Tribuna abierta de opinión

Instituciones,Democracia y Libertad

lunes, 7 de octubre de 2013

La Opinión de Javier Pipó

Publicado en el "Diario Córdoba" el día 17 de Octubre, pag. 6 de Opinión, número 64 de LA AZOTEA



NACIONALIDAD Y CORRUPCIÓN
7 de Septiembre 2013
 

No puedo convenir en que la monarquía constitucional y parlamentaria sea solución provisional previa a la República, que decía Augusto Comte. Y ello a pesar de la insolente provocación con que la extrema izquierda totalitaria tiene sometida a la Nación mediante perseverante exhibición de símbolos de aquélla, como amenaza, como anticipo de un proceso radical deseado. Como si una república fuera sinónimo de desorden, previo al asalto final. Añoran el fracaso golpista y revolucionario de 1934, con la esperanza de no volver a equivocarse.

Y es que perciben y aprovechan una nación desfallecida, debilitada por la crisis moral y económica; con un nacionalismo rampante, retador, desbordado, imparable; con una corrupción generalizada que desprestigia y genera un coste económico gigantesco; con instituciones amparadoras de la impunidad; con una cúspide del Estado en declive físico y ético; con la juventud no solo sin trabajo sino sin esperanza; con una clase política a la que a la que se debería exigir, decir lo importante sin mentir y ahorrar las palabras insignificantes del discurso.

Ahora vivimos la reafirmación del principio de las nacionalidades definido en 1916 por Rovira y Virgili: identificación como pueblo; conciencia nacional y autodeterminación. Nacionalidad que como virus troyano se introdujo en la Constitución de 1978 por el empeño de políticos ansiosos de pasar a la historia, a pesar de que intelectuales como Marías, avisaban no ser lugar adecuado para introducir la acepción. Desde entonces caminamos hacia la disolución, soportando el engendro de naciones sin Estado en busca de autogobierno, de derecho a decidir.

Y ahora se argumenta con descaro un tercer intento, una tercera vía, como si la experiencia del fracaso colectivo de España y sus nacionalidades no contara. Quizá mera especulación sobre la forma federalista, para salir del paso, para diferenciarse de los conservadores, para rellenar un páramo ideológico que dura treinta años. Es como iniciar un nuevo camino de destrucción definitiva del entramado nacional.

Se mira con agrado que la inquieta y voluntariosa Susana Díaz haya iniciado un camino revisionista de la época Zapatero de tan funestas consecuencias. Es verdad que la crítica fue seguida de una bobada tan notoria como el eslogan de la catalanofobia, pero parece que tras ella hay un movimiento de cierto interés que sin duda regeneraría la esperanza. Una buena hoja de ruta está contenida en el documento de la Fundación A. Perales. Sería buen comienzo.

La cuestión nacionalista es pues urgente abordar ahora, con el paraguas de la UE, antes que la ruina nos aplaste. Cuando finalice 2013, el Estado habrá empleado más de 70.000 millones de euros en sostener la disparatada Administración territorial. Así se desliza por el alocado camino de la deuda que traspasando el 100% del PIB, punto de “no retorno”, hará el crecimiento muy difícil. Sin embargo Cataluña está arruinada, con deuda superior a 51.000 millones de euros y casi todas las Comunidades y gran parte de la Administración Local en morosidad creciente imposibilitando el intercambio económico y propiciando el paro.

Sobre la corrupción, la capa que todo tapa, la Presidenta de Andalucía dice sentirse avergonzada. Debería evitar aspavientos teatrales a los que parece prontamente aficionada. La corrupción se combate desde la escuela, inculcando valores y principios, formando ciudadanos temerosos de incumplir la Ley; facilitando una sociedad civil exigente, interesada en la cosa pública. Seleccionando dirigentes preparados, sólidos, con profesiones previas. Haciendo que el intervencionismo invada sólo lo necesario, por su vocación a instalar la corrupción en la política y la sociedad. Dando ejemplo desde las alturas del sistema, para evitar una atmósfera corrupta que llegue a sus confines.

Si la corrupción les avergüenza, restablezcan los controles internos que desmantelaron. Doten una Intervención respetada, con los mejores funcionarios, independientes, inamovibles, con medios jurídicos y materiales viables. Y menos médicos porque el mal ya está diagnosticado, salvo que quieran gestionar con recetas disparatadas la enfermedad infecciosa y terminal de una Hacienda previa y mortalmente inoculada. La corrupción se combate en definitiva, con un sistema educativo que forme ciudadanos amantes de la libertad responsable y de leyes sabias y exigentes que se cumplan, como las penas impuestas, sin indultos. Platón, se inclinaba por un régimen mixto, combinando la monarquía, es decir la sabiduría, con la democracia, es decir la libertad. Pues eso.

 

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