Tribuna abierta de opinión

Instituciones,Democracia y Libertad

viernes, 24 de noviembre de 2017

La OPINIÓN de Javier Pipó

LA AZOTEA

EL TRIÁNGULO (y II )
23 de Noviembre


       
        Recién cumplidos cuarenta y dos años de la muerte del General Franco, cubriendo con su poder autoritario otros treinta y seis de la Historia española, volvemos al inicio del proceso con su nombre y memoria inútilmente innombrables. Y sin embargo, nuevamente en agobios descorazonadores al mantener sin resolver ni la estructura del Estado y la distribución de su poder, ni la propia esencia de la Nación y su futuro. Volvemos a los mismos sentimientos encontrados de hace un siglo. Es la rueda permanente de volver a empezar cuando parece se acerca el llegar.

        A pesar del gozo colectivo, la ilusión esperanzada que supuso la Constitución del 78, sabemos llevaba en su seno la semilla de la discordia para ocupar, seguramente, este primer cuarto de siglo XXI. Ya advirtió el Profesor Cruz Villalón que se había operado una “desconstitucionalización”de la estructura del Estado, al permitir sin modificación formal, lo mismo un Estado unitario que unitario pero descentralizado, que sustancialmente federal que incluso ir más allá, para instalarse en fórmulas confederales. Es decir, un modelo tan abierto e inacabado que podría devenir en casi diecisiete Estados en continua insatisfacción; en estado de ebullición permanente ya sea por el proceso acelerado de descentralización, que desdibuja hasta límites intolerables el Estado Nación y su soberanía, que confundiendo, duplicando o triplicando las competencias de poderes territoriales superpuestos, que reclamando financiación debida o indebida y exigiendo hasta el aburrimiento alucinadas deudas históricas o inacabados agravios comparativos. Y además, el nacionalismo. Ese virus destructivo, letal y arrasador en dos ocasiones de la Europa de las patrias y que permanece vivo, realimentado tras treinta y nueve años de constitucionalismo de destino común. La existencia de nacionalismos interiores, tal como tiene estudiado el Profesor Blanco Valdés, es la nota diferenciadora del federalismo de facto español respecto de otros federalismos, salvo el belga; de ahí seguramente la comprensión mostrada para el pobre desenlace del proceso catalán.    

        Miren, finalizada esta primera parte de la parodia catalana - conducida por ilustres tuercebotas solo podía concluir en comedia bufa - viene la fase trascendente de reparar al menos temporalmente, los enormes agujeros ruinosos de una vieja Nación a punto de derrumbe. Y eso es tarea titánica, a primera vista, imposible. El fracasado golpe de Estado está excesivamente cercano y sus consecuencias aún desdibujadas porque la aplicación del artículo 155 ha quedado rebasada tras la aparatosidad inicial, salvo la acertada destitución fulminante del gobierno golpista. Las elecciones fueron convocadas tan inútil como atropelladamente y los resultados se adivinan cada vez más inciertos; una nueva victoria del totalitarismo nacionalista llevará la situación, seguramente, a un callejón sin salida. Y poco se debe esperar de los socios europeos que se debaten entre la invasión migratoria agobiante y la presencia incontestable de una extrema derecha que como aquí la extrema izquierda comunista exigen más Estado y menos libertad. De manera que no queda sino esperar de la sensatez patriótica de nuestra clase política por si lograran reconducir la situación y chapucearla otros veinte o treinta años – la solución definitiva no existe, ni teóricamente- encajándola en una Europa a salvo del nuevo rapto que padece.

        Pero claro dicho así resulta visión optimista, casi ingenua o angelical. El progresismo, en cualquiera de sus versiones, siempre se encuentra empeñado en desconocer lo conocido y fomentar lo desconocido; como visión utópica es la mano que mueve la rueda continua de la historia. El socialismo marxista, que no la socialdemocracia, y no digamos el comunismo, es ideológicamente dogmático, tácticamente relativista y políticamente estatista. Por su parte, el nacionalismo cree encontrar siempre en la Historia su legitimidad política y para ello no duda en falsificarla hasta fusionarla en sus ensoñaciones. La presunta derecha liberal que nos gobierna, busca el poder y la inspiración en la contabilidad nacional, careciendo de los valores y principios definidores del moderno liberalismo. Al final, la codicia la arrastrará fuera del poder y con las cuentas sin cuadrar. Su posible falta de protagonismo en la vida nacional, dejará el futuro pendiente del azar. Una tragedia.

        Ya ven la desvergüenza y desenvoltura con que el Ministro de Hacienda ha defendido en el Parlamento de la Nación el nuevo retoque al Concierto Vasco y la consecuencia derivada de un nuevo Cupo tramposo, injusto, privilegiado e insolidario hasta el enunciado. Y dejan solo a Rivera que ha tratado demostrar que estando basado en la CE – no parece sea modificación prevista- el cálculo traiciona su espíritu, el del Estatuto y el de la propia Ley del Concierto, sistemáticamente burlada en perjuicio del Estado. De manera que cada vez resulta más dominante ese triángulo de nacionalismo- todos los nacionalismos- socialismo democrático o no y esta derecha desnortada y ambiciosa, en busca de una reforma constitucional que llevará a la Nación al borde del abismo y la recesión económica. Tras las inútiles elecciones catalanas – cuatro en cinco años- y puede que cercanas generales, quedarán ensanchados los vértices del triángulo. Es la erótica del poder. Seguramente quedará fuera C´s, es la esperanza. Pues ojalá.             




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