Tribuna abierta de opinión

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miércoles, 31 de julio de 2013

LA OPINIÓN DE JAVIER PIPÓ

PUBLICADO EN EL "DIARIO CÓRDOBA" EL DÍA 9 DE AGOSTO DE 2013


LA AZOTEA


EL  JESUITA



He dedicado desde diciembre del pasado año tres comentarios a los jesuitas. Porque no me resulta indiferente que en estas sociedades paganizadas, nihilistas y de egoísmos estructurales pueda ignorarse la fuerza espiritual más intensa e importante del mundo occidental desde 1540. Un ejército de 18.000 hombres de negro, esparcidos por el mundo, dominando todos los campos del conocimiento humano; creadores de pensamiento, formadores de valores y principios; que imparten competencia profesional en sus 230 prestigiosas universidades y que prosiguen su incansable labor de baluarte del cristianismo y del Papado. Pero que ahora son el Papado mismo. Ahora alcanzaron por vez primera la cúspide de la organización eclesial católica. Ahora les toca su defensa y preservación total.

Y no hay nada casual. No puede ser casual que a Benedicto XVI, un Papa sabio, reformista a quien abrumaron por su pensamiento esencialmente histórico, basado en las escrituras y en la doctrina de los Padres de la Iglesia; influenciado por Heidegger o Jaspers; que defiende que el cristianismo no es un moralismo y sí un cuerpo doctrinal incompatible con los sistemas de dominación y opresión, le suceda en vida un jesuita.

Es esa precisamente la primera revolución, el acceso al pontificado del jesuita Bergoglio. Sin demora, porque su edad no le permite una espera incierta. Aunque también por vez primera forzando una renuncia pactada y causal. Es la culminación de un acelerado proceso que haga encajar sabiduría y acción. Es el gobierno de una esperanza para la Iglesia y el cristianismo, del mundo civilizado y su modelo de sociedad. Es la lucha por la justicia sin provocar injusticias, de diálogo sin aspavientos. De la presencia del primer Papa político que busca rehabilitar la política como supremo acto de caridad.

Bergoglio, que no actúa ni escenifica, sabe que vive una época de cambio, pero no le asusta el cambio de época. Y para ello introduce algo desconocido hasta el momento: la fe es revolucionaria. Y ello provoca la atención de las cancillerías de los grandes países y sobre todo del mundo comunista. Pero no es un Papa peligroso ni impertinente. Simplemente jesuita. Sin miedo a morir ejerciendo de apóstol. Sabiendo que la felicidad no se compra y la dignidad se adquiere con lucha y esfuerzo. Y por ello pone en acción la doctrina social de la Iglesia, anquilosada entre oropeles, riqueza y soberbia, exigiendo hablar de justicia, de libertad con dignidad, de ética con trascendencia. Ni siquiera es casual su viaje a Brasil, la patria de Leonardo Boff, a explicar la Iglesia de los pobres y donde se sitúa.

Hay quien quiere situarla junto a las doctrinas totalitarias y liberticidas que girando alrededor del comunismo, conducen a la destrucción del ser humano, de la naturaleza y del sistema económico, sumiendo a las sociedades que lo experimentan en la pobreza y la indignidad. Tampoco la Iglesia de los pobres debe quedar bajo el dogmatimo revolucionario de la Teología de la Liberación, ni quedar inserta en el capitalismo salvaje e insolidario que requiere un fuerte intervencionismo estatal para reconducir sus excesos. Pero que, en última instancia, crea riqueza, bienestar y progreso.

Quisiera interpretar que no existe una Iglesia de los pobres, sino una Iglesia con los pobres, es decir, con los marginados sociales, basada en su Doctrina social, que defienda ardientemente y sirva de contravalor al islamismo y al relativismo. Por usar la terminología papal, los pobres, nunca tuvieron Iglesia. Los ricos nunca la necesitaron, sino más bien una Iglesia que bendiga sus intereses. Pero la Iglesia debe ser de todos, incluso de los que no siendo pobres – estamos en sociedades mesocráticas-  aspiran a una vida trascendente, de ser humano religioso. La Iglesia con Bergoglio tiene el derecho y el deber de mantener encendida la llama de la libertad.


        

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