Tribuna abierta de opinión

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miércoles, 2 de mayo de 2012

LOS TULIPANES
Javier Pipó
2 de Mayo de 2012

Cuando los mercados apretaban las condiciones de los préstamos y el FMI recomendaba al Gobierno inyectar dinero en los bancos, he vuelto a repasar el libro que en 1991 escribió el Dr. Kindleberger con un título bastante sugerente: "Manías, pánicos y cracs".
A lo largo de sus páginas desfilan todo tipo de crisis, en todo tipo de países y prácticamente en todas las épocas y curiosamente todas tienen su origen en la especulación financiera. La más curiosa fue la llamada “Crisis de los tulipanes sobre la que también existe un interesante librito de Fernando Trías de Bes “El hombre que cambió su casa por un tulipán”
Y es que los tulipanes que eran una flor sagrada en Turquía llegaron a Holanda en 1559 y tuvieron tal éxito en su cultivo que aparecieron nuevos tipos más altos con tonalidades no conocidas con anterioridad, convirtiéndose en poco tiempo en símbolo de ostentación y poderío económico.
El precio subía sin parar y parte de la alta sociedad invertía sin cesar con rendimientos superiores al 500%. La locura llegó a extremos en que ni comprador ni vendedor habían visto el bulbo, sólo operaban con un bono sobre un “teórico” tulipán que estaba plantado en algún campo ganado al mar ¿les recuerda esto a las “subprimes”?
Pero esta locura colectiva se vio incrementada, cuando la peste bubónica que asoló parte de Europa en 1636, provocó la escasez de mano de obra y el vértigo de los precios llevó a hipotecar los hogares, a realizar trabajo gratuito (durante 15 años) con tal de invertir en tulipanes. ¡ casi casi como la burbuja inmobiliaria!
Hasta que llegó el 15 de febrero de 1637 en que se realizó la última gran venta: 99 tulipanes a 90.000 florines (unos 15.000 de hoy)... el resto ya se lo imaginan. Esta historia que traigo como ejemplo, nos demuestra que la especulación financiera no es nueva y las consecuencias, casi siempre las mismas, tampoco.
Los directivos del FMI deberían repasarla y evitar las recetas que quieren aplicarnos porque los pueblos que ignoran su historia están condenados a repetirla.

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