Artículo que será publicado en el Diario “Ultima Hora” de Mallorca el
próximo día 4 de Noviembre
¿Qué hacemos con el odio?
Julián
Delgado. Escritor
En un programa de TVE, el pasado domingo, se
preguntaba a los televidentes cuál era el factor que más les preocupaba de la
situación actual de Cataluña. El primero fue el odio, que triplicó de sobra al
segundo. Es el cultivo sistemático del odio a todo lo español, considerado el
causante de todos sus infortunios. Esa fuerza legendaria, esa pasión
incontrolada perturbadora del alma, atroz, excitante, adictiva, la venganza del
cobarde, la única pasión que sobrevive a la esperanza, ha servido como
sustancia básica al núcleo duro del procés, que ha vivido envuelto en
una inconsciente espiral de odio que hace perder toda posible objetividad sobre
lo odiado. Tiene su origen en el etnocentrismo y el narcisismo colectivo,
tendencias que llevan a los grupos sociales a interpretar la realidad a partir
de sus propios parámetros culturales y a considerar la propia identidad como
superior. Esta característica supremacista del movimiento separatista catalán
exige un antagonista amenazante y lleva a la xenofobia. Es difícil de arrancar
del corazón, a veces se transmite y es contagiosa.
Sabemos que la acción del odio consiste en una serie
de frecuencias que van desde el deseo de destrucción del odiado a su
destrucción efectiva. Ese odio es una forma bárbara, arcaica de alivio y de
consuelo, llega a ser incluso placentera, por eso hay personas que lo siguen
alimentando, se hacen dependientes y lo convierten en base de su identidad. Mientras
esté entre nosotros será causa de una permanente aflicción.
Pero ¿por qué odian los separatistas? Las
diferencias que el procés ha construido a base de mentiras, ficciones,
mitologías y delirios engendran odio. Con ellas han conseguido que una buena
parte de la sociedad considere que España es una amenaza para la integridad de
una parte decisiva de su identidad. El odio en este caso tiene carácter de
ataque, un ataque de una batalla que no se puede ganar y por tanto no se puede
iniciar más que cuando el sujeto odiante pierde del todo el sentido de la
realidad de lo que no debe ni puede hacer.
La forma de enfriar el odio es con más democracia,
más progreso, más libertad, más solidaridad. No hay nada que corrompa más a un
pueblo como la costumbre de odiar (Manzoni).
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