LA AZOTEA
LOS CIEN DIAS DE SUSANA
17 de Diciembre 2013
Existe
una primera versión sobre el origen de los llamados “cien días” de gobierno,
que en la opinión pública se suele conceder a los gobernantes cuando acceden al
poder tras unas elecciones. Esa
primera versión es de naturaleza histórica y refiere el periodo de tiempo
vivido por Francia y que transcurre entre marzo y junio de 1815. Es decir, los
cien días empleados por Napoleón para apuntalar su Imperio desde el regreso de
Elba y la restauración de Luis XVIII, tras el desastre de Waterloo.
Pero
hay otro antecedente más reciente y que quizá resulte más cercano por la
similitud que pueda encontrarse entre dos sociedades sumidas en la depresión
económica y el esfuerzo de sus gobernantes por propiciar y liderar un cambio de
rumbo. Me
refiero, naturalmente salvando las enormes diferencias y circunstancias, entre
el pueblo norteamericano, tras la Gran Depresión de los años treinta y la
permanencia en la depresión social y económica de Andalucía, en términos
relativos, en los últimos treinta años de su historia.
De
manera que el enorme Presidente FD Roosevelt, accede a la Presidencia de su
entonces caótico país, en marzo de 1933, sumido en una gigantesca crisis
económica, de valores y de sistema, para diseñar hasta junio del mismo año, una
gran revolución condensada en el New Deal. El eslogan que supo aglutinar al
pueblo norteamericano, quizá pueda resumirse en su famosa frase “solo debemos
tener miedo del propio miedo”.
¿Cual
es nuestro miedo en Andalucía? ¿Lo perderemos alguna vez, aunque no sepamos
definirlo? ¿Por qué esta tierra hermosa, rica y variada lleva siglos de
fatalismo existencial? ¿Alguna vez alguien será capaz de señalar la ruta hacia
la libertad de todos los andaluces? Me refiero a la libertad auténtica, a la ausencia
de presión interna o externa que condicione el comportamiento. Esa libertad es
la auténtica base para alcanzar la autodeterminación. Los regímenes
autoritarios, no digamos los totalitarios, eximen de responsabilidad al
individuo, porque la asume el Estado. Estafa que deriva en un arrebato no solo de
la libertad sino también de la responsabilidad.
¿Y
Susana? ¿Qué pasa con los Cien Días de Susana?, que salvando nuevamente las
enormes diferencias está más cerca de CarterZapatero que de Roosevelt. Pues
continuo opinando lo que malévolamente decía no hace mucho. Aseada, sonriente y feliz. Ella es
mujer, joven, aunque no suficientemente preparada, a la espera de que en dos
tardes le rellenen las carencias. Mientras, pues baño de pueblo cercano y generoso.
Y que su enorme aparato mediático termine de configurar el nuevo mito. Y casi
lo está consiguiendo. Si el Gobierno es una asamblea de mediocres e insulsos
funcionarios del Partido, sus hombres de negro, no importa si así resplandece
con más fulgor, si cabe, la estrella.
Claro en estas condiciones no tiene
sentido lo de los Cien Días. Ni ella ha vuelto de Elba, sino de la calle San
Vicente de Sevilla, ni tiene la grandeza de Napoleón o el coraje de Roosevelt.
Es simplemente una chica de barrio, sencilla, cercana a su pueblo por el que
quiere hacer cosas, muchas cosas. Pero ojo porque lleva demasiados años
viviendo del presupuesto y varios en la sombra del malgobierno Griñán. Y
además, su Partido lleva más de treinta como dueño y señor de esta tierra.
En estos Cien Dias no pudo explicar en
qué consiste la nueva etapa; ni el furor en su manera de ser implacable contra
la corrupción; ni el “no podemos seguir con el paro insoportable”; o lo que
pueda entender por “poner en valor las corporaciones locales”. O simplemente la
fórmula para “recuperar la confianza de la ciudadanía” o el inquietante
“debemos ir a un nuevo modelo productivo” o el esperanzado “debemos reconocer
errores”. Así pues seguimos sin saber en que
consiste el nuevo cambio. Solo frases más o menos bellas o grandilocuentes, más
o menos sinceras, más o menos pegadizas, pero siempre prefabricadas, siempre
vacías. No habla de la corrupción, pero sí
repite que “hay que ser implacables” contra ella. Pero siguen las subvenciones
clientelistas y a sus hermanos de UGT. Se respeta la Justicia pero el ataque
continuo a la Juez Alaya, ahora extendido a la Intervención General del Estado,
repugna.
Insistir en un nuevo modelo productivo
y preparar un nuevo impuesto a las grandes superficies o a los depósitos
bancarios, o el Banco de Tierras o el Banco público de Crédito o la
introducción de “cláusulas sociales” en los contratos públicos, suena a
chavismo bolivariano. O la bobada de
exigir declaración de renta a las “pareja” de los altos cargos, como lucha
contra la corrupción, pues de risa. Es como decir que se intensificará la lucha
contra el fraude fiscal, tras desmantelar la Administración Tributaria, como
irresponsablemente se ha hecho. O la lucha a
favor de la transparencia, intentando publicar el orden del día de los Consejos
de Gobierno, verdaderamente chusco.
Para qué seguir. Porque Andalucía lo
que necesita es un sistema que la aleje del 37% de paro, el más alto de la
UE-25, logrando aumentar su PIB que desde 2009 ha descendido un 5,8% y un 8% si
lo medimos en su distribución per cápita. Reducir el desmesurado número de
empleados públicos, 500.000, el más alto de España. Recomponer el tejido
industrial regional, ahora un desierto, representando solo el 12% sobre el VAB,
cinco puntos por debajo del medido para España, a pesar que desde 1970 ha
descendido a la mitad.
Estos, como el PRI o la revolución
soviética, no necesitan cien días sino setenta años, para volver a empezar. En Andalucía seguimos de parto, es que
viene atravesado. Pues eso.
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