A VUELAPLUMA
LA OPINIÓN DE
Javier
PipóLA OPINIÓN DE
16 de Marzo 2013
BERGOGLIO
Hace pocas semanas dediqué LA
AZOTEA al Papa Ratzinger, por el que siento profunda admiración y del que
intenté dar breves notas que pusieran de manifiesto mi fervor por su figura
impresionante. También dediqué otra de la referida columna a los jesuitas, con
ocasión de la puesta en funcionamiento en Córdoba de una sede compartida de la
Universidad LOYOLA, universidad que supondrá un revulsivo para esta Andalucía
rezagada en el progreso y en las garras del gran engaño socialdemócrata.
Hoy, quisiera referirme a la
elección del nuevo Papa BERGOGLIO una vez difuminadas las fogatas ocasionales
de la verborrea mediática sobre su ubicación ideológica o las posibilidades de
su Pontificado.
En mi opinión, la importancia de
la elección de este cardenal argentino no es que su lengua materna es el
español, ni que proceda de un país latinoamericano, ni que sea el “apóstol de
pobres”. Su enorme trascendencia está en pertenecer a la Compañía de Jesús. Eso
es lo revolucionario, si así se puede denominar, este suceso trascendente para
el mundo civilizado.
Precisamente la enorme aportación
final del gran Ratzinger ha sido apreciar que en este momento crucial de
desprestigio social de la Iglesia, aireado hasta la saciedad por poderosos y
universales medios de comunicación, tratando de convencer de su conversión en
gigantesco bacanal, era necesario y urgente poner en marcha el mejor
instrumento de salvación: los jesuitas. Para ello resultaba necesaria su
renuncia urgente porque el cardenal-jesuita elegido cuenta con avanzada edad. Así
pues, la situación obliga a un acelerado proceso que culmina encajando
sabiduría y acción en una estructura anquilosada. Es Bergoglio, es la esperanza
de la Iglesia y el cristianismo. Del mundo civilizado y su modelo de sociedad.
De luchar por la justicia sin provocar injusticias, de dialogar sin
aspavientos, de cambiar el modelo.
El Ratzinger neokantiano, el
intelectual de Heidegger y San Agustin, que no acepta el cristianismo como
moralismo sino como sistema de hombres libres que aspiren a una sociedad sin
relativismos decadentes ni moral difuminada y neopagana, abre el camino a un
intelectual profundo, a un pastor eficaz, a un creador de pensamiento, a un
regenerador de los valores y principios de un cristianismo que constituye la
base de nuestro mundo occidental y nuestra civilización.
Los jesuitas son siempre
innovadores y adelantados a su tiempo y ahora el Papa negro, el español Adolfo
Nicolás, podrá recuperar la imagen del grandioso Arrupe estupidamente arrumbada
y recordar que su antecesor Kolvenbach ya renució como ahora Ratzinger.
Los jesuitas, dos veces
expulsados de España, la última en
aplicación del ominoso artículo 26 de la Constitución de 1931, protagonizan
siempre la lucha entre el despotismo ilustrado o no y la libertad. Yo soy de
los que defienden que prevalezca siempre la libertad.
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