Tribuna abierta de opinión

Instituciones,Democracia y Libertad

domingo, 28 de febrero de 2021

LA OPINIÓN DE JAVIER PIPÓ

LA AZOTEA

 

 

EL IDEAL ANDALUZ

28 de Febrero 2021 Día de Andalucía

 

 

Pues este mes se cumplen cuarenta años de vigencia del Estatuto de Andalucía, luego modificado como otros muchos de las nacionalidades y regiones de España, con respeto relativo a la propia Constitución que no debe olvidarse conforman su ordenamiento jurídico. Pero si complejo y oscuro es el origen y desarrollo de aquél, lo es tanto como la propia historia del autonomismo que arrancando allá en el siglo XIX envuelve personaje tan pintoresco como Blas Infante, declarado Padre de la Patria Andaluza, como Alejandro Rojas, inicialmente fundador del Partido Socialista Andaluz, luego Partido Andalucista, para muchos, mito del andalucismo. Un nacionalista radical que incluso más allá de Infante fue capaz de decir aquello de “la patria propia no es España sino Andalucía”. Pero ni el primero ha pasado a la Historia de las Ideas políticas, ni el segundo al brillo del periodo de la Transición, a partir de 1975.

De manera que Andalucía pertenece a ese conjunto de pueblos que se debaten en la lucha por su progreso y desarrollo, envueltos en nube asfixiante de mitos, conducida durante todo este tiempo por iluminados dispuestos a figurar en la galería de ilustres, a cualquier precio. Pero reitero lo ya argumentado de una u otra forma y momento. La Transición fue una etapa esperanzadora y llena de pasajes grandiosos y seguramente irrepetibles, alumbrando una Constitución moderna, modélica y tan envidiable como envidiada por naciones en busca de meta tan difícil como escasa, casi insostenible, en la pretensión de compaginar democracia y bienestar.

Pero esa hermosa Constitución lleva en su seno el germen de la propia aniquilación del Estado que sustenta y de la Nación que define. Naturalmente, me refiero al inútil, extraño y penoso Título VIII que, cuarenta y dos años después, demuestra el fracaso del desconocido modelo que pretende regular; ni siquiera apunta salida a los desgarros ya perpetuos e irresolubles de Cataluña y País Vasco/Navarra. Conozco como resulta común el argumento del avance económico que ha supuesto el mal llamado Estado de las Autonomías. Ello no es resultado de análisis solvente del desarrollo espectacular europeo y en consecuencia español durante los mismos años, que de igual manera hubiese sido posible. Es más, lo ha sido a pesar de las autonomías. Y Andalucía no ha representado, en absoluto, una excepción al avance en la cultura, la economía, la salud, la educación y el bienestar. Miren, en 1975 el PIB per cápita alcanzó en España el 80% de la media europea y tras situarse muy por debajo en años de Transición, ahora es solo diez puntos más. Pero después de la pandemia y los desgarros de este Gobierno basura, ojalá no bajemos del diferencial de hace cuarenta y seis años.

Pero es que Andalucía ha soportado desde la implantación del sistema autonómico, además, un régimen de populismo depredador tan ajeno a la socialdemocracia progresista, avanzada y europea que González quiso representar, como lo es hoy el sanchismocomunismo, que hace temblar no solo los consensos de la Transición sino la Constitución misma.

El socialismo de los Presidentes Chaves y Griñán que fueron así mismo Presidentes del Partido socialista y parcialmente condenados, instalaron en Andalucía el mayor lodazal de corrupción y despilfarro conocido en la Historia de España y seguramente europea. Y su sucesora Diaz acrecentó el patrimonio de corrupción infame, llevando además a un populismo socialista hortera e insoportable, mezclado con lo peor del peronismo kirchenerista, que no hizo sino mantener el despilfarro degenerado y descompuesto, hasta herir profundamente la ética y moral andaluzas, seguramente para más de una generación.

Ahora gobiernan los desnortados populares y ciudadanos – estos aportan la experiencia corrupta de la gobernación conjunta con el socialismo de Diaz -   apoyados por Vox. Pero en vez consolidar un bloque constitucionalista y en consecuencia democrático, se disputan la hegemonía, olvidando tener por delante una tarea ingente de regeneración y limpieza de las cloacas administrativas, de reconquista de la moral social para ponerla al servicio de la libertad y la democracia representativa y parlamentaria. En Andalucía no existe oposición, sino el resentimiento odioso de una izquierda degenerada, convertida en banda de asaltacaminos a la espera de continuar conservando la impunidad de su pasado de rapiña y pillaje.

