Tribuna abierta de opinión

Instituciones,Democracia y Libertad

miércoles, 16 de diciembre de 2015

La Opinión de Javier Pipó. La Azotea


La Azotea de Javier Pipó

LA SUERTE ECHADA

  En una jornada electoral, depositando de manera más o menos ilusionada un simple voto, quizá el sistema democrático se juega parte del contenido trascendental de una nación, porque el resultado será considerado censura o apoyo al liderazgo de los representantes electos o al modelo de sociedad que defienden. Es el hermoso riesgo de la democracia, siempre necesario aunque nunca suficiente, como nos enseñan los recientes y paradigmáticos casos de Argentina y Venezuela. Pero también constatamos como en sistemas muy consolidados la baja participación obliga a considerarla manifestación de confianza rutinaria del ciudadano, tanto en las instituciones del sistema como en la profesionalidad patriótica de los representantes y salvo cuestiones que afectan a derechos, libertades o bienestar, apenas despiertan necesidad de concurrir a validar o invalidar la acción política de la legislatura. El sistema es indiscutible y en consecuencia siempre está a salvo, como hábito de los que conciben la política como medio para administrar lo común y dirigir un pueblo organizado en Estado, hacia la prosperidad colectiva. Y no como fin en sí mismo, hipotecado por una clase política ambiciosa y mediocre o de iluminados de ocasión,  instalados en el poder para sucederse así mismos, como ya quedó para la historia en los casos de Andalucía o Cataluña.

  A tres días de la jornada electoral, seguramente de participación masiva, deberíamos preguntarnos en que grupo de los citados podemos ubicarnos. Desde luego entre los pueblos avanzados regidos por una modélica Constitución – salvando el agujero negro de su Título VIII- que ha permitido los mejores años de los últimos doscientos cincuenta y acrecentado un sólido patrimonio científico, cultural, tecnológico y educativo equiparable a las naciones de vanguardia. Pero esa envidiable posición hay que saber mantenerla, defenderla y acrecentarla en la medida de lo posible y no puede quedar al albur de unas elecciones donde los ciudadanos acuden con el temor fundado de un riesgo cierto de ruptura con principios y valores que se creían firmes y de imposible retroceso.

  La batalla contra el llamado bipartidismo ha sido feroz en los medios de comunicación y en las peroratas de aquellos aprendices de estadistas, ilusionados en ocupar el espacio de dos ideologías centenarias que protagonizan dos partidos debilitados por sus errores, contradicciones y ambiciones corruptas. No conozco argumento alguno que con solidez sea capaz de argumentar lo negativo de la alternancia entre sistemas ideológicos que desde la centralidad sean capaces de aglutinas aquéllas formaciones a derecha e izquierda hasta los alveolos de la pluralidad social. Tras trescientos años de activismo político en los regímenes democráticos nada ha sido capaz de sustituir al liberalismo más o menos conservador y al socialismo templado o más radical, girando alrededor de las ideas motrices de libertad, progreso e igualdad. Y resulta indiferente para los intereses generales de la nación si los partidos hegemónicos se llaman PP o PSOE porque lo único a defender son los principios, valores y modelo de sociedad que hacen posible y deseable el desarrollo y potenciación de aquellas ideas motoras.

  España, vuelve a estar en una encrucijada histórica. En el exterior y como siempre desde Carlos V, involucrada con el destino de Europa. En el interior, algo exhausta y agobiada por la desesperanza. Pero la Europa de ahora, con dificultad avanza en la concepción de su Unión política, como reclamaba en 1946 W. Churchill o Adenauer, de Gasperi, Monnet, Schuman o Spaak. A pesar de los logros en la unión económica, Gran Bretaña votará su permanencia y si abandona la Unión seguramente acabará el sueño europeo. Y además, la pegajosa crisis económica poniendo en riesgo logros de la sociedad del bienestar y generando movimientos de intransigencia radical de izquierdas neocomunistas, cuando no de claro nazifascismo totalitario. Y la tensión permanente del terrorismo invisible y el asalto de las fronteras por millones de seres humanos huyendo del barbarismo yihadista. Europa requiere nuevos hombres de Estado que sepan liderar un proyecto en riesgo de perder el más antiguo baluarte de la civilización cristiana y occidental.

  En el interior, el desaliento tiene forma de paro que ya parece estructural; de corrupción que inunda hasta los recintos más a resguardo de sobresaltos; de rabia al contemplar la inutilidad de un Estado troceado, ineficiente, manirroto y de imposible financiación; de un nacionalismo crecido en el desafío diario a la propia Constitución. Y mientras, una Seguridad Social con más de 50 años de historia que languidece camino de su ruina; de un sistema nacional de salud que nunca fue nacional y que ahora pierde esplendor en proporción a la merma de su financiación; de una educación de baja calidad, torpe, ideológica y sectariamente orientada por la peor izquierda desde 1990 o de unas CCAA sin sistema de financiación, a base de FLA´s o flo´s que solo sirven para aumentar la deuda hasta su igualación con la producción nacional, camuflando una solución posible solo en la reforma constitucional.

 Creo carecemos de estadistas capaces de hacer frente a estos y otros tremendos desafíos interiores y exteriores de España. Ya hemos visto la lección patética del peligroso Zapasanchez, retador, tabernario, faltón, sin formas elementales de educación y finura política. Su grosería le incapacita para gobernar la Nación pero no para hundir la socialdemocracia. Solo queda la incógnita de C´s en el centro izquierda y la derecha moderada y a veces liberal del PP. Si no llegan a un acuerdo de legislatura, incluso con alternancia en la Jefatura de Gobierno, el resbalón volverá a ser histórico.            

 Si nos abandona la inteligencia colectiva que no lo haga la suerte. Pasado el rubicón del domingo, alea jacta est.

No hay comentarios:

Publicar un comentario