A VUELAPLUMA
LA
OPINIÓN
de Javier
Pipó
La Europa del corralito
Cuando se reflexiona sobre el
cambio sociológico que está experimentando España, acelerado por la gravísima
situación económica que padecemos, no tendremos más remedio que olvidarnos del
optimismo y prepararnos para lo que viene.
Y digo cambio sociológico porque
nuestra mesocracia, nuestra sociedad de clases medias, más o menos cultivadas
pero con cierto patrimonio cultural y nivel de vida, está comenzando a
desmoronarse. Pero lo que es peor, a un ritmo acelerado.
No hay más que fijar la atención
en algunos datos. El peso de los salarios en el PIB solo representa ya el 45,8%,
que es el 2% menos que en 2011 y el 3,1% que en 2010. En fin, esto es un
retroceso histórico con respecto incluso a la segunda parte de la década de los
setenta. Es decir, en términos de empobrecimiento, se ha detraído nada menos
que 27.500 millones de euros en los salarios percibidos por los españoles hace
un año.
Pero claro, España no es Chipre,
mínima nación que ahora nadie sabe por qué está en la Unión Europea, como no
era Grecia o Portugal o Irlanda. Cuando termine la intervención en los países
periféricos europeos ya no nos quedará con quien compararnos y llegaremos a compararnos
con nosotros mismos. Y eso nos aterrará.
Todo esto es la mejor descripción
del fracaso rotundo de Europa, que a punto estuvo de incluir a Turquía en su
desvarío, en su sueño fantástico y ahistórico, negándose a reconocer su
imparable decadencia. Por cierto, pasado mañana seguramente asistiremos al
último lamento de un espacio sin futuro, capaz de sentenciar - doctrina Parot-
su propia destrucción, favoreciendo a quien no solo no respeta las
instituciones democráticas sino que pretende someterlas por la fuerza de la
sangre y el fuego.
Merece la pena observar el
abandono por no decir huída masiva de población del entusiasmo europeo, del
sueño de sus forjadores, de Monnet, Schuman, De Gaspari, Spaak o Adenauer. Pero
es inevitable cuando asistimos impotentes, por ejemplo, al rescate bancario de España,
Grecia, Irlanda o Portugal por una suma gigantesca de 453.000 millones de euros.
Y mientras, el paro ahoga España y no digamos Andalucía. La deuda apalanca
varias generaciones, disminuye la riqueza, aumenta la inseguridad y la
esperanza no se encuentra.
Y ahora resulta que en el ámbito
de la Unión es posible el corralito, como en Argentina. Pues ya me dirán de qué
sirve haber sido ombligo del mundo civilizado, occidental, democrático y demás
títulos. Menuda seguridad jurídicas hemos logrado. Primero nos dicen que la
legislación comunitaria garantiza los depósitos bancarios hasta 100.000 euros y
esa misma cantidad sirve de frontera para que el Estado la grave por la fuerza
con el 6,7% o hasta casi el 10%. Y encima no puedes disponer de más de 1.000
€/día. Esto es una estafa. Y aquí intentan consolarnos con que el rescate de
nuestra banca solo representa el 4% del PIB y el chipriota, el 60%. Pues menos
mal.
Y España, pues en la siesta del
siglo XXI. Aquí resulta que baja del déficit pero la deuda se multiplica a la
velocidad del rayo. La disparatada distribución regional del poder continúa su
carrera de gasto, pero ahora en dirección centrípeta. Las Comunidades Autónomas
siguen gastando sin límite ni control; se apuntan al FLA; se endeuda el Estado,
cediéndoles el importe conseguido a precio de oro y espera que dentro de no se
cuantos años lo devuelvan.
Y claro, quien acrecienta su
endeudamiento es el Estado. Pura novela ficción, porque dentro de diez años,
cuando acabe el período de carencia, no están estos ni los otros en el poder y
además todos calvos. Y a otra cosa. La siguiente generación verá como resuelve
el marrón.
Y Andalucía? Pues no tardará
mucho en estallar. Y ojo porque tiene un PIB casi ocho veces el de Chipre y
sigue con su presupuesto de más de 30.000 millones de euros. Inconcebible. Y sin
saber cuanto debe, ni cuanto ingresa, ni cuanto gasta ni en qué ni por qué. Eso
sí, el modelo venezolano le parece de interés a sus dirigentes. Es la Europa
del corralito, pero argentino.
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