórica del odio a las derechas y del revanchismo histórico. Hoy, su émulo, Sánchez, sigue sus pasos, aliado con la izquierda enemiga del Estado de Derecho y temeroso de seguir desangrándose por la brecha que le han abierto en su flanco izquierdo, sigue su senda y opta por intentar cerrarla desde la histeria mitinera y la mentira, el insulto y la chulería en los debates. 
A Rivera no le debe caber duda de a quién ha de apoyar tras las elecciones de mañana. Con el PP, se recompone el centro-derecha, la ideología hegemónica en España, que con un solo partido le ha dado estabilidad en esta legislatura y volvería a dársela en la próxima con dos.   

miércoles, 16 de diciembre de 2015

La Opinión de Javier Pipó. La Azotea


La Azotea de Javier Pipó

LA SUERTE ECHADA

  En una jornada electoral, depositando de manera más o menos ilusionada un simple voto, quizá el sistema democrático se juega parte del contenido trascendental de una nación, porque el resultado será considerado censura o apoyo al liderazgo de los representantes electos o al modelo de sociedad que defienden. Es el hermoso riesgo de la democracia, siempre necesario aunque nunca suficiente, como nos enseñan los recientes y paradigmáticos casos de Argentina y Venezuela. Pero también constatamos como en sistemas muy consolidados la baja participación obliga a considerarla manifestación de confianza rutinaria del ciudadano, tanto en las instituciones del sistema como en la profesionalidad patriótica de los representantes y salvo cuestiones que afectan a derechos, libertades o bienestar, apenas despiertan necesidad de concurrir a validar o invalidar la acción política de la legislatura. El sistema es indiscutible y en consecuencia siempre está a salvo, como hábito de los que conciben la política como medio para administrar lo común y dirigir un pueblo organizado en Estado, hacia la prosperidad colectiva. Y no como fin en sí mismo, hipotecado por una clase política ambiciosa y mediocre o de iluminados de ocasión,  instalados en el poder para sucederse así mismos, como ya quedó para la historia en los casos de Andalucía o Cataluña.

  A tres días de la jornada electoral, seguramente de participación masiva, deberíamos preguntarnos en que grupo de los citados podemos ubicarnos. Desde luego entre los pueblos avanzados regidos por una modélica Constitución – salvando el agujero negro de su Título VIII- que ha permitido los mejores años de los últimos doscientos cincuenta y acrecentado un sólido patrimonio científico, cultural, tecnológico y educativo equiparable a las naciones de vanguardia. Pero esa envidiable posición hay que saber mantenerla, defenderla y acrecentarla en la medida de lo posible y no puede quedar al albur de unas elecciones donde los ciudadanos acuden con el temor fundado de un riesgo cierto de ruptura con principios y valores que se creían firmes y de imposible retroceso.

  La batalla contra el llamado bipartidismo ha sido feroz en los medios de comunicación y en las peroratas de aquellos aprendices de estadistas, ilusionados en ocupar el espacio de dos ideologías centenarias que protagonizan dos partidos debilitados por sus errores, contradicciones y ambiciones corruptas. No conozco argumento alguno que con solidez sea capaz de argumentar lo negativo de la alternancia entre sistemas ideológicos que desde la centralidad sean capaces de aglutinas aquéllas formaciones a derecha e izquierda hasta los alveolos de la pluralidad social. Tras trescientos años de activismo político en los regímenes democráticos nada ha sido capaz de sustituir al liberalismo más o menos conservador y al socialismo templado o más radical, girando alrededor de las ideas motrices de libertad, progreso e igualdad. Y resulta indiferente para los intereses generales de la nación si los partidos hegemónicos se llaman PP o PSOE porque lo único a defender son los principios, valores y modelo de sociedad que hacen posible y deseable el desarrollo y potenciación de aquellas ideas motoras.

