LA AZOTEA
AYUSO Y
CONSTITUCIÓN
7 de Abril 2021
Soy
de los que confían en que Isabel Diaz Ayuso logre convertirse en una esperanza
para ese amplio sector del constitucionalismo conservador o regeneracionista,
amante del sistema democrático. De esa amplia mayoría silenciosa en que se ha
cimentado la mesocracia, generadora de equilibrio y estabilidad. De esa mayoría
creyente en los valores constitucionales de libertad, la individual y la
colectiva; justicia, servida por jueces independientes, inamovibles,
responsables y sometidos únicamente al imperio de la ley que si llegan a
Ministros no vuelvan a impartirla; de igualdad ante la ley, y no por ley, sin
discriminación por razón de nacimiento, raza sexo, religión, opinión o
circunstancias personales o sociales.
Y
naturalmente, de esa mayoría amante del pluralismo político, incluidos los
partidos como instrumento para la participación. Pero partidos políticos que no
rebasen la propia Constitución, convirtiéndose en órganos del Estado o en
titulares del poder público; es decir, respetando la Constitución que solo les
confiere funciones de “evidente relevancia constitucional” como tiene establecida
la STC 10/1983. Y ya me dirán la deriva acelerada de autoritarismo que traen el
conglomerado de partidos iliberales insertados en el propio Gobierno de la
Nación, vulnerando de continuo los principios democráticos, deteriorando e
intentando destruir el sistema de libertades, mediante conductas referidas en
el artículo 9,2 de la Ley Orgánica de Partidos Políticos, que los hace
ilegales. ¿Pero quién los declarará? ¿Quién los denunciará ante la jurisdicción,
sin miedo a represalias, antes de que sea demasiado tarde?
Pero
ya parece nos sumergimos en un panorama desolador, con límites indefinidos que
todo lo abarca, desde la pandemia a la economía, desde la declinante Europa al
caos territorial de esta España de las autonomías, en deriva acelerada hacia
una diluida nación de naciones o en confederación de estados asociados,
por voluntad y puede que algo más del sanchismocomunismo, en ascenso hegemónico.
Y solo han transcurrido poco más de cuarenta y dos años de régimen constitucional,
resultando implacable la rueda cansina de la Historia que desde 1812 nos enseña
el difícil camino de la Libertad, entre luces y sombras continuas, que hielan
el corazón.
Pero
aún la Nación española conserva líderes, muchos, como Diaz Ayuso, capaces de
transmitir a la mayoría, el empeño decidido por proteger no solo los valores
sino también los hermosos principios garantizados en la aún vigente
Constitución. Esos principios civilizadores y de progreso que hicieron grandes
y prósperas a las naciones que cobijan la democracia como savia de vida y
convivencia pacífica y culta. Principios esenciales que salvaguardan la
dignidad humana, la individual y la colectiva y hacen posible la paz, el orden,
el entendimiento y la justicia social. Líderes que deben luchar denodadamente
porque esta democracia parlamentaria y representativa, conserve principios como
el de legalidad, de jerarquía normativa, la seguridad jurídica o la interdicción
de la arbitrariedad de los poderes públicos o la transparencia y la publicidad e
irretroactividad de las normas restrictivas de derechos.
Y
desde luego, cumplan y hagan cumplir el extenso y moderno catálogo de derechos individuales
y colectivos que contiene la Constitución de 1978. Evitando el afán del
populismo imperante por crear lo que denominan nuevos derechos que no pasan
de una decidida pretensión de ideologizar lo que es perenne y universal. Y
mucho menos, tratar de pasar por derechos públicos subjetivos, de aplicación inmediata
sin necesidad de desarrollo normativo regulador contenidos entre los artículos 14
al 38, los derechos que aun resultando fundamentales, deben solo informar- no
es poco- la legislación positiva, la práctica judicial y la actuación de los
poderes públicos, en que debe fundamentarse el bien común, desde un Gobierno de
progreso, caracterizado solo por la defensa de intereses generales.
Miren,
no lo crean. No existe moderación en la izquierda, más allá de la
socialdemocracia rasurada por el sanchismo, alejada de los centros de decisión,
humillada en el olvido revisionista y revanchista del oficialismo. Los restos
de aquella o callan acobardados o huyen en busca del recuerdo hermoso de lo que
representó en Europa y en la breve España de la Transición. Ahora toca el gobierno
basura de los necios, aliado al comunismo y sus mareas, al nacionalismo neonazi
y golpista de distintos territorios, origen y confesiones, o al seudoterrorismo
de Bildu, borrando cualquier huella de humanismo trascendente. Nos gobiernan desde
la revancha, la mentira placebo, la simulación y el odio. Media Nación, entre
estupefacta y temerosa ve desmoronarse la esperanza de progreso y libertad que
representa la inigualable Constitución de 1978, con todos sus defectos, derivados
de una necesidad histórica de superación.
La
dura batalla de Madrid, a cara de perro ya comenzada, es la primera parte de
una guerra de las ideas que no debe cesar mientras el sanchismocomunismo
permanezca en el poder. Y miren, si permanece en él, la democracia estará en
riesgo de desaparecer porque seguramente no consentirán cederlo como enseña la
Historia de España desde el mismo comienzo del pasado siglo. En Madrid, la
democracia no tiene más camino que Ayuso y la Constitución. Ojalá.
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