Tribuna abierta de opinión

Instituciones,Democracia y Libertad

jueves, 15 de noviembre de 2012

LA OPINIÓN DE JAVIER PIPÓ

Se edita LA AZOTEA del jueves 15 de Noviembre de 2012, que se corresponde con la columna
publicada en el Diario Córdoba, reducida por razones de espacio. La que aquí se publica es el original
inicialmente remitido al periódico. En la pestaña de este BLOG, LA AZOTEA se publicará tal cual aparece en la edición del citado medio.


LA AZOTEA
 

LA PAMPLINA



Reconozco que contemplar el espectáculo de lucha desigual entre la formidable máquina de poder de la Junta de Andalucía y un resuelto funcionario que quiso ejercer la lealtad institucional en el ejercicio del servicio público resulta estremecedor.

El cordobés Manuel Gómez ejerció durante diez años el arriesgado puesto de Interventor General y el riesgo se convierte ahora en calvario porque los capos de la implacable oligarquía político-administrativa tratan de hundirlo en el descrédito, el olvido y si pueden en el deshonor de la imputación judicial.

Ciertamente resulta inescrutable el debate entre altos jerifaltes, asesores bien remunerados, burócratas de partido, Parlamento en huelga permanente, comisiones parlamentarias de resultados previos, la servil Cámara de Cuentas y la escasa y desarticulada estructura del órgano de control interno en que consiste la Intervención. Penosa controversia para iniciados, porque la población desorientada se limitará a reiterar su incondicional apoyo al socialperonismo que durante décadas le rebaña hasta la esperanza.     

Pero este funcionario que quiso probar la restringida miel del poder está dando ejemplo a las nuevas generaciones que exigen una función pública democrática solo sujeta al imperio de la ley. Pero también, sin importar sus razones, de dignidad, rigor y resistencia, frente a quienes conciben el poder solo al servicio de sus propios intereses.

Gómez ha declarado que “decir que el Consejero de Hacienda no actuó porque no recibió un informe de actuación, no es ni siquiera un subterfugio, es una pamplina”. Es mucho más. Es ponerse el sistema democrático por montera y arrastrar el fardo pesado y maloliente de la corrupción con descaro y esperanza en que la impunidad mantendrá a cada cual en su sitio. Como ocurre casi siempre. Pero queda la democracia y sus instituciones judiciales. Menos pamplinas.

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