Tribuna abierta de opinión

Instituciones,Democracia y Libertad

miércoles, 3 de julio de 2013

LA OPINIÓN DE JAVIER PIPÓ


LA AZOTEA

LA DIPLOMACIA
3 de Julio de 2013



Estos turbulentos días en que el viento huracanado de la corrupción asola nuestra desprotegida democracia, se hace frecuentemente referencia a la etapa diplomática del que parece candidato a suceder a Griñán en la Presidencia de la Junta. Esa especie de poder público al servicio de intereses más que turbios y adheridos al pesado fardo de los que se privilegian luchando contra la libertad. 

Susana Díaz pertenece a esa fábrica de dirigentes de la partitocracia que nos maltrata,  que saca al mercado del sistema jóvenes cachorros, con el lustre justo para dar el pego en el noble oficio de la política. El título, si acaso, la lengua suelta, el eslogan fácil, el dogmatismo a flor de piel, la intolerancia en la sangre, las ideas en el prontuario del partido. Sin experiencia laboral alguna, sin conocimiento de la historia, de la economía, de la realidad social de cada día porque adquirieron la costumbre temprana del latisueldo sin esfuerzo y del coche oscuro conducido con gusto por el compañero chófer.

Si la candidatura de Planas fuera cierta, se abriría una puerta a la esperanza de regeneración. Pero resulta un exceso para la ingenuidad que tanto la aspirante como el diplomático pertenezcan al mismo Gobierno de incapaces. Desde luego la distancia entre ambos no solo resalta por la edad sino por el peso específico de cada cual. Y resulta tan extraño ver un político como Planas, tan culto, tan formado, tan equilibrado, con visión tan exacta del Estado desde la supranacionalidad europea, que el observador deberá frotarse repetidamente los ojos para asegurarse que no salió de esta tan hermosa como maltratada tierra, saqueada por una casta política amoral y depredadora.    

Pero Planas es un lujo imposible. Pertenece al prestigioso Cuerpo Nacional de Inspección de Trabajo – seguramente al selecto club Navarro – con amplia experiencia en la diplomacia de altos vuelos. Un hombre honrado enviado al extranjero a mentir por su país, como se decía en la Escuela Diplomática en el Madrid de los sesenta, que lidió con altura la difícil representación del Estado en el Reino alaui o ante la Europa de los mercaderes y del mercadeo. Un hombre, en definitiva que ha tenido el arte de exponer la hostilidad con cortesía, la indiferencia con interés y la amistad con prudencia. Lo que decía André Maurois era ser diplomático. Con ese patrimonio le resultaría muy difícil digerir la negra herencia de Griñán. Porque aquí no valen las sutilezas. Aquí se pierden los matices entre los pliegues del trazo grueso de lo abrupto, de la esperanza eterna del futuro mejor, del mito de la revolución pendiente. Aquí todo se resolverá con el susanazo.         

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