Tribuna abierta de opinión

Instituciones,Democracia y Libertad

domingo, 6 de diciembre de 2015

La Opinión de Javier Pipó


La Azotea de Javier Pipó

LA CAMPAÑA

 Algo de pereza se siente si la pretensión del opinador que se transmite al lector, consiste en hacer referencia a la campaña electoral de estas inmediatas elecciones legislativas. Antes de comenzar ya se había comentado todo. En el empeño de que la campaña resultase decisiva, está resultando atiborrante, teledirigida, ampulosa, desconcertante. Parece como si el PP fuera el nuevo yihadismo a combatir y el resto, salvapatrias imprescindibles para la continuidad de la Nación. Cuánto mejor, por su colorido y argumento dramático, si mi comentario estuviera dirigido a las elecciones – por así llamarlas – venezolanas, de donde saldrían muchas lecciones sobre los riesgos de autodestrucción que pueden vivir naciones otrora ricas y poderosas y así poder referir las andanzas del estadista ZP, en charleta con el ganso dictador Maduro. Pero no, algo debo decir sobre estos momentos previos a lo que parece un nuevo resbalón colectivo,  aunque desde luego no estemos en el riesgo venezolano, por ahora. Pero ya digo, sí en el de perder el rumbo, quedar balagueros al albur de las circunstancias europeas, cuando no de aquellos a quienes pasó la hora del protagonismo en la historia.

 Miren, a mi la encuesta del CIS me parece un primor reflejando con toda luz la compleja psicología social  española, pero para nada me puede ayudar a tomar una decisión electoral que no tuviese tomada con anterioridad a su publicación. Parece como si la democracia consistiera solo en el juego protagonista de unos partidos políticos u  otros, cuando la Constitución no les dedica más que un artículo, definiéndoles como instrumento para la participación política. Y ya está, aunque no sea poco. Pero a mí me interesa el destino de los otros 168, que es donde se encuentra la estructura, naturaleza y funcionamiento del poder, la democracia y en definitiva del sistema. Y eso es lo que nos jugamos en estas elecciones, quizá con un mayor apretón destructivo que en comicios anteriores.

 Y se puede colegir el avance espectacular de la izquierda dictatorial, autoritaria, de ribetes totalitarios y liberticidas, capitaneada por Pablete Iglesias, el socialista libertario al que su homólogo Chomsky le diría que tiene“complejo de Sansón”, aunque ya veremos quien le corta la coleta, donde parece radicar la fuerza de su estética revolucionaria. Ahora, antes de las elecciones se empeña en convencernos del viraje hacia la moderación de su escaso pensamiento, camino nada menos que hacia la socialdemocracia. Ahí es nada y mientras, carece de pudor para junto a Chichi o Kichi o como quieran decirle al alcalde de Cádiz, levantar el puño ante el sagrado monumento a la Constitución liberal de 1812, en reivindicación blasfema por quienes desean una Constitución para pasarla por el forro de la Historia. Y lo peor es el seguimiento multitudinario de este farsante de la política. Pero ahí está, al frente de la marcha hacia el “cuarto Estado” de sus sueños, con Monedero Ministro de Propaganda y Julio Rodríguez de comandante en jefe del ejército rojo. Película de sangriento siglo pasado.

 Y en la otra orilla de esta izquierda nacional en subasta electoral, parece que deseosa en unirse en destino común con aquella, la que lidera un buenmozo, dicharachero y simpaticón, seguramente bienintencionado, en carrera hacia la insignificancia de una formación política histórica e imprescindible para el sistema democrático. Zapasanchez, ante la desesperación de los excelentes ideólogos, pensadores y estadistas de su Partido, abandona los planteamientos auténticamente socialdemócratas, de libertad como base y fundamento de la acción política, respetuosa con el adversario, con la alternancia en el poder, con la unidad nacional y con la defensa de los principios y valores occidentales. Su única bandera, acabar con Rajoy, su gobierno y Partido. Su único programa, derogar el ordenamiento jurídico construido estos difíciles años. Ni una palabra rigurosa sobre el nacionalismo independentista o sobre la lucha contra la amenaza del barbarismo islamista o sobre la consolidación financiada del Estado del bienestar o sobre el mantenimiento razonable del Estado autonómico o sobre el papel que nos toca en una Europa acobardada y con riesgo de pérdida de una nación como el Reino Unido.

Nos queda la incógnita de C´s un Partido bien liderado por el brillante Rivera, con poquísima experiencia, agujeros negros en su formación intelectual y una formación política vacía de cuadros, con troyanos peligrosos como el inane Marin al frente de los ciudadanos andaluces, un prodigio de palmero del susanismo. Y desde luego con el fundado temor a que pueda volcar sus preferencia por una izquierda ideal inexistente, de la que él se siente formar parte en la zona moderada de su extenso abanico.

A mí Rajoy me importa políticamente muy poco. Quizá resultaría un estadista adecuado en una democracia nórdica, quiero decir bien consolidada, aburrida, de rutina turnista, pero inadecuado para la evanescente democracia española. Sin embargo, seguramente debería constituir la esperanza de una mayoría sensata, para el mantenimiento de un sistema mucho más valioso que su Partido. Si continúa en el poder el clamor social debe obligarle a tomar medidas de emergencia en la lucha sin cuartel contra la corrupción, sin olvidar Andalucía donde está socializada, como estructura consolidada que pasa de una generación a otra, como en Cataluña o Valencia. Ojalá logre un pacto con C´s con alternancia en la Jefatura de Gobierno.

Y ya veremos el incierto resultado. Dice el sabio Marina que la inteligencia colectiva de España en política es muy baja. Pues eso.

 

 

 

  

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