Tribuna abierta de opinión

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martes, 25 de abril de 2017

La Opinión de Javier Pipó

La Azotea

EL RAPTO DE EUROPA
27 de Abril 2017

      Como ola de cal purificadora, como huracán que casi todo arrasa sin mover apenas nada, es la imagen de una Europa desorientada ante el fuerte vendaval que sopla despertando los sentidos. Desde el salvaje Oeste de Trump, con el nuevo capitalismo nacionalista, donde América Firts se renueva con Wilson, hasta el vacío slogan trumpista. Desde el inquietante Este, con la inmisericorde hégira bíblica que mezcla refugiados de la matanza siria, con millones de harapientos que huyen de la miseria de un cuarto mundo regido por bandidos codiciosos y corruptos, al frente de Estados fallidos, dando tumbos desde el fin del colonialismo que puso fin al reinado del hombre blanco, casualmente europeo.    

      Europa parece estar sitiada por su propio error, como dirigiéndose a vivir un horror colectivo. Siempre vuelvo en momentos así, al profético Rapto de Europa (El) del maestro Diez del Corral y a convencerme de que quizá no haya decadencia, sino expropiación de la cultura europea, acompañada de alienación de sus clases dirigentes, de pueblos enteros y sus élites intelectuales expatriadas.

    Europa, esa princesa fenicia del mito, ya no es raptada sino arrebatada, y se arrebata enajenándose hasta llegar a la alienación. Se encuentra en Unión, sí, pero desarticulada; dividida entre la civitas terrestre y la civitas celestial; realismo e idealismo; particularismo y universalismo político; simplismo técnico y complejidad intelectual. Me pierdo si es que nos arrastra con Spengler la decadencia de occidente o lo que parece un colapso de civilización, con pérdida de la capacidad de respuesta ante nuevos estímulos; la némesis de la creatividad que llamaba Toynbee, con pérdida del dominio sobre el contorno humano. Parece como si la minoría otrora creadora pasara a convertirse en dominante y ello produce reacciones ideológicas contrapuestas, desde una iconoclastia o búsqueda radical y revolucionaria de una utopía, ya vivida y fracasada, a un arcaísmo caduco e inútil, que busca retrotraer la situación a etapa previa al colapso. Ambas arrasarían la libertad y desmoronarían la civilización.

      Europa aparece nuevamente ensimismada, como entre las dos Guerras civiles del siglo XX, como las llamó Nolte. En un tránsito súbito desde el optimismo al pesimismo. Pero me pregunto si es posible la decadencia en un Continente de riqueza histórica, arquitectónica, literaria, de pensamiento e ideas políticas, ciencia y tecnología, cultura y creatividad impresionantes. La misión de Europa no puede haber terminado, aunque esté quedando atrás y empequeñecida, porque el mundo cultural europeo no es homogéneo y compacto como el del Islam. Pero precisamente, la singularidad de su historia radica en el acierto de crear una civilización objetiva, generalizable, generosa y humana, donde la racionalidad es causa de expansión, aunque a veces el excesivo racionalismo, su constructivismo, desvirtúe el impulso vital. Por ello, cuando se siente atosigada desde fuera, acentúa un proceso interno de disolución. Pero volverá la teología de la esperanza que pueda liberarla de esa especie de enajenación a la que está sometida y remontar el vuelo, evitando empequeñecerse cuando el mundo está europeizado. Yo quiero distinguir entre la cultura europea, restringida tanto geográfica como espiritualmente y la civilización europea, universalizada desde hace más de cinco siglos.
   
      Por eso me felicito que sea la Francia de la Enciclopedia y la Ilustración; de las Luces y la Razón; la de Montesquieu y Rousseau; Bodino, Voltaire o Tocqueville, la que ofrece nuevamente oportunidad de impulso a un tiempo que ha de ser nuevo. Nuevo para cambiar la concepción del proyecto común que haga de Europa elemento esencial de progreso democrático e isla de libertad. El candidato Macron, europeísta, seguramente liberal y centrista, es una incógnita. Y preocupante sí que resulta su indefinición ideológica y su proyecto para salvar el territorio europeo del vandalismo medieval yihadista. Pero es una esperanza, seguramente la única esperanza, con teología o sin ella y merece el apoyo de los europeos que desean permanecer proyectando luz hacia el futuro. ¿Y España? Pues es compendio de Europa por su propia Historia; imposible entender fuera de su contorno, en comunicación continua alimentándose y alimentando la cultura común. También se encuentra azotada por un vendaval de inquietud, desorden sistémico e idiocia colectiva en la gobernanza del Sistema. Ojalá se frene el camino que iniciado en el Estado orgánico y representativo que institucionaliza el Estado Nacional de 1967, pasando por el Estado Social y Democrático de Derecho de 1978, no acabemos en el Estado de corrupción de 2017. Cincuenta años de regreso sería una nueva tragedia nacional y un suicidio colectivo. Pero eso lo dejamos para una segunda parte.    


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