Tribuna abierta de opinión

Instituciones,Democracia y Libertad

miércoles, 16 de mayo de 2012


OTRAS OPINIONES

EL IMPUESTO DE LAS VENTANAS

BLOG EL MUNDO. Fco. Javier Recio
16 de Mayo de 2012


En 1696, acuciado por sus deudas con los prestamistas, el Rey Guillermo III de Inglaterra pidió a sus ministros que buscaran una manera de acrecentar los ingresos del Estado. La solución que éstos aportaron fue la creación de un nuevo impuesto (efectivamente, eran tan lumbreras como los de hoy), pero como ya se cobraba por casi todo lo que en aquella época se podía cobrar, a uno de ellos se le ocurrió gravar el aire y la luz del sol. Así nació el 'window tax', el impuesto de las ventanas, que obligaba a los propietarios a abonar unos chelines por cada ventana que tuviera su casa. ¿Le suena a algo la historia? Pues siga leyendo.
A ojos de un político de hoy, el impuesto podía entenderse como progresivo y hasta redistribuidor de la riqueza. Como es lógico, pagaban más quienes más ventanas tenían, es decir, quienes tenían las casas más grandes, o sea, los más ricos. A los palacios, además, se les gravaba con tasas adicionales según el mismo baremo de consumo de sol y luz.
El resultado, sin embargo, fue el contrario al esperado por el Rey. Casi todas las familias humildes y muchas de las ricas optaron por tapiar las ventanas de sus casas, lo que conllevó un terrible aumento de las enfermedades sobre todo en las ciudades, carentes de alcantarillado público y las mínimas medidas de higiene. No sólo las arcas del Rey no ingresaron la cantidad esperada por el 'window tax', sino que, al decrecer la actividad artesanal y comercial, vieron disminuidos sus réditos por otros impuestos. Hoy, el impuesto de las ventanas se estudia en las escuelas de Economía de Inglaterra como el paradigma del fracaso en política fiscal.
Algo parecido podría volver a pasar ahora. Las administraciones, a todos los niveles, se ha empeñado en una carrera de nuevas tasas, impuestos y copagos (repagos) que, incluso si consiguen en un primer momento aumentar los ingresos del Estado, no dejan de tener un efecto secundario que puede resultar pernicioso sobre la actividad económica y, por tanto, sobre sus ingresos de pasado mañana.
Un ejemplo: cobrar un peaje por usar autopistas que ahora no lo tienen, como estudia el Gobierno, provocará en este momento de grave crisis en la economía familiar un menor tránsito de vehículos y, como consecuencia, menos ingresos por el gravamen de los carburantes. O sea, impuestos para hoy y hambre para mañana.
Pero volviendo al Príncipe de Orange: no crea que el fracaso hizo desistir a él y a sus ministros del impuesto de las ventanas. Sus (sucesivas) graciosas majestades siguieron cobrándolo a sus sufridos súbditos hasta 1851. Eso sí que es 'mantenella y no enmendalla'.

No hay comentarios:

Publicar un comentario