A mis amigos lectores de la
tertulia “Azafrán” de Palma de Mallorca, en recuerdo de un encuentro enriquecedor,
de debate en libertad.
La Azotea
LA VERDAD
REVOLUCIONARIA
12 de mayo de
2016
Observo
con algo parecido a la curiosidad cómo este periodo de la Nación en funciones,
nos está sirviendo para conocer mucho más a nuestra clase política. Ya se, no
es demasiado pero al menos parece trasladarnos a ese espacio vacío en que debe
consistir el desconsuelo siberiano.
He
mantenido con reiteración que una de las conquistas – si así se me permite
denominar – del sistema andaluz de gobierno a veces denominado régimen, es que
en los treinta y cinco estériles años de administración, ha logrado socializar
no la riqueza, era la utopía imposible, sino la corrupción que al menos asegura
el futuro de quien la practica. De manera que la forma corrupta de gobierno se
extiende por toda la sociedad andaluza hasta sus últimos alvéolos. Todos
participan activa o pasivamente, en mayor o menor medida; consciente o inconscientemente;
palpando o tolerando; comprendiendo y apoyando o huyendo del compromiso. Y así,
los empresarios y los sindicalistas; los gobernantes y los gobernados; la gente
de orden y los aprovechados del desorden; trincando de las entidades, de las
instituciones o de las empresas; minando lo público o dilapidando lo privado.
Un espectáculo que pasadas dos generaciones nos describe una sociedad
dependiente, cuando no dominada o conducida; conservadora, en la creencia de
las virtudes de lo colectivo, del apego al Estado paternalista que todo lo
resuelve y cuyos medios nunca escasos, al ser de todos no son de nadie. Pero ya
ven, parece como si este tipo de cáncer tan persistente y profundo, hubiese
logrado propagación metastásica, inundando otros territorios nacionales y
también sus instituciones y cuerpos sociales intermedios.
Y
en eso estamos a pesar del buenismo ideológico reiterando una y otra vez la
especie interesada de que la corrupción no está generalizada y además se
encuentra controlada y reprimida por el sistema judicial. Pues ya digo, la
extensión cubre la totalidad del espacio y llega a la mayoría de las
instituciones. Y el poder judicial de jueces y magistrados independientes,
inamovibles, responsables, sometidos únicamente al imperio de la ley, atascado.
Y eso si está, porque casi siempre en los momentos de justicia oportuna, nos
quedamos a la espera.
Muchos
dirán que toda la dimensión dependerá del sistema al que se compare. Eso desde
luego. Si la temeridad comparativa es con las sociedades escandinavas de raíz
luterana, es el abismo lo que separa. Si la comparación es con los regímenes teocráticos,
autoritarios o totalitarios en busca del hombre nuevo en una sociedad distinta,
la balanza se inclina a nuestro favor. Pero desconfíen, todo es cuestión de
empezar y una vez aceptada la convivencia con la corrupción, comienza el debilitamiento
de la sociedad y sus instituciones, desaparece la seguridad jurídica, se
acentúa la inestabilidad y el declive económico y concluye la vida en libertad.
Es el comienzo de un hombre nuevo pero más malo y perverso, en una sociedad
distinta, pero más pobre y regresiva.
Aquí
la carrera hacia una sociedad descompuesta comienza en las altas instituciones
del Estado; en los privilegios inaceptables e irritantes de la clase política;
en la estructura de un Estado inmenso, incontrolable y despilfarrador; en una
legislación boscosa e inabordable que además está en vigor para ser burlada; en
una estructura judicial perdida en la lentitud de normas procesales barrocas en
su garantismo y favorecedoras de la impunidad; en un sistema penitenciario
utópico, más parecido a una oenegé que a un modelo inteligente y adecuado de
represión social, del que tantos se libran por incumpliento de la pena o
favorecidos por un incomprensible sistema de indultos a la carta. De manera que
la ejemplaridad desciende en pirámide perversa y cuando llega a la mayoría
social, viene disfrazada de simulación y egoísmo colectivo. Por eso se ha
logrado el ideal de la corrupción social: vivir de la democracia. Y no podemos
confiar en la corrección generacional de un sistema educativo integral porque
yace troceado y esparcido por territorios, ajeno a principios patrióticos, de
amor a la libertad, al régimen constitucional y a un sistema de valores de
moral social. Ya escuchan las deposiciones intelectuales de los estadistas de
la CUP. De manera que sin moral social no hay avance porque como ya advertía
Séneca, lo que al comienzo fueron vicios, hoy son costumbres.
Pero
en esta larga y estéril etapa todo está en funciones. Ningún político debate
sobre la urgencia regeneracionista. Se empezó hablando de ideologías, luego de
pactos, después de reforma constitucional, aunque lo único que interesa son los
puestos que dominan los poderes. Desde el gobierno al sol de Podemos, al
gobierno en la sombra de Zapasanchez, que por cierto, en vez de Exteriores
debería ofrecer a Borrell su propio liderazgo. Otro gallo nos cantaría, a
todos, a él también. Pero en época de engaño universal, ya decía Orwell, decir
la verdad es un acto revolucionario.
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