Tribuna abierta de opinión

Instituciones,Democracia y Libertad

miércoles, 26 de febrero de 2014

La Opinión de Javier Pipó


EL HIJO DE LA BUENA ESTIRPE
26 de Febrero 2014

Soy de naturaleza ingenuo y espero la mejor expresión profesional de los que dedican su vida al servicio público, al servicio de su país o de su patria.

Por eso la decepción es aún amarga, grande, cuando pasadas las horas intento escribir, en frío, unos renglones para comentar algo de lo vivido ayer y esta mañana en el Congreso de los Diputados. Un debate cuya denominación sobre el Estado de la Nación resulta poco original y desde luego una observación desapasionada nos llevaría a la primera conclusión. El estado de la Nación, es cercano a letal.

Y lo dice un ingenuo que en algún momento hizo concebir y desear un Gobierno de concentración o salvación, entre las dos grandes formaciones políticas de centro derecha y centro izquierda, antes o después de unas elecciones. Quizá buscando un periodo de tiempo suficiente para ordenar el Estado racionalizándolo, modificar la Constitución y sacar a la Nación de la gravísima crisis económica, social y política en que se encuentra sumida.

Sin embargo la vida política transcurre muy lejos de mi deseo y de millones de personas. Es más, nunca desde el inicio de la transición, las dos grandes formaciones políticas se encuentran más lejos de acuerdo alguno.

No obstante y actuando con honestidad intelectual, debo hacer referencia a lo único sensato que pude escuchar de quien siempre consideré inteligente pero falaz Jefe de la oposición socialista, Sr. Rubalcaba. Me refiero a la invitación realizada para conseguir una modificación pactada de la Constitución. Si esta sensata propuesta viene de tan falso personaje tiene poco recorrido y fiabilidad. Pero es el único dirigente del PSOE actual, con algún sentido de Estado, porque para temblar si el liderazgo correspondiera por ejemplo a Madina, Pachi o Valenciano.

Pero la hizo y no es para olvidar. Sobre todo, hizo al hilo de dicha propuesta una reflexión absolutamente válida. Proclamaba el viejo zorro, lo decepcionante que resultaría no conseguir acuerdo para la modificación constitucional, cuando muchos de los allí presentes lograron el gran pacto que hizo posible la Constitución de 1978. Y eso, añadía, que en la izquierda se sentaban los procedentes del exilio y en la derecha, los procedentes de las entrañas del franquismo.

Y tras decir esa sensatez, pronuncia un insensato y brillante mitin, incendiario, nervioso, demagógico, populista, inútil para los intereses de la Nación. Buscando el aplauso fácil y bobalicón de unos escaños plagados de figuras impresentables como Zarrías, Guerra o Chaves que no necesitan entender nada para sentirse tan inútiles como imprescindibles.

Y si bolivariana y vacía resultó la réplica, apocalíptica la contrarréplica, donde los dardos ya no eran contra el Gobierno sino contra la derecha, contra su amor al poder, al dinero, a la desigualdad, desde una dialéctica rancia de lucha de clases. Un espectáculo impropio, antiguo, peligroso, descorazonador.

El estadista, termina aludiendo a lo que dice ser un artículo de Rajoy titulado “Hijo de la Buena estirpe” que le sirve para ejemplarizar lo que argumentaba como amor por la desigualdad.

Pero claro, el PSOE que tan torpemente lidera Rubalcaba, puede gobernar España con comunistas y otras excrecencias del sistema democrático.

Y como ejemplo de estadista no homologable, demócrata compañero posible en Gobierno de progreso, pues Cayo Lara y su descripción de lo que es un sistema productivo perverso o de una deuda ilegítima y su defensa social mediante movilizaciones. Y todo ello con descalificaciones hacia la derecha saqueadora, sádica, pirómana, clasista y demás conceptos de la ciencia política.

Es decir, lo mismo que Rubalcaba pero con chascarrillos marxistas, castristas y tercermundista de los años cincuenta y sesenta.

Y Rajoy? Pues en su papel, de magnífico dialéctico y honrado político, en defensa de sus dramáticos años de gestión. Haciendo un discurso esperanzado en que el ciclo económico cambie y las formas del sistema puedan seguir igual. Aunque sea inviable. Aunque la corrupción sea palpable aún sin tocarla. Aunque las instituciones se encuentren atoradas. Aunque la democracia funcione a trompicones. Aunque la desesperanza y la frustración cunda por la sociedad como reguero de peligroso hartazgo.  

Pues se equivoca, porque el estallido puede ser grandioso, ahora o después. Porque ya se  trabaja en el minado del sistema y con cierto éxito. Desde la Corona a la integridad nacional. Y eso requiere atención y dedicación cuidadosa, antes de que sea demasiado tarde. ¿O considera que logrará nueva mayoría absoluta? ¿Quién abordará el regeneracionismo? ¿Quién mantendrá unida la nación española?

Miren, sí la economía marcha relativamente bien o menos mal, la Nación va mal o muy mal. Y claro, esto termina mediatizando aquello. Sin duda

Y no cuente Rajoy con el demagogo narrador, Hijo de la Buena Estirpe, que lo será, pero no de la estirpe política.

       

 

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