Tribuna abierta de opinión

Instituciones,Democracia y Libertad

jueves, 5 de mayo de 2016

La Opinión de Julián Delgado.

Artículo que será publicado por el Diario “Última Hora” de Mallorca.
Un error obliga al Consell a parar la demolición de sa FeixinaLa Feixina es un memorial en la ciudad de Palma, al Crucero Baleares de viejas resonancias, de un bando y otro. Pura memoria histórica a destruir.
Sa Feixina
Julián Delgado. Escritor
   Un día de 1979, Juli Busquets, líder de la Unión Militar Democrática y diputado por entonces, me dio a leer en su casa un montón de cartas apiladas sobre la mesa del despacho, enviadas por militares republicanos. Cada uno contaba su situación personal, la de algunos de ellos lamentable: no cobraban ninguna pensión y eran casi indigentes; otros, por el contrario, estaban bien situados, lo único que pedían es que se les reconociera su categoría militar y disponer de una tarjeta acreditativa.
   Meses más tarde, Juli y cuatro compañeros de la UMD organizamos una reunión con un pequeño grupo de ellos, ya con pensión y su tarjeta militar en el bolsillo. Resultó de lo más emocionante, todos vivíamos en aquellos momentos un deseo indudable de archivar nuestros recuerdos, de que no hubiera vencedores ni vencidos. Estábamos animados por una generosa voluntad de reconciliación, con el objetivo de construir una democracia que fuera un espacio común para el debate pacífico. Nos despedimos con un abrazo, que a más de uno le hizo saltar las lágrimas. Por entonces, Marcelino Camacho, líder de CCOO, miembro del PC y excombatiente republicano, afirmó: Nosotros, que hemos padecido tantas heridas, hemos sepultado nuestros odios al lado de nuestros muertos. Santiago Carrillo y yo, que perdí a mi padre asesinado en Paracuelllos, hicimos otro tanto después de haber cruzado sendas cartas imbuidas de ese mismo espíritu: que nunca jamás pueda repetirse una guerra fratricida.
   Pero el infausto Zapatero, al utilizar la memoria histórica como un ardid para esconder su inconsistencia intelectual y su insolvencia política, reabrió las viejas heridas y, desde entonces, la izquierda ha seguido una estrategia que parece destinada a que volvamos al enfrentamiento, a la ruptura de la convivencia social, al arrinconamiento del adversario político, convertido hoy en enemigo, a la España cainita de buenos y malos, como si sus antecesores ideológicos no tuvieran también las manos manchadas de sangre.
   La demolición del monumento de Sa Faixina se encuadra en la manipulación reiterada de la historia por los totalitarismos y los populismos, que acredita el empobrecimiento intelectual que padecen y su irresponsabilidad política.


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