  España, vuelve a estar en una encrucijada histórica. En el exterior y como siempre desde Carlos V, involucrada con el destino de Europa. En el interior, algo exhausta y agobiada por la desesperanza. Pero la Europa de ahora, con dificultad avanza en la concepción de su Unión política, como reclamaba en 1946 W. Churchill o Adenauer, de Gasperi, Monnet, Schuman o Spaak. A pesar de los logros en la unión económica, Gran Bretaña votará su permanencia y si abandona la Unión seguramente acabará el sueño europeo. Y además, la pegajosa crisis económica poniendo en riesgo logros de la sociedad del bienestar y generando movimientos de intransigencia radical de izquierdas neocomunistas, cuando no de claro nazifascismo totalitario. Y la tensión permanente del terrorismo invisible y el asalto de las fronteras por millones de seres humanos huyendo del barbarismo yihadista. Europa requiere nuevos hombres de Estado que sepan liderar un proyecto en riesgo de perder el más antiguo baluarte de la civilización cristiana y occidental.

  En el interior, el desaliento tiene forma de paro que ya parece estructural; de corrupción que inunda hasta los recintos más a resguardo de sobresaltos; de rabia al contemplar la inutilidad de un Estado troceado, ineficiente, manirroto y de imposible financiación; de un nacionalismo crecido en el desafío diario a la propia Constitución. Y mientras, una Seguridad Social con más de 50 años de historia que languidece camino de su ruina; de un sistema nacional de salud que nunca fue nacional y que ahora pierde esplendor en proporción a la merma de su financiación; de una educación de baja calidad, torpe, ideológica y sectariamente orientada por la peor izquierda desde 1990 o de unas CCAA sin sistema de financiación, a base de FLA´s o flo´s que solo sirven para aumentar la deuda hasta su igualación con la producción nacional, camuflando una solución posible solo en la reforma constitucional.

 Creo carecemos de estadistas capaces de hacer frente a estos y otros tremendos desafíos interiores y exteriores de España. Ya hemos visto la lección patética del peligroso Zapasanchez, retador, tabernario, faltón, sin formas elementales de educación y finura política. Su grosería le incapacita para gobernar la Nación pero no para hundir la socialdemocracia. Solo queda la incógnita de C´s en el centro izquierda y la derecha moderada y a veces liberal del PP. Si no llegan a un acuerdo de legislatura, incluso con alternancia en la Jefatura de Gobierno, el resbalón volverá a ser histórico.            

 Si nos abandona la inteligencia colectiva que no lo haga la suerte. Pasado el rubicón del domingo, alea jacta est.

jueves, 10 de diciembre de 2015

Otras Opiniones: Moncho Borrajo

CARTA DE MONCHO BORRAJO A PABLO IGLESIAS:


Señor Pablo Iglesias:
No me preocupa su coleta perfectamente desaliñada al estilo hippy de los 60, ni esa eterna camisa blanca arrugada, ni esos rozados pantalones grises, de tiro bajo, uniforme de falso y trasnochado progre.


En mis 42 años de profesión he aprendido a leer en las caras de las personas, y he de decirle que la suya no me gusta y me preocupa bastante.


Es una máscara perfecta de cinismo, prepotencia y despotismo, donde la ternura no tiene espacio, ni los sentimientos como la vergüenza o la compasión.
Vd nunca  mira a la cara, porque está por encima de los demás, y siempre ataca por temor a ser atacado, sin escuchar ni a los  suyos que discrepan de usted, como el de la sillas de ruedas.


Es Vd cruel, quien molesta o no sigue sus dictados,  simplemente le borra.
Nada le impiden seguir con la mirada en el futuro con el que sueña solo para usted, en nombre de  los demás, algo que ya hemos vivido muchas veces.


Vd me ilusionó al principio, y en poco tiempo con su conducta me ha vuelto a la cruel realidad.

Vd es un trilero que se alimenta del odio y la necesidad de los débiles y cándidos.

No es nada mas que un pelele necesario para este proceso mundial de desestabilización que corre como la pólvora.

Si me coge usted con veinte años sería un fan de sus ideas, pero ya conozco al lobo con piel de cordero y tienen un tufo muy peculiar.


Señor Iglesias: Deseo de todo corazón que no camufle sus ideas tras cortinas televisivas y falsas palabras.

Me duele escribirle esto, porque sigo siendo un utópico idealista, pero cada vez que veo unas declaraciones suyas me siento engañado.

No me gusta usted y no le voy a votar y recomendaré a mis amigos que no se dejen engañar por sus falsas palabras.

