Tribuna abierta de opinión

Instituciones,Democracia y Libertad

jueves, 23 de febrero de 2017

La Opinión de Julián Delgado

El peligro de odiar

Julián Delgado. Escritor 
    
    Españolito que vienes al mundo, te guarde Dios. Una de las dos Españas ha de helarte el corazón. Si Machado construyera hoy este poema, a buen seguro que incluiría una tercera España: la que representan aquellos que quieren segregarla. Y si no, que se lo pregunten a la fiscal jefe de la Audiencia de Barcelona, Ana Magaldi, que fue vejada, humillada e incluso intimidada físicamente por un energúmeno. Pero lo que Ana nunca olvidará es el odio que percibió en aquellos ojos inyectados en sangre, que jamás había visto en un delincuente. Esa malquerencia que a buen seguro le heló su víscera más noble. 
   Que se atreviera a acusar a Mas, a punto de convertirse en mártir por la libertad de Cataluña, fue lo que disparó ese odio a muerte. Y digo bien, porque el odio es una pasión que no desaparece cuando se ha destruido al odiado. Los nazis aplicaban la misma pena de muerte a la familia de los traidores que a estos mismos. Los faraones borraban de las piedras el nombre y el rostro del faraón enemigo. Aquí se llama memoria a destruir vestigios del pasado. 

      En Cataluña, el odio a lo español, perversamente cultivado desde la escuela y desarrollado en todos los ámbitos a lo largo de los años, ha llegado a convertirse en ingrediente básico de la existencia y se ha hecho patológico cuando se ha anclado  como pasión destructora entre los más radicales, porque el secesionista ve al que no lo es como una amenaza a una parte decisiva de su identidad. 
  
      El odio no es una pulsión esporádica producto de la ira, sino un sentimiento permanente en el que no hay lugar para la compasión y que lleva a desear la destrucción del odiado. Y si el  que odia no puede separar de sí al odiado y tampoco destruirlo, como es el caso, vive en continuo tormento, el odio crece, se acumula y puede crear una situación explosiva. Es lo que Castilla del Pino llama teleología del odio. Cuando Mas afirma que el proces es pacífico, finge no saber la cantidad de violencia que está incubando.

    Aunque Longfellow dice que odiar puede ser tan dulce como amar, pocas cosas pueden contribuir a fracturar, corromper y degradar a un pueblo tanto como el odio. Es imprescindible desactivar ese odio si no queremos que ponga en riesgo nuestra supervivencia.




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