Artículo que será publicado en el Diario ULTIMA HORA DE
PALMA
ALARMA ANTIFASCISTA
Julián Delgado. Escritor
No es nada nuevo, cuando la izquierda ve peligrar su éxito en unas
elecciones, saca el dóberman a morder. Pero sus programas disponen de poco
atractivo para el votante y son, cada vez, menos creíbles. Está convencida de
que encarna la libertad, mientras que la derecha es el fortín de fascismo al
que hay que excluir. También considera que su violencia es no solo justificable
sino necesaria, al producirse en nombre de la libertad, y execrable si proviene
de la derecha.
Ahora que el sanchismo se ha mimetizado con Podemos y las encuestas le son
adversas, han recurrido a la agitación, a convulsionar las urnas, a reventar la
campaña declarando la alarma
antifascista. Pero en España no hay fascismo, se lo llevó por delante la
Transición. La derecha, que es la receptora de esa descalificación general que
constituye tal epíteto, defiende la Constitución más moderna y democrática de
Europa, la unidad de la nación, sus instituciones y no practica la violencia.
Los victimarios, impostados hoy en víctimas, son totalitarios, pretenden
imponer su doctrina que priva de libertad y arruina las sociedades. Es una
izquierda identitaria, que va contra los valores de la Ilustración, que ha arriado las banderas del progreso, la
razón y la universalidad (Stéphanie Roza, 1979). ¡Ay, Sánchez¡ ¿qué has
hecho con aquel PSOE de Felipe?
Desde la Transición, la violencia política la ha monopolizado la
izquierda. Desde El Cojo Mantecas hasta
los últimos incidentes en Vallecas, pasando por el asesinato de un hombre por
llevar los tirantes con los colores de la bandera española. La violencia
nacionalista vasca la ha perpetrada ETA y sus ramificaciones, ideológicamente
marxistas-leninistas, y la producida en Cataluña, buena parte corresponde a ER,
la CUP y CDRs, de izquierdas con distintas intensidades. Ha sido desde Podemos
desde donde se han promovido, alentado y jaleado los actos violentos callejeros
desde su primera existencia, y su lenguaje entre guerrillero de los 60 y
guerracivilista ha emponzoñado la convivencia.
Hoy, con la vista nublada por el sectarismo ideológico, se rasgan las
vestiduras por unas cartas con balas que, teniéndolas días antes, llegaron,
precisamente, el primer día de campaña y el día antes del debate en la SER,
donde Iglesias debía montar su sobreactuación en el bochornoso espectáculo de
ofendido impostado, exhibiendo un cinismo estomagante. La legión mediática
exprimió cuanto pudo el desplante del podemita hasta convertirle poco menos que
en una víctima de cualquier manada, repitiendo hasta el hastío los mensajes
salidos de la UTE Redondo-Iglesias. Él, que promovió la normalización del
insulto, el que levitaba cuando veía un policía pateado en el suelo, el del
jarabe democrático, el que se abraza al Otegi de los tiros de verdad, hoy gime
por una amenaza a la que no se le hubiera dado la menor importancia si no fuera
porque la campaña se lo exigía.
Yolanda Díaz se puso en modo plañidera cuando Reyes Maroto enseñaba la
foto ampliada de la navaja y señalaba a Vox como el autor cuando ya se conocía
que había sido enviada por un trastornado. Bajeza moral. Marlaska calificó al
PP de organización criminal ¡Vaya tipejo! Lastra llamó al voto en legítima
defensa y quiso convertirse en la Pasionaria de chupa vaquera con su No pasarán ¡Qué nivel! y Maroto dijo que
los demócratas están amenazados de muerte si no se para a Vox. Repulsivo.
Redondo vistió a Gabilondo de un intelectual socialdemócrata y, al no resultar,
a petición de Iglesias, le ha puesto un mono de miliciano, un fúsil en una mano
y la otra con el puño en alto. Patético.
Han fomentado el odio, han removido las más bajas pasiones, han carecido
del deber de responsabilidad, han intentado romper la cohesión social
explotando unas anónimas amenazas, por otra parte, tan frecuentes entre las
personas notables, que no llegan a materializarse porque son meros desahogos de
personas que gestionan de esa manera tan vil sus fobias, con el único objetivo
de causar a su víctima algún tipo de desazón.
Es cierto que nuestra democracia está amenazada, como afirman las fuerzas
de izquierda en la campaña de las madrileñas, pero no por ese fascismo
construido artificialmente para disponer de un enemigo moralmente infamado al
que batir. El peligro comenzó desde que Zapatero se instaló en la Moncloa, y se
agravó tras el abrazo de Sánchez con Iglesias, el chalaneo con el nacionalismo,
y con Otegi incorporado a la dirección del país. Al menos la mitad de españoles
están hartos de ser tratados con desprecio por no aceptar sus falsos dogmas.
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