Pues como dice el himno de Andalucia, con letra del propio Infante ¡Andaluces, levantaos!¡Pedid tierra y libertad! ¡Sea por Andalucía libre, España y la humanidad! Pues eso.  

            

  

jueves, 25 de febrero de 2021

LA OPINIÓN DE JULIÁN DELGADO

 

Artículo que será publicado por el Diario ULTIMA HORA  de Palma

 

¿Modelo policial o modelo político?

Julián Delgado. Escritor y Experto en Seguridad Pública

 

 

En España no hay una tradición de respeto, protección y garantía de los derechos fundamentales y de las libertades políticas básicas. La Constitución de 1812 y las cinco que la siguieron conservaron la noción de orden público, disimulando el absolutismo detrás de fórmulas constitucionales. La Constitución de 1931, es la primera Carta Magna que recoge con amplitud y garantía los derechos y libertades democráticos, aunque los graves y continuos conflictos de orden público llevaron a los sucesivos gobiernos a no respetarlos. La noción de orden público de la Dictadura nos retrotrae a 1814, cuando Fernando VII regresó a España y abolió la Constitución de 1812, volviendo al absolutismo.

Así pues, a partir de la CE del 78, España disfruta, por primera vez en su historia, de la plena garantía de los derechos y libertades ciudadanas, bajo el único concepto de orden público que es admisible en un Estado democrático. Pero debido al el nefasto recuerdo que de él dejó el anterior régimen, las autoridades políticas, condicionadas por esa memoria colectiva del mal empleo de la policía que hizo el franquismo, han sido remisas a aplicar la fuerza legítima en la defensa de los derechos, las libertades, las personas y los bienes. Prefieren pecar por defecto que por exceso. Pronto aprendieron la lección: 1) es mejor permitir ciertos desmanes a emplear la policía para impedirlos: los destrozos los paga el erario o los seguros y el desgaste político es mínimo. Por el contrario, cualquier acción policial que, aunque legítima, pueda considerarse excesiva, produce un gran desgaste político. 2) Si no hay otro remedio que intervenir, tiene menos coste que los heridos sean policías; por lo tanto, hay que limitar la acción de la policía dotándola de material defensivo y negándole el ofensivo. 3) En los conflictos no es prudente concentrar grandes contingentes de policía: son más difíciles de controlar y pueden percibirse por la sociedad como una inadecuada exhibición de poder.

Las unidades antidisturbios nacionales y autonómicas tienen un alto nivel profesional y han interiorizado que su actuación debe adecuarse al ordenamiento jurídico y a los principios de oportunidad, congruencia, proporcionalidad y de menor lesividad posible. Pero su actuación, por lo general, está lastrada por la actitud de los políticos. En los grandes conflictos callejeros, por más graves que hayan sido, la cantidad de detenidos que hace la policía española es ridícula comparada con las que llevan a cabo en semejantes circunstancias las policías europeas. Recuérdese, por ejemplo, que en París, durante los recientes conflictos de los chalecos amarillos, se realizaban cerca de mil detenciones diarias con las consiguientes multas administrativas.

Otro error es enfrentarse a los problemas de orden público con una desproporción peligrosa entre policías y manifestantes. Este desequilibrio propicia que se agrave el conflicto y que se produzcan situaciones que pueden resultar trágicas. Cuanto menos poder disuasorio exhiba la policía ante los manifestantes, y en España por las circunstancias señaladas es escaso, mayor ha de ser el despliegue. No hay policía en Europa que solvente los conflictos con tan escasa proporción de fuerza como se hace en España. En los incidentes de estos últimos días en Barcelona, más por su agresividad que por su volumen, cualquier otra policía europea hubiera concentrado no menos de mil quinientos agentes.

