La Azotea de Javier Pipó
LA CAMPAÑA
Algo de pereza se siente si
la pretensión del opinador que se transmite al lector, consiste en hacer
referencia a la campaña electoral de estas inmediatas elecciones legislativas. Antes
de comenzar ya se había comentado todo. En el empeño de que la campaña resultase
decisiva, está resultando atiborrante, teledirigida, ampulosa, desconcertante.
Parece como si el PP fuera el nuevo yihadismo a combatir y el resto,
salvapatrias imprescindibles para la continuidad de la Nación. Cuánto mejor,
por su colorido y argumento dramático, si mi comentario estuviera dirigido a
las elecciones – por así llamarlas – venezolanas, de donde saldrían muchas
lecciones sobre los riesgos de autodestrucción que pueden vivir naciones otrora
ricas y poderosas y así poder referir las andanzas del estadista ZP, en
charleta con el ganso dictador Maduro. Pero no, algo debo decir sobre estos
momentos previos a lo que parece un nuevo resbalón colectivo, aunque desde luego no estemos en el riesgo
venezolano, por ahora. Pero ya digo, sí en el de perder el rumbo, quedar
balagueros al albur de las circunstancias europeas, cuando no de aquellos a
quienes pasó la hora del protagonismo en la historia.
Miren, a mi la encuesta del
CIS me parece un primor reflejando con toda luz la compleja psicología social española, pero para nada me puede ayudar a
tomar una decisión electoral que no tuviese tomada con anterioridad a su
publicación. Parece como si la democracia consistiera solo en el juego
protagonista de unos partidos políticos u otros, cuando la Constitución no les dedica
más que un artículo, definiéndoles como instrumento para la participación
política. Y ya está, aunque no sea poco. Pero a mí me interesa el destino de
los otros 168, que es donde se encuentra la estructura, naturaleza y
funcionamiento del poder, la democracia y en definitiva del sistema. Y eso es
lo que nos jugamos en estas elecciones, quizá con un mayor apretón destructivo
que en comicios anteriores.
Y se puede colegir el avance
espectacular de la izquierda dictatorial, autoritaria, de ribetes totalitarios
y liberticidas, capitaneada por Pablete Iglesias, el socialista libertario al
que su homólogo Chomsky le diría que tiene“complejo de Sansón”, aunque ya
veremos quien le corta la coleta, donde parece radicar la fuerza de su estética
revolucionaria. Ahora, antes de las elecciones se empeña en convencernos del
viraje hacia la moderación de su escaso pensamiento, camino nada menos que
hacia la socialdemocracia. Ahí es nada y mientras, carece de pudor para junto a
Chichi o Kichi o como quieran decirle al alcalde de Cádiz, levantar el puño
ante el sagrado monumento a la Constitución liberal de 1812, en reivindicación
blasfema por quienes desean una Constitución para pasarla por el forro de la
Historia. Y lo peor es el seguimiento multitudinario de este farsante de la
política. Pero ahí está, al frente de la marcha hacia el “cuarto Estado” de sus
sueños, con Monedero Ministro de Propaganda y Julio Rodríguez de comandante en
jefe del ejército rojo. Película de sangriento siglo pasado.
Y en la otra orilla de esta
izquierda nacional en subasta electoral, parece que deseosa en unirse en
destino común con aquella, la que lidera un buenmozo, dicharachero y
simpaticón, seguramente bienintencionado, en carrera hacia la insignificancia
de una formación política histórica e imprescindible para el sistema
democrático. Zapasanchez, ante la desesperación de los excelentes ideólogos,
pensadores y estadistas de su Partido, abandona los planteamientos
auténticamente socialdemócratas, de libertad como base y fundamento de la
acción política, respetuosa con el adversario, con la alternancia en el poder,
con la unidad nacional y con la defensa de los principios y valores
occidentales. Su única bandera, acabar con Rajoy, su gobierno y Partido. Su
único programa, derogar el ordenamiento jurídico construido estos difíciles
años. Ni una palabra rigurosa sobre el nacionalismo independentista o sobre la
lucha contra la amenaza del barbarismo islamista o sobre la consolidación
financiada del Estado del bienestar o sobre el mantenimiento razonable del
Estado autonómico o sobre el papel que nos toca en una Europa acobardada y con
riesgo de pérdida de una nación como el Reino Unido.
Nos queda la incógnita de C´s
un Partido bien liderado por el brillante Rivera, con poquísima experiencia,
agujeros negros en su formación intelectual y una formación política vacía de
cuadros, con troyanos peligrosos como el inane Marin al frente de los
ciudadanos andaluces, un prodigio de palmero del susanismo. Y desde luego con
el fundado temor a que pueda volcar sus preferencia por una izquierda ideal
inexistente, de la que él se siente formar parte en la zona moderada de su
extenso abanico.
A mí Rajoy me importa
políticamente muy poco. Quizá resultaría un estadista adecuado en una
democracia nórdica, quiero decir bien consolidada, aburrida, de rutina
turnista, pero inadecuado para la evanescente democracia española. Sin embargo,
seguramente debería constituir la esperanza de una mayoría sensata, para el
mantenimiento de un sistema mucho más valioso que su Partido. Si continúa en el
poder el clamor social debe obligarle a tomar medidas de emergencia en la lucha
sin cuartel contra la corrupción, sin olvidar Andalucía donde está socializada,
como estructura consolidada que pasa de una generación a otra, como en Cataluña
o Valencia. Ojalá logre un pacto con C´s con alternancia en la Jefatura de
Gobierno.
Y ya veremos el incierto
resultado. Dice el sabio Marina que la inteligencia colectiva de España en
política es muy baja. Pues eso.