Tribuna abierta de opinión

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martes, 17 de diciembre de 2013

La Opinión de Javier Pipó


LA AZOTEA

LOS CIEN DIAS DE SUSANA
17 de Diciembre 2013

Existe una primera versión sobre el origen de los llamados “cien días” de gobierno, que en la opinión pública se suele conceder a los gobernantes cuando acceden al poder tras unas elecciones. Esa primera versión es de naturaleza histórica y refiere el periodo de tiempo vivido por Francia y que transcurre entre marzo y junio de 1815. Es decir, los cien días empleados por Napoleón para apuntalar su Imperio desde el regreso de Elba y la restauración de Luis XVIII, tras el desastre de Waterloo.

Pero hay otro antecedente más reciente y que quizá resulte más cercano por la similitud que pueda encontrarse entre dos sociedades sumidas en la depresión económica y el esfuerzo de sus gobernantes por propiciar y liderar un cambio de rumbo. Me refiero, naturalmente salvando las enormes diferencias y circunstancias, entre el pueblo norteamericano, tras la Gran Depresión de los años treinta y la permanencia en la depresión social y económica de Andalucía, en términos relativos, en los últimos treinta años de su historia.

De manera que el enorme Presidente FD Roosevelt, accede a la Presidencia de su entonces caótico país, en marzo de 1933, sumido en una gigantesca crisis económica, de valores y de sistema, para diseñar hasta junio del mismo año, una gran revolución condensada en el New Deal. El eslogan que supo aglutinar al pueblo norteamericano, quizá pueda resumirse en su famosa frase “solo debemos tener miedo del propio miedo”.     

¿Cual es nuestro miedo en Andalucía? ¿Lo perderemos alguna vez, aunque no sepamos definirlo? ¿Por qué esta tierra hermosa, rica y variada lleva siglos de fatalismo existencial? ¿Alguna vez alguien será capaz de señalar la ruta hacia la libertad de todos los andaluces? Me refiero a la libertad auténtica, a la ausencia de presión interna o externa que condicione el comportamiento. Esa libertad es la auténtica base para alcanzar la autodeterminación. Los regímenes autoritarios, no digamos los totalitarios, eximen de responsabilidad al individuo, porque la asume el Estado. Estafa que deriva en un arrebato no solo de la libertad sino también de la responsabilidad.

¿Y Susana? ¿Qué pasa con los Cien Días de Susana?, que salvando nuevamente las enormes diferencias está más cerca de CarterZapatero que de Roosevelt. Pues continuo opinando lo que malévolamente decía no hace mucho. Aseada, sonriente y feliz. Ella es mujer, joven, aunque no suficientemente preparada, a la espera de que en dos tardes le rellenen las carencias. Mientras, pues baño de pueblo cercano y generoso. Y que su enorme aparato mediático termine de configurar el nuevo mito. Y casi lo está consiguiendo. Si el Gobierno es una asamblea de mediocres e insulsos funcionarios del Partido, sus hombres de negro, no importa si así resplandece con más fulgor, si cabe, la estrella.

Claro en estas condiciones no tiene sentido lo de los Cien Días. Ni ella ha vuelto de Elba, sino de la calle San Vicente de Sevilla, ni tiene la grandeza de Napoleón o el coraje de Roosevelt. Es simplemente una chica de barrio, sencilla, cercana a su pueblo por el que quiere hacer cosas, muchas cosas. Pero ojo porque lleva demasiados años viviendo del presupuesto y varios en la sombra del malgobierno Griñán. Y además, su Partido lleva más de treinta como dueño y señor de esta tierra.  

En estos Cien Dias no pudo explicar en qué consiste la nueva etapa; ni el furor en su manera de ser implacable contra la corrupción; ni el “no podemos seguir con el paro insoportable”; o lo que pueda entender por “poner en valor las corporaciones locales”. O simplemente la fórmula para “recuperar la confianza de la ciudadanía” o el inquietante “debemos ir a un nuevo modelo productivo” o el esperanzado “debemos reconocer errores”. Así pues seguimos sin saber en que consiste el nuevo cambio. Solo frases más o menos bellas o grandilocuentes, más o menos sinceras, más o menos pegadizas, pero siempre prefabricadas, siempre vacías. No habla de la corrupción, pero sí repite que “hay que ser implacables” contra ella. Pero siguen las subvenciones clientelistas y a sus hermanos de UGT. Se respeta la Justicia pero el ataque continuo a la Juez Alaya, ahora extendido a la Intervención General del Estado, repugna.

Insistir en un nuevo modelo productivo y preparar un nuevo impuesto a las grandes superficies o a los depósitos bancarios, o el Banco de Tierras o el Banco público de Crédito o la introducción de “cláusulas sociales” en los contratos públicos, suena a chavismo bolivariano. O la bobada de exigir declaración de renta a las “pareja” de los altos cargos, como lucha contra la corrupción, pues de risa. Es como decir que se intensificará la lucha contra el fraude fiscal, tras desmantelar la Administración Tributaria, como irresponsablemente se ha hecho. O la lucha a favor de la transparencia, intentando publicar el orden del día de los Consejos de Gobierno, verdaderamente chusco.

Para qué seguir. Porque Andalucía lo que necesita es un sistema que la aleje del 37% de paro, el más alto de la UE-25, logrando aumentar su PIB que desde 2009 ha descendido un 5,8% y un 8% si lo medimos en su distribución per cápita. Reducir el desmesurado número de empleados públicos, 500.000, el más alto de España. Recomponer el tejido industrial regional, ahora un desierto, representando solo el 12% sobre el VAB, cinco puntos por debajo del medido para España, a pesar que desde 1970 ha descendido a la mitad.  

Estos, como el PRI o la revolución soviética, no necesitan cien días sino setenta años, para volver a empezar. En Andalucía seguimos de parto, es que viene atravesado. Pues eso.

 

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