La policía no está dotada con los recursos necesarios para cumplir su misión con solvencia. Además del defensivo, debe tener un arsenal ofensivo que, si bien empieza con la defensa (porra), va ascendiendo en proporción a la agresividad de los manifestantes. Existe en toda España un único tanque de agua a presión, de gran eficacia disuasoria y mínima lesividad, que nunca se ha usado. Las pelotas de goma o material similar proporcionan a la fuerza pública la posibilidad de evitar el choque cuerpo a cuerpo, de mantener a la multitud hostil a distancia, pero rara vez se utilizan y en Cataluña están prohibidas, se utilizan proyectiles de foam. Los botes de gas pimienta, que obligan a la multitud a dispersarse, se utilizan en Europa cuando son necesarios. Si se carece de estos recursos intermedios, el policía corre el riesgo de verse obligado, para salvar su vida, a utilizar el arma de fuego. En resumidas cuentas, la policía sale a la calle a defenderse de los ataques de los alborotadores cuando tenía que ser al revés.

La situación de la policía en Cataluña es de suma vulnerabilidad; además de sufrir todas esas carencias generales, se enfrentan a grupos que son jaleados desde el propio Gobierno de la Nación y vistos con indulgencia por el Govern. Estos grupos violentos, que aparecen en la mayoría de manifestaciones son activistas antisistema, nihilistas que vandalizan las ciudades. Practican una violencia indiscriminada que en ocasiones confluye con los intereses de la Generalitat y han visto avalada su conducta transgresora de la ley con el ejemplo de los líderes políticos que llevan una década haciendo lo propio y por ello, aunque condenados, fueron subidos a los altares.

Más que cambiar el modelo policial, sería necesario cambiar nuestro modelo político.

 

 

 

viernes, 19 de febrero de 2021

LA OPINIÓN DE JAVIER PIPÓ

 

LA AZOTEA

 

TRAS LAS ELECCIONES

19 de Febrero 2021

La verdad es que, para un amante y enseñante de la Constitución de 1978, opinar sobre el resultado de las Elecciones catalanas con el hundimiento de la derecha constitucionalista y su dispersión en tres fuerzas enemigas entre sí, le produce una sensación parecida a la melancolía. Además, casi todos los que tenían que opinar opinaron, algunos en demasía y claro ya se emborrona lo que parecía evidencia inicial. El constitucionalismo está en retirada en toda España; en Cataluña, como en el País Vasco/Navarra y otros territorios hace años no queda rastro. Es más, no queda rastro ni siquiera del Estado mismo que se sustenta sobre aquella. Estas extrañas elecciones y su penoso resultado giran de nuevo el rumbo hacia una nueva rebelión, seguramente exitosa, ya que son los mismos protagonistas de entonces, próximos al indulto y puede que a la exaltación heroica y no caerán presumiblemente en los mismos errores de hace cuatro años. Ahora, con un Estado mucho más debilitado, arruinado y minado por el sanchismocomunismo, le darán debida cobertura económica y jurídica, en desprecio bufo de la Constitución.   

Bueno, pues quizá parezca un juicio severo porque los biempensantes y bienintencionados siempre sostuvieron y siguen con la murga, sobre la necesidad de buscar, con diálogo, un espacio constitucional donde el nacionalismo y otras anomalías sociopolíticas se encuentren cómodos. Y ahora cuarenta y tres años después, la más hermosa Constitución de toda la Historia constitucional española, sobre todo en materia de principios, derechos y libertades no desde luego su Título VIII, se encuentra inservible y despreciada por gran parte de los ciudadanos. Ni ha resuelto el problema territorial, ni el financiero, ni la integración vasca y catalana en el Estado. Gozamos un sistema electoral que produce repelús e hizo de la comodidad al nacionalismo la puerta de entrada parlamentaria a indeseables secesionistas o golpistas o seudoterroristas o comunistas chavistas antisistema que condicionan la gobernabilidad de la Nación. Seguimos sin saber si es posible la autonomía política sin autonomía financiera; si la autonomía es de las regiones o de las nacionalidades, ni en aquél Título se dicen cuantas Autonomías hay ni como se denominan ni cuales sus competencias. Todo en manos del TC y los estatutos, en modificación continuada y descarada de la Constitución. Ya decía Blanco Valdés que la existencia de nacionalismos interiores es el auténtico elemento diferenciador del federalismo español respecto a los demás. Pero es que ya hablan no de la reforma propuesta por el Consejo de Estado en 2006 o la Declaración de Granada de 2013 sobre el Nuevo Pacto Territorial o del federalismo asimétrico maragaliano; ahora, los que no están materialmente fuera de España y su Constitución, soñando con una imposible Europa de las Patrias, reclaman simplemente el Confederalismo.