Vd lo que pretende es llevar a España a la ruina económica y moral, aunque eso le trae al pairo.


P.D. No se moleste en llamarme facha, rojo de mierda, o cualquier otra lindeza de su vocabulario de los 60 de la facultad de económicas, ya me lo han llamado antes muchas veces, sin reconocer jamás que no me conocían. Moncho Borrajo.



miércoles, 9 de diciembre de 2015

La Opinión de Javier Pipó. La Azotea

La Azotea de Javier Pipó
VENEZUELA Y MÁS


Digo y celebro con algazara el triunfo valioso de la oposición venezolana en defensa de millones de compatriotas deseosos de recobrar la democracia y la libertad raptada por los farsantes del bolivarismo, por los trileros del socialismo del siglo XXI, como lo fue con anterioridad el dictador  Marcos Pérez Jiménez hasta su derrocamiento en 1958. Es la desgraciada historia política de este vitalista pueblo, que desde la Independencia en 1811 no conoció más constitución democrática que la de 1961 y no más de cuarenta años de democracia, dignidad y progreso. Luego los desgraciados segundos mandatos de políticos valiosos como Caldera o Carlos Andrés Pérez, incapaces de impedir la llegada del gorila Chávez, jibarizado en el ganso Maduro y su dictadura del chándal. Es la república bolivariana del hambre y el hundimiento en la pobreza y la desesperación del más rico país de América del Sur.


Y este tal Maduro y el mafioso Cabello, como fue el tenebroso López Rega en la Argentina peronista, se permitieron amenazar con defender su revolución con el ejército si la oposición ganaba las elecciones y ahora una vez ganadas, con el taponamiento de las instituciones judiciales y parlamentarias si persisten en hacer la “contrarrevolución” Nada me resulta extraño. Han tardado tres días en finalizar el escrutinio y tardarán lo que puedan en abrir las cárceles a los presos políticos que reclamaban libertad y decencia. Lo extraño e impactante sería lo contrario. 

Pero lo que verdaderamente me produce bochorno es que partidos y partidarios de los que operan en una democracia europea de bandera como la española, vengan en justificar los esfuerzos por tapar la debacle. Empezando por ZP, ese personaje turbio y nefasto que ocupó con poca dignidad la Presidencia del Gobierno de España, teórico de la "alianza de civilizaciones" fundamento del moderno Derecho Internacional y las Relaciones Internacionales, estableciendo que "no se debe hacer presunción en una democracia"(sic). Y en consecuencia ahí lo tienen, de chalaneo y charleta con el payaso Maduro. Y no se resiente en su delicada sensibilidad de rendir homenaje innecesario al tosco  agitador que se permite insultar y tomar a broma tabernaria a Rajoy, un dirigente que preside con dignidad democrática un régimen constitucional y parlamentario como el español, donde rige la ley y la separación de poderes. Habrá causado asombro en las cancillerías de los países socios de la UE. 


Pero ya ven, aquí la izquierda totalitaria y parte de la otra, consideran Venezuela un modelo no criticable porque se celebran elecciones, hasta el extremo de que las gana la oposición, argumentan. Es decir, la oposición no encarcelada o neutralizada por los gorilas de Maduro o Cabello. Pero en Venezuela existe una dictadura antes de las elecciones y continuará existiendo aun con la oposición ganadora, si no se procede a desmantelar ese tinglado corrupto y arrasador de la estructura social y la riqueza inmensa de ese paradisiaco país, sumido en una pobreza aterradora tras el experimento estúpido e inútil de la revolución bolivariana. Y para ello, Maduro debe abandonar de forma inmediata el poder permitiendo la celebración de elecciones presidenciales. No es posible cohabitación entre un Legislativo nacido de unas elecciones más o menos democráticas en su gestación y desarrollo y un Ejecutivo descaradamente dictatorial.

Y mientras aquí, en el debate calificado como decisivo, aunque no pasó de inútil producción televisiva, por entretenida y costosa que fuere, permitió al comunista Pablete disfrazarse nuevamente de inocente cordero socialdemócrata- aunque con antiestética camisilla revolucionaria- para dar lecciones de democracia y decencia. Un número a tragar. Pero ni una palabra de sus patrocinadores bolivarianos que comienzan a ser vencidos con la fuerza de los votos, de la razón frente a la imposición, de la ética social frente a la impostura, el despojo, el latrocinio y el engaño masivo.

