La
Azotea
EN EL ESTANQUE
8
de Julio 2016
Estoy entre los españoles que en la
madrugada del 27 de junio sintió como un escalofrío de satisfacción y esperanza al comprobar, de
una parte, como la reflexión y el temor legítimo de casi once millones de
ciudadanos – cercanos a los ocho por el PP y algo más de tres por C´s-
validaban una España encaminada seguramente y de nuevo, en ruta razonable de
recuperación y regeneración. De otra, pánico al comprobar como más de cuatro millones
–suficientes inicialmente- se adhería a la bota podemita y similares, en
compromiso tan dramático como irreversible; sin remilgos a la hora de pretender
colocar a la Nación en la boca pestilente del totalitarismo y en consecuencia
la miseria moral, social y económica. Y de los otros casi cinco millones y
medio de votantes pues desconsuelo, al ver como caminan errantes, zarandeados
por un insignificante liderazgo que bascula peligrosamente entre el socialismo
de puerto hurraco y una socialdemocracia necesaria,
culta, europea y útil.
Y entonces ¿qué está pasando? ¿Por
qué volvemos al estanque dorado en busca de relaciones perdidas y añoranzas
imposibles? ¿Qué clase de extraña nación es ésta? Pues una tan extraña como
hermosa Nación, que tras más de quinientos años de protagonismo en la Historia
del occidente cristiano prefiere permanecer en el recuerdo del pasado, antes
que imaginar su escaso futuro. Ya digo, extraña y hermosa Nación inserta en
Estado inabarcable desde el punto de vista constitucional, insostenible desde
el punto de vista económico e ingobernable desde el punto de vista político. Es
Nación que parece querer liquidarse mediante la gestión de un Estado en
situación gaseosa cronificada.
Y claro, la clase política
nacional, regional o local, necesita ser la peor de su historia para mostrarse
capaz de liderar este estúpido suicidio colectivo. Y no es el sistema, pues
capaz ha sido de dar el gran salto adelante, proporcionando bienestar donde
antes florecía pobreza, desigualdad y desesperanza, vividas en forma de
angustia e incertidumbre. Y no es tampoco la democracia, holgada en dar la
palabra a ciudadanos, donde antes abrumaba el silencio de súbditos;
transformando la resignación en dignidad, la que corresponde al ser humano en
busca incesante de convivencia creativa en paz y libertad.
Entonces si el sistema ha
funcionado ¿Por qué se ha encanallado la sociedad? ¿Por qué ahora rebrota el
odio, el resentimiento, la codicia, la envidia? Pues porque esta es democracia
sin demócratas; campo abonado para la abundancia de políticos sin escrúpulos;
espacio adecuado para la impunidad de cantamañanas, cazapanes y tuercebotas;
sociedad paganizada hasta sus raíces donde la imagen fugaz es más valiosa que
el trabajo constante y honrado, donde el hedonismo prevalece sobre el
sacrificio, la vanalidad sobre la inteligencia y el pelotazo sobre la
recompensa justa al cumplimiento del deber estricto. Y a pesar de todo ello, a
pesar de un sistema educativo ideologizado y estéril para formar ciudadanos
íntegros, fuertes moralmente, éticamente ejemplares y aptos para un mundo de
economía competitiva y globalizada; a pesar de contar con ordenamiento jurídico
inmenso en extensión y complejidad que hace difícil la exigencia del
cumplimiento, abriendo espacios dramáticos de impunidad; a pesar de ser Nación
troceada, siempre a punto de estallido de su unidad, cada vez más difícil y
provisional, España ha avanzado de manera espectacular en sus índices de
riqueza y bienestar, desde el punto de vista cultural, científico y tecnológico,
hasta colocarse entre los países punteros del mundo occidental.
Pero ahora y mucho más tras las
elecciones, se cierne un temor justificado al estancamiento empobrecedor porque
parece que nuestro destino se une al populismo radical de izquierdas que
recorre el sur de Europa, cuando era precisamente este espacio nuestra
esperanza de futuro estable y próspero. El Brexit, visible desde hace más de un
año; la presión inmigratoria sobre la UE que hace resurja un vendaval de
extremismo radical de extrema derecha que enfrenta sus distintos populismos a
los del sur; el que parece imposible Tratado de libre comercio con USA y los
cada vez más evidentes desequilibrios fiscales, hacen del territorio europeo un
lugar inestable y de futuro imprevisible. A eso se une la situación interior de
datos económicos contradictorios pero provisionales, con el nubarrón terrible
de un Sistema de Seguridad Social insostenible, unas Comunidades Autónomas de
imposible financiación, un radicalismo faltón que saldrá a la calle a pedir
revancha de clase, haciendo huir capitales e inteligencia.
Y una clase política en el cénit de
su estulticia que difícilmente alcanzará un mínimo acuerdo entre
constitucionalistas. Nadie es capaz de predecir el futuro inmediato porque
cualquier cosa es posible y no deseable. Como tampoco un Gobierno hipotecado,
débil y de vida efímera y estresante. Unas terceras elecciones de fecha
aproximada al 20N -menuda fecha- harán revolverse en su tumba al dictador
Franco cuya obsesión era la partitocracia estéril que solo trabaja a favor de
sus políticos profesionales. Pues eso.
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