Deducimos un fracaso rotundo de las Autonomias, sobre todo en materia educativa, sanitaria y financiera. El resultado de las Elecciones catalanas pone claramente de manifiesto como transferir la educación fue la mayor y más lesiva de las concesiones. Todos los reaccionarios e inmoderados nacionalismos, hoy independentistas cuando no golpistas, reclamaron con pasión y sin argumentos sólidos su traspaso. Es la lógica del siniestro camino hacia la disolución de la Nación porque la escuela nacionalista ha sido desde 1980 fábrica perfecta e incesante de odio militante y de enemigos activos de cualquier pretensión unitaria de Nación.

Pero de estas extrañas Elecciones pueden sacarse muchas más lecciones para la reflexión larga en el tiempo y profunda en sus causas y consecuencias. España es ya un Estado que carece de Nación y donde un batiburrillo de territorios plagados de mitos y mentiras históricas pugnan por situarse en la mejor posición a la hora del despojo de aquella. Ya ni siquiera sabemos si de la gran Nación que hace trescientos años logró la unidad, soberanía, respeto y reconocimiento internacional, queda algo, porque ahora, sus enemigos discuten si es nación de naciones o son ocho o diecisiete los entes que la componen.

Pero mientras, nada se ha resuelto, ni se resuelve, ni se resolverá porque se afianza en el seno del Gobierno central, una peligrosa banda de depredadores políticos; sicópatas del poder unos, profesionales comunistas de la provocación y la revuelta otros, que deslizan a la otrora ejemplar democracia, hacia el abismo tenebroso del autoritarismo. Hacia el estrechamiento de la Libertad. Ha comenzado una dura etapa que hace desaparecer la línea separadora de la razón y el instinto; el valor del precio; la virtud de la apariencia; el honor del disimulo. Ni siquiera se distingue el género del sexo o la sedición de la rebelión. Los líderes van detrás de la masa, del gentío, en manipulación continua. No les interesa la vanguardia porque les señala, les obliga a decidir, a errar. Manipulan y engañan desde atrás. Este sindicato de tuercebotas ni siquiera temen la aplicación del Código Penal, donde van a desaparecer los delitos contra el orden constitucional, como sí ocurría en los de 1870 o de 1932. Ahora solo se guardan de los delitos contra el orden administrativo que diría el Maestro García de Enterría, y aun así saben apelar al indulto.

Tras las elecciones catalanas concluimos con una más acusada división de la sociedad, una amenaza real desde el Poder a la libertad de expresión, de prensa y de circulación de ideas y pensamiento. Se acerca una muy profunda crisis económica que no preocupa al poder sanchistacomunista porque le resultará más fácil y manejable dirigir la rebelión en marcha, aprovechando el depósito de descontentos, resentidos y rebeldes, producto de la dislocación institucional que padecemos. Sudor y lágrimas, ojalá sin sangre.

jueves, 18 de febrero de 2021

LA OPINIÓN DE JULIÁN DELGADO

 

Artículo que será publicado el próximo sábado en el Diario ULTIMA HORA de Palma

Más huérfanos que nunca

Julián Delgado (escritor)

 

El desmoronamiento del constitucionalismo en Cataluña no ha sido una sorpresa. Cs, que inició el proceso de autodestrucción malversando su meritoria victoria de 2017, se desangra cediendo sus votos al PSC, que los pondrá al servicio del nacionalismo. El PP perdió el poco crédito que le quedaba en esa comunidad al desaprovechar la aplicación del 155, y convocar elecciones sin antes corregir los aspectos más urgentes que facilitaron la rebelión. Sedición lo llama la sentencia. Para intentar arreglarlo, Casado se ha presentado con un discurso moderado en medio de un volcán de emociones, ha matado a su padre (Rajoy) criticando su gestión del 1-O, después de haberlo intentado con su hermano (Abascal). Ni sus más conspicuos enemigos le hubieran diseñado una campaña más deletérea. Vox, que ha sido durante la campaña la bestia negra del matonismo de la pedrada, ha recogido el voto del sector más indignado del constitucionalismo que ha optado por votar. El resto se quedó en casa.

