Tribuna abierta de opinión

Instituciones,Democracia y Libertad

jueves, 12 de mayo de 2016

La Opinión de Javier Pipó.

A mis amigos lectores de la tertulia “Azafrán” de Palma de Mallorca, en recuerdo de un encuentro enriquecedor, de debate en libertad.



La Azotea


LA VERDAD REVOLUCIONARIA
12 de mayo de 2016



   Observo con algo parecido a la curiosidad cómo este periodo de la Nación en funciones, nos está sirviendo para conocer mucho más a nuestra clase política. Ya se, no es demasiado pero al menos parece trasladarnos a ese espacio vacío en que debe consistir el desconsuelo siberiano.

   He mantenido con reiteración que una de las conquistas – si así se me permite denominar – del sistema andaluz de gobierno a veces denominado régimen, es que en los treinta y cinco estériles años de administración, ha logrado socializar no la riqueza, era la utopía imposible, sino la corrupción que al menos asegura el futuro de quien la practica. De manera que la forma corrupta de gobierno se extiende por toda la sociedad andaluza hasta sus últimos alvéolos. Todos participan activa o pasivamente, en mayor o menor medida; consciente o inconscientemente; palpando o tolerando; comprendiendo y apoyando o huyendo del compromiso. Y así, los empresarios y los sindicalistas; los gobernantes y los gobernados; la gente de orden y los aprovechados del desorden; trincando de las entidades, de las instituciones o de las empresas; minando lo público o dilapidando lo privado. Un espectáculo que pasadas dos generaciones nos describe una sociedad dependiente, cuando no dominada o conducida; conservadora, en la creencia de las virtudes de lo colectivo, del apego al Estado paternalista que todo lo resuelve y cuyos medios nunca escasos, al ser de todos no son de nadie. Pero ya ven, parece como si este tipo de cáncer tan persistente y profundo, hubiese logrado propagación metastásica, inundando otros territorios nacionales y también sus instituciones y cuerpos sociales intermedios.

   Y en eso estamos a pesar del buenismo ideológico reiterando una y otra vez la especie interesada de que la corrupción no está generalizada y además se encuentra controlada y reprimida por el sistema judicial. Pues ya digo, la extensión cubre la totalidad del espacio y llega a la mayoría de las instituciones. Y el poder judicial de jueces y magistrados independientes, inamovibles, responsables, sometidos únicamente al imperio de la ley, atascado. Y eso si está, porque casi siempre en los momentos de justicia oportuna, nos quedamos a la espera.

   Muchos dirán que toda la dimensión dependerá del sistema al que se compare. Eso desde luego. Si la temeridad comparativa es con las sociedades escandinavas de raíz luterana, es el abismo lo que separa. Si la comparación es con los regímenes teocráticos, autoritarios o totalitarios en busca del hombre nuevo en una sociedad distinta, la balanza se inclina a nuestro favor. Pero desconfíen, todo es cuestión de empezar y una vez aceptada la convivencia con la corrupción, comienza el debilitamiento de la sociedad y sus instituciones, desaparece la seguridad jurídica, se acentúa la inestabilidad y el declive económico y concluye la vida en libertad. Es el comienzo de un hombre nuevo pero más malo y perverso, en una sociedad distinta, pero más pobre y regresiva.

   Aquí la carrera hacia una sociedad descompuesta comienza en las altas instituciones del Estado; en los privilegios inaceptables e irritantes de la clase política; en la estructura de un Estado inmenso, incontrolable y despilfarrador; en una legislación boscosa e inabordable que además está en vigor para ser burlada; en una estructura judicial perdida en la lentitud de normas procesales barrocas en su garantismo y favorecedoras de la impunidad; en un sistema penitenciario utópico, más parecido a una oenegé que a un modelo inteligente y adecuado de represión social, del que tantos se libran por incumpliento de la pena o favorecidos por un incomprensible sistema de indultos a la carta. De manera que la ejemplaridad desciende en pirámide perversa y cuando llega a la mayoría social, viene disfrazada de simulación y egoísmo colectivo. Por eso se ha logrado el ideal de la corrupción social: vivir de la democracia. Y no podemos confiar en la corrección generacional de un sistema educativo integral porque yace troceado y esparcido por territorios, ajeno a principios patrióticos, de amor a la libertad, al régimen constitucional y a un sistema de valores de moral social. Ya escuchan las deposiciones intelectuales de los estadistas de la CUP. De manera que sin moral social no hay avance porque como ya advertía Séneca, lo que al comienzo fueron vicios, hoy son costumbres.

   Pero en esta larga y estéril etapa todo está en funciones. Ningún político debate sobre la urgencia regeneracionista. Se empezó hablando de ideologías, luego de pactos, después de reforma constitucional, aunque lo único que interesa son los puestos que dominan los poderes. Desde el gobierno al sol de Podemos, al gobierno en la sombra de Zapasanchez, que por cierto, en vez de Exteriores debería ofrecer a Borrell su propio liderazgo. Otro gallo nos cantaría, a todos, a él también. Pero en época de engaño universal, ya decía Orwell, decir la verdad es un acto revolucionario. 

      


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