Artículo que será publicado en el
Diario ULTIMA HORA de Mallorca, el próximo sábado día 6 de febrero
EL ESTADO COMO MERA ENTELEQUIA
Julián Delgado. Escritor
La Constitución, al dejar
abierta la posibilidad de transferir a las CCAA competencias que eran
exclusivas del Estado, ha dado lugar, por circunstancias sobradamente
conocidas, a que en las citadas Comunidades, también en otras en menor medida
cuando el PSOE lo ha facilitado, como en Navarra, Valencia y Baleares, sus respectivos gobiernos
se hayan convertido en poderosas maquinarias de adoctrinamiento que han
conseguido transformar los
exiguos porcentajes separatistas de que disponían en 1978, hasta alcanzar hoy niveles
considerables.
A los separatismos se les
ha permitido desarrollarse durante todos estos años de democracia, han
gobernado en sus respectivas comunidades desde el principio y, como es el caso en Cataluña y el País
Vasco, se ha llegado a convertir en hegemónico. En estas circunstancias la
política de apaciguamiento es suicida, pues los fortalece y es percibida como
debilidad. Cada ladrillo que el Estado cede de su estructura a los nacionalismos
es a costa de su propia erosión. Por este camino llegará el momento en el que no
habrá otra cosa que ceder que la soberanía y el Gobierno se verá obligado a
tener que decidirse por la rendición o el enfrentamiento.
Si lo que se pretende es recuperar la
convivencia y el respeto a la Constitución, la única política posible es
mantener viva la idea de España y fortalecer en todos los ámbitos el
sentimiento de identificación
con la patria común en lugar de replegar la presencia, la cultura y el
idioma de todos en beneficio de élites locales.
A los
independentistas solo se les gana dándoles la batalla cultural e ideológica,
como hacen ellos.
Con Iceta a los mandos se
acelerará la tercera vía, que consiste en
concederles la independencia de facto a cambio de que, aunque solo sea formalmente y como mera
entelequia, se siga manteniendo
el Estado español como tal.
Reconocerá las ocho naciones que se inventó y todas las que hagan falta, mareará la perdiz para
marcar los tiempos e
intentará amansar
las prisas de los
líderes soberanistas por
acelerar el tránsito de
la España de las Autonomías
a la de la Confederación de Repúblicas.
Al final esta vía
desaparecerá por el sumidero de la historia, y España como Estado nación, con ella.
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