El egoísmo de los partidos nacionales les ha impedido defender con firmeza la CE, pero el PSC, desde el tripartito de Maragall, y el PSOE, desde Zapatero, dejaron de defender activamente la idea de España. Sánchez, que sustenta su Gobierno en ERC, ha ido más lejos: ha creado una mesa para tratar de la autodeterminación y todas las pistas llevan al objetivo de una confederación de estados, que rompería con la Constitución. Entre tanto ha puesto en marcha una política de concesiones claudicante, nihilista y sin escrúpulos que está llevando al desbarate del Estado.

Los constitucionalistas, en este ambiente de frustración, de cansancio moral y pesimismo, soportando los discursos de desprecio y odio del separatismo, soportando una violencia que no les mata pero no les deja vivir, soportando el abandono de los sucesivos gobiernos, siempre prestos a satisfacer el insaciable apetito soberanista, tan complacientes con los enemigos de España, sin esperanza de que pueda producirse un cambio real en Cataluña, los constitucionalistas, digo, se saben condenados a la irrespirable toxicidad de la amenaza de un nuevo golpe. Estos catalanes nunca se han sentido más huérfanos y más ciudadanos de segunda que con Sánchez en La Moncloa. 

 

miércoles, 10 de febrero de 2021

LA OPINIÓN DE JAVIER PIPÓ

 

LA AZOTEA

 

DOS ESPAÑAS

10 de febrero 2021

 

 

El gran hispanista norteamericano Richard Herr, concluye su famoso ESPAÑA Y LA REVOLUCIÓN DEL SIGLO XVIII, editado en Aguilar allá por 1964, aunque en su versión inglesa lo fue en 1958, razonando que aunque desde la “Historia de los heterodoxos españoles” de Menéndez Pelayo, los historiadores españoles se han inclinado a ver el origen de las “dos Españas” en el advenimiento de la política de Carlos III, el ideal del despotismo ilustrado fue destrozado en la primera década del reinado de Carlos IV por la Revolución Francesa. Solo a partir de entonces empezaron a ser las tensiones de la sociedad española más poderosas que las fuerzas cohesivas. La relectura casi sesenta años después de este luminoso estudio del Profesor Herr, nos continúa señalando las claves de una gigantesca revolución del pensamiento europeo de trascendencia imborrable en la Historia de las Ideas y las formas políticas, con influencia incluso al otro lado del Atlántico, como pudo apreciarse en la grandiosa Constitución USA proclamada dos años antes que aquélla.

Pero siguiendo la tesis del Doctor Herr, especialista insuperable de la España de la Ilustración, llegamos al filo de casi doscientos cincuenta años de aquella influencia decisiva, moviéndonos entre esas “dos Españas” en rueda de la Historia interminable, insufrible y demoledora. Es verdad se trata de dos sociedades en modo alguno comparables, separadas por un abismo temporal y un avance imparable y universal de la cultura, la ciencia, la tecnología y el bienestar. Pero ahora, las dos Españas continúan inmersas y formando parte del corazón siempre alterado de una sociedad que habiendo alcanzado cotas muy avanzadas de bienestar y donde aun rige la ley mesocrática del equilibrio, les separa el poso de la envidia, el resentimiento y la venganza. Es la permanente tensión histórica que atraviesa revoluciones, guerras, muerte, hambre y desolación para separar y enfrentar los que siempre prefieren el pasado, incluso con sus privilegios y dogmas insuperables, y los portadores de utopías imposibles que intentan imponer sus propios axiomas, incluso a sangre y fuego.

Pues me atrevería a testimoniar mi pálpito. Creo está predominando la España negra, ahistórica, reaccionaria y autoritaria, cuando no totalitaria, que dice imponer sus ideas en nombre del progreso. Y resultando penosa la existencia de bandos, este es peligroso al sentirse humillado y aún resentido como perdedor del último enfrentamiento sangriento entre las dos Españas. Y nada quiere saber de la Transición superadora de revanchas, ni siquiera de la Constitución unificadora que engloba libertad, justicia, igualdad y pluralismo en una construcción unitaria de esperanza nacional.  Y este bando es el instalado en el poder y en breve espacio de tiempo ya ha irradiado su pensamiento destructivo sobre la educación, la cultura, la comunicación y en suma, la Libertad. De manera que asistimos impotentes a un nuevo enfrentamiento – ojalá desaparezca para siempre el olor a sangre- de dos Españas irreconciliables, nuevamente instigadas desde el poder.

