A VUELAPLUMA
LA OPINIÓN DE
Javier Pipó3 de Abril de 2013
HISTÓRICA DECISIÓN
La imputación de la Infanta Doña Cristina por el aguerrido juez Castro en el caso Nóos, resulta gran noticia, diría que histórica para la monarquía española.
Naturalmente ya me guardaría de especular sobre el grado
de culpabilidad que corresponde imputar a tan egregio personaje. Pero dos
cuestiones parece oportuno comentar.
La primera, dicho con gran alborozo, es cómo las instituciones democráticas - en este caso la Justicia
- han funcionado conforme al ordenamiento jurídico de aplicación. En momento tan crítico y desesperante para la
democracia española,
en el sopor previo a los estertores del gas letal, es noticia esperanzadora.
Buena, para el sinfín de las odiosas y cotidianas que se suceden.
La justicia se imparte por jueces independientes,
responsables, y sometidos únicamente al imperio de la ley. Así es y así debe ser. Y no importa que en
este caso, singular sin duda, aunque se administre en nombre del Rey, el Rey
sea su padre. Nadie del Rey abajo.
Menudo marrón para el juez valiente. Esto no figuraba en el temario de
oposiciones. Ni lo esperaba en tan apacible destino. Sabe sin duda cuales son los antecedentes y cuales las
consecuencias de un enjuiciamiento y no digamos de una improbable e indeseable condena.
Los indignados españoles solo deben esperar que se tramite el sumario conforme
a derecho y si existiera enjuiciamiento, que se imparte justicia. Lo que sería muy peligroso es llegar
hasta aquí para
terminar en vodevil aventurado. Ya veremos.
La ejemplar Transición – salvo el disparate constitucional del
café para todos del Título VIII – supo llevar
al país en concordia, desarrollo y libertad
hasta el terreno hermoso de la democracia. Pero no está sabiendo acercar a las nuevas generaciones a la libertad.
A vivir y apreciar la libertad. Tocqueville decía que nada es mas duro que el aprendizaje de la libertad. Y
la democracia se desmadeja, porque nada es sin libertad. Como tampoco al
contrario.
Y
esto viene al dedo porque el desarrollo constitucional está dejando grandes
agujeros que empiezan a ocupar los antisistema.
Y
por citar alguno gigantesco está el del Título II de la Corona. El artículo 57,
desde la Sucesión hasta las abdicaciones y renuncias, o el artículo 65, con los
dichosos presupuestos.
Pero
también el aforamiento. No se encuentra una sola razón para que gocen de este
privilegio procesal, a veces rayano en la impunidad, más de mil parlamentarios
y no corresponda a la Reina o el resto de la Familia real. Y si citamos nombres
tan indeseables como indignos, nos invadiría la vergüenza. De manera que
dejaremos así la cuestión.
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