Es que, ante el derrumbe de los populismos demagógicos y comunistoides de Argentina y  Venezuela y el acercamiento del parque jurásico cubano al capitalismo USA,  estas  oleadas de indignados callejeros de la agitación, pasaron a indignantes actores de las instituciones. El resultado, lo veremos en pocos días.

domingo, 6 de diciembre de 2015

La Opinión de Javier Pipó


La Azotea de Javier Pipó

LA CAMPAÑA

 Algo de pereza se siente si la pretensión del opinador que se transmite al lector, consiste en hacer referencia a la campaña electoral de estas inmediatas elecciones legislativas. Antes de comenzar ya se había comentado todo. En el empeño de que la campaña resultase decisiva, está resultando atiborrante, teledirigida, ampulosa, desconcertante. Parece como si el PP fuera el nuevo yihadismo a combatir y el resto, salvapatrias imprescindibles para la continuidad de la Nación. Cuánto mejor, por su colorido y argumento dramático, si mi comentario estuviera dirigido a las elecciones – por así llamarlas – venezolanas, de donde saldrían muchas lecciones sobre los riesgos de autodestrucción que pueden vivir naciones otrora ricas y poderosas y así poder referir las andanzas del estadista ZP, en charleta con el ganso dictador Maduro. Pero no, algo debo decir sobre estos momentos previos a lo que parece un nuevo resbalón colectivo,  aunque desde luego no estemos en el riesgo venezolano, por ahora. Pero ya digo, sí en el de perder el rumbo, quedar balagueros al albur de las circunstancias europeas, cuando no de aquellos a quienes pasó la hora del protagonismo en la historia.

 Miren, a mi la encuesta del CIS me parece un primor reflejando con toda luz la compleja psicología social  española, pero para nada me puede ayudar a tomar una decisión electoral que no tuviese tomada con anterioridad a su publicación. Parece como si la democracia consistiera solo en el juego protagonista de unos partidos políticos u  otros, cuando la Constitución no les dedica más que un artículo, definiéndoles como instrumento para la participación política. Y ya está, aunque no sea poco. Pero a mí me interesa el destino de los otros 168, que es donde se encuentra la estructura, naturaleza y funcionamiento del poder, la democracia y en definitiva del sistema. Y eso es lo que nos jugamos en estas elecciones, quizá con un mayor apretón destructivo que en comicios anteriores.

 Y se puede colegir el avance espectacular de la izquierda dictatorial, autoritaria, de ribetes totalitarios y liberticidas, capitaneada por Pablete Iglesias, el socialista libertario al que su homólogo Chomsky le diría que tiene“complejo de Sansón”, aunque ya veremos quien le corta la coleta, donde parece radicar la fuerza de su estética revolucionaria. Ahora, antes de las elecciones se empeña en convencernos del viraje hacia la moderación de su escaso pensamiento, camino nada menos que hacia la socialdemocracia. Ahí es nada y mientras, carece de pudor para junto a Chichi o Kichi o como quieran decirle al alcalde de Cádiz, levantar el puño ante el sagrado monumento a la Constitución liberal de 1812, en reivindicación blasfema por quienes desean una Constitución para pasarla por el forro de la Historia. Y lo peor es el seguimiento multitudinario de este farsante de la política. Pero ahí está, al frente de la marcha hacia el “cuarto Estado” de sus sueños, con Monedero Ministro de Propaganda y Julio Rodríguez de comandante en jefe del ejército rojo. Película de sangriento siglo pasado.