Esta fuerza destructiva, laminadora de ideas, costumbres, principios y valores está horadando el ordenamiento jurídico, marginando el Parlamento y dictando leyes mediante el sistema excepcional del Decreto-Ley, cuando no, despreciando y ridiculizando a la Oposición desde sus potentes y casi monopolizados medios de comunicación. Atenta contra la unidad Nacional determinada en la Constitución. Mantiene en la sombra la honorable figura del Jefe del Estado cuando no lanza campañas infames de desprestigio de la Corona. Asalta el Poder judicial para anular su papel en un intento descarado de lograr jueces afines y doblegados a su mandato, en grosero camino de poner fin a la separación de poderes. Se mantiene en el poder – puede que, durante muy largo tiempo, como sea y al precio que sea- gracias a la colaboración del detritus ideológico europeo. Un comunismo cochambroso que sí supone una anomalía democrática, por ahora solo española; unos golpistas catalanes a la espera de las mareas nacionalistas asimismo independentistas como la vasca/navarra, valenciana… que aguardan el indulto para el inicio de nueva rebelión, y una banda de filoetarras que reclaman, como no, el indulto ejemplar de sus asesinos.

Pues Antonio Machado ya lo expresó en verso lleno de pesar, “españolito que vienes al mundo te guarde Dios. Una de las dos Españas ha de helarte el corazón”.

   

         

jueves, 4 de febrero de 2021

LA OPINIÓN DE JAVIER PIPÓ

 

LA AZOTEA

 

POPULISMO AUTORITARIO AL SUR

4 de Febrero 2021

 

Sin duda es azote de la humanidad, y de Europa. Y como seres humanos, como ciudadanos, cada vez nos encontramos más desorientados, perplejos y temerosos ante esta pandemia tenebrosa. Son demasiados muertos y demasiado sufrimiento colectivo e individual, pero simultáneos, y eso produce un sentimiento nuevo de miedo compartido, ante un futuro incierto y distinto. A los mayores porque les atosiga sobrevivir un último tramo vacío y estúpido al que vigila una muerte invisible pero apremiante al descuido. Los jóvenes porque ven disipar unas certezas heredadas y ya formando parte de una herencia de generaciones.

Y claro, nuestros espacios de convivencia se estructuran sobre sistemas debilitados por la acción constante de laminación de valores y principios, y se resienten, y se invalidan para hacer frente a un mundo que continúa en otras y pujantes coordenadas. El desplome de las sociedades grasientas de occidente apenas opone criterios a las que esperan turno más allá de sus límites, con fuerza arrolladora en número, creencias y fortaleza de los principios que las sostienen. Y ya ven, cómo van sometiéndose una tras otra al liderazgo imparable de China, que terminará con su capitalismo salvaje y su totalitarismo insufrible, dictando nuevas reglas para regir la economía y sus intercambios, la organización social y la convivencia política. No se si será la cumbre de Davos en Singapur de mayo, pero lo parece, el inicio de la pleitesía de los Estados Unidos y Europa hacia el gigante chino.

Miren, todo esto nos interesa y mucho. Ahora, el ya veremos si demócrata Biden no hizo otra cosa que desmantelar de forma sistemática y casi compulsiva los mandatos ejecutivos de su antecesor en la Presidencia. Es verdad que Trump ha sido una pesadilla, un mal sueño de intolerancia, histrionismo hortera, con toscos y hasta desagradables gestos, rozando el autoritarismo. Todo inmerso en un grosero populismo. Su final en la Casa Blanca y el asalto al Capitolio, modelo pernicioso para una Nación hasta Obama, líder mundial indiscutible de la democracia en libertad. Pero el lema trumpista “América primero” ya indicaba una dirección que seguramente perdurará durante el periodo Harris/Biden. Ojalá el sistema de contrapoderes y contrapesos del sistema no oscurezcan también la etapa de economía brillante y exitosa del bufon anterior, dificultando la salida de la terrible crisis económica y social del covid19 que atenaza la mayor parte de Occidente.

