Tribuna abierta de opinión

Instituciones,Democracia y Libertad

jueves, 29 de octubre de 2020

LA OPINIÓN DE JULIÁN DELGADO

 

Artículo que será publicado en el Diario ULTIMA HORA de Palma, el próximo sábado día 31

 

LA QUIJADA DE CAIN

Julián Delgado. Escritor

 

El PP ya es la alternativa sin complejos, seria y moderada que necesitaba España: el conservadurismo liberal y aperturista europeo. Casado ya es Merkel.

¿Se podía haber llegado al mismo lugar absteniéndose y sin necesidad de realizar un estropicio monumental en la derecha? Seguro que sí. Votar no a la moción de censura es considerar que el Gobierno de Sánchez, el peor y más dañino de la democracia, no merece reproche. Porque si dice no a que Abascal sea el nuevo presidente, por chocar con él en argumentos y estilo y, a la vez, también dice no a que Sánchez siga siéndolo, la abstención hubiera sido la repuesta más congruente.

¿Y por qué ha votado no? ¿Por qué ha elegido a su otrora buen amigo Abascal para arremeter contra él con saña en un empeño fratricida y no embestir contra Sánchez? Ha confundido su verdadero enemigo. Con su furibundo ataque a Abascal ha desgarrado la derecha en dos partes irreconciliables, cuando es más fácil que Vox abandone su aire justiciero, antiglobalista, conspiranoico y antieuropeo, antes que los partidos del gobierno y los que les apoyan dejen de ser un peligro para la sociedad liberal y centrada que Casado dice defender.

El PP no puede buscar la equidistancia entre esa izquierda y Vox. Este partido es hoy su aliado y, con su apoyo, la única esperanza que tiene Casado de ser algún día presidente. Cargar contra sus antiguos votantes con misiles de odio es un error de bulto. Y una injusticia. Escupir en la cara a Abascal diciéndole que el tributo de sangre pagado por el PP con ETA “viene a pisotearlo gente como usted”, y que “debe acreditar coraje”, a él, a quien la banda condenó a muerte, es una infamia. Recordarle que “le hemos dado trabajo a usted durante quince años”, cuando parte de esos años fueron de concejal en Llodio, donde nadie se atrevía a presentarse como candidato del PP, es propio de un cacique de los años treinta dirigiéndose a su peón.    

Casado ha saltado al otro lado del cordón sanitario y se ha unido al bombardeo frankenstein contra su hermano, blandiendo la quijada de Caín, para que la izquierda le otorgue el carné de demócrata. Salir del Congreso a hombros de esa tribu le debería hacer reflexionar sobre su actual éxito mediático.

          

 

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