Tribuna abierta de opinión

Instituciones,Democracia y Libertad

jueves, 6 de febrero de 2014

La Opinión de Javier Pipó @javierpipojaldo

Publicado en el Diario "Córdoba" hoy día 6 de Febrero 2014
 
GOBIERNO  DE  LOS  JUECES

 En las últimas semanas, una ola de indignación recorre las sedes de partidos y medios de comunicación, alarmados por la intolerable intromisión de los jueces en las decisiones políticas.

No es para alarmarse, en este caso, por las sesgadas y muchas veces interesadas opiniones que de las decisiones judiciales tienen gran parte de los líderes políticos. Partiendo del respeto que dicen una y otra vez sentir por aquéllas y predisposición meritoria a respetarlas, todo dependerá del sentido e incidencia que el pronunciamiento de los jueces pueda afectar a los intereses casi siempre partidarios que en ese momento defiendan. 

La cuestión no es baladí, ni simple, ni desde luego novedosa.

La intervención de los jueces en la gobernación de la sociedad es incluso anterior al cristianismo. Es la critarquía, contenida en el Libro de los Jueces, uno de los Históricos de la Biblia y del Tanaj hebreo, narrando el gobierno del pueblo de Israel por jueces o dirigentes carismáticos que utilizan para ejercer el poder la fuerza sobrenatural. También en la sofocracia o gobierno de los sabios, en el sentido de la sabiduría filosófica en Platón o de la racional en Aristóteles. Es desde siempre, la pretensión de que el gobierno sea dirigido por mentes o manos sabias y especializadas. El alejamiento de este ideal, deseado por el hombre que convive en sociedad, produce inseguridad y angustia, acentuada en nuestro tiempo de forma alarmante.

El ciudadano de sociedades avanzadas y democráticas percibe el desamparo de unos poderes públicos desbordados en demasiadas ocasiones por realidades complejas, cambiantes y globalizadas. Percepción variable en función del grado de avance social, del tipo de constitucionalismo y de la ideología dominante.

Ya en la Francia de 1921, en pleno debate para la construcción de la III República y con referencia al ejercicio de la jurisdicción constitucional, aparece la obra de E. Lambert sobre “El Gobierno de los Jueces” que tuvo gran repercusión en el mundo jurídico y de la ciencia política. El famoso jurista critica desde una óptica avanzada a su tiempo el inconveniente de confiar a un órgano judicial la facultad de revisar las leyes, propio del sistema de constitucionalismo difuso en USA. Un peligro, dice, para el progreso de la política social. Debate muy vivo todavía en el Derecho público norteamericano.

Se pone pues de manifiesto, como incluso en el siglo veinte y con mayor intensidad en su segunda mitad, la expansión del poder judicial, la llamada creatividad judicial, se traduce como una judicialización de la política.

Hace pocas fechas, el Prof. Fernández-Armesto publica un inquietante y nada optimista artículo titulado “Y la llamamos democracia”. Describe como en USA las Cámaras bloquean las iniciativas legislativas del Presidente y no hay ley que no sea contestada ante los tribunales. Así, dice el profesor, no les queda más remedio que acudir al Tribunal Supremo para decidir cuáles de ellas se ponen en vigor y a que organismos profesionales acudir para tomar decisiones inalcanzables en la legislatura. Pero también, como esta entrega de las decisiones políticas a jueces o burócratas, coincide con un declinar de la democracia no solo en la gran Nación americana sino también en la atascada Europa. Es la preocupación  de este nuevo siglo, tras la presencia grandiosa de la democracia y la libertad durante los cien años anteriores.

A veces este intervencionismo es el único sistema para que se pueda cumplir la Constitución, ante la pasividad del Ejecutivo y el Legislativo, como ocurre en España. Aquí ni siquiera se acepta que la jurisprudencia del TC crea Derecho constitucional, interpretando sus preceptos y depurando aquéllas normas contrarias a la Constitución misma. Así pues, todas sus Sentencias son creativas y por tanto interpretativas.

Desde luego, la progresiva ampliación del control judicial al poder político, entraña el peligro de que el TC suplante al poder constituyente. Es decir, sea sustituido el gobierno de los representantes del pueblo por el gobierno de los jueces. Pero siguiendo a Pérez Royo, antes de la Constitución la Ley era soberana, ahora queda subordinada a la Constitución y su ajuste solo corresponde al TC.

Aquí el problema se desborda porque el hundimiento económico aflora corrupción generalizada e independentismo imparable. No se acepta la voluntad general representada en el Legislativo. Los tribunales desbordados son atacados en su independencia y las Sentencias del TC son ignoradas en el proceso secesionista.

Sin duda prefiero el gobierno de los jueces al gobierno de los necios.

No hay comentarios:

Publicar un comentario