Y digo esto porque el panorama europeo no presenta mejores perspectivas, aunque de signo distinto. Parece que el populismo- ese paternalismo concentrado con tendencia al totalitarismo - de nuevo llega y quizá para quedarse hasta nuevo cambio de época. Las Instituciones de la UE producen escalofrío de incompetencia e irrelevancia. Ahí tienen a la que parecía ejemplar Presidenta de la Comisión Von Derleyen, de uñas con casi todos los dirigentes de los 27 por el caos de las vacunas, convertido en asunto de ejemplar torpeza e insignificancia. Y hasta el inteligente Borrell, Alto Representante de la Unión para los Asuntos Exteriores, regañando al ex KGB Putin, demócrata que acostumbra a eliminar opositores como Navalni a base de veneno letal; es lo que tiene el trato, pero quizá debería reflexionar – como más urgente y peligroso - sobre el proceso de autoritarismo populista que se ha instalado en su propio País, en manos de una banda organizada de comunistas pertenecientes a la ultima cepa del populismo bolivariano.

Ya digo, en España, donde el Estado residual funciona por inercia, está triunfando el populismo podemita, esa mezcla explosiva de Lenin/Stalin, Gramsci, Chàvez y Castro, protegidos por una capa de pretendida respetabilidad sanchista, sin más contenido real que el afán desmedido de poder, el autoritarismo en efluvio imparable y la mezcla corrosiva pero eficaz que desdibuja la línea democrática que separa el mando del gobierno y la administración. Ahí tienen las emanaciones grotescas de legislación antisocial del Ministerio de Igualdad, inédita en sistemas democráticos; o el caos de las Comunidades Autónomas; o la que viene de Cataluña una vez instalada la pulsión independentista ya mayoritaria; o el agobiante adoctrinamiento de la TV estatal y el señalamiento continuo del periodismo libre y crítico con el sanchismocomunismo. Y para que referir el derribo de lo que queda de Constitución, incluida la Monarquía. A esta Europa del Sur ya llegó el populismo autoritario, para quedarse. Pues eso.   

 

    

 

LA OPINIÓN DE JULIÁN DELGADO

 

Artículo que será publicado en el Diario ULTIMA HORA de Mallorca, el próximo sábado día 6 de febrero

 

EL ESTADO COMO MERA ENTELEQUIA

Julián Delgado. Escritor

           

La Constitución, al dejar abierta la posibilidad de transferir a las CCAA competencias que eran exclusivas del Estado, ha dado lugar, por circunstancias sobradamente conocidas, a que en las citadas Comunidades, también en otras en menor medida cuando el PSOE lo ha facilitado, como en Navarra, Valencia y Baleares, sus respectivos gobiernos se hayan convertido en poderosas maquinarias de adoctrinamiento que han conseguido transformar los exiguos porcentajes separatistas de que disponían en 1978, hasta alcanzar hoy niveles considerables.

A los separatismos se les ha permitido desarrollarse durante todos estos años de democracia, han gobernado en sus respectivas comunidades desde el principio y, como es el caso en Cataluña y el País Vasco, se ha llegado a convertir en hegemónico. En estas circunstancias la política de apaciguamiento es suicida, pues los fortalece y es percibida como debilidad. Cada ladrillo que el Estado cede de su estructura a los nacionalismos es a costa de su propia erosión. Por  este camino llegará el momento en el que no habrá otra cosa que ceder que la soberanía y el Gobierno se verá obligado a tener que decidirse por la rendición o el enfrentamiento.

Si lo que se pretende es recuperar la convivencia y el respeto a la Constitución, la única política posible es mantener viva la idea de España y fortalecer en todos los ámbitos el sentimiento de identificación con la patria común en lugar de replegar la presencia, la cultura y el idioma de todos en beneficio de élites locales. A los independentistas solo se les gana dándoles la batalla cultural e ideológica, como hacen ellos.

Con Iceta a los mandos se acelerará la tercera vía, que consiste en  concederles la independencia de facto a cambio de que, aunque solo sea formalmente y como mera entelequia, se siga manteniendo el Estado español como tal. Reconocerá las ocho naciones que se inventó y todas las que hagan falta, mareará la perdiz para marcar los tiempos e intentará amansar las prisas de los líderes soberanistas por acelerar el tránsito de la España de las Autonomías a la de la Confederación de Repúblicas.

Al final esta vía desaparecerá por el sumidero de la historia, y España como Estado nación, con ella.