 Y en la otra orilla de esta izquierda nacional en subasta electoral, parece que deseosa en unirse en destino común con aquella, la que lidera un buenmozo, dicharachero y simpaticón, seguramente bienintencionado, en carrera hacia la insignificancia de una formación política histórica e imprescindible para el sistema democrático. Zapasanchez, ante la desesperación de los excelentes ideólogos, pensadores y estadistas de su Partido, abandona los planteamientos auténticamente socialdemócratas, de libertad como base y fundamento de la acción política, respetuosa con el adversario, con la alternancia en el poder, con la unidad nacional y con la defensa de los principios y valores occidentales. Su única bandera, acabar con Rajoy, su gobierno y Partido. Su único programa, derogar el ordenamiento jurídico construido estos difíciles años. Ni una palabra rigurosa sobre el nacionalismo independentista o sobre la lucha contra la amenaza del barbarismo islamista o sobre la consolidación financiada del Estado del bienestar o sobre el mantenimiento razonable del Estado autonómico o sobre el papel que nos toca en una Europa acobardada y con riesgo de pérdida de una nación como el Reino Unido.

Nos queda la incógnita de C´s un Partido bien liderado por el brillante Rivera, con poquísima experiencia, agujeros negros en su formación intelectual y una formación política vacía de cuadros, con troyanos peligrosos como el inane Marin al frente de los ciudadanos andaluces, un prodigio de palmero del susanismo. Y desde luego con el fundado temor a que pueda volcar sus preferencia por una izquierda ideal inexistente, de la que él se siente formar parte en la zona moderada de su extenso abanico.

A mí Rajoy me importa políticamente muy poco. Quizá resultaría un estadista adecuado en una democracia nórdica, quiero decir bien consolidada, aburrida, de rutina turnista, pero inadecuado para la evanescente democracia española. Sin embargo, seguramente debería constituir la esperanza de una mayoría sensata, para el mantenimiento de un sistema mucho más valioso que su Partido. Si continúa en el poder el clamor social debe obligarle a tomar medidas de emergencia en la lucha sin cuartel contra la corrupción, sin olvidar Andalucía donde está socializada, como estructura consolidada que pasa de una generación a otra, como en Cataluña o Valencia. Ojalá logre un pacto con C´s con alternancia en la Jefatura de Gobierno.

Y ya veremos el incierto resultado. Dice el sabio Marina que la inteligencia colectiva de España en política es muy baja. Pues eso.

 

 

 

  

viernes, 4 de diciembre de 2015

Otras Opiniones. Julián Delgado. Mallorca

La Opinión de Julián Delgado
Supervivencia del Estado
                  
Nos confundimos al pensar que el problema de España es el proceso catalán, cuando éste no es más que un síntoma, dramático sí, del problema de fondo: hemos diseñado un Estado de las Autonomías que ha resultado inviable, tanto en lo económico como en lo político. Se diseñó mal al llevar la descentralización política con competencias legislativas a todo el territorio, y, después, se desarrolló peor al traspasar competencias exclusivas del Estado utilizando el agujero negro del art. 150.2 de la Constitución, en aras de la gobernabilidad y la estabilidad.
El resultado: se han fomentado los egoísmos regionales y se mantienen ridículas pugnas identitarias resaltando y forzando diferencias más inventadas que reales, fantaseando historias delirantes, robando los héroes al vecino o descubriendo ignotas lenguas. Los gobiernos autonómicos se han sentido en la obligación de defender los intereses particulares de su territorio, olvidando los intereses generales, incluso cuando son del mismo partido que gobierna en Madrid. En algunas, como es el caso de Cataluña, en una muestra de manifiesta deslealtad, se ha erosionado el Estado cuanto se ha podido y se ha fomentado el odio a España acusándola de ser culpable de todos los males que la afligen.
Todo esto ante la inacción de los sucesivos gobiernos, que desde Madrid asistían impávidos al debilitamiento del Estado, que se vaciaba cediendo soberanía por arriba (Bruselas) y por abajo (Autonomías). El país ha quedado descoyuntado, le han estallado las frágiles costuras del sistema del 78, se ha hecho ingobernable enredado en un espeso y voluminoso enjambre de leyes y autoridades. El Estado carece hoy de capacidad económica para sustentar tan onerosas administraciones  y  tiene las manos atadas para establecer políticas comunes en materias claves para dar cohesión a un proyecto nacional. 
Si el Estado quiere seguir existiendo, se deberá replantear todo el sistema autonómico actual para convertirse en instrumento que garantice los valores constitucionales: libertad, igualdad y solidaridad. Se ha de desprender, a su vez, de los fardos que lastran o impiden su articulación y funcionamiento y no dar cabida a modelos identitarios fuera de estos valores.