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jueves, 26 de diciembre de 2013

La Opinión de Javier Pipó

La Azotea
PUBLICADO EN "DIARIO CÓRDOBA" el día 26 de Diciembre 2013



DOS AÑOS Y CIEN DÍAS



La coincidencia en el tiempo de dos celebraciones distintas pero seguramente cercanas y que desgraciadamente condicionan más de lo que deseamos nuestra vida cotidiana, me lleva a considerar ambas en sus identidades y consecuencias, aun cuando el título parezca más bien el resultado de una condena. A lo peor es así, aunque todavía no exista veredicto de tribunal alguno, sino más bien la osadía del comentarista inquieto. Naturalmente me refiero a los dos años de marianismo de rostro inesperado y a los cien días de susanismo violeta. Ambos evanescentes, ambos encontrados en el camino de ida y vuelta.


El marianismo vuelve derrotado en la mitad justo de su batalla, avieso y demacrado tras conocer de cerca un Estado como el Leviatán, el monstruo marino de que nos habla la Biblia en el Libro de Job, pero en su desmesura, en su gigantismo de plastilina. Un macroestado, ingobernable donde sus atributos no se corresponden a los fines para los que ha sido forjado hace siglos.
Y es que parece que el pacto se rompe, porque no se respetan los derechos de los que Tomás Hobbes, precisamente en su Leviatán decía que el soberano no puede renunciar o dejar de ejercer. Es decir, el fraccionamiento del poder y la quiebra del principio indivisible de la soberanía. Toda hendedura abierta en su poder unitario está llamada a provocar su ruina, son sus prudentes palabras. Pero aún más, porque ofrece una buena fórmula al "officium" del gobernante. Primero, velar porque no disminuya su poder soberano y en segundo lugar, garantizar la paz civil y el bienestar general del pueblo. Si liberación y disciplina social siempre fueron los ejes de la modernidad, Hobbes estaba situado en su umbral.

Y Rajoy y su marianismo ¿qué hicieron por el bienestar general del pueblo? Pues estamos en presencia de liberales venidos a menos, con complejo de herederos históricos del autoritarismo, titubeantes, descreídos, olvidando lo que Roosevelt sentenció con acierto, que un hombre no vale nada si no profesa ardiente devoción a un ideal. Pero ya ven, vuelve y aún desconocemos cuál es el ideal del marianismo. No puede ser prometer y negar, decir una cosa y la contraria y querer llevar razón en ambas circunstancias. No puede permanecer abierta la herencia de entonces y la del zapaterismo de ayer. No se puede renegar de la perversión y la corrupción y disfrazar ambas de ambigüedad. Les quedan dos años para ser ellos mismos o perecer, porque a la inversa, lo que no es útil para la colmena, no es útil para la abeja, que decía Marco Aurelio.

¿Y Susana? ¿Qué pasa con los Cien Días de Susana? Pues Susana va, sonriente, feliz, es chica de barrio, sencilla, cercana a su pueblo por el que quiere hacer cosas, muchas cosas. Camina disfrazada de Violeta, entre Peter Pan y Zapatero. Es mujer joven que seguramente en dos tardes alguien rellenará sus carencias, aunque Einstein aseguraba que la imaginación es más importante que el conocimiento. Mientras, baño de pueblo cercano y generoso. Y cuando nadie lo espere, pues a convocar elecciones que la consolide en el poder de sus antepasados, tras arrasar a una oposición que ni está ni se le espera. Es verdad que lleva demasiados años viviendo del presupuesto y varios en la sombra del malgobierno Griñán. Y su partido, más de treinta como dueño y señor de esta tierra. Pero no importa porque un enorme aparato mediático casi ha conseguido configurar el nuevo mito. Ahí tienen el Gobierno, asamblea de mediocres e insulsos funcionarios del partido, sus hombres de negro, para contrastar el resplandor fulgurante de la nueva estrella.
En Cien Días no pudo explicar en qué consiste la nueva etapa; ni el furor en su manera de ser implacable contra la corrupción; ni el "no podemos seguir con el paro insoportable"; o lo que pueda entender por "poner en valor las corporaciones locales". O simplemente la fórmula para "recuperar la confianza de la ciudadanía" o el inquietante "debemos ir a un nuevo modelo productivo" o el esperanzado "debemos reconocer errores". Así pues seguimos sin saber en qué consiste el cambio nuevo. Solo frases más o menos bellas o grandilocuentes, más o menos sinceras, más o menos pegadizas, pero siempre prefabricadas, siempre vacías. Seguramente es consciente de que sembrar ilusiones puede traer recoger sufrimientos. Máxime, al conocer que la lucha es interior, con los suyos, con sus socios que quieren arrastrarla hacia un modelo de autoritarismo, pobreza y marginación. De manera que una va y otro viene. Nosotros solo constatamos que suman 830 días. Pues eso.

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