Tribuna abierta de opinión

Instituciones,Democracia y Libertad

jueves, 6 de abril de 2017

La Opinión de Julián Delgado

Artículo que será publicado en el Diario “Última Hora” de Mallorca el próximo día 8 de Abril

LA OLA JUSTICIERA
Julián Delgado. Escritor

      Una ola justiciera ha atravesado nuestro país en estos últimos años y se ha llevado por delante a las más altas instancias, a los más poderosos próceres, a quienes eran considerados personajes intocables, impunes ante la justicia por más que sus andanzas fuera de la ley fueran archiconocidas. No es ahora cuando hemos sabido que unos y otros se estaban enriqueciendo de forma fraudulenta. Desde hace años era, si no público, sí notorio para el común.
    ¿Qué ha pasado, pues, para que estallase ahora? Sin duda la indignación y el hastío de la sociedad como consecuencia de los efectos de la crisis; la corrupción, conocida hoy en toda su crudeza, el desprestigio de los partidos y las instituciones, el papel de algunos medios contribuyendo a difundir la acción política como un vulgar espectáculo, el descontento ciudadano ante el mal funcionamiento del sistema y, también, la ausencia de un proyecto y de un ideal cívico común en el que se sustente la democracia han contribuido a agitar las olas.
      Este tsunami se ha llevado por delante al Rey, obligado a abdicar, una infanta y su marido se han sentado en el banquillo, patriarcas de la política cuya caída era inimaginable, como Jordi Pujol, se han visto arrastrados, junto con su familia, por el barro de los juzgados. Además, siete presidentes más de Comunidad han estado o están procesados y uno de ellos (Matas) ya ha dado con sus huesos en la cárcel; la lista de ministros, banqueros, empresarios, diputados y concejales encarcelados o acusados de graves delitos resulta interminable.
       Y en este escenario, las insaciables fauces de una sociedad rabiosa y hastiada engullen a los acusados en una ceremonia expiatoria que se adelanta a la justicia. Los sospechosos son flagelados en la plaza pública de los medios de comunicación, donde se les imputa, procesa, juzga y condena en el mismo acto. Poco importa si finalmente la justicia los exonera. No existe ética del daño irreparable ni presunción de inocencia; hay que devorarlos, a cuantos más mejor, y, después, vomitar el chivo de forma que no muera pero que no quede vivo. Es una catarsis social, un sacrificio a los dioses para que éstos reúnan energías suficientes para combatir a las fuerzas del caos. Amén.



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