Artículo que será publicado en el Diario ULTIMA HORA de Palma, el próximo sábado
LA FALSA MEMORIA
Julián Delgado. Escritor
Dice el filósofo Edgar Morín que
la historia es insustituible para el arraigo de la identidad nacional, pues
permite la integración del joven en un terreno rico en peripecias, victorias,
derrotas, duelos, glorias, y hace de él un hijo de la patria. Hoy, en España,
hace años que este arraigo se ha hecho imposible. Los ataques proceden de dos
sectores: la izquierda y los nacionalismos. El primero, con la aplicación de la
Ley de Memoria Histórica cuyo fin no es otros que enseñar a las nuevas
generaciones una historia falseada de la II República y de la guerra civil, en
la que se ocultan los crímenes de un bando, se resaltan las del contrario y se
abren las heridas ya cerradas. Con una historia más falsaria de la que enseñó
la dictadura, se educa en el odio a todo lo que pueda estar relacionado con el
franquismo, privándose, así, a los jóvenes, de poderse formar un criterio
libre. El mensaje interesado es que la derecha es la heredera de aquél régimen
y, por tanto, es el nuevo fascismo al que hay que excluir de la política
democrática.
El nacionalismo va más allá porque
la manipulación abarca toda la historia. Controlan el relato histórico y lo
divulgan a través de la escuela. Se tergiversan contenidos y se ofrece una
realidad distorsionada presentando una Cataluña pujante y una España decadente
y opresora. En consecuencia, los jóvenes acaban los estudios odiando lo español
y radicalizados. La lengua y la historia son los pilares fundamentales para
forjar el sentimiento nacionalista.
El alcalde de Palma, mimetizado
ideológicamente con sus socios Podemos y Mes, amparado en una ley que pretende eliminar
reminiscencias franquistas, conjugó los dos frentes: borrar de su callejero esos
vestigios y, de paso, llevase por delante a tres insignes marinos de otro
siglo. Las falaces justificaciones empeoraron la situación, la bufonada,
rebosante de ignorancia y mala fe, se convirtió en un escándalo monumental que
traspasó fronteras. Solo ante el aluvión de críticas y el correspondiente ridículo dio el alcalde
su brazo a torcer.
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