Tribuna abierta de opinión

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miércoles, 19 de mayo de 2021

LA OPINIÓN DE JULIÁN DELGADO

 

Artículo que será publicado en el Diario ULTIMA HORA de Palma

 

 

ESPAÑA, MARRUECOS Y EL SÁHARA

Julián Delgado. Escritor

 

 

 

En los días previos a la Marcha Verde, en 1975, EEUU engañó a Madrid ayudando a Marruecos a preparar la invasión del territorio del Sáhara; Madrid engañó a la ONU y a la guarnición militar del Sáhara, mientras negociaba con Hasán su entrega fraudulenta; los militares engañaron a los saharauis asegurándoles su protección; el príncipe Juan Carlos, el 2 de noviembre de 1975, engañó a todo el mundo cuando dijo en el Casino Militar del Aaiun: España no dará un paso atrás, cumplirá todos sus compromisos, respetará el derecho de los saharauis a ser libres... Se hará cuanto sea necesario para que nuestro Ejército conserve intactos su prestigio y honor.

España, en una decisión irresponsable, amoral, inhumana y desleal,  abandonó el Territorio en mérito al Acuerdo de Madrid, que era claramente ilegal, pues España solo estaba autorizada a entregar el Sáhara a los saharauis o a la ONU tras un referéndum. El 28 de febrero se arrió la última bandera española en Villacisneros mientras en El Aaiún se instalaban 2000 efectivos de las Fuerzas Armadas Reales, que impusieron su ley a sangre y fuego.

No había justificación. Se hizo sabiendo que iba a ocurrir lo que ocurrió: primero, un éxodo, una matanza después, en la que llegaron los marroquíes a realizar bombardeos con napalm, como en la guerra de Vietnam, a lo que sucedió una guerra cruenta que duró dieciséis años.

España ocupó un pueblo independiente y, tras gobernarlo durante un siglo, lo vendió a su más encarnizado enemigo cuando tenía el deber de protegerlo. Los saharauis tenían nacionalidad española, su DNI, y un vínculo afectivo y cultural con los españoles. Desde entonces ha pasado medio siglo y la situación ha cambiado radicalmente. Los 150.000 saharauis que malviven en los campamentos de Tinduf llevan una vida miserable y sin horizonte, al albur de la solidaridad internacional. El Frente Polisario ha sufrido luchas intestinas, parte de sus componentes se han unido a los grupos terroristas del Sahel, incluso uno de esos grupos es dirigido por un saharaui. La población saharaui que vive bajo soberanía marroquí está esperanzada con la doble oferta alauí: una amplia autonomía para el Sahara y un relanzamiento económico patrocinado por los EEUU, con planes de desarrollo ya diseñados, con construcción de viviendas y polígonos industriales.

Las autoridades saharauis de Marruecos confían en que el Gobierno español se decida a apoyar la propuesta marroquí de la autonomía porque es la única forma de alcanzar la prosperidad del pueblo saharaui proporcionando trabajo, vivienda, educación y salud. Cada día le resulta más difícil al Gobierno español mantener su artificial status de neutralidad alegando que legalmente es la potencia administradora. Parece que el reino Unido va a seguir los pasos de EEUU apoyando las tesis marroquíes y no hay que olvidar el derecho a veto del que gozan en el Consejo de Seguridad de la ONU, que haría imposible una solución contraria a sus intereses. Todo parece indicar que la posición sobre el Sahara de nuestro Gobierno debe ir en el mismo sentido que marcan nuestros intereses comunes, políticos, económicos, sociales, culturales y de seguridad, con Marruecos. Además, esos intereses coinciden con los estratégicos de las grandes potencias, que no pueden admitir que Argelia, aliada de Rusia, disponga de una salida al Atlántico a través de un gobierno títere del Polisario.

Sin embargo, el Gobierno de Sánchez ha dado nuestras de haber elegido el camino contrario, primero, con las declaraciones de Iglesias aludiendo a la necesidad del referéndum de autodeterminación, que es para Marruecos como nombrar la bicha, segundo, trayendo a un hospital español a su peor enemigo: Brahim Gali y, además, intentando engañarles.

La deuda histórica que España tiene con el pueblo saharaui desde aquella vergonzosa descolonización, los vínculos afectivos que se tejieron durante el siglo de ocupación, se saldan y favorecen hoy mejor para su prosperidad aceptando la oferta marroquí.   

  

  

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