La Azotea
LA ESTIBA ESPAÑOLA
4 de marzo 2017
Una pasada por el gremialismo fascistizante, por el
sindicalismo vertical de intereses mafiosos, lo representa a la perfección el
increíble y mal denominado conflicto laboral de los estibadores, con antecedentes
hasta cinematográficos. De manera que el choque entre un grupo de
privilegiados- ricos hasta triplicar el concepto podemita de tales- y las
empresas teloneras que median, poseedoras de casi todo el capital pero no de la
dirección, se sustancia en Bruselas con mera mediación del Gobierno español que
no solo se muestra incompetente y aislado sino seguramente contusionado como
responsable sobrevenido e involuntario del desaguisado político y económico
derivado. Pues es aprieto cuyas consecuencias están por ver y de cuyo
desarrollo deberían apreciarse notables consideraciones. La primera sería
concluir lo insólito del mantenimiento de rincón tan pintoresco donde rige no
la ley de la igualdad ante el derecho al trabajo de quien pueda necesitarlo y
muestre cualidades para su ejercicio, sino de la mafia que reparte el pastel
según ley propia, al margen del ordenamiento jurídico, la justicia y la razón.
Y eso tras 37 años de Constitución, en alternancia desigual pero continua de
conservadores y socialistas.
Pues que quieren que
les diga, pero a quien esto escribe, el espectáculo de la estiba en rebelión, a
plena representación, le recuerda lo vivido demasiado cerca hace 29 años en La
Alhambra granadina, en el grandioso monumento más visitado de España; espectáculo
que creo aún continua, aunque en silencio interesado. Situaciones seguramente
incomparables a primera vista – no a la mía, ya digo- y distantes en volumen y
trascendencia. Pero no tan distintas en cuanto a la imposición de condiciones
absolutas, intocables e irrenunciables de una casta de mafiosos que transmiten
de una generación a otra el privilegio de su poder total, ante la complacencia
de la maraña administrativa de un Estado con complejos de voyerismo político,
temeroso y acobardado, cuando no cómplice, de un sindicalismo siempre añorante
de verticalismo franquista. Y encima vienen ahora las instituciones europeas –
que ya es tardar en fisgonear, vaya usted a saber por qué – imponiendo multas y
exigiendo deshacer el nudo. Y uno, aprendiz de casi todo, se pregunta la
necesidad de un poder burocrático europeo suplantando de un plumazo los
inmensos, superpuestos, ineficaces y costosísimos cuatro poderes públicos
territoriales españoles. Pues es lo que hay y además poco novedoso porque ahí
tienen, por ejemplo entre otros, la justicia sobre derechos humanos, nada
menos, que reserva la última palabra a los tribunales de una Europa en
descomposición, cada vez más relativista, desoccidentalizada y calada de
agujeros del más negro islamismo. El orden jurisdiccional y en su caso la
justicia constitucional españolas, mero trámite procesal. Ahí tienen pues, la
segunda apreciación a considerar.
Y en estas llega Susanaperon y en arrebato de ensoñación de
estadista, recibe a los estibadores y les advierte que ella, entre los
trabajadores y el poder siempre estará con los trabajadores. Como si ella no
fuera el poder mismo, el poder omnímodo, todopoderoso y penetrante en
territorio asfixiado de estatismo e intervencionismo mediocre y corrupto. Y
además anuncia que su Partido, en trance de involución desde la
socialdemocracia vacante al populismo comunista, no apoyará al Gobierno en el
trámite parlamentario de convalidación de la norma impuesta a gusto de la
burocracia europea. Pues esta tercera apreciación no puede ser más negativa
porque nos lleva a considerar que el socialismo ya circula entre lo malo y lo
peor. Y si la Presidenta andaluza, criada políticamente en las entrañas de un
régimen que en el mejor de los casos recuerda las descripciones de Acemoglu y Robinson
en sus “orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza” es la esperanza de la
Nación española, no hay más remedio que alarmarse ante la carencia del concepto
de lo que Schumpeter denominaba “destrucción creativa”.
Miren, habrá que considerar como positivo, que esta criatura
política con más ambición que preparación, más emociones sentimentales que
ideas, con más palabrería que ideología, sea receptiva al constitucionalismo
representativo y no a la democracia asamblearia; al concepto de Nación española
y no a la consideración como nación de naciones u otras mamarrachadas estilo
federalismo asimétrico o similares. Incluso su
patriotismo españolista por encima de la escasa formación ideológica.
Pero no es suficiente. Esa irresponsabilidad de quien tiene en su territorio el
más importante puerto de España no llega más allá de señalar una pobreza
infinita en el patrimonio político con el que pretende gobernar la Nación. Tras
37 años de socialismo – tantos como de franquismo- en Andalucía dependen casi
2,700.000 personas del erario público, incluidos sus 550.000 empleados, frente
a 1,700.000 asalariados del sector privado. Es la institucionalización de la
sociedad dependiente ajena a la libertad como motor del progreso, imposible
cuando el 20,5% del PIB es sector público y la deuda alcanza el 22% de éste. Un
entramado gigantesco que hace insuficiente el presupuesto de más de 33.000
millones de euros, el más elevado en términos absolutos de las CCAA. Ya se
habla a las claras del “agujero andaluz” con 3.400 millones de euros sin
justificar y de 718 millones de imposible justificación, para mantener no sólo
una enorme y mediocre Administración sino un innumerable conglomerado de entes
públicos y sociedades participadas, de capital mayoritario o no, seguramente
rondando las 158. De manera que menos fantasías porque la Nación se encuentra
en estiba casi permanente, pendiente de una generación de estadistas preparados
y patriotas y olvidando la pesadilla de tanto aficionado ramplón y corrupto.
Pues eso.
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