Tribuna abierta de opinión

Instituciones,Democracia y Libertad

sábado, 15 de febrero de 2014

La Opinión de Javier Pipó @javierpipojaldo


EUROPA Y LA VIDA
15 de Febrero 2014

Es verdad que la no siempre bien denominada sociedad civil, está preocupada e inquieta en el desconcierto y la inseguridad que producen los muchos criterios circulantes que llevan incluso a poner en la duda ajena, si la crisis perversa que nos azota no será inducida por aquellos a quienes aprovecha.

Pero el desasosiego se vive bajo el sopor de la autosatisfacción, en una mezcla malévola entre el egoísmo y la soberbia colectiva.

Claro, ese estado de catarsis impide una reacción adecuada ante el desplome, por ahora moral pero también económico y social, de una construcción nacional y europea que parece poner más empeño en el suicidio colectivo lento pero seguro, que en fortalecer la consolidación del patrimonio acumulado de civilización y cultura.

Seguramente el ciclo de la historia de una Europa que lleva demasiados siglos de hegemonía está pasando, declina ante la pujanza de otras culturas más fuertes y decididas que se cuelan a desbandadas por las rendijas del feliz pero horadable sistema.

Y lo digo con preocupación porque si bien en su esplendor fue la más hermosa fábrica de ideas para transformar el mundo, también parió leviatanes capaces de destruirlo o someterlo. Y todo en el mismo e inaudito siglo XX, buscando un Estado total, capaz de apropiarse de la vida humana para ponerla al servicio de nefastas utopías. Y agotada, Europa se enfrenta al siglo XXI con su vértice que se vuelve romo, una vez olvidadas y quizá despreciadas, las raíces cristianas y en consecuencia universales.

Porque si interrumpir la vida humana hasta extinguirla, vía eutanasia infantil o mediante el aborto, legal desde luego, se valora como conquista irrenunciable, como meta de progreso y civilidad, nos nubla con fuerza la pobreza moral de todo un Continente otrora luz de Occidente. Volvemos sobre nuestros pasos y de nada sirvió la experiencia pasada. En nada, lo costoso que resultó en siglos y energías la conquista de la libertad, el reconocimiento de los derechos individuales y colectivos, el respeto a la dignidad del ser humano, a su integridad y al íntegro desarrollo.

Ahora mediante precio; con cinismo legalizado; con la frialdad de los que nada temen; desde la impunidad que da el consentimiento más o menos libre de la victima, o la colaboración de quien engendra; impulsados desde las covachas oscuras de un sistema decadente, regresivo y demasiadas veces cruel, se puede disponer de lo único que justifica y da sentido al universo, que no es poco si le llamamos vida.

Cinismo que incluso bordea la desfachatez, tratando de envolver el fracaso colectivo en triunfo ideológico, como si el drama encajara en colorido ideológico alguno. Es enarbolar banderas que necesitan el viento de la mentira y la docilidad social para pasear con orgullo su indignidad.

Habrá una reacción, seguro, porque el avance de la humanidad hacia el cumplimiento de las leyes divinas de preservación de la especie y de lo que le es común para que la vida sea posible, vencerá sobre la miseria de los necios y los soberbios.

 

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